Cine Adictos

Archivo para septiembre, 2020:

POR  MARIO SOTO GONZÁLEZ

El futbol es un milagro
que le permitió a Europa
odiarse sin destruirse.
Paul Auster
(Escritor y director de cine)

El futbol es el deporte más popular del mundo. La anterior es una sentencia que no debemos descartar de forma inmediata sin meternos en un enredo; tampoco negar la relevancia de un juego que va más allá del perímetro de su cancha y permea múltiples aspectos sociales.

Por ello, el futbol no podía escapar de la vista curiosa del mundo del cine. Hablar sobre la relación entre el Séptimo Arte y una de las actividades físicas más arraigadas en la sociedad, generalmente refiere a películas que son intentos por hacer una muestra y, a la vez, una cosificación de los elementos o las pasiones que confluyen en este mundo.

Probablemente el mayor error en los filmes que versan sobre las canchas de balompié es caer en una generalización burda del comportamiento de los aficionados, la vida y problemas de quienes lo practican, los sinsabores del mismo.

Aunque el deporte es un idioma universal (como el cine), a menudo se olvida que es un monstruo de millones de cabezas pensando y aprehendiendo las cosas de forma distinta; el código común sufre modificaciones en todas las regiones del mundo y no todos lo entienden de la misma manera: en España prima la practicidad, en Inglaterra el espectáculo y en Argentina la tribuna tiene más influencia que el deporte mismo.

Es difícil que la estética del cine se dé el lujo de retratarlo de forma diferente. Su labor es más complicada: abordar el aspecto humano por encima del atlético o competitivo. Las películas, si bien tienen un público específico como objetivo, poseen también la cualidad y necesidad de llegar a mayor audiencia. Más que hacer un retrato del futbol, se debe encontrar el modo de dar a los personajes la capacidad de ser entrañables y pasar de agentes que enaltecen el deporte a humanos identificándose con los aficionados y también con todos aquellos que no lo son.

Existen algunas películas que han sabido abordar el tema, sin dejar de poner en primer lugar a los protagonistas del mismo: los seres humanos, con sus diferencias y virtudes. Son, en efecto, la excepción a la regla y el resultado de la suma del futbol y el Séptimo Arte.

Aquí la recomendación de un par de ellas, que seguro gustarán hasta al más reacio crítico del soccer y deleitarán al cinéfilo.

The Damned United. Dirigida por Tom Hooper (Reino Unido, 2009), se sitúa a finales de los años 60 y principios de la década de los 70 en las frías tierras de Inglaterra. La estrella es un revolucionario del futbol, Brian Clough (Michael Sheen), brillante entrenador británico. La historia narra el proceso fatídico de los 44 días en que dirigió al club más exitoso del momento, el Leeds United. Después de un gran paso por modestos equipos llamó la atención de la escuadra, y en su incorporación a la misma Clough sufrió el rechazo de los jugadores, quienes vivían aún con el recuerdo y las formas antideportivas de su estratega anterior, Don Revie (Colm Meaney). Explora la soledad, la irreverencia y el compromiso entre un hombre y sus principios, todo eso mientras rueda el balón.

Pequeños príncipes (Les petit princes,  Vianney Lebasque. Francia, 2012), se trata de un filme que nos acerca a la vida de un talentoso joven francés, de apenas 16 años de edad, conocido como JB (Paul Bartel). Tras haber sido aceptado en una importante academia de futbol, cuyo interés, además de pulir a las futuras estrellas, es también la formación integral del ser humano. El protagonista tiene que atravesar por más de un problema, pues debe lidiar con nuevas experiencias, todas ellas desconocidas para él, pero comunes a todo adolescente. JB es un pretexto para hablar de un crecimiento personal al amparo de este deporte.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en abril de 2015, edición 142 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

Categoría(s): APUNTES CINEMATOGRÁFICOS

POR YOLANDA SOLORIO GARCÍA

Mundialmente conocido por su papel de George Valentine en El artista (2012), por la cual se hizo acreedor a varios premios, entre ellos el Oscar por Mejor Actor, Jean Dujardin (Rueil-Mailmaison, Francia,1972) comenzó su carrera en 1998 con la serie Nous Ç Nous. Junto a los actores Bruno Salomone, Eric Collado, Sonia Mathieu y Luc Antoni, hacía parodias de videojuegos, acontecimientos históricos y películas.

