Una historia que contar
POR NOVEL ALEJANDRO GONZÁLEZ OROZCO
Con la Muestra Internacional de Cine llega la oportunidad de disfrutar un banquete fílmico, con títulos que invitan a transitar por sus historias, analizar temas de interés, propuestas visuales, aspectos artísticos e ideológicos y, así, obtener un referente de la cinematografía actual.
Para comprender la trascendencia de la Muestra, es propicio presentar ahora un esbozo histórico del evento fílmico de mayor tradición en nuestro país; en particular, explicar cómo se originó, la manera en que ha permitido apreciar las obras de grandes directores y formar a universitarios que tuvieron aquí su primer contacto con el cine de arte.
La Muestra Internacional de Cine inició el 25 de noviembre de 1971. La primera sala de exhibición fue el desaparecido Cine Roble, donde se dio cita la “elite” del arte y la cultura que llegó atraída por la oportunidad de conocer, en exclusiva, ese listado de 21 filmes que, ni en sueños, vería en las salas comerciales.
Algunos títulos de la primera edición aportan una idea de las pretensiones: “El niño salvaje” (François Truffaut, Francia, 1970), “Los malditos” (Luchino Visconti, Italia-RFA, 1969), “Pequeño gran hombre” (Arthur Penn, EU, 1970), “Celos al estilo italiano” (Ettore Scola, Italia, 1970), “Muerte en Venecia” (Luchino Visconti, Italia-Francia, 1971) y “Vergüenza” (Ingmar Bergman, Suecia, 1968).
Este encuentro ha servido como una escuela de formación estética e intelectual; los asistentes han logrado asomarse al mundo por esa ventana y creado una especie de diario de viaje. La Muestra ha servido como termómetro o espejo de las inquietudes de la humanidad y como registro histórico de la cinefilia.
Pero no fue el primer esfuerzo por traer al país películas de gran nivel: su antecedente está en la Reseña Mundial de Festivales Cinematográficos, realizada ocho años en Acapulco durante la década de los años 60. Circunstancias sociopolíticas llevaron a su cancelación y se establecieron en el Distrito Federal las Jornadas de Cine Internacional, pero duraron solamente dos años.
La Muestra Internacional de Cine se gestó como un encuentro que sustituyera los intentos anteriores por presentar en México una atractiva selección de cintas galardonadas (la mayoría en los festivales internacionales de mayor prestigio) e integrara las obras de los mejores cineastas. De 1971 a 1976 la Muestra se realizó en el otoño.
En 1977 la Cineteca Nacional se hizo cargo de organizar la Muestra Internacional de Cine, como resultado de la reforma administrativa impulsada por la Presidencia de la República. Se estableció la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía y la Cineteca quedó integrada a ella.
En 1977 y 1978 se programaron dos ediciones por año. De 1979 a 1997 se mantuvo el formato anual. En 1998, bajo la organización de Ana Cruz Navarro, se volvió al formato de primavera y otoño, argumentando el entusiasmo del público. En realidad quería acabar con el “empacho” fílmico que agotaba a los asistentes en la primera semana, además de mejorar la rentabilidad.
Hasta 1990, la Muestra sólo llegaba a la UNAM con exhibiciones en las salas del Centro Cultural Universitario y el Auditorio Che Guevara. Ese año, y gracias al empeño e insistencia de autoridades de Difusión Cultural de la entonces ENEP Acatlán, se consiguió apoyo de la Dirección de Actividades Cinematográficas de la UNAM para que el Centro Cultural Acatlán fuera una de las primeras sedes del llamado circuito universitario.
Al comenzar la década de los años 90 se inició en nuestro campus la Muestra con dos funciones diarias. La respuesta de estudiantes y comunidad externa fue tan buena que debió programarse una exhibición nocturna, pues mucha gente se quedaba fuera.
