Cine Adictos

Archivo para la categoría VISIONES DEL SÉPTIMO ARTE:

POR  CARMEN CANO GORDÓN

Guten Tag, Ramón (2014), coproducción México-Alemania, es un caso atípico, pero aún menos común es el optimismo y ganas de vivir que irradia este filme, tan escasos en la cinematografía.

En principio el título no ayuda para que el público la seleccione como opción, pero luego esos mismos espectadores son sus principales promotores.

El guión, de Jorge Ramírez Suárez, también director, es sencillo y sin complicaciones: un joven campesino del norte del país (Kristyan Ferrer), que busca opciones honestas de superación personal y familiar (primero en Estados Unidos, de donde es devuelto cinco veces por falta de papeles) decide, a instancias de un amigo, y como última y prometedora opción, viajar a Alemania, donde su conocido tiene una tía que puede darle alojamiento y, quizás, trabajo.

Así, emprende el viaje con el paupérrimo bagaje de su propia persona, su mochila, unos detalladísimos datos para llegar a Wiesbaden (un pequeño pueblo en Alemania, en donde debe buscar a la tía de su amigo, a la cual no encuentra), unos cuantos euros y nada más; carece obviamente del conocimiento del idioma alemán que, como se verá a la larga, no le significa un obstáculo insalvable.

En el tránsito por el pequeño lugar, solo y sin referencias, le suceden multitud de cosas: unas buenas, otras malas, otras insignificantes, pero lo que debe resaltarse es cómo, a pesar de todo, con la ayuda y cariño de una “joven anciana”, Ruth (Ingeborg Shoner) a quien conoce de manera fortuita y se convierte en su ángel guardián, va sorteando los contratiempos: el frío invernal se soluciona con un abrigo y una bufanda que Ruth le regala; cuando le roban su mochila, por no tener vivienda, la mujer le da alojamiento en el sótano del edificio donde habita, con una cama, una mesa y un pequeño sillón. Incluso la falta de comida tiene arreglo con limosnas.

Así, y siempre gracias al apoyo de Ruth, Ramón se va desempeñando como mandadero, ayudando a los ancianos que habitan en esa pequeña de-marcación a cargar los enseres diarios, como comida y agua, a cambio, él recibe algunos euros.

Posteriormente salen a la luz sus habilidades como bailarín de salsa y merengue, los “viejitos” jubilados, animados por Ruth, lo contratan para que les enseñe a bailar.

Se establece así un círculo de amistad y comprensión encomiables que permea el resto de la cinta, hasta que un viejo envidioso y “mala onda” lo denuncia a las autoridades; en un escrito, informa a la policía que Ramón vive en ese lugar y no tiene documentos legales, pronto llevan preso al joven e inmediatamente lo deportan.

Hasta ese momento parece que se ha terminado el sueño alemán de Ramón, sin embargo, no es el final de su historia y queda más por descubrir.

Entre los momentos más destacables de esta entrañable cinta están las clases de baile, don-de los ancianos se olvidan de malos recuerdos y hasta sus achaques pero, sobre todo, el conmovedor diálogo entre los personajes de Ruth y Ramón durante una cena en casa de ella, cada uno en su idioma, con recuerdos y emociones, amistad y comprensión, mucho más allá de las palabras, llegando a lo más profundo del corazón del espectador, quien es el único que realmente sabe qué hay detrás sus historias.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en noviembre de 2014, edición 139 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

POR JOSÉ ALFREDO FLORES ROCHA

Filmada en un gran plano secuencia que parece no tener fin, con 1917 Sam Mendes logra un retrato intimista que sigue la misión de un par de soldados del ejército inglés, a quienes se les ordena abandonar las trincheras y salir a campo abierto para avisar a otro batallón que los soldados alemanes han fingido una retirada, ello podría ser una trampa y ocasionaría mil 600 muertos.

A partir de esta misión: entregar una carta que evite miles de bajas en la Primera Guerra Mundial, Sam Mendes narra el heroico calvario de dos jóvenes con escasas posibilidades de supervivencia. Con profundas tomas en las que se captan infinidad de detalles del frente de batalla, logra sumergir a los espectadores en los miedos, la incertidumbre y el deseo de sobrevivir. En los 119 minutos que dura este largometraje no se perciben los cortes de edición.