El éxito le volvió a sonreír con Un gars, une fille (1999-2003), programa de televisión que retrataba de manera humorística la vida cotidiana de una pareja: Alex “Chouchou” (Alexandra Lamy) y Jean “Loulou” (Jean Dujardin); cada episodio duraba seis minutos y la temática era variada. La serie fue tan exitosa que tuvo varias repeticiones.

En 2003 tuvo su primer papel protagónico en cine con el filme Toutes les filles sont folles, dirigido por Pascale Pouzadoux, pero sería dos años más tarde con la película Brice de Nice (James Huth, 2005) que se posicionaría como uno de los actores franceses más rentables y encantadores de su generación.

El personaje Brice es un surfer de treinta y tantos años cuya mayor aspiración en la vida es montar la mayor ola, pero mientras espera su oportunidad derrocha el dinero de su padre en grandes fiestas, sin saber que éste se dedica a lavar dinero.

Un día la suerte lo abandona y todos sus bienes son confiscados. Sin recursos y sin amigos, Brice se ve obligado a ¡trabajar! Sin embargo, es incapaz de hacerlo, así que decide –sin éxito– robar un banco.

La primera colaboración con el miltipremiado director, actor y guionista francés Michel Hazanavicius fue en 2006 con la película OSS 117: Nido de espías, adaptación de la novela homónima escrita en 1949 por Jean Bruce. Tanto el filme como el libro parodian al famoso agente 007.

La dupla Hazanavicius-Dujardin se repetiría en tres ocasiones: OSS 117: Perdido en Río (2009), El artista (2012) y Los infieles (2012). Ésta última formó parte de la edición número 16 del Tour de Cine Francés.

De los 29 filmes en que ha trabajado, destacan sus actuaciones en: Un homme et son chien (Francis Huster, 2009), al lado del emeblemático Jean-Paul Belmondo; Les petits mouchoirs, (Guillaume Canet, 2010) con los también talentosos Francois Cluzet, Marion Cotillard, Benoît Magimel y Gilles Lellouche.

Le bruit des glaçons (Bertrand Blier, 2010) coprotagonizada con Albert Duponel, donde ambos desarrollan magistrales actuaciones, Dujardin en el papel de un enfermo de cáncer y Duponel encarnando al tumor que le acosa y le quita la vida con total desparpajo.

En The Wolf of Wall Street (Martin Scorsese, 2013) tiene breves, pero significativas, apariciones como el banquero suizo que traiciona a Leonardo DiCaprio.

Posteriormente fue dirigido por su admirado George Clooney en The Monuments Men (2014), con quien trambién trabajó en un comercial para la marca Nespresso.

Dujardin es conocido por sus imitaciones, especialmente de Sean Connery y Robert de Niro. De hecho, en los programas a los que asistió después de haber obtenido el Globo de Oro por El artista y previo a la premiación de los Oscar fue lo que más le solicitaban en sus presentaciones.

Luego de concluir el filme Un hombre a la altura (2015) y después de cuatro años de matrimonio, Dujardin se separó de su esposa, la también actriz, Alexandra Lamy.

