Presagios. La superstición en la antigua cosmovisión nahua IV

El presagio innato

Para Javier, Jonathan y Pedro.

Para Selma y Alexandra.

Las supersticiones dentro del pensamiento mágico-religioso nahua, representan una temática sumamente rica para su estudio; así ha quedado expuesto a lo largo de los últimos escritos realizados por los miembros de nuestro Seminario. En ellos se han plasmado ideas tan interesantes como la división entre agüeros y abusiones, o bien, la posibilidad que tenían aquéllos que presenciaban un suceso atípico de realizar ciertas acciones para que las consecuencias posteriores fueran favorables. Para este pequeño artículo hemos decidido tomar como eje un aspecto sustancial de la cosmovisión mexica: el tonalpohualli, cuya creación es atribuida a Cipactonal y Oxomoco (Figura 1).

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Figura 1. Representación de Cipactonal y Oxomoco en el Códice florentino, fol. 3v.[1]

El tonalpohualli, lejos de sólo ser un registro calendárico ordenado en veinte trecenas, determinaba el destino de las personas de acuerdo con el día en que cada hombre nacía, al cual llamaremos tonalli.[2] No cualquier persona podía dar una interpretación de la carga sobrenatural que cada signo poseía y la influencia que tendría en la vida del recién nacido, esta labor era llevada a cabo por un grupo específico de adivinos, el cual es nombrado por fray Bernandino de Sahagún como tonalpouhque, que eran “maestros desta astrologia o nigromancia: que contauan estos signos”.[3]

Si bien el fraile franciscano deja entrever que cada trecena se encuentra regida por un presagio-general, también anota la existencia de varias “casas” (días que constituyen cada “signo” o trecena) que en algunos casos pueden tener un destino diferente, y que presentan características muy particulares que a veces llegan a ser opuestas a lo que manifiesta el resto de la trecena. Además, es muy preciso en señalar que el presagio que se tiene sobre cada signo es dependiente del comportamiento de cada persona; es decir, si un hombre nacía bajo un signo próspero —ce cipactli, por ejemplo—, podía perder los beneficios que le presagiaba su tonalli si no “hazia penitencia, y si no se castigaua, y sino sufria los castigos: que se le hazen, y las palabras zelosas y asperas, que se le dan: y si es de mala criança, nj anda en camjno derecho”.[4]

Continuando por el mismo sendero, casos muy particulares se presentaban en varias de las trecenas, pero por cuestiones de espacio atenderemos únicamente las particularidades que atañen tanto a ce ocelotl (Figura 2) como a ce mazatl (Figura 3), esperando más adelante poder presentar un estudio detallado sobre el tonalli y su injerencia en el pensamiento mágico-religioso de la sociedad mexica anterior a la Conquista.

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Figura 2. Representación gráfica de la trecena ce ocelotl, fols. 6v y 7r del Códice florentino. Cabe señalar que falta una cuenta en el día trece muerte.

 

El signo ce ocelotl presenta como presagio-general “que era signo mal afortunado, en todos los treze dias, que gouernaua”.[5] Los días que corresponden a esta trecena son: ce ocelotl (uno jaguar), ome cuauhtli (dos águila), yei cozcacuauhtli (tres zopilote), nahui ollin (cuatro movimiento), macuilli tecpatl (cinco pedernal), chicuace quiahuitl (seis lluvia), chicome xochitl (siete flor), chicuei cipactli (ocho lagarto), chicnahui ehecatl (nueve viento), matlactli calli (diez casa), matlactlionce cuetzpallin (once lagartija), matlactliomome coatl (doce serpiente) y matlactliomei miquiztli (trece muerte). Como dijimos, el nacido bajo este signo “remediauase, por la destreza, y diligencia que hazia: por no dormir mucho, y hazer penjtencia, de ayunar, y punçarse, sacando la sangre de su cuerpo […] si era obediente, y entendido, y si sufria los castigos, o injurias, que le hazian: sin tomar vengança dellas”.[6] A semejanza del ejemplo que citamos anteriormente, evitar la holgazanería y los vicios aseguraba un buen futuro para los nacidos en cualquiera de las dos trecenas, siendo la única diferencia que en ce cipactli se debía luchar en contra de las influencias externas, y en ce ocelotl contra la esencia de su propia trecena.

