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POR JOSÉ ALFREDO FLORES ROCHA

Elvis Presley es, hasta nuestros días, icono de la industria musical; gracias a su talento y carisma marcó toda una época. Sus canciones y presentaciones son recordadas por diferentes generaciones de seguidores alrededor del mundo. El culto a la personalidad del cantante ha dado lugar a cientos de historias que se tejen a su alrededor, muchas de ellas rayan en lo fantástico, Sin embargo, se mantienen y son reproducidas en lo colectivo.

Tras el fallecimiento de Elvis Presley en 1977 comenzó la creación de su leyenda. Personalidades de los todos los ámbitos lamentaron la partida del “Rey del Rock”. Había muerto, según el reporte médico, de un infarto agudo al miocardio; el dictamen sería confirmado después por la necropsia que se le practicó.

Declaraciones como la de Jimmy Carter, Presidente de Estados Unidos, nos dan una idea muy clara de lo que en su momento representó la partida de uno de los más grandes ídolos de la música: “Elvis, cambió para siempre el rostro de la cultura popular estadounidense”.

Sobre este gran cantante se han escrito miles de páginas en periódicos, revistas, libros, blogs, sitios de internet, también han filmado cientos de horas en cine, grabaciones para radio, televisión y ahora plataformas digitales. De ahí que, lograr una aproximación tanto a la persona y al artista que dieron origen al mito, resulta todo un reto para la producción que intervino en la filmación de Elvis (2022), filme dirigido por el aclamado director, Baz Luhrmann, autor de largometrajes que son referente dentro de la cinematografía. Basta recordar títulos como El gran Gatsby (2013) y Moulin Rouge (2001).

En los albores del siglo XXI, resulta prácticamente obligado preguntarse qué más faltará saber sobre esta estrella musical. La respuesta no es sencilla, pareciera de inicio que todo está dicho. Sin embargo, no es así, este tipo de personajes o figuras del espectáculo, que se construyen en el imaginario colectivo, gozan de matices que los hacen únicos y atractivos para la realización cinematográfica.

Sus historias, a manera de melodramas, cuentan con los elementos suficientes para la elaboración de trabajos biográficos que parecen no agotarse con el paso del tiempo, por el contrario, se magnifican y salen a la luz nuevos elementos que son explotados por la industria del entretenimiento.

El largometraje sobre la vida de Elvis es una producción al mero estilo de Hollywood. Una apuesta millonaria que Warner Bros rodó en plena pandemia. Contó con la participación de los actores Austin Butler y Tom Hanks, este último ganador de dos Premios Oscar.

Histriones que finalmente les dieron excelentes dividendos, tanto en el terreno actoral como en el comercial. Cabe mencionar que, en su primer fin de semana, el filme se convirtió en la cinta más vista en los Estados Unidos, superando las expectativas que se tenían sobre su estreno.

La historia, basada en la leyenda del rock, pone especial énfasis en los inicios de su carrera y la relación musical que guardó con su productor, Tom Parker, personaje clave en el éxito musical del intérprete. Es probable que, sin el impulso de su mentor, Elvis Presley no hubiese tenido la proyección internacional.

Más allá del impecable trabajo de caracterización y recreación de la atmósfera de la época que llevó a la producción a invertir semanas de trabajo y varios millones de dólares está la idea de plasmar las influencias musicales que calaron hondo en el estilo del cantante, que dieron un sello único a cada una de sus interpretaciones.

Entre los géneros que se pueden apreciar destacan country, balada, góspel, blues. Una mezcla poderosa que supo aprovechar en cada uno de sus discos, que lo convertirían en el solista con las más altas ventas en la industria musical, haciéndose acreedor a 14 nominaciones de los Premios Grammy: obtuvo tres de manera directa y una más por su trayectoria.

En la película queda claro que Elvis Presley no fue producto de la casualidad. Se trató de la maquinación de un personaje que no sólo era intérprete y a través de su voz, especialmente las coreografías, dramatizaba las letras de las canciones. Aunado a una inteligente y audaz promoción de su imagen, que explotaba en todo momento el aspecto físico del cantante.

La difusión de su trabajo, como se puede apreciar en este proyecto cinematográfico, se daba por igual en presentaciones en vivo, radio, programas de televisión y desde luego también dentro del Séptimo Arte, que pronto se convirtió en una ventana importante que le permitirá llegar a otro tipo de público y explotar sus cualidades como actor.

Los promotores de Elvis Presley pronto se dieron cuenta que estaban frente a un artista irrepetible que marcaba sus mejores pasos sobre el escenario y se convertía en un espíritu libre al exorcizar los demonios que lo agobiaban constantemente.

En este recorrido cinematográfico, además de sus orígenes musicales, se registran los mejores momentos que vivió como cantante y su declive. Sin pasar por alto temas familiares, vida amorosa y el matrimonio con Priscilla, personaje interpretado de manera magistral por la actriz Olivia DeJonge.

De acuerdo con la prensa especializada, Elvis no sólo se convirtió en un éxito en taquilla, por sus destacadas interpretaciones, sino porque supo colocar en un contexto determinado la vida personal y trayectoria del cantante. El éxito de Elvis y su trascendencia en el ámbito musical responden a una época en la que una figura como él logra romper con los cánones establecidos.

Impuso no sólo modas, sino un estilo de vida que representa el espíritu rebelde de toda una generación y es reproducido en lo sucesivo por diversas estrellas musicales.

Desde el punto de vista cinematográfico, Elvis es un filme que es necesario apreciar desde muchos matices y vertientes, más allá de la admiración que se tenga por el personaje. Se trata de un filme de excelente manufactura que destaca por el montaje escénico e interpretaciones, pero sobre todo por la atmósfera musical que logra recrear.

Es una película que ya se colocó entre los clásicos y referente obligado de las biografías llevadas al cine, sobre todo después que una plataforma de contenido vía streaming la colocó en sus listas, con muy buena aceptación.

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POR  NOVEL ALEJANDRO GONZÁLEZ OROZCO

La violencia no distingue género, estatus social, edad ni nacionalidad. Se trata de un tema complejo que requiere ser visualizado con objeto de empezar a tomar conciencia, generar los cambios necesarios para erradicarla, no obstante que cada vez nos resulte más cercano y atroz. Es urgente ponerlo en la mesa de discusión y llevarlo a la conversación cotidiana.

En este momento en particular es propicio reconocer relatos en los que distinguen modelos de sociedades donde se han perpetuado agresiones; con este objetivo qué mejor que recurrir al cine, a su lenguaje, a diferentes miradas y momentos en la historia, donde diversos realizadores(as) de cine han registrado este flagelo.

El tema de la violencia cobra especial importancia ante los elevados índices de agresiones, especialmente contra mujeres, quienes han sido las principales víctimas, ya no sólo de actitudes hostiles, sino de formas brutales de asesinatos; cuando la mayoría sigue sin recibir la solidaridad de sectores de la sociedad cuyas acciones pudieran marcar el alto al miedo que enfrentan mujeres violentadas, a las causas que las llevan a callar, a no denunciar lo que viven por temor al escándalo, a la vergüenza de ser señalas públicamente por su condición de víctimas e, incluso, verse obligadas a proteger a sus victimarios.

Teniendo como referencia el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, (cuya conmemoración internacional ocurre el 25 de noviembre), en CineAdictos les invitamos a revisar los siguientes títulos: Que mi nombre no se olvide en la historia / Las 13 rosas rojas (Verónica Vigil Ortiz y José María Almela, España, 2005) documental que se complementa con el largometraje Las 13 rosas (Emilio Martínez-Lázaro, España, 2007); La teta asustada (Claudia Llosa, Perú, 2009), Las elegidas (David Pablos, México, 2015) y Las tres muertes de Marisela Escobedo (Carlos Pérez Osorio, México, 2020).

 

Que mi nombre no se olvide en la historia / Las 13 rosas rojas

En 2005, bajo la producción de Delta Films, Verónica Vigil Ortiz y José María Almela encabezaron la elaboración del guion, producción y dirección de un documental presentado en dos partes, con los testimonios de María del Carmen Cuesta, Maruja Borrel, Concha Carretero, Nieves Torres y Ángeles García-Madrid, todas ellas sobrevivientes del proceso de detenciones de integrantes de Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), organización política que, con la llegada del régimen de Francisco Franco a España en 1936, fue objeto de todo tipo de ataques. Se trata de un material audiovisual elaborado con los pocos testigos que quedaba vivos en el siglo XXI.

A partir del 16 de mayo de 1939 las mujeres antes mencionadas y diversas personas a quienes se vinculó a las JSU permanecieron encarceladas, ellas hacinadas en la prisión de Ventas, incluso con apoyo de la Iglesia católica, que facilitó a Franco instalaciones y personal para detectar a quienes se consideraba sus enemigos.

Este documental resulta interesante como material de consulta de relatos de primera mano, porque exalta el poder de las versiones de quienes vivieron aquellos años, las personas que lograron vivir para contarla y las condiciones en que realmente ocurrieron los abusos de poder militar con descarada violencia.

Como se observa en Que mi nombre no se olvide en la historia / Las 13 rosas rojas, el giro de tuerca para ajustar cuentas con las Juventudes Socialistas Unificadas sucedió el 29 de julio de 1939 con los asesinatos de Isaac Gabaldón, comandante de la Guardia Civil y miembro del Servicio de Inteligencia y Policía Militar, de su hija Pilar Gabaldón y del chofer José Luis Díez.

El franquismo tomó como pretexto este triple crimen para llevar a juicio a 13 mujeres y 43 hombres que fueron sentenciados a muerte y fusilados el 5 de agosto del mismo año. En este material fílmico se señala que habrían llegado a 164 los detenidos(as) por el caso Gabaldón, pero el tema más emblemático fue el de las llamadas 13 rosas, mujeres inocentes que fueron fusiladas y entre las que había menores de edad.

Sobre el atentado contra el encumbrado militar existen investigaciones posteriores a la elaboración del referido documental, donde se argumenta que los responsables fueron tres miembros de la Juventudes Socialistas Unificadas disfrazados de militares, se dice que autores y cómplices sí estuvieron entre los ejecutados por el régimen de Franco.

También se mantiene viva la teoría de una conspiración encaminada a ocultar a militares que formaban parte de logias masónicas, infiltrados en el gobierno de Francisco Franco y que los responsables fueron los servicios de inteligencia franquistas a quienes se les facilitaba por completo implementar actos violentos de diversa índole encaminados a confundir a la sociedad española.