Después se relacionó con la patinadora olímpica Nathalie Péchalat, con quien procreó un hijo. En lo profesional, al cierre de esta edición promuovía la tercera parte de Brice de Nice y se preparaba para el estreno mundial de la película Le petit joeur, del realizador Emmanuel Joucla, con una historia basada en un torneo de póker.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en diciembre de 2016, edición 159 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

Categoría(s): TRAYECTORIAS

POR  ADRIANA CERVANTES SOTO

En una provincia costera de Japón una madre lucha para salvar a su bebé de las fuerzas malignas que los persiguen. Han quedado atrapados en la tormenta y su bote va a la deriva, olas salvajes los llevan hasta una playa solitaria, mientras una voz resuena: “Mantente atento, no parpadees, no pierdas detalle de…”, así comienza Kubo la búsqueda samurái, (Kubo and the Two Strings, 2016, EU), centrada en la historia de Kubo, el niño tuerto que encontró la fuerza en el amor y el perdón.

Se trata de una cinta animada dirigida por Travis Knight, escrita por Marc Haimes y Chris Butler. Recibió todo tipo de elogios por parte de la crítica especializada y estuvo nominada en la entrega de los premios Oscar 2017 en las categorías de Mejor Película Animada y Mejores Efectos Especiales, pero no logró ser del agrado del jurado; Zootopia (Byron Howard y Rich Moore, 2016), de los Estudios Disney, fue la premiada.

La realización de Kubo se hizo con la técnica tradicional de stop motion, que data del siglo XIX y consiste en la sucesión de imágenes fijas, foto por foto, de personas, objetos u animales, reales o creados con diversos materiales como yeso y plastilina. El aspecto clásico se suma a lo innovador: los espectadores pueden constatar el derroche en el uso tecnología de la casa productora Laika Entertainment y sus impresiones 3D, sonido y edición.

El proceso fílmico de Kubo fue artesanal. El trabajo arduo ha caracterizado a todos los animadores de Laika Entertainment. El tiempo de realización de este largometraje fue de casi 100 semanas en 80 sets con diferentes decorados. Para las secuencias de Kubo se moldearon 23 títeres de nueve pulgadas cada uno y más de 11 mil expresiones de la boca, así como 4 mil 500 de las cejas.

En 2016 los Estudios Universal se encargaron de la distribución de esta, la quinta película de los más duros competidores de Pixar. Entre los títulos que la precedieron están: Coraline y la puerta secreta (Henry Selick, 2009), ParaNorman (Chris Butler y Sam Fell, 2012) y Los Boxtrolls (Graham Annable y Anthony Stacci, 2014).

La música estuvo a cargo de Dario Marinelli, quien tuvo que empatar cada nota a cada secuencia. La canción While My Guitar Gently Weeps es una pieza escrita por George Harrison e interpretada por Regina Spektor.

Visualmente es un largometraje muy rico. Los bellos paisajes y la mórbida historia dan como resultado una atmósfera narrativa oscura, inquietante e inusual para ser de corte juvenil. Presenta múltiples referencias a la cultura nipona: música de Shamisen (guitarra tradicional japonesa), pintura, escultura, el arte tradicional de las figuras de papel u origami y las fascinantes aventuras de valientes samuráis.

Kubo es un chico huérfano de padre que vive con su madre enferma, de quien ha heredado poderes mágicos. Para llevar un poco de comida a casa, sale a la aldea cercana todos los días. Tiene prohibido regresar después de la puesta de sol. Se gana unas monedas contando las hazañas de un gran guerrero y sus enemigos.

Con magia da vida a sus personajes de papel; la gente del pueblo lo conoce, quiere y admira por su habilidad para tocar el Shamisen. Él solo tiene un deseo, saber qué paso con su padre, y en vísperas de un festival, desobedece a su madre, el mal aparece y todo cambia.

La estructura narrativa es clásica: el héroe huye para evitar que sus tías, las hermanas luna y su abuelo, el rey luna, lo dañen; la única forma de protegerse es encontrar la vieja armadura de su padre. Así inicia su recorrido lleno de peligros e incertidumbre, tiene que dejar a su madre enferma. Ella se sacrifica para que su hijo pueda seguir vivo; en el camino se le aparecen un “mono sabio” y el olvidadizo “escarabajo samurái”, ellos lo ayudarán con ingenio, amor, destreza y magia a vencer la tristeza, soledad, desesperanza y a sus malignos parientes.

