Presagios. La superstición en la antigua cosmovisión nahua II

Augurios perjudiciales

                Agathos – “¡Ah, la felicidad no está en el conocimiento, sino en su adquisición! La beatitud eterna consiste en saber más y más; pero saberlo todo sería la maldición de un demonio.”

Edgar Allan Poe, El poder de las palabras

En este país, es tradicional escuchar a las abuelas contar sus increíbles historias  a la luz de la fogata, fantasmas, bolas de fuego, naguales y diablos se materializan por medio de las palabras… La luna, las estrellas y el viento se conjugan creando una perfecta atmósfera para el relato. Entonces, allá a lo lejos, oculto entre las sombras, un perro aúlla y cualquiera que lo escucha, entre el crepitar del hogar, se sobresalta. “Ha llegado la hora de las brujas”, dice la abuela, y el miedo se hace presente entre todos.

La creencia de que el hombre puede conocer su futuro gracias a ciertos elementos en el entorno, se tiene desde hace muchísimo tiempo. Si bien es cierto que hay fenómenos naturales que se aprenden a “leer” (el granjero sabe que debe prepararse para una helada tras observar el cielo), no debe extrañarnos que en el imaginario popular exista la idea de “entidades sobrenaturales” que pueden comunicarse con el hombre por medio de hechos, mayoritariamente fortuitos, tomados como augurios o presagios.

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Fig. 01: Desde tiempos remotos se tiene la creencia de que en los sueños existen mensajes premonitorios que pueden ser descifrados para conocer el futuro. [1]

            De tal manera se justifica que el hombre haya generado imágenes, historias, mitos y leyendas y que los haya dotado de cierto simbolismo que podría tener información acerca del futuro mediato o inmediato. Para los antiguos nahuas, el hombre poseía dentro de sí cierta fuerza vital que estaba ligada directamente con la entidad creadora; es gracias a esta pequeña parte divina que tiene todo ser humano,[2] que la comunicación entre las entidades divinas y las profanas puede realizarse.[3] En la cosmovisión mesoamericana, el diálogo entre el hombre y los dioses era de vital importancia, pues gracias a éste se podían conocer los designios, deseos y planes divinos.

            En el presente trabajo se hablará de una particularidad en la comunicación entre las divinidades y el pueblo nahua, donde el mensaje que los primeros transmitían a los hombres tenía una connotación desagradable o infortunada; para ellos, los dioses se manifestaban de maneras misteriosas, pero a veces su mensaje era tan claro que dejaba paralizado a quien lo escuchaba:

     Cuando alguno oía en las montañas bramar alguna bestia fiera […] luego tomaba mal agüero, diciendo que significaba algún infortunio o desastre que le había de venir en breve, o que había de morir en la guerra o de enfermedad, o que algún desastre o infortunio le había de venir.[4]

            Aquéllos que tenían un mayor conocimiento en torno a las artes adivinatorias de buena y mala fortuna eran los llamados tonalpouhque, ya que –como se hizo notar en la entrada anterior–  se especializaban en la lectura de los signos de los días, ellos podían saber el destino de las personas con base en el día de su nacimiento. Los signos que conformaban las veintenas del tonalpohualli actuaban como una marca indeleble que les dejaba la impronta de un destino ya escrito por los dioses. Una persona podía nacer en distintas “casas” que designaban su andar en la tierra. Por ejemplo: quienes nacían bajo el signo ocelotl tendrían un destino funesto, pues “decían que había de ser cautivo de guerra, y en todas sus cosas había de ser desdichado y vicioso”[5]; quienes nacían en la segunda casa, ome tochtli, del signo ce mazatl, serían borrachos; aquéllos que nacían en ce calli serían ladrones e injuriosos;[6] quienes nacieren en ce quiahuitl, “serían nigrománticos […] o hechiceros, y se transfiguraban en animales”.[7] Sin embargo, a pesar de haber nacido en días funestos, los padres podían “bautizar”[8] al niño en ciertas fechas específicas del mes para remediar los efectos malignos del signo.[9]

