Entre la vida y la muerte I

 ORÍGENES Y CAUSAS DE LA ENFERMEDAD EN EL MUNDO NAHUA

Los conceptos de enfermedad y sus remedios, dentro de una sociedad eminentemente mítica como la nahua, están asociados con su cosmovisión y sólo se explican en su relación con ella y todos los elementos que la conforman; es decir, la visión que estos pueblos tienen del espacio, tiempo, universo, religión, naturaleza, vida y muerte está intrínsecamente ligada con su interpretación acerca del origen de los padecimientos, ya que éstos se explican sólo dentro de la propia idea que tienen de todo lo que los rodea.

Dentro del cosmos, cada fenómeno natural, astronómico, orgánico o inorgánico y hasta el propio pensamiento que los explicaba, conforma, por sí y en sí, diversos microcosmos que, al igual que el universo (macrocosmos al que pertenecen todos los fenómenos naturales y humanos), deben estar en equilibrio no sólo consigo mismos sino con el todo que lo rodea.[1] Cuando se rompe esta armonía se producen los cataclismos naturales, el fin de un Sol y de una Era o las sequías y epidemias que amenazan a la sociedad o las enfermedades que desequilibran al cuerpo humano, microcosmos que pertenece y está en contacto y comunicación constante con las fuerzas universales.

La enfermedad es, por lo tanto, para la consciencia indígena, una ruptura de la armonía entre las diversas partes que componen el cuerpo del hombre junto con la acción de poderosos agentes que viven y se manifiestan en cada fenómeno natural y humano.[2] En el pensamiento mítico, propio de las sociedades prehispánicas, los orígenes de las enfermedades se atribuyen a las fuerzas que residen en la humanidad misma, en cada fenómeno natural y en la acción de las deidades y de ciertos hombres que, desde su nacimiento, están marcados con la señal ominosa de la hechicería o magia.

Entre las causas de las enfermedades, que se pueden deducir de las fuentes de origen indígena, los especialistas están de acuerdo en señalar como la primera, y probablemente la más importante en la consciencia indígena, la acción de los dioses como respuesta a ciertas conductas humanas, como la falta de devoción, infringir las reglas de los rituales, no agradecer los bienes que las divinidades otorgan, no ofrendar ni hacer sacrificios, ni cumplir con el ayuno ni con la continencia sexual, etc. Un dios en especial es el causante de las epidemias que azotan a los pueblos, Titlacahuan, manifestación de Tezcatlipoca, el que, por castigo o simplemente por su veleidoso capricho,[3] envía “pestes” que diezman a las poblaciones, como narran los informantes indígenas de fray Bernardino de Sahagún en una oración dirigida a este dios:

¡Oh, señor, que habéis tenido por bien de desampararnos en estos días […] Porque las aflicciones grandes y muchas de vuestra indignación nos han anegado y sumido, bien así como piedras y lanzas y saetas que has descendido sobre los tristes que vivimos en este mundo. Y esto es la gran pestilencia con que somos afligidos y casi destruidos.[4]

Es significativo que Alfredo López Austin mencione que “todo quedaba bajo la voluntad de Titlacahuan, Tezcatlipoca”, dominaba lo existente,  los dioses, los hombres, el destino, el “azar”, todo quedaba bajo su “poder absoluto de arbitrio, caprichoso, totalizador”.[5] A pesar de ello, y de que Sahagún afirma que “entendía en el regimiento del mundo, y que él solo daba las prosperidades y riquezas, y que él solo las quitaba cuando se le antojaba”,[6] otras deidades también participaban como entidades productoras de enfermedades. Pueblan las páginas de las fuentes novohispanas de origen indígena referencias sobre las relaciones de ciertas enfermedades o grupos de ellas con determinadas divinidades. La simple relación de dioses y padecimientos ocuparía un espacio muy largo, por lo que sólo señalaremos algunos ejemplos, como el de Xipe Totec que es considerado el generador de las “viruelas”, las “postemas que se hacen en el cuerpo”, la sarna y todas las enfermedades de los ojos;[7] los Tlaloques quienes mandan la gota, el “tullimiento”, el “envaramiento del pescuezo”, el “encogimiento de algún miembro” y el “pararse yerto”;[8] las Cihuapipiltin, culpables en su mentalidad de mandar las enfermedades a los niños, como la “perlesía”;[9] Macuilxochitl, a quien Sahagún también identifica como Xochipilli, quien castiga a los hombres con “enfermedades de las partes secretas, como son almorranas, pudredumbre del miembro secreto, deviesosy incordios”.[10]

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Fig. 1. Enfermedad de las almorranas, fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, t. III, libro X, fol. 109r.