La proeza técnica alcanzada por el realizador británico, acompañado por la asesoría del experimentado director de fotografía Roger Deakins y de la empresa Arriflex, vieja aliada de la industria cinematográfica, especialmente de las grandes productoras de Hollywood, representa un hito en la historia contemporánea del Séptimo Arte.

El largometraje conjuga el talento de estos dos grandes de la cinematografía con el desarrollo de una cámara que les permite conseguir escenas que rayan en la perfección técnica y que van más allá de un objetivo meramente estético.

Gracias a la ayuda de esta cámara, Sam Mendes consigue retratar, de manera muy cercana, a los persona-jes en el campo de batalla, tal y como lo tenía previsto desde la planeación del rodaje. La cámara, especialmente creada para la filmación de 1917, está equipada con un sensor óptico capaz de registrar hasta el más mínimo detalle, logrando efectos de profundidad inéditos.

El gran plano secuencia permite al espectador seguir la travesía de los protagonistas desde las trincheras fangosas, los valles, los sótanos infestados de ratas, bosques y ríos hasta las batallas que se libran en el aire por los ejércitos combatientes, sin descartar aquellos escenarios un tanto inverosímiles, que el realizador comparte en gran complicidad con su público. Necesario es remarcar que el peso de la película recae en las interpretaciones de Georges MacKay y Dean-Charles Chapman.

Sam Mendes ha logrado una película redonda, no sólo por el dominio del lenguaje cinematográfico, basado en ese gran plano secuencia del que ya se habló, sino también por el manejo de la luz, el sonido, color y ritmo que imprime a cada una de las escenas que va mostrando de manera calculada y sistemática. Ante la lente aparecen expresiones de alegría, desesperación, dolor y esperanza que transmiten los personajes.

Nada escapa al ojo de este director que, con gran agudeza, retrata una historia intimista, alejada de todo cliché, sobre todo cuando se tiene como telón de fondo un hecho histórico. No es una película más de cine bélico, estamos ante una cinta poderosa, entrañable, emotiva, relacionada con valores como la solidaridad, amistad y el deber cumplido.

La supervivencia se vuelve una premisa a lo largo del filme. El ser humano y su circunstancia son los ejes. La voluntad inquebrantable por seguir existiendo, a pesar de estar en un mundo cruel, caótico y violento, donde la esperanza no termina, a pesar de las trincheras, las ciudades derruidas y cientos de cadáveres semienterrados.

A cada instante los protagonistas se hacen las mismas preguntas: ¿Vale la pena seguir adelante con una guerra absurda que terminará con los sueños de hombres y mujeres? ¿Es mejor dar media vuelta y regresar a casa con los suyos?

Como en toda conflagración, el ser humano es visto como carne de cañón, mientras los “dueños” del mundo mueven sus piezas a su antojo sobre el tablero, a manera de un juego perverso de ajedrez, decidiendo en qué momento viven o mueren sus peones.

Hasta ahora, 1917 es la mejor película que ha filmado Sam Mendes, por encima de su gran éxito Belleza Americana (American Beauty, 1999).

Para los amantes del cine de autor, 1917 representa un poema visual de principio a fin.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en febrero de 2020, edición 187 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

POR  JOSÉ ALFREDO FLORES ROCHA

A las seis de la tarde se levantó de la cama y se puso los zapatos y la corbata. En el baño se echó agua en la cara y se peinó el cabello corto y negro. No tenía por qué rasurarse; nunca había tenido mucha barba y una rasurada le duraba tres días. Se puso una poca de agua de Colonia Yardley, volvió al cuarto y del buró sacó la cuarenta y cinco. Revisó que tuviera el cargador en su sitio y un cartucho en la recámara…El saco era nuevo y el sastre había hecho un buen trabajo; casi no se notaba el bulto de la pistola bajo el brazo, sobre el corazón.

El complot mongol
Rafael Bernal (1969)

Durante décadas, el cine ha basado sus guiones en la literatura. En nuestro país no son pocas las obras que han sido llevadas a la pantalla grande, no todas con éxito. Sin embargo, haciendo un repaso breve de la cinematografía nacional, encontramos casos notables.