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Fig. 02: Un tonalpuhque explica a la madre la fecha del nacimiento del recién nacido: 10 conejo. Códice florentino, t. I, Lib. IV, fol. 34v.[10]

Otra clase de comunicación que mantenían los dioses con los hombres era la de los presagios. Una deidad podía mandar mensajes a través de ciertos hechos que, para el nahua, tenían un trasfondo interpretativo. Bien conocidos son los llamados presagios funestos que anunciaron la caída del imperio mexica y que se vivieron antes de la llegada de los españoles:

     “[1°] pareció una llama de fuego muy grande, y muy resplandeciente [2°], el chapitel de un cu de Vitzilopuchtli,[…] se encendió milagrosamente, [3°] cayó un rayo sobre el cu de Xiuhtecutli, [4°] de día haciendo sol cayó una cometa, [5°] se levantó la mar, o laguna de México con grandes olas, [6°] se oyó de noche en el aire una voz de una mujer que decía: ¡Oh hijos míos, ya nos perdimos! [7°] cazaron una ave parda del tamaño de una grulla […] en medio de la cabeza [tenía] un espejo redondo, donde se parecía el cielo, y las estrellas, [8°] aparecieron muchas veces monstruos en cuerpos monstruosos y […] desaparecían.”[11]

            Por otro lado, Jacques Soustelle habla sobre un presagio que es igualmente perturbador. Según el autor, un anciano de Tlatelolco escuchó a su perro hablar y anunciar las desgracias de la ciudad antes de la batalla en contra de los mexicanos, el viejo, molesto, le quitó la vida al perro y en ese instante un guajolote comenzó a hablar de igual manera, entonces el hombre decapitó al ave; finalmente, una máscara que adornaba la pared de su casa le habló sobre los mismos presagios, fue tal el asombro del viejo que se dirigió a contarle al tlahtoani Moquihuixtli pero éste no le hizo caso. La batalla culminó con la victoria de los tenochcas sobre los tlatelolcas.[12]

            El hombre se preocupa por el porvenir, se pregunta constantemente qué le depara su suerte, qué plan le tienen designado los dioses, si serán arrojados al mundo sin poder hacer nada en contra de los propósitos divinos. Sin duda este tipo de cuestionamientos también los realizaba quien estaba enfermo de gravedad, ¿habría de morir así? En el mundo nahua, para dar respuesta a ello, el convaleciente podía pedir que le leyesen su destino a través de los granos de maíz.[13]

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            Fig. 03. Lámina que representa la adivinación por medio del lanzamiento de granos de maíz.La imagen muestra al dios Quetzalcoatl, al cual le rezaban antes de iniciar la adivinación.Abajo, quien está leyendo la suerte parece que está dando un fatídico resultado al hombre que está llorando: “si los tales granos hacían en medio vacuo […] era señal que […] moriría de aquella enfermedad”.[14]

            Una enfermedad podía ser provocada por distintas causas, pues las entidades anímicas que poseía el cuerpo humano (tonalli, teyolia e ihiyotl) reaccionaban a diversos factores externos. El tonalli, fungía como “la esencia” del ser humano, y le dotaba de características particulares.[15]

            Había ciertas cuestiones que podían alterar la salud de la persona y provocar que perdiese su tonalli: las naturales (durante el sueño profundo o en el coito),[16] las directas (acciones provocadas por un “brujo”)[17] y las indirectas (un susto[18] o una enfermedad). Otras causas que también afectaban a las entidades anímicas eran las apariciones fantasmales que podían “enfermar de susto”; este tipo de visiones nocturnas se le atribuían a Tezcatlipoca y también estaban cargadas de un sentido interpretativo, generalmente de mal agüero. Tales apariciones podían ser de un ente que llamaban youaltepuztli, un fantasma decapitado, que tenía un hueco en el pecho “como una puerta”, que al abrir y cerrar provocaba golpes secos que se escuchaban como una persona cortando madera. Otra de ellas era el tlacanexquimilli, fantasma sin pies ni cabeza que avanzaba dando vueltas y gimiendo; la cuitlapanton, una mujer enana que asustaba a las personas que la encontraban en el camino y otras visiones tales como fantasmas en forma de calavera o de bulto mortuorio.[19]