No se pase por alto que durante el franquismo fue práctica común la tortura y así obtuvieron toda clase de confesiones, por ello las fundadas dudas de investigadores respecto a lo dicho por quienes, en su momento, “delataron” a los opositores y con total impunidad acusaron a un sinfín de “culpables”.

Cualquiera que se asuma como realidad, lo innegable es que el caso Gabaldón fue un pretexto para ejercer una desmesurada brutalidad, para masacrar a personas que únicamente eran opositoras a un sistema de gobierno autoritario.

El hecho fundamental de esta historia es la violencia ejercida contra mujeres, en particular las detenciones y ejecuciones de siete jóvenes que aún no alcanzaban la mayoría de edad, que sus historias permanecieron ocultas y de ellas no se supo durante mucho tiempo. Solamente las filtraciones en la prensa extrajera hicieron que el régimen de Franco se viera obligado a parar los fusilamientos de menores.

En este contexto ha de recordarse la Ley de Amnistía de 1977 y las derivaciones del llamado “Pacto del Olvido”, las cuales hicieron que varias generaciones de españoles estuvieran al margen de las atrocidades del legado de 40 años de dictadura franquista. Los pactos de silencio de partidos políticos de izquierda y derecha llevaron a esa nación a dejar atrás el pasado y concentrarse en el futuro, por ello historias, como las de Las 13 rosas rojas, permanecieron mucho tiempo en calidad de leyendas.

Para revelar el pasado franquista han sido fundamentales las investigaciones del periodista Jacobo García, quien desde 1985 dio a conocer el caso y los libros “Las trece rosas” (novela de Jesús Ferrero, con libertades literarias, que apareció en 2003) y “Trece Rosas Rojas. La historia más conmovedora de la guerra civil” (narración histórica del periodista Carlos Fonseca, basada en hechos reales y publicado en 2004).

En ambos libros se conoce a fondo de los fusilamientos de Martina Barroso García, Luisa Rodríguez Lafuente, Elena Gil Olaya, Victoria Muñoz García, Anita López Gallego, Dionisia Manzanero Salas, Carmen Barrero Aguado, Joaquina López Laffite, Virtudes González García, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa Conesa.

 

Las 13 rosas

En 2007, con el sello de Alta Classics, el respaldo de instituciones públicas españolas, recursos de España e Italia y la asesoría de Carlos Fonseca, el director de cine Emilio Martínez-Lázaro presentó la versión cinematográfica de Las 13 rosas, con un guion que da mayor peso a los personajes y al aspecto emotivo del drama, dejando los hechos históricos en un marco de referencia. Las interpretaciones son de Pilar López de Ayala, Verónica Sánchez, Marta Etura, Nadia de Santiago, Bárbara Lennie, José Manuel Cervino, Goya Toledo, Félix Gómez y Fran Perea, entre otros histriones.

En este filme se destacan las secuelas, tanto físicas como sicológicas de la posguerra, con amplios sectores de la población que debían coexistir entre pobreza, hambre, barricadas y ruinas de edificios bombardeados.

Como ejemplo baste la siguiente escena: en un comedor comunal niños y ancianos debe evacuar de inmediato, ha sonado la alarma de bombardeo, se dirigen al refugio, pero al paso de los aviones no han caído explosivos sino panes envueltos en propaganda fascista con la leyenda “En la España nacional. Una grande y libre. No hay un hogar sin lumbre, ni una familia sin pan”. Aunque temerosos al régimen que recién inicia, no hay quien resista la tentación de probar un alimento tan deseado.

Propaganda y represión fueron los dos sellos del franquismo, mismos que quedan retratados en este filme. Se complementan con el ambiente imperante en la época, las constantes escenas de denuncias de vecinos, amigos e incluso de familiares señalando a los “rojos”, provocando redadas, espionaje generalizado, detenciones y ejecuciones sumarias.

Se observa a republicanos que tenían los medios económicos para huir del país ante la previsible represión sangrienta, pero también a personas que no tienen recursos para hacerlo, sabiendo que sus actos políticos del pasado los llevarán a enfrentar juicios. Están quienes no quieren irse de España por tener la conciencia tranquila, como fue el caso de las jóvenes que formaron parte las trece rosas, pues su único “error” era defender sus ideales.

El filme presenta a un grupo de jóvenes en sus vidas cotidianas durante la posguerra, cuando fueron detenidas y reunidas por “rojas”, señaladas como enemigas del régimen franquista. Aquí el elemento de objeto de análisis es la forma en que fueron detenidas con irrupciones nocturnas en sus viviendas, en espacios públicos y con la complicidad de quienes apoyaban a Franco, luego la forma en que fueron sometidas, con brutales interrogatorios policiales, desnudadas y atacadas por el recurrente personaje de Gaspar, el golpeador “oficial”. Posteriormente trasladadas a la cárcel de Ventas donde pasarían algunos unos años encerradas por rebelión, acusadas por, supuestamente, organizar un atentado.

Como se explicó antes, el caso de Isaac Gabaldón sirvió de pretexto al Tribunal Militar para condenarlas a muerte, argumentando que habían formado parte del grupo de asesinos del comandante (no obstante que ellas hacía ya tiempo permanecían encarceladas) y menos de 48 horas luego de recibir sentencia las fusilaron, el 5 de agosto de 1939.

Los espectadores saben en todo momento qué esperar del desenlace y del momento climático, pero al igual que sucede con la historia oficial de España, el final se suaviza, se añaden escenas cuya referencia lleva a pensar en lo siguiente, en la generación que enfrentará las secuelas del franquismo, pero resultan innecesarias e incluso parecen corroborar la idea de justificar la necesidad de ver, a partir de ese momento, sólo hacia adelante.

En el público ocurre todo lo contrario, con los elementos dramáticos que se han atestiguado y dejando de lado las libertades creativas para lograr un atractivo material de entretenimiento, de inmediato se empieza recapacitar en la historia de esas mujeres violentadas, su idealismo juvenil, que no se dejaron amedrentar, las maneras en que sortearon peligros antes de llegar a la muerte, en la camaradería que prevaleció entre ellas, no obstante la tortura física y sicológica que padecieron.

Por más que se quiera imaginar el terror, a partir de las escenas recreadas en Las 13 rosas, seguramente lo que se pueda imaginar no fue ni lo más mínimo de lo que realmente pasaron aquellas personas, como consecuencia de la brutalidad de los verdugos franquistas, del odio fratricida y del fascismo en general, sin olvidar que familiares y sobrevivientes también fueron víctimas.

 

La teta asustada

Claudia Llosa presentó en 2009, con apoyo de Oberón Cinematográfica, Wanda Visión y Vela Producciones un drama peruano, con financiamiento español, que fue bien aceptado por la crítica especializada, particularmente en Europa y en los principales festivales de cine. Ganó prestigio internacional con su nominación en la categoría de Mejor Película Extranjera (también identificada como “Mejor película de habla no inglesa”) en los premios Oscar de 2010, pero no tuvo respaldo mayoritario en su país de origen, evidenciando el rechazo de la sociedad peruana por aceptar las atrocidades y actos violentos de un pasado no tan lejano.

Desde que comienza La teta asustada las escenas son poderosas y memorables: Perpetua, una mujer mayor entona a capela, desde su cama, una canción en quechua. Su voz, amable y dulce, contrasta con la letra, la traducción revela:

“Quizá algún día tú sepas comprender, lo que lloré, lo que imploré de rodillas, a esos hijos de perra. Esa noche gritaba, los cerdos remendaban y la gente reía. Con mi dolor luché diciendo… A ti te habrá parido una perra con rabia… por eso le has comido tú… sus senos. Ahora pues trágame a mí. Ahora pues chúpame a mí, cómo a tu madre. A esta mujer que les canta, esa noche le agarraron, le violaron, no les importó mi hija no nacida, me violaron con su pene y con su mano. No les dio pena que mi hija les viera desde dentro. Y no contemos con eso, me han hecho tragar el pene muerto de mi marido Josefo. Su pobre pene muerto sazonado con pólvora. Con ese dolor gritaba, mejor mátame y entiérrame con mi Josefo”.

Acto seguido, Fausta, la joven hija de Perpetua, intenta animar a la mujer para que se alimente y se reponga. Pero Perpetua está agonizando y fallece luego de relatar lo que vivió al ser hostigada, perseguida y violada.

Con su muerte, Perpetua deja indefensa a Fausta quien, de repente, debe hacer frente a sus temores y a su herencia familiar, pues vive el trauma de “la teta asustada”, el cual se presenta con recogimiento y cerrazón para protegerse de un mundo del que ella espera la hostigue, lastime, persiga e incluso viole.

Fausta ha asumido, literalmente en carne propia, las consecuencias del terrorismo y recurre a una “protección” para evitar la posibilidad del abuso sexual como el que relataba su madre; somatiza el trauma, se introduce una papa en la vagina, incluso le genera brotes y pone en riesgo su vida. No obstante, a lo largo de la historia no se manifiesta explícitamente a qué terrorismo se achacan sus males, a los subversivos o al terrorismo de Estado en Perú. La ambigüedad persiste de principio a fin.

Podemos deducir que las referencias se centran en la década de 1980, durante la época de Sendero Luminoso, cuando el conflicto interno generó miles de muertes, resultado de los enfrentamientos entre militares y terroristas, registrándose violaciones de mujeres campesinas.

Ante la falta de dinero para llevar el cuerpo de Perpetua a su pueblo natal, a Fausta no le queda otra que armarse de valor, salir sola y ponerse a trabajar en un servicio doméstico en la residencia de una adinerada pianista. Con ello pretende reunir los fondos que le permitan llevar a cabo un entierro digno. Mientras eso sucede al cuerpo de la madre permanece en calidad de reliquia, en la habitación que ambas compartían.

La vivienda de Fausta y sus familiares está ubicada en la periferia urbana de Lima, un rumbo a todas luces pobre, pero con muchos modelos que demuestran sus aspiraciones, un intento de clase media sujeta a atavismos, imitación de costumbres, apropiación de rituales, de usos y costumbres que son retratados con detalle. El mundo indígena, permeado de arraigo en tradiciones y cultura, contrasta constantemente con las influencias occidentales.

Derivado de la convivencia diaria con la señora Aída, la pianista y patrona, Fausta toma conciencia de su talento para crear canciones en quechua que le van permitiendo liberarse de su mal, pero también son motivo de otro tipo de violencia, el de la subordinación que la obliga a callar abusos y marginación, pues Aída, poseedora de una personalidad manipuladora, se aprovecha del talento de Fausta para crear las piezas que la “inspiración” le ha negado desde hace tiempo.