Basta recordar la novela Los bandidos del Río Frío, de Manuel Payno, adaptada dos veces. La mítica cinta Santa, llevada al cine en cuatro ocasiones; Los de abajo, de Mariano Azuela, sin dejar de lado La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán.

En la segunda mitad del siglo XX destacan: Ensayo de un crimen, de Rodolfo Usigli, llevada al cine de manera magistral por el director español Luis Buñuel. Y qué decir de Macario, obra literaria de Bruno Traven adaptada en 1960 o de Pedro Paramo y El gallo de oro del gran escritor Juan Rulfo.

A la lista se deben sumar Aura y Gringo viejo, ambas de Carlos Fuentes; La feria, de Juan José Arreola; Los albañiles, del escritor y dramaturgo Vicente Leñero; Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro; El apando, de José Revueltas; Dos crímenes, de Jorge Ibargüengoitia; Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta, hasta llegar a la multipremiada Como agua para chocolate, de Laura Esquivel y dirigida en cine por Alfonso Arau.

A las obras antes citadas es inevitable sumar ahora El complot mongol (1969), destacada novela policiaca y punta de lanza en la historia literaria de nuestro país, al inaugurar la denominada novela negra mexicana, llevada a la pantalla grande por primera vez en el año de 1978 por Antonio Eceiza.

En 2019, el realizador y guionista Sebastián del Amo regresa con una nueva versión que resulta un bálsamo en la cartelera de primavera, una luz al final del túnel que intenta posicionar al cine nacional en las marquesinas de las grandes cadenas exhibidoras, ante la abrumadora presencia de los estrenos de películas de superhéroes de corte internacional.

La cinta respeta, en esencia, el argumento central de la novela de Rafael Bernal. A unos días de su estreno ha despertado entre la crítica versiones encontradas.

Para quienes hayan leído la divertida y picante novela será una versión que se toma sus licencias literarias para provocar en el espectador la carcajada fácil. Sin embargo, más allá de ello, descubrirán un tratamiento adecuado de la trama, con actuaciones por demás sobresalientes y una ambientación digna.

La historia policiaca y de intriga internacional se desarrolla en el barrio chino de la Ciudad de México, teniendo como marco la llamada Guerra Fría entre las dos súper potencias mundiales: Estados Unidos y la entonces Unión Soviética.

En medio de todo este embrollo quedan Martita Fong, personaje interpretado por Bárbara Mori, quien resulta una grata sorpresa y el experimentado agente Filiberto García, encarnado magistralmente por Damián Alcázar, quien junto con agentes foráneos intentará descubrir el supuesto complot chino que tiene como misión asesinar al presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, en su visita a México. En papeles especiales y secundarios destacan: Eugenio Derbez, Xavier López “Chabelo” y Hugo Stiglitz.

El complot mongol termina por rescatar no sólo lo mejor de la novela negra mexicana,  sino uno de los géneros literarios que han quedado relegados por los productores y directores nacionales, que han centrado sus esfuerzos en comedias que dejan mucho que desear, con guiones hechos al vapor e interpretaciones de baja calidad.

Bienvenidos sean estos proyectos cinematográficos que intentan lograr un producto de calidad, que si bien no tiene mayores pretensiones que la de entretener, también nos dejan un poco de ese México que parece olvidado, que se niega a morir en las cantinas, restaurantes, barrios y calles de la gran Ciudad de México.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en mayo de 2019, edición 181 del boletín informativo CINEADICTOS, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

POR LUIS ARTURO BÁRCENAS PÉREZ *

A la sombra de la industria cinematográfica de Hollywood y de Europa, subsisten producciones fílmicas de gran calidad que, a menudo, no están tan presentes en la memoria de los espectadores, en gran medida porque existe poca difusión sobre ellas, tal es el caso de Canadá, país cuya filmografía ha ido de menos a más en años recientes.

El origen de la cinematografía canadiense se remonta al estreno de la gran película muda Evangeline (Edward P. Sullivan y William Cavanaugh, 1914) basada en el poema épico de Henry Wadsworth Longfellow, del mismo nombre.

Luego de este éxito, el cine de ficción estuvo marginado durante más de cuatro décadas y quienes se interesaron en filmar no tuvieron más opción que desarrollarse en documentales. En este rubro cobró especial importancia John Grierson, el llamado padre de la escuela documental inglesa, quien en 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, llegó a Canadá y encabezó la National Film Board (NFB), para revolucionar la cinematografía documental canadiense.

