POR JOSÉ ALFREDO FLORES ROCHA
Sobre Roma, la más reciente cinta del director mexicano Alfonso Cuarón, se ha escrito mucho, podría decirse que en exceso. Para la crítica especializada, este largometraje representa una obra maestra, filmada en los albores del siglo XXI en blanco y negro, con un ritmo y estética prodigiosos, plagada de metáforas que el espectador tiene que ir descubriendo poco a poco.
Desde su estreno generó opiniones encontradas; en sectores acostumbrados al cine independiente y de autor, resultó toda una joya que destacó entre la mediocridad que permea la cartelera comercial.
Sin embargo, para aquellos que disfrutan el cine como un simple acto de esparcimiento, se trata de una cinta que no merece más que una que otra crítica positiva, principalmente por su espléndida fotografía.
Más allá de la controversia por gustos y visiones personales, resulta una película sumamente interesante al llevarnos de la mano por un México que, para muchos es prácticamente desconocido o simplemente una referencia que se ha ido diluyendo con el paso del tiempo.
La obra de Alfonso Cuarón es una alegoría y retrata con suma nitidez los distintos Méxicos que convergen a principios de la década de los 70, bajo el manto del denominado Desarrollo Estabilizador que, durante 30 años, permeó las políticas públicas.
El señalado modelo pretendía sentar las bases de una nación moderna e industrializada, teniendo como premisa la estabilidad macroeconómica, por medio del manejo responsable de inflación, tipo de cambio y balanza de pagos, entre otras variables. A lo largo de tres décadas, el sistema implementado por Adolfo Ruiz Cortines gozó de un “éxito” sostenido, al lograr que se tuviera un crecimiento promedio anual de más del seis por ciento, con inflación que no rebasaba el 2.2 por ciento.
Con la situación a nivel macroeconómico resuelta, las clases media y media alta se fortalecieron, y son éstas las que ocupan el interés de Cuarón para ser retratadas en Roma.
La propia familia del realizador sirvió como ejemplo: encabezada por el padre, un médico exitoso, pero ausente, con los suficientes recursos para tener en su casa un flamante Cadillac, un auto adicional para transportar a los niños a la escuela y otro vehículo más como comodín, además de poder costear dos mujeres de servicio doméstico y un chofer.
Roma muestra, por un lado, a la clase media alta pujante y próspera, pero refleja, en contraparte, una visión del México olvidado, encarnado por Cleo, personaje protagónico de origen indígena, que no tiene ningún beneficio de la bonanza que viven los sectores más acomodados.
Con estas contradicciones sociales plasmadas a lo largo de la película, Alfonso Cuarón muestra la fragilidad de un sistema que durante décadas se defendió desde el gobierno federal.
En el filme destacan escenas como las visitas de Cleo y su patrona a instalaciones del Instituto Mexicano del Seguro Social, con salas atestadas de desolados derechohabientes, quienes pacientemente deben esperar la atención médica, o los llanos de Ciudad Nezahualcóyotl, donde se entrenó al grupo paramilitar Los Halcones; estas secuencias son sólo otras caras de la moneda del modelo económico a inicios de los años 70.
A la distancia se aprecia que la promesa de movilidad social para ciertos sectores no llegó, a pesar de los óptimos índices económicos que se reportaron en ese periodo de la historia.
En la trama destaca la forma de presentar las condiciones en que se desempeñaba el trabajo doméstico, actividad laboral desdeñada, en el olvido, alejada de los beneficios del sistema de seguridad social, pues Cleo resulta privilegiada porque su patrona tiene por amigos a médicos que «la cuelan» al sistema hospitalario.
Tengamos en cuenta que es hasta nuestros días, que el servicio doméstico comienza a ser reconocido como un trabajo que requiere garantías de salario digno, derecho a atención médica, vacaciones, aguinaldo y ahorro para el retiro.
En cada escena el México olvidado emerge y se vincula con las clases acomodadas. Cleo, su historia y desdichas sirven para hilvanar temas de lo particular a lo general; para presentar con crudeza, pasajes como la matanza del Jueves de Corpus, ocurrida el 10 de junio de 1971.
Es el drama de Cleo el que enmarca la presencia de un régimen represor en el que no existía espacio para la disidencia ni la prosperidad incluyente, donde se cumplían los sueños de unos y otros simplemente debían ser aplazados.