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Fig. 04. Aparición de un fantasma en forma de envoltorio de muerto. Códice florentino, t. I, Lib. V, fol. 13v.[20]

            La creencia en que los hechos naturales, e incluso los sobrenaturales, tienen un mensaje que puede ser interpretado, no es propia únicamente de las culturas antiguas, está inscrita aún hoy día, en acciones como la lectura de la mano, el tarot, las quemaduras de un cigarro o los asientos del café o del té. El pensamiento de que entidades divinas, superiores o desconocidas actúan sobre el destino del hombre puede verse en acciones tan cotidianas y pequeñas que muchas veces son imperceptibles: persignarse, bendecir la mesa y los alimentos, tener una pata de conejo en el llavero, usar colores específicos de ropa de acuerdo con el día, revisar los horóscopos, comprar incienso de olores diversos para el trabajo, la salud y el dinero, etc.[21]

            Tras la Conquista, muchos ritos y creencias fueron extirpados, pero perduraron otros que incluso los europeos adoptaron; fue entonces cuando la mezcla de culturas dio paso a un mosaico de creencias, ideas y supersticiones de las cuales México es heredero.[22] Si bien lo relevante en este trabajo no es hacer un compendio de creencias, sino conocer las diferentes formas en que el hombre ha buscado respuestas a sus preguntas sobre el porvenir. El pueblo nahua dejó un valioso legado cultural en las fuentes que registraron parte de su pensamiento, gracias a ellas podemos vislumbrar la preocupación que tenía sobre su futuro y el uso que se le daba a este tipo de conocimientos. Por medio de la adivinación podían conocer los días adecuados para la siembra o para casarse, asimismo tener supuestas nociones sobre su futuro inmediato, si alguien moriría de una enfermedad o si sería sacrificado. El ser humano está atado a su propia taxonomía, es y no deja de serlo hasta que muere y, según algunas religiones, ni siquiera cuando desaparece.

Efrén Fonseca Sánchez.

Seminario Crónicas y fuentes del siglo XVI novohispano

[1] Imagen tomada de https://www.goethehaus-frankfurt.de/goethe-museum/room-3

[2] De acuerdo con algunos mitos de creación, los dioses se sacrifican para dar vida a los hombres cuando se sangran  sobre los huesos preciosos para así formar la humanidad; por ello los seres humanos tienen dentro de sí una parte divina y al mismo tiempo, se hacen deudores (macehualtin).

[3] Alfredo López Austin, “La magia y la adivinación en la tradición mesoamericana” en Arqueología mexicana,  México, Editorial Raíces-INAH, septiembre-octubre 2004, vol. 15, núm. 69, p. 28.

[4] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013 (col. “Sepan cuantos…”, 300), p. 261. Para un listado mucho más grande sobre augurios y agüeros respecto a los animales y apariciones fantasmagóricas, ver p. 261-276 de la obra referida.

[5] Ibid., p. 218.

[6] Ibid., p. 218-238

[7] Ibid., p. 227. Además en esta veintena bajaban las Cihuateteo, mujeres muertas en parto que se convertían en acompañantes del Sol y en entidades monstruosas que descendían en otras cuatro fechas para aterrorizar a la gente y en especial a los niños.

[8] Sahagún se refería a este acontecimiento como “bautizo” aunque no tenía nada que ver con el bautismo cristiano, era más bien una serie de ritos tales como lavar al recién nacido y darle un nombre de acuerdo con la fecha de su nacimiento. Ibid., p. 242-243.