Imposibilitada para generar nuevas composiciones, Aída promete a Fausta darle perlas a cambio de que acepte seguir cantando. De las dulces tonalidades de Fausta en quechua, que primero brotan a manera de susurros y más tarde con fuerza, con letras en las que cuenta su vida, experiencias, tristezas y temores, surgen las notas para un magistral recital que devuelve el éxito a la afamada pianista. Pero ésta mujer falta a su compromiso e incluso niega a Fausta el derecho de disfrutar un poco del éxito obtenido, por ello la joven se ve obligada a tomar de propia mano lo que justamente le corresponde.

No se develará aquí qué sucede con las perlas, con el entierro ni con su simbolismo, tampoco lo que pasa con el tubérculo, menos aún con la singular familia de Fausta, pero si destaquemos el retrato de ese segmento de los peruanos agredidos, en especial las mujeres campesinas hablantes de quechua e invitemos a no actuar como una parte de la población peruana, esa que ha visto con indiferencia este tipo de temas y que no quiere reconocer la gravedad de los abusos cometidos.

Aunque La teta asustada no nombre a los victimarios, a partir de conocer este tipo de historias si se evidencia a los responsables, pues han sido los causantes de que toda una generación haya crecido y fuese criada en medio de tristezas, tensiones, frustraciones, abusos y violencia que marcaron toda una época en Perú. El trauma de “La teta asustada”, no obstante que no se reconozca como un padecimiento clínico, no sólo la vivieron miles de jóvenes mujeres por la vía materna, también la transmitieron los hombres a sus hijos varones por las formas en que les enseñaron a enfrentar la miseria, la frustración y, por supuesto, de nueva cuenta la violencia.

 

Las elegidas

Se presentó en 2015 la película mexicana Las elegidas, la cual se inspira en el libro homónimo de Jorge Volpi, con el respaldo de la productora Canana, la dirección de David Pablos y las actuaciones de Nancy Talamantes, Óscar Torres, Leidi Gutiérrez, José Santillán Cabuto, Edward Conrad, Alicia Quiñonez y Raquel Presa, entre otros.

En Las elegidas Sofía (Nancy Talamantes) y Ulises (Óscar Torres) viven un romance juvenil con una ligera diferencia de edades, él tiene 15 y ella 14 años. Con Ulises, Sofía ha tenido su primera vez y para que no se “agüite” le asegura que él sí quiere “algo bien” con ella, incluso la lleva al festejo familiar, con motivo del cumpleaños número 54 de su papá y ahí Ulises la presenta como su novia.

La historia transcurre en la ciudad de Tijuana, Baja California, donde el padre de Ulises se dedica a ser padrote y obliga a sus dos hijos varones a seducir y enamorar a jóvenes adolescentes con situaciones familiares vulnerables; las engañan usando toda una suerte de mentiras bien ensayadas con objeto de que, en poco tiempo, su separación del seno familiar aparente ser porque ellas han decidido irse a vivir en pareja. La realidad es que una vez que están en poder de sus enamorados son llevadas al burdel del que ya no podrán escapar, pues ahí son vigiladas, aleccionadas e incluso las amenazan con causarle daño a familiares directos: La trata de personas en una de sus tantas vertientes.

Los verdugos en esta trama son hombres que ejercen actos de violencia, tanto física como de dominio mental y el enfoque de análisis no se centra en las historias de vida de las jóvenes enganchadas, sino en las de los hombres que las eligen y someten. Ellos son las principales víctimas del miedo y de la intimidación, de una especie de secuestro sicológico por parte de otros hombres que ocupan un rol de mayor poder, como es el caso de los dos hijos del proxeneta, a quienes aterra la simple posibilidad de revelarse a los deseos de su padre.

El protagonista del filme es Ulises, también llamado “Negrito” quien, no obstante sus dudas y temores, acepta convertirse en el verdugo de Sofía. A ella, en el burdel la nombran Andrea y ahí es aleccionada para tranquilizar a su madre con llamadas telefónicas en las que solamente da respuestas evasivas o le dice mentiras para evitar que sospeche. Sofía/Andrea aprende de sus compañeras sexoservidoras a complacer a los clientes, ser sumisa y evitar las golpizas que les propinan si son rebeldes o no cumplen con la cuota diaria.

En la película no se recurre a la exposición de la crudeza de las escenas íntimas de la prostitución, solamente se filtran algunos momentos. Una secuencia llama poderosamente la atención: Sofía/Andrea a cuadro, en plano fijo de media cintura, recuerda uno a uno los torsos desnudos y los rostros de los primeros hombres con los que ha sido vendida, incluyendo el clímax de ellos.

Evidentemente son momentos traumáticos para Sofía/Andrea, pero su rostro no demuestra en plenitud el dolor y la decepción por lo vivido, más bien su resignación. Posteriormente sólo recuerda los sonidos de los encuentros sexuales que han sido satisfactorios para otros clientes, las expresiones de la joven, ya sin necesidad de enlistar las caras de aquellos con los que ha estado, bastan para comprender el horror de la violencia contenida en su nueva realidad.

Al igual que con Sofía/Andrea, las demás jóvenes del burdel no son los personajes centrales, aunque el título Las elegidas así lo sugiere, aquí el objetivo es retratar la violencia sexual hacia las mujeres de una ciudad como Tijuana, pero desde la óptica masculina, pues son ellos los que determinan cómo y cuándo, por qué y para qué suceden las cosas; en el grupo de sexoservidoras hay una chica que, suponemos, ha procreado un hijo con el hermano de Ulises, pues éste se hace cargo del pequeño; solamente en contadas ocasiones le permite ver al niño, si se porta bien tendrán un día libre, convivirán como familia y cerrarán el “feliz encuentro” como pareja, con una relación íntima.

Ulises no olvida a Sofía, se da cuenta que sí está enamorado de ella y pacta la “liberación” de la joven, por lo que debe elegir a otra chica, presentarla como novia oficial, con todo y la repetición del supuesto festejo por el cumpleaños 54 del papá. Ahora se llama Martha (Leidi Gutiérrez) y su conquista le cuesta un poco más de trabajo, pero una vez enamorada Ulises le inventa que su vida corre peligro debido a un fraude, que debe reunir dinero urgentemente o lo matarán, entonces le canta directamente la necesidad de prostituirla y aunque Martha se niega, finalmente es obligada a ocupar el lugar de Sofía, así lo ha decidido el líder de los proxenetas.

Aunque al ver esta película no se distinga con facilidad, Ulises es la principal víctima, ya que es quien en realidad no podrá escapar. Al igual que sucede cuando el joven va en picada a bordo de su bicicleta, derechito y seguro de las acciones para maniobrar, también se debe dejar ir en picada, “derechito” hacia el destino que su familia ha elegido para él.

En Las elegidas se utilizan constantemente planos y encuadres cerrados con la intención de delimitar los espacios donde conviven las jóvenes atrapadas por la red de prostitución, incluyendo traslados nocturnos en camionetas, a escondidas, sin testigos.

Se cuida que los escenarios, abiertos o cerrados no permitan a los espectadores ver que hay más allá de las habitaciones, del segmento de los locales comerciales, la cantina, el table dance, calles marginales o de zonas habitacionales. Recurre a escasos planos generales, prevalece el todo y no se centra en mostrar elementos en particular. El objetivo es retratar un ambiente pleno de claustrofobia, en el cual la iluminación elegida juega un papel muy importante.

De las pocas tomas abiertas destacan las de la playa y la franja fronteriza con Estados Unidos donde Ulises lleva a sus conquistas. En ellas se simboliza la inmensidad de libertad que aún gozan las jóvenes, en contraste con las infranqueables rejas del muro gringo, un simbolismo claro, del inminente riesgo del encierro, pero ellas, inocentemente, juegan mientras pueden.

Miedo e intimidación son los silenciosos motores de acción en Las elegidas, donde se retrata a un grupo de mujeres que han sido cosificadas, sometidas a total sumisión, obedientes por las “buenas” o responsables de enfrentar más violencia.

 

Las tres muertes de Marisela Escobedo

En el año 2020 Netflix presentó el documental Las tres muertes de Marisela Escobedo, una coproducción de Vice Studios Latin America y Scopio, con la dirección de Carlos Pérez Osorio, quien encabezó un equipo de especialistas a quienes llevó cuatro años su realización.

Aquí se presentan los testimonios de Marisela Escobedo, sus hijos Juan Manuel y Alejandro Fraire Escobedo, Blanca Escobedo (hermana), así como los relatos de una serie de personas que vivieron de cerca lo sucedido con este caso que implicó, primero, el feminicidio de Rubí, luego la absolución del asesino confeso de esta chica y por último la muerte de Marisela, siendo ya activista, mientras encabezaba diversas movilizaciones para exigir justicia en el caso de su hija. El asesinato de Marisela Escobedo ocurrió el 16 de diciembre de 2010, en las inmediaciones del palacio de Gobierno de Chihuahua.

Para comprender lo sucedido, también se incorporan las versiones de: Patricia González (procuradora de Justicia de Chihuahua de 2004 a 2010), Ruth Fierro (representante legal de la familia Escobedo), Noé Rodríguez (agente del Ministerio Público encargado del caso Rubí Marisol Fraire Escobedo), Leticia Calderón (amiga de Marisela Escobedo), Arturo Nahle (procurador de Justicia de Zacatecas de 2010 a 2015), Gabino Gómez (representante legal de la familia Escobedo), Lucha Castro (abogada de Marisela Escobedo y defensora de derechos humanos), Patricia Mayorga (periodista), Carlos Spector (abogado de la familia Escobedo) y César Peniche (delegado de la PGR en Chihuahua de 2010 a 2015 y Fiscal de Chihuahua al momento de la filmación).

Se trata de un impecable documental que recorre, con una línea del tiempo e investigación iconográfica amplia y generosa, la vida de la familia formada por Marisela Escobedo, desde la época en que Rubí era la más pequeña de la casa y todos sus hermanos se dedicaban a consentirla; pasa al momento en que Rubí crece, en el negocio familiar se enamora de Sergio Rafael Barraza, con quien se empareja y procrea una niña, para después, por motivos que aún quedan en dudas, asesinarla cuando ella contaba tan sólo 16 de edad.

En este material fílmico se presenta todo lo que debió pasar Marisela Escobedo para dar con el paradero del homicida, el juicio con el nuevo sistema penal acusatorio y la incomprensible absolución a Sergio Rafael, quien quedó libre no obstante ser el criminal confeso de Rubí.