Kubo es un referente de animación contemporánea. Para los amantes de este género es casi obligado tenerla en la lista de las favoritas y reconocer el gran trabajo de modeladores, fotógrafos, sonidistas y expertos en efectos especiales para crear un mundo de fantasía, hecho con plastilina, papel y mucho color.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en abril de 2017, edición 162 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

Categoría(s): DE RODAJE EN RODAJE

POR  CARMEN CANO GORDÓN

Guten Tag, Ramón (2014), coproducción México-Alemania, es un caso atípico, pero aún menos común es el optimismo y ganas de vivir que irradia este filme, tan escasos en la cinematografía.

En principio el título no ayuda para que el público la seleccione como opción, pero luego esos mismos espectadores son sus principales promotores.

El guión, de Jorge Ramírez Suárez, también director, es sencillo y sin complicaciones: un joven campesino del norte del país (Kristyan Ferrer), que busca opciones honestas de superación personal y familiar (primero en Estados Unidos, de donde es devuelto cinco veces por falta de papeles) decide, a instancias de un amigo, y como última y prometedora opción, viajar a Alemania, donde su conocido tiene una tía que puede darle alojamiento y, quizás, trabajo.

Así, emprende el viaje con el paupérrimo bagaje de su propia persona, su mochila, unos detalladísimos datos para llegar a Wiesbaden (un pequeño pueblo en Alemania, en donde debe buscar a la tía de su amigo, a la cual no encuentra), unos cuantos euros y nada más; carece obviamente del conocimiento del idioma alemán que, como se verá a la larga, no le significa un obstáculo insalvable.

En el tránsito por el pequeño lugar, solo y sin referencias, le suceden multitud de cosas: unas buenas, otras malas, otras insignificantes, pero lo que debe resaltarse es cómo, a pesar de todo, con la ayuda y cariño de una “joven anciana”, Ruth (Ingeborg Shoner) a quien conoce de manera fortuita y se convierte en su ángel guardián, va sorteando los contratiempos: el frío invernal se soluciona con un abrigo y una bufanda que Ruth le regala; cuando le roban su mochila, por no tener vivienda, la mujer le da alojamiento en el sótano del edificio donde habita, con una cama, una mesa y un pequeño sillón. Incluso la falta de comida tiene arreglo con limosnas.

Así, y siempre gracias al apoyo de Ruth, Ramón se va desempeñando como mandadero, ayudando a los ancianos que habitan en esa pequeña de-marcación a cargar los enseres diarios, como comida y agua, a cambio, él recibe algunos euros.

Posteriormente salen a la luz sus habilidades como bailarín de salsa y merengue, los “viejitos” jubilados, animados por Ruth, lo contratan para que les enseñe a bailar.

Se establece así un círculo de amistad y comprensión encomiables que permea el resto de la cinta, hasta que un viejo envidioso y “mala onda” lo denuncia a las autoridades; en un escrito, informa a la policía que Ramón vive en ese lugar y no tiene documentos legales, pronto llevan preso al joven e inmediatamente lo deportan.

Hasta ese momento parece que se ha terminado el sueño alemán de Ramón, sin embargo, no es el final de su historia y queda más por descubrir.

Entre los momentos más destacables de esta entrañable cinta están las clases de baile, don-de los ancianos se olvidan de malos recuerdos y hasta sus achaques pero, sobre todo, el conmovedor diálogo entre los personajes de Ruth y Ramón durante una cena en casa de ella, cada uno en su idioma, con recuerdos y emociones, amistad y comprensión, mucho más allá de las palabras, llegando a lo más profundo del corazón del espectador, quien es el único que realmente sabe qué hay detrás sus historias.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en noviembre de 2014, edición 139 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

POR RENÉ LEÓN VALDEZ *

La biblioteca se encuentra en total oscuridad. En su interior se observan las sombras de los anaqueles reflejadas en la tenue luz que se filtra a través de la ventana; el silencio parece dominar aquel espacio solitario donde un espíritu vengativo espera el momento oportuno.