Con Grierson frente a la NFB se estrenaron producciones propagandísticas como Canada Carries On (Stuart Legg, Jane Marsh Beveridge, Tom Daly y otros. 1944-1949) y The World in Action, programa que incluyó una amplia lista de títulos, entre ellos: Our Northern Neighbour (Tom Daly, 1944), When Asia Speaks (Gordon Weisenborn, 1944) y Now- The Peace (Stuart Legg, 1945).

Los filmes antes señalados permitieron abrir la discusión y el análisis de temas milita-res, educativos e industriales. Se trabajaron también cortometrajes y animaciones que, por primera vez, pusieron a Canadá en las grandes ligas.

Sin embargo, cuando concluyó la guerra, muchas de las mentes detrás del éxito de la National Film Board abandonaron Canadá y se instalaron en Hollywood, lo que repercutió en el retroceso de las producciones canadienses.

Entre 1950 y 1967 se intentó impulsar el cine de ficción, pero los ingresos en taquilla solamente permitían realizar un promedio de seis largometrajes al año. Así que el gobierno decidió impulsar la producción cinematográfica por medio de financiamientos, becas y préstamos, lo que generó que 25 películas de ficción se produjeran en la década de los 70, cantidad significativa si se compara con la década anterior, donde solamente se filmaron tres títulos del mismo género.

En los años 80, directores y actores formados con los programas implementados en 1967 se dieron a conocer de manera internacional y fue así como en otros países se empezó a hablar de Claude Jutra, Patricia Rozema, Norman Jewison, Arthur Hiller, Ted Kotcheff, James Cameron, David Cronenberg y Atom Egoyan, estos dos últimos muy relevantes por sus propuestas estéticas que han alternado entre Canadá, Hollywood y Europa.

La filmografía canadiense no resulta ajena para los cinéfilos mexicanos, quienes en diversas ediciones de la Muestra Internacional de Cine han atestiguado su calidad en títulos como: Jesús de Montreal (Denys Arcand, 1989. Edición 22 de la Muestra-); Amor y restos humanos (Denys Arcand, 1993. Edición 27 de la Muestra); Exótica (Atom Egoyan, 1994. Edición 27 de la Muestra); Crash, extraños placeres (David Cronenberg, 1996. Edición 29 de la Muestra) y Las invasiones bárbaras (Denys Arcand, 2003. Edición 43 de la Muestra).

Actualmente podría hablarse de un renacimiento del cine canadiense, el cual se debe a varios factores, entre ellos destacan el apoyo gubernamental y el impulso educativo o cultural que se ha reconocido en el cine.

Por otra parte, es innegable la calidad de sus escuelas o cursos especializados, que van de lo más sofisticado de la técnica fotográfica y de animación hasta el guionismo, ello ha propiciado una demanda de técnicos y creativos canadienses en la industria norteamericana por la calidad de su preparación.

Las miradas de los especialistas en cine voltean constantemente a Canadá, en gran medida gracias a que dos de los festivales más importantes del mundo se realizan en Toronto y Montreal.

El Festival Internacional de Cine de Toronto es el más importante de Canadá y se ha posicionado como uno de los cuatro más significativos a nivel internacional.

Comenzó en 1976 y se caracteriza por la gran cantidad de estrellas del cine que acuden a cientos de películas que compiten en diferentes categorías. Tiene especial importancia para el mercado de distribución de películas independientes.

Este encuentro anual también es famoso porque muchas obras de autor se dan a conocer ahí y después compiten en los Oscar. El premio que se otorga en este festival lo determina el público, no un jurado de expertos, y por medio de votos se eligen los mejores filmes del año.

Por otro lado, está el Festival Internacional de Cine de Montreal, el cual también exhibe cientos de filmes procedentes de todo el mundo. Se celebra desde 1977 y otorga como máxima distinción el Grand Prix des Amériques, galardón destinado a la película que obtenga la mayoría de los ocho votos ejercidos por especialistas en la realización cinematográfica.

Realizadores

Entre los más destacados cineastas canadienses está Claude Jutra (1930-1986), quien ganó varios premios a la mejor dirección y mejor película en festivales locales. Obtuvo el León de Plata en el Festival Internacional de Cine de Venecia por el documental Comment Savoir, en 1966.