De nueva cuenta la búsqueda de Sergio Rafael Barraza, ahora con otro equipo de abogados con un enfoque en derechos humanos, que asistieron a Marisela Escobedo para reclamar justicia ante el gobierno de Chihuahua, proceso en el que, con sus actos de protesta, evidenció a nivel nacional la violencia imperante en el país durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Aquí se relatan los días previos a la noche en que un hombre bajó de un vehículo, caminó hacia ella y cumplió las órdenes de matar a Marisela Escobedo de un disparo a la cabeza.

Con los usos propios del lenguaje cinematográfico, se presenta una situación abrumadora, pero lo hace de forma ágil y con buen ritmo. Gracias al trabajo de montaje y de edición el público fácilmente se mete de lleno en la vida de Marisela Escobedo pero, también, en la cruda realidad de México en esos años de lucha social.

Se recurre al archivo personal de Marisela Escobedo, a registros fotográficos oficiales y en especial de medios periodísticos, declaraciones a televisoras y estaciones de radio, con ello se integra un conjunto de imágenes y sonidos que permiten saber cómo fue el proceso para que de mamá, enfermera y mujer con una vida normal, se convirtiese en activista e investigadora criminal, para que con ella se pusiera rostro humano a la lucha contra la violencia y los feminicidios en México.

Su historia es contada con perspectiva de género y evidentemente evita revictimizar a Marisela Escobedo o a su familia, pues se consideró que bastante habían tenido cuando el veredicto de los jueces del caso Sergio Barraza permitió que el asesino quedase libre.

Los realizadores de este documental no se ocuparon en presentar pruebas contra la ineptitud o la corrupción de autoridades estatales involucradas en este caso, tampoco de los vínculos del narcogobierno los cuales, presuntamente, habrían sido causantes de que prevalezca la impunidad.

El relato es abierto, no se encubre a los posibles responsables, pero tampoco se les acusa de forma directa. Por su cuenta, cada quien deben deducir cómo opera el sistema de justicia en México: indolente y con múltiples vicios. Ante las pocas garantías de seguridad en nuestro país, la familia Fraire Escobedo permanece en Estados Unidos, como medida preventiva para no ser objeto de más violencia.

Las tres muertes de Marisela Escobedo tiene, como escenario principal, Ciudad Juárez, por varios años catalogada como la más peligrosa del mundo. Ahí, en agosto de 2008, el caso de Rubí Marisol Fraire fue visto como otro más de los tantos feminicidios que ocurrieron desde la década de los años 90, pero su madre se aferró a exigir justicia. Ahora, gracias a este documental, se tiene la oportunidad de conocen los escenarios reales, los lugares donde ocurrieron los crímenes y las protestas.

Toca a ustedes, apreciables lectores(as), realizar sus propias revisiones y análisis respecto a los temas de los materiales fílmicos antes expuestos, de estas cinco propuestas a las que separan las épocas en que fueron presentadas, así como los géneros y estilos de sus realizaciones, pero que coinciden en contar historias de violencia.

Inmersos en este tema, que afecta principalmente a las mujeres, es propicio invitarles a mirar con ojos críticos los modelos de masculinidad tóxica que perduran en nuestra sociedad y en los que se ampara el machismo; en la educación que lleva a que muchos hombres sigan creyendo que tienen derecho a cometer violaciones, abusos de poder, acoso sexual, todo tipo injusticias, porque en la práctica cotidiana aprendieron que el suyo es el género “importante”, al que se debe “respeto y obediencia”, el que posee la “autoridad” porque tiene la responsabilidad de “proteger” de ser “proveedor y protector” de las mujeres, de niños y de personas mayores. Aunque de forma velada, este tipo de hombres solamente aprovechan las ventajas de mantener subordinadas a sus mujeres.

Cierto es que en diversos momentos de la historia de la humanidad se ha dado el abuso de autoridad por parte de los hombres hacia las mujeres y hacia otros individuos que se considera débiles en la organización social, pero este modelo ya llegó a su máximo punto de desgaste. Los hombres sí son importantes en el proceso de dar protección y cuidados a las mujeres, pero ellas también son igual de transcendentales para este fin, es de esperarse que el trabajo a realizar deba ser en conjunto para enfrentar los peligros, riesgos y amenazas que afectan a ambos sexos. Tema para otra reflexión será hablar de los pasos a seguir para poner en práctica la igualdad/equidad de género.

Cerremos sin pasar por alto que vivimos una época alarmante en que los sectores más conservadores están recobrando protagonismo, sus argumentos y modelos de políticas públicas amenazan con el retorno de esos sesgos violentos, clasistas, que no reconocen el derecho a la salud sexual y reproductiva, homofóbicos y racistas que, como hemos visto, en el pasado causaron tanto daño.

* Este artículo fue elaborado en apoyo a las actividades de divulgación de la Comisión Interna para la Igualdad de Género de la FES Acatlán. En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

POR ELISA GUADALUPE CUEVAS LANDERO *

Esto sí me conmueve;
esto sí me interesa;
esto quisiera abordar.
¿Con qué ojos mira Chaplin el mundo?
Serguei Eisenstein, sobre Charles Chaplin.

Tomo de ejemplo cuatro filmes mexicanos estrenados durante 2018, 2019 y 2020: Las niñas bien, Ya no estoy aquí, Cindy la regia y Lady rancho, los cuales han sido ampliamente difundidos a través de las plataformas donde se divulga mayormente la actividad cinematográfica hoy. Y, por eso, se les puede considerar altamente exitosos.

Exhiben un mundo irreal donde la materialización y subjetivización son los elementos centrales; muestran una realidad material de desigualdad. Si los vemos y no los analizamos, solamente dejamos que nos distraigan (por ser tres de ellos comedias) no percibiremos la trascendencia que tienen en cuanto a transmisión de valores racistas, violencia de género, discriminación por clase social, injusticia y diversos clichés. Ya de por sí desde los títulos existe un halo de segregación, o digamos, un estigma, respecto a lo ranchero, la llamada provincia mexicana y las mujeres que son niñas bien debido a su nivel económico.

Las nuevas formas de ver cine provocan que las imágenes lleguen hasta los espacios más íntimos y se filtren con esa serie de símbolos sociales llenos de prejuicios, como simples guasas, bromas o doble sentido (imágenes fantasmagóricas, irreales que parecen reales).

Las niñas bien (Alejandra Márquez Abella, 2018), obtuvo en el Festival de Cine de Málaga, España, el premio a Mejor Película Iberoamericana e Ilse Salas fue distinguida como Mejor Actriz. Está basada en un libro de Guadalupe Loaeza, escritora que siempre ha jugado con el estereotipo dual aplicado a ella misma: entre la crítica y la real experimentación de la llamada superioridad de clase debido al uso de blusas de seda, bolsos caros de diseñador, haber asistido a una escuela francesa, vivir en la zona de Polanco. Eso mismo es transmitido al filme a través del guion.

En la adaptación que se hace en Las niñas bien podemos observar a un grupo social que, aunque sus bienes materiales no representan grandes capitales, sí constituyen un stock que les permite experimentarse como ricos y superiores. Si bien no son una clase capitalista, como podría ser un accionista mayoritario de la Ford, de Volkswagen, de una fábrica aeroespacial o el mismísimo Elon Reeve Musk, impulsor de la llamada inteligencia artificial, sí constituye un grupo privilegiado porque posee casas en Bosques de las Lomas -zona icónica por su magnificencia en construcción de grandes residencias de la Ciudad de México-, autos de lujo, vestidos comprados en el extranjero, bolsos y zapatos de diseñador.

El estereotipo de mujer “bien” recae en aquella que posee todo lo enumerado en el párrafo anterior y, aunque la protagonista (Ilse Salas en el rol de Sofía) sostiene que no le gusta el clasismo de los distintos Méxicos, –sobre los que hay que profundizar y tratar en el caso de las mujeres de clase alta, educadas para ser esposas de hombres de alcurnia–, es interesante ver cómo también llega a argumentar que ya las mujeres han cambiado a partir del feminismo; que se han dado los primeros pasos en el sentido de la liberación de la mujer (cuando afectada por la crisis económica que atraviesa el país en la época de José López Portillo, su marido queda en bancarrota y empieza a cambiar de parecer; aunque en la subjetivación del personaje Sofía se reconoce como “superior” a una “amiga” cuya supremacía económica es patente en una fiesta, y la sigue tratando de forma despectiva y como “nueva rica”).

Es interesante ver, a través de Las niñas bien, cómo asume Sofía la decadencia y caída económica de un grupo que vivió en privilegio, pero que con la crisis de 1982 tocó fondo. Además del clasismo puede verse cómo el discurso de los personajes masculinos refuerza una visión de violencia intrafamiliar y machismo; justificado por la esposa que se ve desvalorizada por los bienes materiales perdidos.

En los siguientes tres ejemplos encontraremos filmes que tratan de adolescentes de la generación de los llamados millenials: son ninis (ni estudian ni trabajan) y, aunque pertenecen a diferentes contextos socioeconómicos, parece ser que su futuro es el de permanecer como ninis toda su vida, hasta donde el espectador alcanza a ver: unos porque no quieren y otros porque no pueden.

Ya no estoy aquí (Fernando Frías de la Parra, 2019), se estrenó en 2020 en Netflix. Es un drama basado en la vida de un grupo de amigos de barrio pobre –casi marginal– de Nuevo León, aficionado al baile. Se sustenta en una historia real de 2002, época en que se empezó a desarrollar la llamada guerra contra el narcotráfico en México, que obligó a muchas personas a huir del país, ante la violencia que se empezó a vivir y se incrementó con-forme avanzó el siguiente sexenio presidencial.

En Ya no estoy aquí el rol central recae en Juan Daniel García Treviño, Derek, quien da vida a Ulises Sampiero, líder en el baile de la cumbia colombiana llamada rebajada. El rodaje se llevó a cabo en las afueras de Monterrey, donde el grupo de protagonistas vive una situación de marginación social y participa en un movimiento contracultural cimentado en la música y el baile.

Se hacen llamar los terkos, así con k y gustan de la música de Kolombia llamada kumbia, también con k. La frase que los identifica es la de Terkos; que siempre utilizan cuando se despiden o se presenta una situación de emergencia donde debe ser utilizado su grito de identidad para fortalecer los lazos de solidaridad con el grupo. En la introducción del filme se describe la palabra terko, con esta grafía: tå?r-ko y su significado es: obstinado irreductible, firme e inamovible en su actitud. Desde las primeras tomas se muestra una enorme urbe central con cinturones de pobreza como la colonia donde viven los protagonistas. Casas en la punta del cerro sin los trazos ni servicios aparentes de la urbe moderna, como es la parte próspera de Monterrey.