Ofelia entra en la sala, pero el ambiente del lugar parece propio de una dimensión desconocida y siniestra; se escucha lejana su voz al preguntar por Aurora. Media hora antes, las dos amigas habían acordado salir a cenar y, con ello, levantar los ánimos ante los sucesos misteriosos que han ocurrido en su hogar.

Ofelia camina por el pasillo y pregunta por su amiga. No obtiene respuesta. Vuelve a pronunciar el nombre de su amiga con la esperanza de que acuda a su encuentro. Silencio. Sin saber lo que ha ocurrido antes de su llegada, Ofelia continúa su camino entre las repisas de libros antiguos; quizá los ecos guardados en esos manuscritos la guíen para localizar a su amiga; sin embargo, lo que encuentra al final del pasillo la enfrenta a algo ominoso e inquietante que pone a prueba su lucidez.

No se trata del cuerpo inerte de Aurora que cuelga del barandal metálico; tampoco de ese grito que sale de su interior al encontrar a su amiga muerta, con una expresión de terror indescriptible. Se trata de algo más impactante, amenazador, que genera espanto: miedo. Un miedo que Carlos Enrique Taboada supo reflejar magistralmente en su tetralogía mexicana de terror: Hasta el viento tiene miedo (1968), El libro de piedra (1969), Más negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1984).

Internados citadinos, casas de campo con un aire de misterio, residencias antiguas donde los espíritus observan el diario devenir de sus habitantes, sótanos oscuros; espacios que para Carlos Enrique Taboada representaron el punto de encuentro con seres ocultos que interfieren en la vida cotidiana de los protagonistas.

Si bien en las películas creadas por el director mexicano acaecen hechos sobrenaturales, sus protagonistas femeninas reflejan un carácter escéptico: ¿Cómo es posible que en un mundo contemporáneo las personas crean en fantasmas y espíritus? En más de una ocasión la pregunta se convierte en el eje de reflexión sobre el cual se desarrolla la trama. Como se observa en las películas, los mismos acontecimientos otorgan una respuesta inquietante y perturbadora.

La primera historia de la tetralogía muestra una representación de la juventud poco convencional que se combina con la superstición propia de chicas que desean quebrantar un código rígido que impide su plena libertad. Hasta el viento tiene miedo no sólo es una historia donde las mujeres se cuestionan acerca de los principios y valores que rigen a la sociedad tradicional; la trama nos adentra en los secretos que permanecen ocultos en el internado de señoritas y que salen al descubierto por medio de Andrea, un espíritu que vaga por los pasillos en busca de venganza, materializada en uno de los personajes principales, Bernarda.

En El libro de piedra nos encontramos con una situación que nos obliga a cuestionar la veracidad de lo que acontece en ese espacio abierto, infinito, que conocemos como realidad: Julia Septién es contratada por el acaudalado Eugenio Ruvalcaba para cuidar de su pequeña hija, Silvia. La trama no tiene nada de extraordinario salvo por un aspecto que desencadenará el factor inquietante: la pequeña Silvia afirma ante los adultos que mantiene una amistad con Hugo, y esta amistad podría ser aceptada de manera normal de no ser por el hecho de que Hugo es una estatua de piedra que posee un misterioso libro…. de magia negra.

A través del miedo nos cuestionamos sobre la veracidad de hechos que van más allá de nuestro entendimiento, eventos sobrenaturales que desafían cualquier explicación lógica. Esto es lo que experimentan los protagonistas del filme: Eugenio y su esposa Mariana son incapaces de comprender el comportamiento de Silvia debido a que su realidad se basa en hechos que se pueden observar y explicar. En su pensamiento no tiene cabida lo sobrenatural.

