LOS MAGOS PERJUDICIALES Y SU RELACIÓN CON LA ENFERMEDAD Y LA MUERTE
Para los pueblos nahuas, así como para el resto de las sociedades precolombinas, tanto la salud como la enfermedad eran asuntos de magos. Si bien existían magos como los titicih,[1] quienes se dedicaban a restablecer la salud de sus pacientes, utilizando métodos que hoy podríamos considerar propios de la medicina convencional, al mismo tiempo, se valían de conjuros, hechizos y demás artificios mágicos para lograr este fin.
También existían magos capaces de provocar la enfermedad y la muerte, el nombre más común con que se les conocía era el de tlatlacatecolo, que en español se traduce como “hombres búhos”.[2] No es de extrañar que a la figura del mago perjudicial se le haya relacionado con este animal pues, el tecolotl, “búho”, era considerado un mensajero de la muerte y de la mala fortuna en general: “Cuando un búho cornudo, gritaba en la orilla del techo se decía que uno moriría en batalla o su hijo moriría”.[3] Augurios como éste dan cuenta de la connotación negativa que tenía el tecolotl entre los nahuas, de hecho, según Hernando Ruiz de Alarcón, al indígena a quien se le manifestaba este augurio, generalmente asumía que era víctima de algún tlacatecolotl.[4]
Fig. 1. Tecolotl frente a Mictlantecuhtli que devora a una persona, Códice Laud, lámina 5.
Los tlacatecolotl vivían de realizar su magia maléfica, ya sea por encargo o como chantaje, puesto que en ocasiones aquéllos que enfermaban por causa de su acción acudían con ellos para que retiraran el maleficio a cambio de un alto pago, de alguno de sus bienes o de todo lo que poseyera el afectado.[5]
Los procedimientos mágicos mediante los cuales los tlatlacatecolo provocaban la enfermedad o la muerte eran variados. Es probable que para realizarlos se tomara en cuenta la fecha en que se hacían o, por lo menos, el día en que se iniciaban, puesto que algunos embrujos consistían en efectuar ceremonias que duraban varios días. En la información que se puede encontrar en la obra de fray Bernardino de Sahagún, se menciona que estos días eran los novenos de cada trecena.[6]
Fig. 2. Mictlantecuhtli con punzones de hueso en las manos y un hombre con cabeza de búho, Códice Laud, lámina 25.
Como ya he mencionado, tlatlacatecolo era el nombre más usado para referirse a los magos perjudiciales dentro del mundo nahua, mas no el único. En las fuentes se pueden encontrar una gran cantidad de apelativos que hacen referencia a esta clase de magos, algunos de ellos están relacionados con el tipo de embrujo que el mago realizaba o el procedimiento que utilizaba para realizar su embrujo. Alfredo López Austin, en su artículo “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl”, recoge algunos de estos nombres, al igual que explica en qué consisten los embrujos a los que se refieren los nombres de cada mago. Por ejemplo, el tepanmizuani cuyo nombre quiere decir “el que sangra sobre la gente”, realizaba su embrujo sangrándose sobre la efigie de la persona o sobre la persona misma a la que quería dañar, ya que la sangre de este tlacalecotl dañaba y hacía perecer aquello que tocaba.[7]
El tetlepanquetzqui, cuyo nombre significa “El que prepara el fuego para la gente”, podía realizar su embrujo de dos formas, ambas buscaban la muerte de la persona al emular el ritual fúnebre. La primera, consistía en realizar una ceremonia en la que a una figura de madera adornada con papel mortuorio, le ofrecía alimentos funerarios durante cuatro días, al terminar incineraba la figura. Al día siguiente el tetlepanquetzqui debía alimentar a su víctima con lo preparado durante la ceremonia, como se menciona en los Primeros memoriales de Sahagún:
Se decía que aquél que colocaba a alguien en el fuego, encendía a las personas como cadáveres. Él adornaba piezas de madera con papel y con banderas de papel. En la noche, por cuatro noches, él hacía esto. Entonces la comida era preparada, con la que él les hacía ofrendas. También en la noche las quemaba… a quienes odiaba extremadamente, entonces los llamaba al amanecer, cuando era el alba. Entonces les daba sus ofrendas, aquéllas [las figuras] que él había ofrecido en la noche. Aquéllos con quienes él estaba enojado, aquéllos con quienes estaba molesto, las comían. Como decía: Ma iciuhca miquican “que mueran pronto”.[8]
La segunda manera era mucho más simple, únicamente consistía en cortar los cabellos de quien se quería matar para después quemarlos. De esta forma también se representaba la incineración de la víctima. [9]
Fig. 3. Ritual funerario mexica, Códice florentino, Apéndice del Libro III, fol. 27v.