Ulises Sampiero vive identificado con su grupo y disfruta de la música colombiana mezclada con ritmos modernos y la vida sin plan aparente que lleva, pero un incidente lo hace huir rumbo a Estados Unidos, donde logra acercarse a una muchacha de origen asiático avecindada legalmente en ese país, con quien establece una buena relación pero, por discriminación, el padre de la chica le prohíbe acercarse a ella y al negocio -una tienda- en el que había comenzado a trabajar.

A Ulises se le complican las posibilidades de mantenerse a sí mismo y poder sobrevivir; las oportunidades son pocas para un migrante que es discriminado por su apariencia física, su peinado, su origen y demás características personales. Logra trabajar, pero no se integra a los grupos que lo acogen; o porque descubren que es un ilegal, o porque es rechazado por su cultura, entre otras cosas por su afición a la música y al baile colombianos.

Además de ser desempleado y sin una casa donde vivir, tiene que enfrentar la pérdida de solidaridad de grupo. Pese al enamoramiento pasajero de la muchacha oriental, la convivencia le resulta compleja porque los símbolos subjetivados de la comunidad a la que pertenece son justo el punto de quiebre, no los comparte con los jóvenes con los que trata de convivir en Estados Unidos; a pesar de que también son latinoamericanos, ya están adaptados a los valores de ese país, a Ulises le resulta difícil ver y aceptar que no les guste, por ejemplo, la kumbia kolombiana.

Ulises se ve obligado a regresar a un país, un estado y una colonia, donde el futuro es nada promisorio, debido a que no posee ninguna instrucción ni posibilidad de vincularse a trabajo o estudio que le permita otro tipo de vida que no sea la que siempre tuvo, de enormes necesidades afectivas en primer lugar y materiales, en segundo. El narcotráfico parece ser la única alternativa. O vincularse a la iglesia como le propone un amigo que encuentra a su regreso predicando, pero que a él no le agrada.

A pesar de la fiesta que viven los personajes en algunas escenas de la película, donde prevalece el baile y la música colombiana, por cierto, muy alegre, el telón de fondo de todo el filme es el gris; tono que lo da el país que está viviendo situaciones de muerte, desigualdad y violencia generalizada.

En Ya no estoy aquí sobresalen son los valores simbólicos y subjetivos de grupo (por edad, gusto musical y valores culturales en general) que hacen aparecer a los personajes, niños, niñas y adolescentes mujeres y hombres, muy unidos al principio de la historia, pero al romperse, por un asesinato colectivo, el narcotráfico y la violencia, que se vive en Monterrey (se dice que le cortaron la cabeza a uno de los muchachos de la tribu urbana de “Los Pelones”, debido a la persecución contra narcotraficantes); se desvinculan los lazos para dejar en la soledad y sin alternativa a los menores de edad que aspiran a un futuro mejor, pero que no tienen oportunidad de estudiar ni de trabajar a no ser que lo hagan dentro del círculo del tráfico de drogas; como le queda claro al protagonista cuando regresa de Estados Unidos -de donde la migra lo expulsó-.

A contrario sensu del personaje central Ulises, que no tiene esperanza alguna de salir del pozo de pobreza, discriminación y marginación en que vive; la protagonista de Cindy la regia (Catalina Aguilar Mastretta y Santiago Limón, 2020), también tiene por escenario Monterrey, así como la Ciudad de México, pero con evidentes diferencias socioeconómicas: Cindy está presa en su clase social y, como Ulises, se siente sin un futuro propio.

Cindy la regia es una comedia jocosa, donde la protagonista, interpretada por Cassandra Sánchez Navarro, sí tiene esperanzas de vivir en el auge económico (por su padre empresario o por el novio con el que está comprometida a casarse), aunque al igual que Ulises no tiene una formación académica solvente. La diferencia se centra en las circunstancias económicas y los valores culturales en ambos casos, que hacen de ellos unos ninis, pero de diferentes estratos sociales.

Estas películas son drama y comedia, respectivamente. Sin embargo, encontramos en ellas contenidos que pueden interpretarse como ejemplo de lo que hoy se percibe como “lucha de clases” o de desigualdad social. Aunque son dos géneros distintos, la temática es la misma: el qué hacer de dos jóvenes que enfrentan la miseria humana en primer lugar y uno de ellos la pobreza económica.

Con una mirada muy contemporánea, lejana de las escenas en blanco y negro, donde “El Jaibo” o el ciego abusador de niñas impactan por su crudeza y realismo en Los olvidados (Luis Buñuel, 1950). Estas películas retratan la actual condición del joven sin ilusión en un futuro esperanzador o libre. El nuevo cine presenta la desigualdad como una parte del todo social como si no existiera más la división entre dos clases: los dueños del gran capital a nivel mundial y los que no lo son. Se desdibuja esa división que por ser tan evidente no se muestra en este tipo de películas de forma tan clara, pero que está siempre como telón de fondo.

La temática central trata de una chica que huye del seno de su familia y de un compromiso de boda del cual deserta; se marcha hacia la casa de una prima que vive en la Ciudad de México.

Y ahí comienza, en apariencia, el cambio de valores de la protagonista al tener que enfrentar situaciones que en su calidad de nini nunca había pasado como buscar empleo, por ejemplo, o trabajar teniendo que respetar una jerarquía y obedecer.

Al igual que Ulises, Cindy fracasa en su intento por sobrevivir por sí misma en un territorio que no es el propio. Regresa a casa ante la misma alternativa que Ulises, aun cuando las circunstancias materiales sean tan diferentes: no tiene un futuro libre, tendrá que optar seguramente por la boda para sobrevivir y entregar su persona a planes que no son elegidos por sí misma. Ulises tendrá, igualmente, que vivir ante un futuro incierto en un país atestado de violencia donde los ninis no tienen alternativa porque las oportunidades de vivir una existencia plena no les fue dada.


En Lady rancho (Rafael Montero, 2019), la circunstancia es un tanto diferente, porque la protagonista Camila Pérez-Meyer, interpretada por Danae Reynaud, salta a la fama por un video donde aparece alcoholizada y se viraliza debido a su comportamiento contra el joven dueño de un puesto de hot dogs y por golpear a una policía.

Camila tiene salida gracias a que se integra a una comunidad donde aprende a valorar el trabajo, la calidez y solidaridad que se puede vivir al lado de una clase trabajadora que busca la libertad a través del trabajo comunitario. La protagonista aprender una lección fuerte, que consiste en apreciar el empleo: “quien no trabaja no come”. Frase y hecho que hacen reflexionar a Camila que nunca había experimentado, lo que es no tener qué comer. Resulta un poco increíble la historia, pero en términos de valores y subjetividad, sí ensalza los valores verdaderos y deja fuera los aspectos fantasmagóricos e irreales.

Con estos cuatro ejemplos he querido mostrar cómo en esta actividad artística en México se están abordando los temas de subjetivización y aunque ninguno de los filmes son grandes obras, sí son una pequeña muestra del cine que se está haciendo desde nuestro país con historias, producción y actores mexicanos. Ya el lector juzgará si son o no buenos ejemplos de gran obra cinematográfica.

* Socióloga de profesión con maestría y doctorado en Ciencia Política. Profesora investigadora de la FES Acatlán, UNAM, en el área de Teoría Social en la Unidad de Investigación Multidisciplinaria. Distinguida con el Reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz 2021.

POR  NOVEL ALEJANDRO GONZÁLEZ OROZCO

El mensaje en la contestadora de Mendel (Tenoch Huerta), anunciando la inminente muerte de la abuela Rosa (Angelina Peláez) lo obliga a abandonar la zona de confort en que ha estado inmerso en los últimos años. Su vida transcurre entre un cómodo, pero solitario departamento, con perfecta vista panorámica de Manhattan, y su trabajo de investigación científica en un laboratorio de biología en la Universidad de Nueva York.

Mendel, con su estilo de vida, rompe estereotipos, al menos a los que como público de cine estamos acostumbrados a ver en las historias que, generalmente, retratan a los mexicanos en Estados Unidos. A diferencia de lo que deben enfrentar miles de connacionales, él no vive al día, es un profesionista cuyas extenuantes jornadas laborales no ocurren por obligación sino por pasión, no está forzado a compartir vivienda para aminorar gastos, se rodea de comodidades y, evidentemente, ha logrado el “sueño americano”.

El regreso a la tierra natal en Angangueo, Michoacán, pueblo minero y también uno de los principales territorios del santuario de la mariposa Monarca en México, revela el vínculo entre los orígenes de Mendel y su interés específico en los colores de estos diminutos insectos, en el incesante proceso de trasformación de huevos a oruga, luego crisálida y finalmente mariposa.

La llegada de Mendel a la casa familiar ocurre justo en el velorio de la abuela; no obstante el momento doloroso, como si de una avalancha se tratara, uno a uno los temas y conflictos familiares se hacen presentes, desde el anuncio de la boda de Brisa (Paulina Gaitán) la sobrina que reclama una nueva visita a mediano plazo para apadrinar la ceremonia, hasta los reclamos de Vicente (Gabino Rodríguez) el hermano mayor, amargado por su propio estilo de vida y los deberes o compromisos que el destacado científico, aparentemente, evadió.

Hijo de Monarcas (Alexis Gambis, México, 2020), es el filme en que se cuenta esta historia y fue presentado en la edición 18 del Festival Internacional de Cine de Morelia, donde obtuvo criticas favorables, esencialmente por la manera en que está estructurado, a partir de capas o fragmentos que van revelando hechos con tintes artísticos, alejado del estilo común de contar este tipo de argumentos a partir de anécdotas.

Los espectadores, de la mano del protagonista, como si del álbum fotográfico familiar se tratase, página a página van dando paso a los recuerdos de Mendel, aquellos que lo marcaron. Descubren qué hay detrás de la tragedia familiar que ensombrece sus días en Angangueo; las razones de su dilema para seguir huyendo del pasado o enfrentar a sus monstruos; cargas y pesos que ha intentado esquivar, sin ser consciente que en ese proceso él mismo empieza a enfrentar una metamorfosis, tal como le ocurre a las Monarca. Mendel debe quebrar sus pedazos en el capullo, “licuarse” a sí mismo, con objeto de reconstruirse.

Hijo de Monarcas no es una película que busque atender solamente la cuestión de entretenimiento, en su guion filtra problemas actuales como la sobreexplotación de bosques que, supuestamente, están protegidos de la tala ilegal, contaminación del subsuelo con químicos, la importancia de la herencia cultural y las tradiciones a las que, por más preparado que se esté en términos académicos, se accede y respeta por pertenencia o reconocimiento de la riqueza espiritual que se inculca, desde el ámbito familiar, en los pueblos originarios de México.