Es indispensable mencionar a Neil Blomkamp (1979-), director de numerosos proyectos que abarcan desde la serie de anuncios del videojuego Halo 3, en 2009, hasta la realización de obras distópicas como Elysium (2013).

Denis Villeneuve (Trois-Rivières. Canadá, 1967- ). Apreciado como uno de los mayores talentos canadienses tanto por sus trabajos de dirección como de guionismo, saltó a la fama por cintas como Incendies (2010), Enemy (2014) y por la multipremiada Blade Runner 2049 (2017). Fue nominado al Oscar en 2016 por Arrival.

Atom Egoyan (El Cairo, Egipto. 1960- ). Nacionalizado canadiense. Desde la década de los años 80 ha sido decisivo para fomentar al cine de ficción en cintas como Next of Kin (1984), Family Viewing (1987), Speaking Parts (1989) y Exótica (1994), todas consideradas obras maestras, con temas recurrentes como: alineación, soledad, personajes inmersos en estructuras de poder, burocracia y temas tecnológicos.

Jacques Leduc (Montreal, Canadá. 1941- ). Ha sido uno de los mayores defensores de la industria fílmica de su país, en especial se reconoce el interés que ha tenido por descolonizar los productos audiovisuales canadienses de la carga cultural británica. Comenzó su carrera en 1961 como crítico de cine para la revista “Objetif”. A partir de 1965 empezó a dirigir; su primera película fue el cortometraje documental Chantal en vrac y de su filmografía es obligado mencionar los títulos aclamados por la crítica: On est loin du soleil (1970), Tendresse ordinaire (1973), Trois pommes à côté du sommeil (1988) y La vie fantôme (1992).

David Cronenberg (Toronto, Canadá. 1943- ). Maestro del horror y del Séptimo Arte en general, se caracteriza por no titubear al momento de llevar cualquier temática a la pantalla grande. Se le ha definido como el creador de un estilo propio, que lo ha llevado a ser uno de los realizadores más importantes a nivel internacional.

Entre su filmografía destacan: Videodrome (1983), The Fly (1986), Crash (1996), Cosmópolis (2012), A Dangerous Method (2011) y Maps to the Stars (2014), esta última con un relato cargado de humor negro sobre la vida de la industria hollywoodense. Ha incursionado en nuevas producciones para plataformas como Netflix, por ejemplo la serie Rick and Morty (2013) inspirada en personajes creados por Cronenberg.

James Cameron (Kapuskasing, Ontario. 1954- ). Se destaca por el desarrollo de tecnología que permite avances significativos en los efectos especiales para cine. Inició su desarrollo profesional como técnico, después incursionó como guionista y más adelante como director de acción y ciencia ficción. Se catapultó a la fama por The Terminator (1984), posteriormente Titanic (1997) y Avatar (2009). La mayor parte de su desarrollo profesional lo ha tenido en Hollywood, donde ha impulsado el uso generalizado del 3D.

Xavier Dolan (Montreal, Canadá. 1989- ). Seguramente el más polémico, aclamado y joven director del cine canadiense. Su carrera comenzó desde temprana edad participando como actor en películas, series de televisión y comerciales. J’ai tué ma mère (2009), su primer largometraje, fue presentado en el 62 Festival de Cine de Cannes. Luego estrenó Mommy (2014) y Juste la fin du Monde (2016), donde reitera tintes autobiográficos, influencia de la música pop y arriesgadas propuestas estilísticas.

Histriones

Es indispensable hacer referencia a los rostros más emblemáticos del cine de Canadá, pues gracias a sus actuaciones las películas han quedado en la memoria de los espectadores.

Geneviève Bujold (Montreal, Canadá. 1942- ). Considerada como la primera estrella del cine de ficción canadiense, hizo retumbar su nombre en el mundo cinematográfico gracias a grandes actuaciones en películas como Isabel (Paul Almond, 1968), Ana de los mil días (Charles Jarrott, 1969) y Act of the Heart (Paul Almond, 1970), junto a Donald Sutherland.