Relacionadas directamente con los seres sobrenaturales, se hallaban, según Viesca Treviño, las enfermedades producidas por el  desencadenamiento de un sinnúmero de fuerzas de variadas dimensiones, pero siempre diferentes a las de la gente común y corriente. A esto debe sumarse la creencia de que todo lo que existe en el universo está animado, es decir, posee por lo menos un ánima, un espíritu, que le es esencial para su existencia y el cual se expresa tanto en la definición y el buen curso de sus funciones como en la manifestación de deseos y en la ejecución de acciones a distancia. Este fenómeno cultural es conocido como animismo.[11] Un ejemplo de este tipo de enfermedades, a decir del autor, es el llamado temauhtiliztli, “susto”, a las que se podrían agregar las enfermedades del teyolía,[12] según López Austin, asociadas “con las ‘fiebres acuáticas’, y éstas a su vez, con la posesión de seres acuáticos”.[13] Relacionadas con éstas se encuentran los afamados “aires” y el “mal de ojo”, que producen una serie de desequilibrios psicológicos en los individuos, causando hasta la muerte.

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Fig. 2. Fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, t. I, libro V, fol. 11v.

Los fenómenos astronómicos como fuerzas animistas son también un claro ejemplo de la mentalidad nahua sobre el origen de las enfermedades. En los Primeros memoriales de Sahagún se narran las consecuencias del eclipse de Luna en la salud:[14]

Las mujeres embarazadas estaban muy temerosas. Decían, se decía que ellas podían convertirse en ratones y los niños nacidos durante un eclipse de luna estarían sin nariz o sin labio. Y las cabezas de los bebés eran afeitadas cada mes; si no eran afeitadas, caían enfermos.

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Fig. 3. Eclipses de Luna y de Sol, fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, fol. 282r.

La enfermedad, como producto de estos desequilibrios de origen divino, ya se encontraba anunciada desde el día del nacimiento de cualquier individuo. En efecto, a través del tonalamatl, los tonalpouhque podían predecir el destino de los hombres, en el cual jugaba un papel muy importante la cuestión de la salud. En los Primeros memoriales se hallan descripciones notables sobre la determinación del estado físico de los recién nacidos. Por ejemplo en la trecena que comenzaba con el signo uno flor:

Era un [signo de día] adverso, pero se decía que podía ser algo bueno. El que nacía en él que era un hombre noble se convertía en un cantor; él era feliz. Y el que era un hombre noble que era devoto a [su signo de día], vivía felizmente cuando cantaba. Pero para el que no era devoto a él, quien lo despreciaba, el signo de día se enojaba con él. O la lepra se asentaba en él, o se volvía ciego, o la ingle era trastornada. Lo mismo le pasaba a uno si era plebeyo, él también se convertía en un cantor. Y si una mujer noble nacía en [este signo], se convertía en una gran bordadora, pero si ella lo desdeñaba, lo mismo le  podría suceder a ella. El signo de día se enojaba con ella. Lo mismo le sucedía a ella como se contó arriba. [Ella sería afectada por] todo tipo de enfermedades, y se convertiría en una muchacha de placer. [15]

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Fig. 4. Tezcatlipoca como Señor de los días y patrono de los temamacpalitotique, Códice Fejérváry-Mayer, p. 44.

Lo mismo ocurría en la trecenas uno muerte[16] y uno mono.[17] Se debe recordar que los signos del tonalpohualli  no determinaban por sí el destino de los hombres, ya que los días tenían un dios patrono que los regía, por lo que los dioses también por este medio actuaban sobre la salud y la ventura de los nahuas. Este calendario determinaba también un tipo especial de seres humanos, los que nacían bajo el signo 13 cipactli, “Trece Monstruo Cocodrilo”:

El que nacía entonces, que era un hombre noble era lo que llamaban un hechicero, un hombre malvado. Y un plebeyo era lo que llamaban uno diabólico; lanza hechizos; atormentaba a la gente. Su hogar estaba en ninguna parte; era uno que no tenía nada que comer; andaba desnudo. Del mismo modo, un hombre noble vivía en miseria; igualmente una mujer noble era miserable, al igual que un plebeyo. De esto se decía que así era su signo del día en el que había nacido.[18]

Los llamados nahualli, como entidades “adversas”, que causan daño a la sociedad, eran también conocidos bajo el nombre de tlacatecolo, “hombres búho”, tenían el poder de transformación que la primera palabra enuncia, y podían producir enfermedades. Las obras de Hernando Ruiz de Alarcón y de Jacinto de la Serna[19] pueden interpretarse como compendios que integran una serie vastísima de conjuros y “hechicerías” que popularmente se achacaban a estos “nigromantes”. De la Serna afirma que el «vocablo mexicano Nahualli se forma y tiene su significación del verbo Nahualtia, que es esconderse encubriéndose, ó disfraçándose, ó arreboçandose; y assi Nahualli sera aquel, que por la aplicación, que el Padre le hizo recién nacido de dedicarlo [a un animal] cuyo nombre le pusieron al cuarto dia; se sujeta á el tanto, que se encubre y disfraza debajo de su figura».[20]

