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• Con 60 años cumplidos, Magdalena Navarrete concluyó la licenciatura en Derecho

A los 55 años, Magdalena Navarrete volvió a sentarse en un pupitre universitario. Tres décadas antes había interrumpido los estudios para dedicarse a su familia, criar a sus tres hijos y darles la oportunidad de alcanzar una profesión. Cuando vio a dos de sus hijas graduarse —una en la FES Acatlán y otra en el Politécnico— algo dentro de ella se encendió: “Si ellas pudieron, yo también puedo”, prometió.

El camino no fue fácil: retomar el bachillerato en el Colegio de Ciencias y Humanidades después de 30 años, enfrentarse a jóvenes con más agilidad para aprender, lidiar con problemas de salud y con los prejuicios que aseguran que “a cierta edad ya no entran las letras”. Magdalena rompió con todo eso. Estudió, se desveló, presentó exámenes y convivió con compañeros que bien podían ser sus hijos. A los 60 años concluyó la licenciatura en Derecho.

“Nos encontramos con tabúes, con comentarios de que ya no era mi tiempo, de que estaba grande”, recuerda. Pero su determinación era más fuerte: “mientras tengamos la actitud de ser alguien mejor, no hay barreras que no se puedan brincar”. Esa frase resume su travesía y la manera en que, contra todo, se abrió paso en las aulas.

Su principal motivación fue clara: ayudar a los demás. Vio de cerca abusos contra trabajadoras domésticas, injusticias hacia mujeres de su generación que enfrentaron violencia de género sin tener respaldo legal y decidió estudiar Derecho para darles voz y apoyo. “Las mujeres de mi edad también hemos vivido abusos. No es algo nuevo, ha existido siempre, pero ahora quiero ayudar a revertirlo”, asegura.

A lo largo de la carrera, contó con el apoyo de sus hijos, hermanos y compañeros. La diferencia de edad nunca fue un obstáculo definitivo; al contrario, encontró en sus pares universitarios respeto y solidaridad. “Nos costó, sí, pero lo logramos”, dice con orgullo. Incluso, mientras estudiaba, corrió medios maratones y el Maratón de la Ciudad de México, demostrando que la voluntad puede más que cualquier límite.

Hoy, su siguiente meta es titularse y, quizá, especializarse en Derecho Constitucional. No descarta fundar un despacho junto con otros compañeros, aunque por ahora lo importante es ejercer la profesión, no por dinero, sino por amor al oficio y por el deseo genuino de servir a los demás.

Magdalena mira hacia atrás y sonríe. Su historia es recordatorio de que nunca es tarde para perseguir un sueño, y menos aún para demostrar que la edad no es límite sino impulso. “No hay imposibles. Siempre hay apoyo, siempre habrá un compañero o un maestro dispuesto a tender la mano. Hay que seguir luchando por algo mejor, por uno mismo y por el país”, concluye.

Categoría(s): Boletines

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