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Enterado de la variedad de licenciaturas que se imparten en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, Francisco Barrios el Mastuerzo, incluyó en su presentación musical en el Teatro Javier Barros Sierra, citando al filósofo Martin Heidegger, a comunicólogos, citando a Ryszard Kapuścińsk y advirtiendo que más de 50 minutos cantando sus rolas más conocidas, algunas en proyecto y la lectura de sus poemas, resulta antipedagógico.

De larga cabellera y pronunciada frente por la avanzada calvicie, pantalón vaquero, camiseta negra, el barbado personaje rasgueó la lira acústica con sus uñas rojas en su recital, prolífico cancionero que fue de las rolitas románticas pasando por el blus y hasta el guacarock de la añorada Botellita de Jerez.

Integrante del sexto piso, tercer dan y casi cinta negra, el Mastuerzo ofreció un memorial musical incluyendo el barrio, los amigos, las amantes, los ‘pisicólogos’, sus ídolos con los que creció: Tin Tan, Pérez Prado, Viruta y Capulina; la rebeldía, el EZLN y muchos otros recuerdos que están presente en cada una de las melodías que escucharon los universitarios.

Con lira que ahora echa a perder después de colgar las baquetas al terminar la botelka, el intérprete agradeció porque pudo regresar después de 35 años a la hoy FES Acatlán, como si fuera ayer rememoró esa presentación que hizo junto a El Cucurrucucú (Armando Vega-Gil) y El Uyuyuy (Sergio Arau).

Muero por vivir, ALV (Algo lindo vendrá), El ropavejero, las primeras canciones que interpretó, entre una y otra leyó su poema Donde están las pin… llaves, momento en el que citó a Heidegger, enemigo de la guerra, además, algunos versos que están camino a convertirse en rolas que alcanza a su particular versión de las anti mañanitas.

Recordó a los “muéganos” (muertos): Rita Guerrero, Lalo Tex, sin faltar Vega Gil, de quien rememoró algunas anécdotas, como cuando el finado le pidió le escribiera una canción mientras conquistaba la cima del Aconcagua, misma que sirvió como prólogo para a uno de sus libros y la letra de La ventana y el umbral.

Por momentos, en el recinto universitario, su voz y ademanes se asemejan a Daniel Giménez Cacho, muchos estribillos y cacofonías en las canciones lo mantienen atado a la época de los Botellos, como La mamá de Tarzán, a propósito de Kapuścińsk, corresponsal de guerra, todavía se dio tiempo para el “pilón”, tres canciones: Niña de mis ojos, dedicada a su hija, quien ahora cuenta 38 años, Cuando vienes a cagar a la casa, para los “mala onda” que no fueron al concierto y cerrar con Luna Misteriosa.

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