Ejemplos de las acciones nocivas de dichos “brujos” abundan en estas obras, baste un ejemplo que expone de la Serna para comprender el papel que en las enfermedades jugaban estos hombres. Narra que fray Andrés Ximénez

refiere, auer hallado fuera de los Nahualles los Teyolocuanes, y los Tlachihuianes, que son los que obran con hechizos contra el coraçon, y vida de los hombres; y refiere auer[se…] probado contra vnos indios, que auian puesto vnas cenizas un palmo debajo de tierra en vuna hermita, donde rezaban de ordinario […] y que desto se les auia seguido enfermedades tan agudas, y nosiuas, que auian muerto muchos, y muy breuemente.[21]

Relacionado con el nahualismo se encuentra otra causa de enfermedades que consiste (al tomar otra acepción de este término, aún vigente en algunas comunidades) en la asociación del recién nacido con un animal; en algunos padecimientos se creía que el nahual sufría esa misma enfermedad, su remedio, por lo tanto, dependía de la suerte que se tuviera para hallar al animal y curarlo.

Por otro lado, López Austin señala atinadamente que los factores fríos y calientes, como fluidos que se encuentran en todo el cosmos, también son característicos del cuerpo humano y ocupan diversas partes de éste, el desequilibrio que puede causar el predominio de uno u otro produce también enfermedades; esto explica por qué hoy todavía en ciertas familias tradicionales se señalen la existencia de alimentos calientes o fríos, que ciertas enfermedades se remitan a cualquiera de estos fluidos, que desequilibran la armonía de cada cuerpo o son dominantes dependiendo del fenómeno natural, sexo, edad u origen de cada persona.[22]

Finalmente, aunque todavía se podrían señalar más causas de las enfermedades, no se debe olvidar que una serie de estos padecimientos fueron considerados en el pensamiento nahua como originados por la propia naturaleza: plantas y animales ponzoñosos o elementos inorgánicos, accidentes, agresiones de otros seres y hasta por actividades sociales insanas, como el adulterio o el exceso de actividad sexual en la juventud.

Se ha realizado un acercamiento al origen de las enfermedades en el mundo nahua, pero aún quedan algunas causas de las mismas en el tintero ya que el espacio es reducido, por lo que es necesario dejar que en los siguientes ensayos se muestren algunas más, y se ahonde en sus consecuencias, así como en los remedios que conocieron y utilizaron del ámbito natural, probablemente mejor que ningún otro pueblo de la época.

Julio César Morán Álvarez

Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano

[1] Es interesante señalar la coincidencia de esta posición con la que señala Alfredo López Austin, Textos de medicina náhuatl,  México, UNAM, 1984, p. 13. “Otro enfoque […] es el que intenta encontrar en las fuentes una unidad de ideas rectoras, revalorando los nexos de los procesos practicoempíricos, religiosos, mágicos y teóricos, para comprender como un todo el complejo cultural de la medicina prehispánica”, y que defienden, entre otros, Gonzalo Aguirre Beltrán, Fernando Martínez Cortés y Germán Solominos D’Ardois.

[2] Carlos Viesca Treviño afirma en consonancia con lo expuesto que: “La enfermedad, dentro de este sistema de pensamiento, es el producto de una inmensa variedad de condiciones que pueden modificar las condiciones del cuerpo humano, ya en su estructura, ya en su función, ya en su correspondencia con los otros seres, rompiendo su más o menos precario equilibrio”, Medicina del México Antiguo, p. 15. En línea: http://www.facmed.unam.mx/sms/ temas/2010/09_sep_2k10.pdf (consultado 22-06-16). López Austin, por su parte, Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, t. I, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Antropológicas, 2012, p. 300-301, sobre esta relación enfermedad-equilibrio, dice: “La polaridad equilibrio-desequilibrio afectaba distintos ámbitos: los naturales, los sociales y los divinos. El hombre, individuo de la especie en la que se conjugaban de manera armónica las fuerzas del cosmos, debía mantener el equilibrio para desenvolverse en el mundo en forma tal que su existencia y la de sus semejantes no se vieran lesionadas”.