El nombre del siguiente tlacatecolotl no aparece en las fuentes. Alfredo López Austin lo llama caltechtlatlacuiloani, que significa “el que pinta las paredes de las casas”, puesto que el procedimiento mágico del cual toma su nombre consistía precisamente en pintar las paredes de la casa de su víctima para conseguir su muerte.[10] También podemos encontrar al “teyollocuani”,[11] que en español se traduce como “el que come los corazones de las personas”. Según López Austin el nombre de este mago hace referencia a un embrujo que posiblemente afectaba las capacidades mentales sus víctimas.[12] El tecotzcuani que significa “el que come las pantorrillas de la gente”; su nombre me hace pensar que posiblemente realizaba un embrujo que producía algún tipo de malestar muscular.[13]
Los hechizos de los tlacatecolotl hasta ahora descritos son realizados de forma individual y contra individuos específicos. Pocas veces se mencionan en las fuentes, casos en los que se reúnen tlatlacatecolo en grupos considerables para efectuar algún embrujo, o que tomen acción contra un grupo o una población, sin embargo, en los Primeros memoriales se menciona que sí tenían esta facultad; los magos maléficos podían perjudicar a ciudades enteras provocando catástrofes naturales o guerras que acabasen completamente con la ciudad y sus habitantes.[14]
Por su parte, Hernando Ruiz de Alarcón refiere, según sus informantes, que en el pueblo de Coyuca un grupo de tlatlacatecolo enterró alguna clase de ceniza o polvo en una ermita donde se reunían los pobladores de esa comunidad a rezar frecuentemente, esta acción ocasionó que se desatara una terrible epidemia que cobró la vida de la mayor parte de la población. Los tlatlacatecolo responsables de la epidemia fueron capturados, enjuiciados e interrogados; Ruiz de Alarcón indica que los magos confesaron haber recibido las cenizas que trajeron unos búhos que habían viajado desde muy lejos para entregárselas.[15]
Fig. 4. Códice florentino, la epidemia de viruela en Tenochtitlan, Libro XII, fol. 53v.
Como hemos visto a lo largo de estas páginas, en la cultura nahua la magia se encuentra en cada aspecto de la vida cotidiana, incluso en los que son negativos como la enfermedad y la muerte. Teniendo en cuenta esto, podemos entender la importancia del papel que jugaba el tlacatecolotl en la sociedad nahua, pues, bajo la lógica de sus creencias, los magos perjudiciales les proporcionaban una manera de explicar distintos eventos que los aquejaban, pues la intervención de estos magos afectaba de manera negativa el mundo que los rodeaba, su destino y su vida.
Carlos Aarón Morales Olvera
Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.
[1] Hernando Ruiz de Alarcón, Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España. En línea: http://www.biblioteca.org.ar/zip22.asp?texto=89972 (consultado 04-06-2016), p. 24.
[2] Alfredo López Austin, “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl” en Estudios de cultura náhuatl, México, UNAM-IIH, vol. 7, 1967. p. 87.
[3] Fray Bernardino de Sahagún, Primeros meroriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J. O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997, p. 183.
[4] Ruiz de Alarcón, Tratado de supersticiones…, op. cit., p. 29.
[5] Sahagún, op. cit., p. 218.
[6] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, estudio introductorio, paleografía, glosario y notas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, tomo I, México, Consejo nacional para la cultura y las artes, 2002, p. 345.
[7] López Austin, op. cit., p. 91.
[8] Sahagún, Primeros memoriales, op. cit., p. 219.
[9] “Códice Carolino”, presentación de Ángel María Garibay K. en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, vol. 7, 1967, p. 21.
[10] Sahagún, Primeros memoriales, op. cit., p. 219.
[11] Ruiz de Alarcón, op. cit., p. 8.
[12] López Austin, op. cit., p. 92.
[13] Ibid.
[14] Ruiz de Alarcón, op. cit., p. 8.
[15] Sahagún, Primeros memoriales, op. cit., p. 218.
OBRAS CONSULTADAS
«Códice Carolino», presentación de Ángel María Garibay K. en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, vol. 7, 1967, p.11-59.
López Austin, Alfredo, “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl” en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, vol. 7, 1967, p. 87-117.
Sahagún, fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, estudio introductorio, paleografía, glosario y notas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, tomo I, México, Consejo nacional para la cultura y las artes, 2002, 694pp.
- – Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J. O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997.
Ruiz de Alarcón, Hernando, Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España. En línea: http://www.biblioteca.org.ar/zip22.asp?texto=89972 (consultado 04-06-2016), 134pp.