En diversos momentos del filme se develan aspectos de la multiculturalidad, así como el vínculo del proceso migratorio entre la Monarca y muchos mexicanos que, al igual que las mariposas, suben y bajan miles de kilómetros, reencuentran el camino de sus orígenes, viven una constante transformación y tienen identidades híbridas.

Para Mendel, una y otra vez hay que llegar al cruce entre cultura y ciencia, a la dualidad de la erudición versus lo rituales, a eso que se tiende a describir como realismo mágico y que para muchos parece charlatanería.

En pueblos como Angangueo se tiene la firme creencia que las mariposas son los espíritus de los muertos que vuelven por un breve tiempo y, justamente en 2020, la llegada de estos insectos coincidió con el estreno de Hijo de Monarcas en el 18 Festival Internacional de Cine de Morelia.

No esta de más  puntualizar que destinar tiempo para ver Hijo de Monarcas no significará una decepción, muy lejos está de ser una desafortunada película mexicana; por el contrario, sirve de ejemplo para confirmar que las costumbres y tradiciones de nuestro país pueden ser retratadas de forma muy digna. En este caso, de la mano de un director de origen franco-venezolano que nos ha observado con atención y precisión científica.

Vaya ejemplo para muchos realizadores mexicanos que parecen incapaces de dejar a un lado las historias “chistosas”, burdas, simples, además de repetitivas, pero taquilleras con las que han encasillado a muchas de las producciones del cine nacional en años recientes.

En pantalla se percibe el respeto e interés de Alexis Gambis por retratar aspectos de México que evidentemente le fascinan y la naturaleza fue generosa al regalarle escenas que solamente quien ha estado en territorio de la Monarca sabe que surgen en breves momentos, son efímeros y en este filme se tiene la oportunidad de disfrutarlos por instantes, como un regalo visual fugaz e irrepetible. Aquí no hay “toma dos”, aunque si ganas de verla al menos una segunda vez para disfrutar de la fotografía.

 

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POR LUCÍA ELENA ACOSTA UGALDE *
Ustedes cuentan con un gran
personaje como es el vampiro
encarnado por Germán Robles.
Quentin Tarantino

El cine de terror es uno de los géneros más atractivos en la industria cinematográfica mexicana. En sus inicios, estuvo anclado en seres deformes, colmilludos o peludos. A la par del cine estadounidense, estas criaturas constituyeron una ventana al universo del aliento contenido y el corazón palpitante.

Haciendo una breve retrospectiva, la cinta mexicana La Llorona, del cubano Ramón Peón, da inicio al género de terror en el año de 1938. Siendo un joven director, Juan Bustillo Oro comienza su labor fílmica con lúgubres producciones como Dos monjes (1934), cinta que se considera expresionista, y las películas El misterio del rostro pálido (1935) y Nostradamus (1937).

Al paso del tiempo el cine de terror retoma su firmeza con la llegada de la cinta de culto El vampiro (1957), bajo la dirección de Fernando Méndez y la impecable actuación de Germán Robles como un carismático y sensual conde “Lavud” , emblemático foráneo, capaz de mezclar la sangre y el vino. En dicha producción el humor involuntario lo origina otro gran actor de la época, Abel Salazar. Es majestuosa la manera como el gran Germán Robles marcaba el destino para los sucesores del mítico personaje, se filmaron diversas películas sobre el mismo tema, pero no lograron alcanzar el éxito de su antecesora.

Otra cinta correspondiente a esta temática es El castillo de los monstruos (Julián Soler, 1958), con el siempre estrafalario Antonio Espino “Clavillazo”, compartiendo créditos con Evangelina Elizondo. Con el furor de la comedia, se manufacturan parodias como La nave de los monstruos (Rogelio A. González, 1960) protagonizada por Eulalio González “Piporro”, el rey del taconazo, y las beldades de la época: Ana Bertha Lepe y la vampiresa seductora Lorena Velázquez.

El género debía cambiar y, como una neblina compuesta de nuevas propuestas llega la pluma de Carlos Enrique Taboada, con sendas producciones donde el terror mostraba una nueva faceta: un tenebroso sendero a lo desconocido y sobrenatural con gloriosas producciones como El libro de piedra (1969), considerada un clásico, con uno de los finales más bellos del cine mexicano; Hasta el viento tiene miedo (1968), Mas negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1984).

Durante la década de los años 80 la calidad tiende a decrecer con producciones ancladas en las jóvenes promesas televisivas, elenco decorativo en películas como Cementerio del terror (Rubén Galindo, 1985), Vacaciones de terror (René Cardona III, 1989) y Pánico en la montaña (Pedro Galindo III, 1989).

Al inicio de los años 90 llega el llamado “Nuevo cine mexicano”. El objetivo inmediato era producir cintas de contenido y calidad, entre las cuales destacan los proyectos cinematográficos Cronos (1993), de Guillermo del Toro; Sobrenatural (1996), de Daniel Gruener y Angeluz (1998), de Leopoldo Laborde.

Con el inicio del siglo XXI la cultura de un país lleno de mitos y leyendas da pie a creaciones fílmicas como Las Lloronas (Lorena Villarreal, 2004); una de las películas más taquilleras del cine mexicano: Kilómetro 31 (Rigoberto Castañeda, 2007) y la cinta Cañitas (Julio César Estrada, 2007), basada en el popular libro de Carlos Trejo.

Para 2010, la temática sobre los muertos vivientes o zombies lleva a un relevante cortometraje llamado Apocalypze, del joven director Fernando Chávez, con el apoyo de una destacada labor en maquillaje del mexicano Jorge Siller (Resident Evil Extintión); el desolador documental se exhibió en el Festival Mórbido Film de 2010.

Para concluir este breve recorrido del cine de terror mexicano de finales de los años 30 a la primera década del siglo XXI recordemos la frase del maestro del suspenso Alfred Hitchcock: “La fantasía o la ficción literaria siempre es más insólita que la verdad o la realidad”.

* Lucía Elena Acosta Ugalde es Doctora en Historia del Arte. Técnico Académico Asociado C, Tiempo Completo. Definitivo.

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POR  ADRIANA CERVANTES SOTO

En una provincia costera de Japón una madre lucha para salvar a su bebé de las fuerzas malignas que los persiguen. Han quedado atrapados en la tormenta y su bote va a la deriva, olas salvajes los llevan hasta una playa solitaria, mientras una voz resuena: “Mantente atento, no parpadees, no pierdas detalle de…”, así comienza Kubo la búsqueda samurái, (Kubo and the Two Strings, 2016, EU), centrada en la historia de Kubo, el niño tuerto que encontró la fuerza en el amor y el perdón.

Se trata de una cinta animada dirigida por Travis Knight, escrita por Marc Haimes y Chris Butler. Recibió todo tipo de elogios por parte de la crítica especializada y estuvo nominada en la entrega de los premios Oscar 2017 en las categorías de Mejor Película Animada y Mejores Efectos Especiales, pero no logró ser del agrado del jurado; Zootopia (Byron Howard y Rich Moore, 2016), de los Estudios Disney, fue la premiada.

La realización de Kubo se hizo con la técnica tradicional de stop motion, que data del siglo XIX y consiste en la sucesión de imágenes fijas, foto por foto, de personas, objetos u animales, reales o creados con diversos materiales como yeso y plastilina. El aspecto clásico se suma a lo innovador: los espectadores pueden constatar el derroche en el uso tecnología de la casa productora Laika Entertainment y sus impresiones 3D, sonido y edición.

El proceso fílmico de Kubo fue artesanal. El trabajo arduo ha caracterizado a todos los animadores de Laika Entertainment. El tiempo de realización de este largometraje fue de casi 100 semanas en 80 sets con diferentes decorados. Para las secuencias de Kubo se moldearon 23 títeres de nueve pulgadas cada uno y más de 11 mil expresiones de la boca, así como 4 mil 500 de las cejas.

En 2016 los Estudios Universal se encargaron de la distribución de esta, la quinta película de los más duros competidores de Pixar. Entre los títulos que la precedieron están: Coraline y la puerta secreta (Henry Selick, 2009), ParaNorman (Chris Butler y Sam Fell, 2012) y Los Boxtrolls (Graham Annable y Anthony Stacci, 2014).

La música estuvo a cargo de Dario Marinelli, quien tuvo que empatar cada nota a cada secuencia. La canción While My Guitar Gently Weeps es una pieza escrita por George Harrison e interpretada por Regina Spektor.

Visualmente es un largometraje muy rico. Los bellos paisajes y la mórbida historia dan como resultado una atmósfera narrativa oscura, inquietante e inusual para ser de corte juvenil. Presenta múltiples referencias a la cultura nipona: música de Shamisen (guitarra tradicional japonesa), pintura, escultura, el arte tradicional de las figuras de papel u origami y las fascinantes aventuras de valientes samuráis.

Kubo es un chico huérfano de padre que vive con su madre enferma, de quien ha heredado poderes mágicos. Para llevar un poco de comida a casa, sale a la aldea cercana todos los días. Tiene prohibido regresar después de la puesta de sol. Se gana unas monedas contando las hazañas de un gran guerrero y sus enemigos.

Con magia da vida a sus personajes de papel; la gente del pueblo lo conoce, quiere y admira por su habilidad para tocar el Shamisen. Él solo tiene un deseo, saber qué paso con su padre, y en vísperas de un festival, desobedece a su madre, el mal aparece y todo cambia.

La estructura narrativa es clásica: el héroe huye para evitar que sus tías, las hermanas luna y su abuelo, el rey luna, lo dañen; la única forma de protegerse es encontrar la vieja armadura de su padre. Así inicia su recorrido lleno de peligros e incertidumbre, tiene que dejar a su madre enferma. Ella se sacrifica para que su hijo pueda seguir vivo; en el camino se le aparecen un “mono sabio” y el olvidadizo “escarabajo samurái”, ellos lo ayudarán con ingenio, amor, destreza y magia a vencer la tristeza, soledad, desesperanza y a sus malignos parientes.

Kubo es un referente de animación contemporánea. Para los amantes de este género es casi obligado tenerla en la lista de las favoritas y reconocer el gran trabajo de modeladores, fotógrafos, sonidistas y expertos en efectos especiales para crear un mundo de fantasía, hecho con plastilina, papel y mucho color.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en abril de 2017, edición 162 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

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POR IRMA MARIANA GUTIÉRREZ MORALES *

El código enigma (The Imitation Game, EU, 2014), se basa en la obra biográfica deAlan Turing The Enigma, escrita por el matemático Andrew Hodges. Clasificada como biopic, largometraje bélico y thriller, muestra cómo la guerra y la homosexualidad fueron determinantes en los afanes y en el destino del científico británico.