[3] Por eso Tezcatlipoca recibe los títulos de monenequi, que significa, según Miguel León-Portilla, “El arbitrario” en “Oraciones a Tezcatlipoca en las pestilencias, hambrunas y guerras” en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH,2006, vol. 37, 53-83. p. 75; Henry B. Nicholson lo llama moyocoyatzin, “dios caprichoso”, “Los principales dioses mesoamericanos” en Esplendor del México Antiguo, tomo I, 8ª edición, México, Editorial del Valle de México, 1992, p. 175; fray Juan de Torquemada, señala que Tezcatlipoca es “el que hace cuanto quiere, porque no tenía resistencia, ni contradicción su voluntad”, Monarquía indiana, t. III, México, UNAM-IIH, 1976, p. 71; Guilhem Olivier lo llama también tlanenequi, que significa: “él es envidioso, caprichoso, tiránico”, Tezcatlipoca. Burlas y Metamorfosis de un dios azteca, México, FCE, 2004, p. 41.

[4] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España,  t. II, México, Conaculta, 2002, p. 477.

[5] López Austin, Cuerpo humano…, op. cit.,  t. I, p. 402.

[6] Sahagún, op. cit., t. I, p. 71.

[7] Ibid., t. I, p. 99.

[8] Ibid., p. 107.

[9] Ibid.,  p. 79.

[10] Ibid., p. 90.

[11] Viezca, op. cit.,  p. 21.

[12] Por razones de espacio sólo se hace mención del teyolia, una de las tres entidades anímicas, junto con el tonalli y el ihiyotl que poseen todos los seres humanos, los cuales producen el equilibrio y, por ende, la salud de los individuos, y cuyas perturbaciones afectan a los hombres. Son muy conocidas las enfermedades causadas por la pérdida del tonalli, véase López Austin, Cuerpo humano…, op. cit., t. I, p. 262.

[13] Ibid., p. 256. Cita también a fray Alonso de Molina para señalar la existencia de enfermedades como “tener vagidos o enfermedad que cubre al corazón” y la “gota coral [que] se refieren a una invasión de tinieblas, y éstas producían epilepsia según la creencia de los antiguos nahuas”, nota 144.

[14] Metztlicuallo: literalmente, “la luna es comida”, significando un eclipse lunar, una frase paralela a esto para el eclipse solar (ver nota 2 de este párrafo).

[15] Ibid., p. 167. El subrayado es mío.

[16] Ibid., p. 168-169.

[17] Ibid., p. 172.

[18] Ibid., p. 163.

[19] Hernando Ruiz de Alarcón, “Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España” en El alma encantada. Anales del Museo Nacional de México, México, Instituto Nacional Indigenista-FCE, 1987 y Jacinto de la Serna, Tratado de idolatrías, supersticiones, dioses, ritos, hechicería y otras costumbres gentilicias de las razas aborígenes de México, 2ª edición, notas de Francisco del Paso y Troncoso, México, Museo Nacional-Fuente Cultural, 1953.

[20] De la Serna, op. cit., versículo 80.

[21] Ibid., versículo 86.

[22] López Austin, Cuerpo humano…, op. cit., t. I, p. 284 y ss.

OBRAS CONSULTADAS

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LEÓN-PORTILLA, MIGUEL,“Oraciones a Tezcatlipoca en las pestilencias, hambrunas y guerras” en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, 2006, vol. 37, p. 53-83.

LÓPEZ AUSTIN, ALFREDO, Textos de medicina náhuatl,  México, UNAM, 1984.

– Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, t. I, México, UNAM-IIA, 2012.

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NICHOLSON, HENRY B., “Los principales dioses mesoamericanos en Esplendor del México Antiguo, t. I, 8ª edición, México, Editorial del Valle de México, 1992, p. 161-178.

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RUIZ DE ALARCÓN, HERNANDO, “Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España” en El alma encantada. Anales del Museo Nacional de México, México, Instituto Nacional Indigenista-FCE, 1987.

SAHAGÚN, FRAY BERNARDINO DE, Historia general de las cosas de Nueva España,  3 tomos, México, Conaculta, 2002.

– Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de   Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J. O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997.

– Primeros memoriales, edición facsimilar, fotografiado por Ferdinard Anders, Madrid-Oklahoma, University of Oklahoma Press-Patrimonio Nacional and the Real Academia de la Historia, 1993.

– Códice florentino, 3 tomos, edición facsimilar elaborada por el Gobierno de la República Mexicana, México, Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979.

SERNA, JACINTO DE LA, Tratado de las supersticiones, idolatrías, hechicerías, ritos, y otras costumbres gentílicas de las razas aborígenes de México en Biblioteca Virtual Universal. En línea: http://www.biblioteca.org.ar/libros/89613.pdf

TORQUEMADA, FRAY JUAN DE, Monarquía Indiana. De los veinte y un libros rituales y Monarquía Indiana, con el origen de los indios occidentales, de sus poblazones, descubrimiento, conquista, conversión y otras cosas maravillosas de la mesma tierra, 7 vols., México, UNAM-IIH.