[9] Para profundizar sobre el destino de los recién nacidos, ver ibid., p. 217-246.

[10] Imagen tomada de Arqueología mexicana, Editorial Raíces-INAH, vol. XII, núm. 69, septiembre-octubre, 2004, p. 28.

[11] Ibid., p. 701-702.

[12] Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México, FCE, 1970, p. 122.

[13] Existían diversas prácticas de adivinación. Hernando Ruíz de Alarcón escribió una obra maravillosa sobre diversos conjuros, hechizos, supersticiones y rezos que conservaban los indígenas tras varios años después de la Conquista y que algunos de ellos pueden verse hoy día, tales como: rezar a la mazorca, a la coa o a la caña de pescar antes de iniciar la actividad, Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España en http://www.biblioteca.org.ar/libros/89613.pdf (consultado 26/07/15).

[14] Códice magliabechiano, fols. 78r y 77v

[15] Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología, vol. I, México, UNAM, 2012, p. 233. Para saber más acerca de las entidades anímicas, revisar el capítulo VI.

[16] Jaime Echeverría García, “Tonalli, naturaleza fría y personalidad temerosa: el susto entre los nahuas del siglo XVI” en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, julio-diciembre 2014, vol. 48, p. 177-212 en http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn48/977.pdf (consultado 16/07/15).

[17] La brujería no existió en el México prehispánico, pues ésta tiene que ver con un pacto con el Diablo, entidad que no tuvo cabida en el repertorio mítico precolombino. Las fuentes del siglo XVI y posteriores introdujeron este término. Para conocer más acerca de los distintos tipos de magos, adivinos o hechiceros,  que existieron antes de la llegada de los europeos, sus funciones y características, véase Alfredo López Austin, “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl” en http://www.mesoweb.com/about/articles/090.pdf (consultado 18/07/15)

[18] El tonalli es una entidad anímica caliente y el susto actuaba como un fenómeno que representaba el frío;  hay que recordar que en el México prehispánico la dualidad de esos conceptos jugaba un papel importante. Al perder el tonalli el frío invadía el cuerpo, dejando a la persona en una situación de vulnerabilidad que desembocaba en enfermedad y finalmente, en la muerte. Echeverría García, op. cit., p. 4, 9.

[19] Sahagún, op. cit., p. 263-264, 268-269.

[20] Imagen tomada de Arqueología mexicana, Editorial Raíces-INAH, septiembre-octubre 2004, vol. XII, núm. 69, p. 24.

[21] Más que tener creencias, “somos creencia”, como afirma Alfredo López Austin, Los mitos del Tlacuache, México, UNAM, 2006, p. 113.

[22] Solange Alberro, “Las ‘abusiones’ de origen prehispánico” en Arqueología mexicana, México, Editorial Raíces-INAH, noviembre-diciembre 1998, vol. VI, núm. 34, p. 61-63.

 

Obras consultadas

Alarcón, Hernando Ruíz de, Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España en http://www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf

Alberro, Solange, “Las ‘abusiones’ de origen prehispánico” en Arqueología Mexicana, Editorial Raíces-INAH, noviembre-diciembre 1998, vol. VI, núm. 34, p. 58-63.

Echeverría García, Jaime, “Tonalli, naturaleza fría y personalidad temerosa: el susto entre los nahuas del siglo XVI” en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, julio-diciembre 2014, vol. 48, p. 177-212 en http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn48/977.pdf

López Austin, Alfredo, “Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl” en  http://www.mesoweb.com/about/articles/090.pdf

____________, “La magia y la adivinación en la tradición mesoamericana” en Arqueología mexicana, Editorial Raíces-INAH, septiembre-octubre 2004, vol. XII, núm. 69, p. 20-29.

____________, Cuerpo humano e ideología, 2 vols., México, UNAM, 2012.

____________, Los mitos del Tlacuache, México, UNAM, 2006.

Sahagún, Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013 (col. “Sepan cuantos…”, 300).

Soustelle, Jacques, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México, FCE,