Se desarrolla en tres periodos: el presente (1950), con Alan Turing siendo investigado por la policía británica debido a su homosexualidad (recuérdese que en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX esta preferencia era considerada un delito); el pasado (década de 1920), con el recuerdo de Alan Turing siendo adolescente, mientras experimenta la transición de la amistad al enamora-miento con su compañero de internado y protector, Christopher Morcom.

Posteriormente (1939) en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, con las peripecias de Turing y un equipo de expertos del servicio secreto inglés, decididos a descifrar el código de las máquinas “Enigma”, empleadas por el ejército nazi para sus comunicaciones.

El mayor peso de la historia transcurre precisamente en lo ocurrido en 1939, cuando la corona inglesa reclutó a un conjunto de matemáticos, académicos, criptógrafos, lingüistas y campeones de ajedrez para desarrollar una guerra alterna a la que se sostenía con armas en los frentes militares: una guerra matemática.

La misión de este equipo era desentrañar los misterios de “Enigma”, una máquina que encriptaba los operativos de guerra alemanes y cuyos códigos se consideraba imposible de descifrar.

En este contexto emerge un nervioso y poco sociable Turing (Benedict Cumber-batch), quien, a diferencia del resto de sus compañeros, creía firmemente que sólo una máquina podía derrotar a otra máquina.

Sin dudarlo un segundo, Turing se empeña en construir a “Christopher”, el aparato que combatiría a “Enigma”, no sin antes afrontar sospechas de espionaje, desencuentros con los demás integrantes del equipo, la desconfianza inquisidora del comandante Denniston, al mando de la operación, y un compromiso de matrimonio negociado con Joan Clarke (Keira Knightley). Todo ello con el costo social de ser “diferente” como sustrato.

Si bien se ha documentado una serie de imprecisiones históricas en la película, es posible conceder que se realizan en pro del drama fílmico, del cual surge una atmósfera deleitable de suspenso y empatía con el protagonista. Por ejemplo, en lugar de un alegre, abierto y sociable Alan Turing, como lo fue en realidad, tenemos a un genio inquieto, solitario, sin sentido del humor y, en ocasiones, hasta petulante.

No obstante, a pesar de la poca fidelidad en el retrato del matemático y en algunas anécdotas presentes en el filme, la impecable construcción del guion permite que el espectador enlace los distintos personajes, acciones y escenarios de manera natural y efectiva. Nada se percibe superfluo ni fuera de lugar.

El código enigma sí hace justicia a la verdad simbólica, pues expone y remarca la trascendencia de quien hoy es considerado el padre de las ciencias de la computación y de la inteligencia artificial.

Para los entendidos en temas matemáticos y tecnológicos, no sólo resulta interesante remontarse al proceso que dio origen a los ancestros de nuestras actuales computadoras, sino entender que la revolución digital que hoy vivimos es producto de la concatenación de condiciones económicas, políticas y sociales específicas y, tristemente, también es producto de la más dolorosa conflagración bélica que haya conocido la humanidad.

Quizás aún más importante sea la crítica social que nos presenta El código enigma, desde el punto de vista de los derechos ganados por los movimientos de la diversidad sexual. Resulta ofensivo el pago con el que el gobierno inglés reconoció el trabajo de Turing: la castración química luego de ser condenado por indecencia grave a causa de sus preferencias sexuales.

Eran otros tiempos, sí, pero someter al oprobio a quien fuera artífice de la victoria de los aliados en la Guerra Mundial obliga necesariamente a una profunda reflexión sobre las injusticias y las vilezas sociales.

La máquina “Bombe” de Turing (“Christopher”, en la película) había logrado acortar la guerra en dos años y evitó la muerte de más de 14 millones de personas, pero sin reconocimiento alguno y luego de un año de recibir el tratamiento hormonal al que lo había condenado el gobierno inglés por su homosexualidad, Alan Turing decidió quitarse la vida.

Entre 2014 y 2015 El código enigma recibió 38 nominaciones y diferentes premios en festivales cinematográficos, incluido un Oscar para Graham Moore, por Mejor Guion Adaptado. Impecables la dirección del noruego Morten Tyldum, la banda sonora de Alexandre Desplat, así como el trabajo actoral de Benedict Cumberbatch, en el rol principal, y Keira Knightley, como actriz de reparto.

* Irma Mariana Gutiérrez Morales es Doctora en Ciencias Políticas y Sociales. Profesora de las licenciaturas en Pedagogía y Comunicación en la FES Acatlán.
Esta colaboración se publicó de manera impresa en marzo de 2020, edición 188 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.
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POR CARMEN CANO GORDÓN *

Judy (Reino Unido, 2019),  el más reciente filme del director Rupert Goold, se centra en la vida de Judy Garland durante el invierno de 1968, época en que, por necesidades económicas, la estrella de cine y televisión tuvo que trasladarse a Londres para dar una serie de exitosos conciertos, pero fue ésta la etapa más dura de su vida: arruinada, sin poder ver a sus hijos y con un severo problema de adicciones.

Tan sólo seis meses después de esa serie de conciertos con entradas agotadas, el 22 de junio de 1969, Judy muere accidentalmente por una sobredosis; tenía solamente 47 años de edad, aquella exitosa mujer que nunca dejó de ser Dorothy en El mago de Oz (The Wizard of Oz, Victor Fleming, 1939).

Ahora, quizá un poco tarde, Hollywood decide rendirle un merecido tributo con este filme, con una Judy interpretada por la magnífica Reneé Zellwegeer, quien, después de ausencias, operaciones y demás vicisitudes, decide regresar al cine para dar vida a Judy Garland y cosechar nuevos triunfos como los de El diario de Bridget Jones (Bridget Jones’s Diary, Sharon Maguire, 2001) y Chicago (Rob Marshall, 2002).

Al cierre de esta edición Reneé Zellwegeer ha sido nominada en los principales festivales de cine, incluyendo el Oscar. Ha ganado ya en la categoría de Mejor Actriz en: British Independent Film Awards, Sindicato de Actores, Critics Choice Awards y Globos de Oro, por lo que debemos reconocer que, al menos para nosotros, es la mejor actriz de la temporada.

Habría que anotar algunos defectos de la película, pero todos quedan minimizados por la soberbia recreación del personaje que logra Reneé Zellwegeer: en numerosos momentos nos encontramos frente a frente con una atormentada mujer famosa que desde pequeña enfrentó presiones profesionales.

Para quienes tengan pocas referencias sobre quién fue Judy Garland, baste señalar que se trata de una icónica actriz cinematográfica del Hollywood de los 40, 50 y 60 del siglo pasado. Su vida fue azarosa y triste, manipulada por todos, empezando por su madre, Ethel Milne una mujer manipuladora; ambicionaba fama y riqueza a costa de lo que fuera, principalmente de su hija, Judy, quien a pesar de no contar con un físico agraciado poseía una sublime e inigualable voz.

Ethel, en contubernio con Louis B. Mayer, el productor ambicioso e insaciable, se dedicó a hacer de Judy alguien sin voluntad, llena de complejos, dispuesta a obedecer en todo: no comía para no alterar la delgadez que querían para ella; le daban a tomar barbitúricos y anfetaminas, la hacían trabajar hasta ocho horas sin parar.

La madre de Judy Garland “estaba encima” de la joven las 24 horas del día, vigilando lo que comía, su peso, dándole más pastillas de las indicadas por un médico, – a quien le compraba las recetas-, preguntándole repetidamente sobre sus parlamentos, la letra de las canciones, los pasos de baile. Con todo esto la estrella juvenil no podía dormir cuando tenía que hacerlo ni despertar cuando era necesario. Prácticamente era un zombie.

En 1939 se filma El Mago de Oz, gran éxito de público y de crítica que hizo a Garland ganadora del Oscar especial a la Mejor Actriz Juvenil, dando con ello un cambio radical en su vida. La llevó a los cuernos de la luna, pero siempre bajo la supervisión de Ethel y de Mayer.

A partir de entonces se formó una triada indisoluble: Judy Garland la actriz de El Mago de Oz que canta Over the Rainbow. El éxito de este filme la llevó a actuar un total de 18 películas para 1944, todas ellas acompañadas de miles de pastillas procuradas con recetas falsas, controles apócrifos y médicos comprados.

Es necesario mencionar que, para bien, en su carrera cinematográfica fue muy importante el inefable y extraño Mickey Rooney, pareja en muchas de sus películas y amigo entrañable en su vida.

Por todos los abusos a que fue obligada, Judy Garland se volvió anoréxica, insegura, incumplida… Como dice la escritora Guadalupe Loaeza en su columna del periódico Reforma del 16 de enero de 2020: “Para colmo empezó a llegar muy muy tarde a los rodajes, ensayos y clase de canto y baile. Todo el mundo se quejaba…”

Se casó cinco veces, la primera con Vincent Minnelli, padre de la también estrella de Hollywood Liza Minnelli, quien heredó el talento de su madre. Vincent fue un absoluto fiasco, por su comportamiento la orilló a entregarse aún más a las drogas y al alcohol, obligándola a entrar y salir a clínicas de desintoxicación. Sufrió un aborto y tuvo tres hijos que eran su vida entera.

A pesar de todos sus problemas, el público la seguía y veneraba. Ganaba fortunas, pero de la misma forma las despilfarraba y sus maridos la explotaban. Es muy recomendable ver con detenimiento la ambientación de este filme y darse el gusto con este banquete de un icónico personaje del Hollywood, que será siempre el emblema del género musical de la Meca del Cine. Conocer más detalles de la vida de esta icónica y emblemática actriz que no dejó de ser Dorothy, a quien dio vida de forma magistral en El mago de Oz.

* Carmen Cano Gordón, maestra cofundadora de CineAdictos.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en febrero de 2020, edición 187 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

Categoría(s): DE RODAJE EN RODAJE

POR CARMEN CANO GORDON

Resulta una agradable sorpresa en la cartelera la más reciente película de Juan José Campanella, El cuento de las comadrejas (2019), coproducción entre Argentina y España. Está clasificada como cine de arte, sí lo es, pero en cuanto a su género resulta difícil de clasificar o, más bien, parece inclasificable.

¿Es una comedia de humor negro?, ¿un thriller?, ¿un drama?, ¿una comedia romántica?, ¿de suspenso?, ¿una tragicomedia? Difícil encasillarla porque al final es todo eso y mucho más.