Mia Kirshner (Toronto, Canadá. 1976- ). Se ganó el reconocimiento del público, además del respeto de los críticos por sus actuaciones en Exótica (Atom Egoyan, 1994), Mad City (Costa Gavras, 1997) y The Crow (Tim Pope, 1996). Es consi-derada como una de las estrellas que consiguió atraer los reflectores a la industria fílmica de su nación.

Ryan Gosling (London, Canadá, 1980- ). Es uno de los actores de Hollywood más reconocidos en los últimos años gracias a sus participaciones en produc-ciones como The Notebook (Nick Cassavetes, 2004), LaLaLand (Damien Chazelle, 2016) y Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017).

Donald Sutherland (Saint John, Nuevo Brunswick, Canadá. 1935- ). Actor veterano que vivió su época de oro en las décadas de los años 60 y 70, ha estado vigente en la mente del público a lo largo del tiempo con películas como Casanova (Federico Fellini, 1976), Lock Up (John Flynn, 1989), JFK (Oliver Stone, 1991), A Time to Kill (Joel Schumacher, 1996), Space Cowboys (Clint Eastwood, 2000), Cold Mountain (Anthony Minghella, 2003) y Pride & Prejudice (Joe Wright, 2005).

En particular se le recuerda por la saga de The Hunger Games en el papel del presidente Snow: The Hunger Games (Gary Ross, 2012), The Hunger Games: Catching Fire (Francis Lawrence, 2013), The Hunger Games: Mockingjay –Part 1 (Francis Lawrence, 2014) y The Hunger Games: Mockingjay –Part 2 (Francis Lawrence, 2013).

Rachel McAdams (London, Canadá, 1978- ). Famosa por sus actuaciones en The Notebook (Nick Cassavetes, 2004), Mean Girls (Mark Waters, 2004), At Midnight in Paris (Woody Allen, 2011), y Spotlight (Tom McCarthy, 2016). McAdams es la actriz canadiense más reconocida en la actualidad.

Principales productoras

Alliance Films. Fue fundada en 2007 para sustituir a su predecesora Alliance-Atlantis, desde entonces se ha posicionado como la de mayor renombre en Canadá, teniendo importantes participaciones con empresas extranjeras como New Line Cinema, Original Film, Infinity Features Entertainment o la Mob Film.

Infinity Films. Opera desde 1996 y se destaca por la calidad y maestría que poseen los guionistas a su cargo. Funciona como la mayor productora y distribuidora a nivel nacional, cooperando en diversos proyectos con cadenas como History Channel, BBC de Londres o Discovery Channel.

Cinémaginaire Inc. Creada en 1988 por Denis Robert y Daniel Louis, se ha centrado en el apoyo de filmes independientes. Suma más de 45 películas reconocidas a nivel mundial y ganadoras de numerosos premios en festivales internacionales, como The Barbarian Invasions (Denys Arcand, 2003), cinta ganadora del Oscar por Mejor Película extranjera en 2003, el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia, Premio César a Mejor Película, Premio al Mejor Guion y Mejor Película en el Festival de Cannes, entre otros.

Canadá ofrece maestría y calidad cinematográfica de primer nivel por donde quiera que se mire: producción, guionismo, actuación, dirección, locaciones, festivales y mucho más. Merece, sin lugar a dudas, el mayor de los reconocimientos por parte de todos aquellos que se digan aficionados o expertos del Séptimo Arte.

Así que la próxima vez que se piense en el cine como algo increíble y fabuloso, no habría que detener la imaginación en Hollywood, sino que será necesario colocar la mirada un poco más al norte; allá en donde la policía va a caballo y la hoja de arce gobierna. Habrá que evocar siempre al cineasta, actor o director formado en Canadá.

* Luis Arturo Bárcenas Pérez es prestador de Servicio Social en Promotoría Cultural.

Bienvenida

CineAdictos, publicación periódica de la Coordinación de Difusión Cultural, nació en noviembre de 2000. Incluye reseñas de películas, trayectorias de actores, directores, críticas, comentarios sobre los principales festivales, entrevistas, avances técnicos y aspectos de los distintos géneros cinematográficos. El material impreso se distribuye entre la comunidad de la FES Acatlán; a partir del semestre 2015-II extiende sus alcances con el blog de CineAdictos. Espacio abierto a los interesados en la divulgación del séptimo arte.

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