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• La FES podría captar 800 litros de agua al año por metro cuadrado

El Bosque de Agua, conformado por 250 mil hectáreas comprendidas entre el Estado de México, la Ciudad de México y Morelos, así como demás superficies forestales que rodean las urbes del centro, “han sido antenas captadoras de agua”, pero la demanda de recursos como madera, carbón o el propio recurso hídrico, las ha afectado seriamente, impactando negativamente en la metrópolis, señaló el doctor Víctor Ávila Akerberg, titular del Consejo Mexiquense de Ciencia y Tecnología (COMECYT).

En exclusiva para NotiFES, remarcó a “la expansión urbana en la segunda mitad del siglo pasado y en lo que llevamos de este”, como causante de la pérdida de “alrededor del 30 por ciento de la cobertura forestal del llamado Bosque de Agua”, lo cual “ha mermado la cantidad de agua que escurre en los ríos que abastecen a la presa Madín o el Lago de Guadalupe”, como el río Cuautitlán o el de Los Remedios.

La presencia de árboles y demás vegetación en lugares elevados funge como “zonas captadoras de agua” que llevan el líquido a áreas de menor elevación, por lo que la tala ilegal, así como la construcción de desarrollos inmobiliarios o autopistas, dificultan el abastecimiento, lo que culmina en pozos y manantiales secos, aseveró el especialista.

“En vez de tener suelo sano con árboles y plantas que hacen que la lluvia caiga despacito y se meta de a poco por la tierra y esto después dé como resultado un manantial” o la recarga de los mismos, explicó, “si le ponemos asfalto o cemento, lo que hacemos es que esa agua no tenga para donde irse y más bien corre rápidamente en mayor volumen provocando inundaciones”.

Aunque la montaña presenta casi el doble de precipitaciones que entornos más urbanos como el plantel de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, el doctor indicó que podría priorizarse la recolección. “Pensemos en que todos los diferentes edificios del campus funcionaran como captadores de agua” para después pasarla por filtros, y no solo utilizarse “en el baño o el jardín”, sino incluso “para consumo humano”.

Cada metro cuadrado de la extensión territorial del campus “podría captar 800 litros de agua al año, y si eso se filtra y almacena de manera adecuada, ayudaría muchísimo para dejar de depender de las pipas”, puntualizó el experto.

Además de temas hídricos, llamó a “ser empáticos” con la biodiversidad. “Estamos en la región conocida como Eje o Faja Volcánica Transmexicana, una serie de volcanes bastante altos que generan una barrera” que dificulta el paso de la flora y fauna a otros lugares como Centroamérica o el sur de Estados Unidos.

“Por lo tanto, los bichos, plantas y hongos que tenemos acá no lo compartimos con otros”, lo que los convierte en especies endémicas, detalló, “ahí tenemos una responsabilidad muy importante, porque si se pierde aquí, se pierde en todo el planeta”. La biodiversidad funciona “como diferentes engranes”, acentuó, “si falta uno, no funciona la otra parte”.

Por ejemplo, la desaparición de algún depredador clave como el gato montés derivaría “en la abundancia de algunos roedores”, que llevarían a la disminución de ciertas plantas y granos. “Deberíamos ser menos antropocéntricos y valorar todo”, añadió, “la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tiene la responsabilidad de formar ciudadanos conscientes y dar pasos hacia la incidencia”.

Categoría(s): Boletines

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