Carlos, el tío que llega de visita, asume que se trata de un trastorno ocasionado por los constantes viajes y ocupaciones de su padre. Los sirvientes de la casa no dudan en afirmar que la niña está embrujada. Solo Julia parece advertir que hay algo de verdad en las historias que cuenta Silvia acerca de Hugo. Los sucesos posteriores dejarán entrever que lo sobrenatural se oculta donde menos lo esperamos.

Actitudes desenfadadas, libertad, quebranto de esquemas tradicionales rígidos, deseo, conflictos internos… Estos son los núcleos particulares que definen la trama en Más negro que la noche, una historia en donde se recurre al ambiente gótico como un complemento indispensable para que las jóvenes protagonistas enfrenten ese miedo del cual no podrán librarse, no por falta de voluntad, sino por la presencia amenazante de la tía Susana y de su alter ego, Bécquer.

El miedo persigue a las protagonistas, les hace daño, las trastorna, les quita el sueño. ¿La prueba? El maullido incesante y ominoso de Bécquer, el cual resuena en cada rincón de la vieja casona escenario de la trama.

Finalmente, Veneno para las hadas es la culminación de un esquema narrativo que refleja las más diversas variedades del miedo y sus asimetrías frente a una realidad que se ve superada por los temores que guarda el ser humano y que, poco a poco, lo consumen de manera inevitable.

La historia presenta un giro totalmente diferente a las anteriores. Las protagonistas son dos niñas que, a pesar de su corta edad, enfrentarán sus temores y resentimientos de una manera icónica: Flavia representa la postura objetiva y racional. Para ella, el miedo no tiene cabida en su carácter y antepone su valentía para hacer frente a cualquier evento desconocido.

La situación dará un giro inesperado con la llegada de Verónica, el lado opuesto a la fortaleza de Flavia. Una misteriosa niña que vive con su abuela en un entorno sombrío. Para hacer frente a la ausencia de sus padres inventa historias poco menos que inverosímiles. Afirma ser una bruja con poderes ocultos y saber preparar pociones para destruir a sus enemigas, las hadas.

A simple vista parece un juego inocente, pero conforme la historia avanza observamos que las jóvenes protagonistas llevarán muy lejos las asimetrías respecto del miedo. Un incendio y una sonrisa inquietante nos muestran todo lo que somos capaces de hacer para contrarrestar esa sensación de miedo que nos perturba.

¿Qué tienen en común las historias creadas por Carlos Enrique Taboada? Nos muestran los componentes básicos de toda forma de miedo: suspenso, temor, fragilidad, peligro, desamparo, pérdida. Son sensaciones que los protagonistas experimentan cuando se ven amenazados por fuerzas desconocidas más allá de su entendimiento y que son incapaces de comprender.

El miedo representa un núcleo emocional que vislumbra todo aquello que vendrá, sea o no inevitable. Para el director mexicano sus protagonistas no pueden escapar a su destino y el único futuro que les espera se reduce a un espacio donde el miedo perdura como un veneno: nunca termina.

* René León Valdez es Licenciado en Comunicación. Profesor en la Licenciatura de Comunicación de la FES Acatlán. Actualmente en periodo formativo en la Maestría en Docencia para la Educación Media Superior.
Esta colaboración se publicó de manera impresa en marzo de 2020, edición 188 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.
Categoría(s): APUNTES CINEMATOGRÁFICOS

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CineAdictos, publicación periódica de la Coordinación de Difusión Cultural, nació en noviembre de 2000. Incluye reseñas de películas, trayectorias de actores, directores, críticas, comentarios sobre los principales festivales, entrevistas, avances técnicos y aspectos de los distintos géneros cinematográficos. El material impreso se distribuye entre la comunidad de la FES Acatlán; a partir del semestre 2015-II extiende sus alcances con el blog de CineAdictos. Espacio abierto a los interesados en la divulgación del séptimo arte.

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