Con objeto de ayudarnos a entender lo que sucede en este filme resulta indispensable recurrir a la definición de Comadreja en el Diccionario de la Lengua Española, que refiere a: un mamífero carnicero nocturno de color pardo, muy perjudicial para las aves.

Seguramente así entenderemos mejor lo que sucede en la vieja y codiciada casona donde se desarrolla la historia de esta película, en la que continuamente uno de los personajes, Norberto, no deja de tirar a matar a las comadrejas, que intentan habitar el lugar donde se desarrolla la historia. Existe una analogía entre los cuatro habitantes y las comadrejas (animales y sus similares humanas). De no ser por Norberto las comadrejas seguramente tomarían el control.

El cuento de las comadrejas es un retrato social visto desde la perspectiva de una veterana actriz proveniente de la época dorada del cine argentino, un histrión en el ocaso de su vida, un guionista cinematográfico frustrado y un viejo director; todos ellos solían trabajar juntos y conviven bajo el mismo techo. Los interpretan Graciela Borges, Luis Brandoni, Marcos Mundstock y Óscar Martínez.

Atestiguamos un duelo actoral entre cuatro grandes histriones y una pareja de jóvenes actores: Clara Lago y Nicolás Fancella en los personajes de Bárbara y Francisco completan el elenco. Todos ellos muy bien dirigidos por el argentino Juan José Campanella, a quien recordamos especialmente por la aclamada El hijo de la novia (2001).

Campanella concibe El cuento de las comadrejas como un homenaje a su maestro José Martínez Suárez, autor de la cinta de culto Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), comedia negra que funcionó como sátira en los tiempos de la violenta dictadura argentina. Un tributo que Campanella hace a Suárez y lo pone de manifiesto en diversas entrevistas.

Los personajes mayores son cínicos, tramposos, perversos, adorables y están dispuestos a hacer lo imposible por conservar el mundo que han creado en su vieja mansión. La aparición de los dos jóvenes, que pretenden arrebatarles todo por lo que han luchado, hace que las cosas den un giro.

Los cuatro adultos, todos mayores de 70 años, son: Pedro (Luis Brandoni), actor mediano, ya retirado, confinado a una silla de ruedas debido a un accidente; Mara Ordaz (Graciela Borges), su esposa, la diva, quien fue una actriz conocida mundialmente, pero alejada de los reflectores, lo que la acongoja y entristece, aunque con ropa, peinados y adornos de su época de mayor brillo, procura parecerse a la persona que fue en tiempos de mayor gloria.

Norberto (interpretado de manera genial por Óscar Martínez), director de cine, también retirado, es el encargado de matar y ahuyentar toda clase de comadrejas, que se presentan con demasiada frecuencia por los alrededores; es el más sensato de los cuatro y, por último, Martín (Marcos Mundstock), quien fue guionista de Norberto y Mara, y se encarga de amenizarles la vida, poniendo la música de sus recuerdos, de sus tiempos de éxito.

Todos ellos se desenvuelven y conviven con gran facilidad, como peces en el agua, capoteando el temporal que se les presenta, a veces lento, otras como una vorágine que los rebasa, pero sin lograr que pierdan el equilibrio.

Inevitable es señalar que el argumento no es del todo original e imposible evitar el recuerdo de aquella laureada película que hoy es ya un clásico: Sunset Boulevard (El ocaso de una vida, 1976), ganadora del Oscar ese mismo año, donde Gloria Swanson interpretó a una gran diva, tan sobreactuada y grandilocuente como el papel lo exigía, actuación que le valió el Oscar por Mejor Actriz; William Holden fue el protagonista masculino, logrando también una encomiable actuación. La cinta la dirigió Billy Wilder, nominado al Oscar.

La casona donde viven los cuatro protagonistas es propiedad de Mara y su marido, aunque a él se le ha ocultado mañosamente que es copropietario para que pueda ser ella quien haga y deshaga, ordene y ejecute. Tanto Norberto como Martín llegaron a vivir con ellos por azahares del destino.

Como toda vivienda de época, que remite a las décadas de los años 50, 60 y 70, guarda en su interior muebles antiguos, tapices, gobelinos, espejos, lámparas, objetos de arte, cuadros de autores famosos, esculturas de gran valor estimativo para la diva, pero también real.

Los cuatro viven “contentos”, tranquilos, gozando de los beneficios que ofrece el lugar. Sostienen todo tipo de diálogos: algunos irónicos, otros mordaces, la mayoría festivos y una gran cantidad críticos. Como dice la publicidad del filme, son cuatro personajes cínicos, tramposos, perversos, adorables.

Todo camina en paz y sin demasiados tropiezos hasta que un día llegan en un automóvil, al filo del atardecer, Bárbara y Francisco, pareja de jóvenes aduladores y mal intencionados que dicen haberse extraviado y piden les permitan usar el teléfono.

Amablemente los dejan entrar, aunque les advierten que hay mala señal, pero insisten y así, como la humedad, van entronizándose en la casona y en la vida de los cuatro protagonistas.

A los jóvenes les gusta el lugar, se sienten bien acogidos y, cada vez con mayor frecuencia, tratan de convencer a Mara de que venda la propiedad, alegando que así podría obtener un buen dinero y su esposo recobraría la movilidad, incluso podrían viajar. También les “sugieren” que les den a Norberto y a Martín una indemnización para que abandonen la casa.

Todo esto lo van tramando los dos jóvenes, cada uno por su lado, adulando a la diva, trabajando su voluntad para que acepte vender la casa, siendo ellos quienes realicen la operación.

No se vale seguir contando la historia, menos hablar del desenlace, baste decir que se trata de una buena película que regala una muy agradable función. Salimos con buen sabor de boca, pues acaba siendo un filme con un sabroso toque romántico.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en septiembre de 2019, edición 184 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

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POR KAREN EDITH PONCE RAMÍREZ *

A lo largo de 80 años, Bruce Wayne se ha caracterizado por ser el presidente multimillonario de las Empresas Wayne; sin embargo, es más probable que lo reconozcamos por su otra identidad, sí, nos referimos a Batman, el superhéroe enmascarado que lucha contra el mundo de la mafia y del crimen organizado en Ciudad Gótica.

Este personaje fue creado por el dibujante Bob Kane (1995-1998) y el escritor Bill Finger (1914-1974), quienes trabajaban en National Allied Publications, ahora mejor conocido como DC Comics.

La primera aparición de Batman fue en la portada de Detective Comics #27 (1939), donde rápidamente se posicionó como el superhéroe más amado de todos los tiempos. Con la aceptación del público, comenzó a incursionar en las pantallas chica y grande, hasta considerarse como uno de los íconos de la cultura popular.

Con el paso de los años ha sufrido incontables transformaciones e interpretaciones tanto en lo narrativo como en lo psicológico, pero también en su indispensable traje.

Desde su creación en los comics, su vestimenta se caracteriza por tener la forma de un murciélago para atemorizar a sus enemigos con el miedo más profundo de Bruce Wayne. También la combinación de azul y gris predominan en su traje, al igual que una elipse amarilla con el emblema del murciélago.

A pesar de que sus elementos más significativos: una capa festonada, máscara con orejas en forma de murciélago, el emblema en su pecho y el cinturón multiusos han permanecido contantes en cada adaptación, no dejan de variar en su forma o color.

En Batman: The movie (Leslie Martinson, 1966), protagonizada por Adam West (1928-2017), se puede observar que el director prácticamente respeta los colores establecidos por sus creadores; no obstante, presenta una variación en su logo que queda prácticamente a la altura del estómago. Cabe destacar que esta versión serviría como referencia para las adaptaciones en la pantalla chica.

Para finales de los años 80 llegó la película Batman (Tim Burton, 1989), donde este personaje luce completa-mente diferente al que se conocía en televisión. El encargado de darle vida a este personaje fue Michael Keaton (1951- ), quien porta un traje completamente negro y moderno.

El logo vuelve a encontrarse en el pecho, destacando en el traje. El cinturón le da un toque más ochentero.

En la cinta Batman Forever (Joel Schumacher, 1995) protagonizada por Val Kilmer (1959- ) utilizaron dos trajes: el primero se denominó “Panther Suit”, el cual se centra en un diseño anatómico que marca los pectorales, músculos y pezones. El logo sigue en el pecho, pero la elipse amarilla ya no es tan llamativa. Otra característica notable de este traje es el botón ubicado en el cinturón multiusos, el cual activa una capa a prueba de fuego.

El segundo traje se llamó “Sonar Suit”: es negro platinado con un nuevo símbolo de murciélago. En esta vestimenta, Batman utiliza lentes que le permiten ver con más precisión en la oscuridad o en el deslumbramiento.

A finales de los años 90 se estrenó Batman & Robin (Joel Schumacher, 1997) considerada la peor película de la historia de este héroe. George Clooney (1961- ) fue el encargado de portar un traje totalmente diferente: negro con rebordes plateados en todo el cuerpo; el símbolo ocupa todo el pecho y no tiene cinturón.

Ocho años después se estrenó Batman Begins (Christopher Nolan, 2005), donde Christian Bale (1974- ) porta un traje más obscuro, realista y atormentado. El logo ya es negro; aparece de nuevo el cinturón multiusos, ahora color marrón, y la capa es más obscura que el resto del traje.

En las dos siguientes películas, Batman: The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008) y Batman: The Dark Knight Rises (Christopher Nolan, 2012), la vestimenta oscura es más funcional, ligera y con menos armadura, mientras que el símbolo casi desaparece en el traje al ser del mismo color.

Finalmente, en Batman vs. Superman: Dawn of the Justice (Zack Snyder, 2016), protagonizada por Ben Affleck (1976- ), vemos un traje gris con el símbolo gigante en el pecho y los guantes negros, además de que el cinturón es más oscuro, dejando de lado los colores llamativos.

* Karen Edith Ponce Ramírez es prestadora de Servicio Social en Promotoría Cultural.

 

Esta colaboración se publicó de manera impresa en mayo de 2019, edición 181 del boletín informativo CINEADICTOS, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.
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CineAdictos, publicación periódica de la Coordinación de Difusión Cultural, nació en noviembre de 2000. Incluye reseñas de películas, trayectorias de actores, directores, críticas, comentarios sobre los principales festivales, entrevistas, avances técnicos y aspectos de los distintos géneros cinematográficos. El material impreso se distribuye entre la comunidad de la FES Acatlán; a partir del semestre 2015-II extiende sus alcances con el blog de CineAdictos. Espacio abierto a los interesados en la divulgación del séptimo arte.

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