Con la presentación de la Muestra Internacional de Cine en Acatlán se cumplían dos objetivos: la formación integral de alumnos y la extensión de beneficios de la cultura en su zona de influencia.
En 1996, otro cambio administrativo hizo que la Cineteca quedase supeditada al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. A partir de ahí, se estableció una red nacional de exhibición para la Muestra, creció el número de salas de presentación y se generó un fenómeno que podría llamarse “la dispersión de cinéfilos de la Muestra”.
En 2007 Leonardo García Tsao, al dirigir la Cineteca Nacional, devolvió al encuentro fílmico su carácter anual, con el formato maratónico de casi un mes, asegurando que los objetivos eran: la renovación del encuentro con un innovador formato, una amplia exploración del documental, 
acercamiento a nuevos géneros y revisión de clásicos de la cinematografía mundial.
Sin embargo, la “revisión de clásicos” dio inicio desde 2003, para la edición número XLII de la Muestra Internacional de Cine. Lo que sí sucedió a partir de 2007 fue el establecimiento “formal” de programar filmes remasterizados y llevarlos a mayor número de salas pues, en un principio, estos eran exhibidos solamente por la Cineteca Nacional.
Como dato adicional, el listado de clásicos restaurados con motivo de la Muestra Internacional de Cine: “El gran dictador” (Charles Chaplin, EU, 1940), “Tiempos modernos” (Charles Chaplin, EU, 1936), “La general” (Buster Keaton – Clyde Bruckman, EU, 1927), “Luces de la ciudad” (Charles Chaplin, EU, 1931), “El topo” (Alejandro Jodorowsky, México, 1969), “Bella de día” (Luis Buñuel, Francia-Italia, 1967), “La quimera del oro” (Charles Chaplin, EU, 1925), “Casablanca” (Michael Kurtiz, EU, 1942), “Los olvidados” (Luis Buñuel, México, 1950), “Macario” (Roberto Gavaldón, México, 1960) “Distinto amanecer” (Julio Bracho, México, 1946) y “La diosa arrodillada” (Roberto Gavaldón, México, 1947).
La reforma impulsada por García Tsao llevó a la desaparición de números romanos en los carteles, con el argumento de evitar “confusiones” entre el público. Fue en 2007 cuando se usó por vez primera el formato publicitario con números naturales para la 49 edición de la Muestra, con un cartel diseñado por el artista gráfico Carlos Palleiro.
En noviembre de 2013 la edición 55 de la Muestra pasó a la historia como la primera en ser totalmente digitalizada, pues ya no hubo ni una sola copia en 35 milímetros. En 2014 la Cineteca Nacional sorprendió a la comunidad cinéfila al programar, en abril, con muy poca antelación, la 56 Muestra Internacional de Cine; se volvió al formato de dos presentaciones por año (primavera y otoño), esta situación se ha mantenido en las ediciones 57, 58 y 59, que es la que nos disponemos a ver en noviembre de 2015.
Es innegable: 
a lo largo de 44 años la Muestra ha tenido de todo, desde filmes memorables hasta casos que más valdría no mencionar. Lo cierto es que ha formado público que aprecia el buen cine, gracias al rigor en los criterios de selección, búsqueda de pluralidad de países invitados, reconocimiento de autores y privilegio a materiales de producción reciente.
La Muestra ha sobrevivido a crisis, conflictos políticos, debacles económicas e, incluso, tragedias, pero siempre ha sido un motivo para acudir a un festín y olvidar, aunque sea por un rato, los problemas cotidianos. Es también una motivación para ver más allá de las preocupaciones locales y encontrar en las historias de otras latitudes ocasión para reflexionar.
Quienes han acudido a anteriores ediciones saben que no es mentira. Los rostros conocidos, las coincidencias en horarios, la selección de butacas preferidas suceden cada año en la sala del Teatro Javier Barros Sierra.
Esta colaboración se publicó noviembre de 2015, edición 149 del boletín informativo CINEADICTOS, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.