Ahora bien, en esta última se mencionan tres fechas independientes al augurio-general, éstas son nahui ollin, chicome xochitl y chicnahui ehecatl. La primera poseía una carga semiótica especial dentro de la cosmovisión prehispánica, ya que “era signo del sol, y le tenjan en mucho los señores: porque le tenjan, por su signo […] y el q[ue] nacia en este dia: era indiferente, su ventura, o buena, o mala”.[7] La segunda parece haber tenido una carga bivalente, puesto que Sahagún menciona que “la septima casa de este signo: se llama suchitl, dezian: que era indiferente, bien afortunado, y mal afortunada”, debido a que la carga negativa recae en las mujeres que rompen el ayuno durante la fiesta en honor a Xochiquetzal.[8] La última fecha que nos ha llamado la atención de esta trecena posee características más tajantes, las cuales parecen acentuar el sentido desfavorable que tenían aquéllos que nacían en este signo. Sahagún apunta que “la novena casa deste signo: hecatl, es mal afortunada: que qualquiera que nacia, en aquel dia, era: mal afortunado: porque su vida, seria como viento, que lleva consigo todo quanto puede […] aunque sea hombre valiente, o soldado, no ay qujen se acuerde del”.[9]

Pareciera que el tonalli de las dos primeras fechas que hemos expuesto está sumamente emparentado, pero no es del todo cierto. Si bien ambas son parte de las fiestas movibles que enlista el propio fraile,[10] y ambas otorgan al sujeto la capacidad de reivindicar su destino con base en su formación personal, en el segundo caso, el infortunio sólo caía sobre “qualqujera muger labrandera, que quebrantara el ayuno [antes de la fiesta de Xochiquetzal]: le acaecia, y merecia: que fuesse mala muger publica”. Contrario a esto, el presagio que se daba para cualquier persona nacida en chicnahui ehecatl no tenía modo de cambiarse, su destino habría de ser el asemejarse al viento y ser olvidado, sin importar las grandes acciones que pudiera desempeñar o la valentía que demostrara.

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Figura 3. Representación de las fechas ce mazatl y ome tochtli, fols. 8v y 9r del Códice florentino.

En la segunda trecena que analizaremos se advierte que “todos los dichos treze dias, dezian: que vnos eran bien afortunados, y otros mal afortunados: como parecera, por la declaracion dellos”,[11] por lo que cada persona nacida bajo este signo tendría la oportunidad de tener buena o mala fortuna dependiendo de ellos mismos. No obstante, es sumamente interesante que un par de líneas más abajo se pueda leer:

qualquiera, que nacia: siendo hijo de principal, en el dicho signo: sería también noble y principal […] Y si nacia, vn hijo de hombre de baxa suerte, en aquel dia, dezian: que seria bien afortunado, y que merecería ser hombre de guerra […] y seria hombre de mucha graueuedad, y no cobarde ni pusilanime. Y si nacia hembra […] lo mesmo merecia […] y no daria pesadumbres a sus padres. [12]

Elegimos esta trecena precisamente por las características que posee, ya que vimos que tiene las tres cargas: “neutral”, “positiva” y “negativa”; sin embargo, es notable que sólo una casa (yei atl, “tres agua”) presente un presagio indiferente hacia la fortuna o el infortunio. Dejando fuera esta fecha, aquéllas que cumplen con el augurio favorable son: nahui itzcuintli (“cuatro perro”), chicome acatl (“siete caña”), y matlactliomei quiahuitl (“trece lluvia”). En otras palabras, sólo cuatro de los trece días que componen esta trecena cumplen con alguna de las características generales que menciona Sahagún.

Seis de las casas que sobran (chicuace malinalli, “seis hierba”, chiuei ocelotl, “ocho jaguar”, chicnahui cuauhtli, “nueve águila”, matlactli cozcacuauhtli, “diez zopilote”, matlactlionce ollin, “once movimiento”, y matlactliomome tecpatl, “doce pedernal),  tenían  pronósticos desfavorables para los nacidos en cada una de ellas. Quedan, pues, los casos de ce mazatl, “uno venado”, ome tochtli, “dos conejo”, y macuilli ozomatli “cinco mono”.

Tal como en el caso de nahui ollin que revisamos en la trecena anterior, aquí tenemos nuevamente una fecha calendárica asociada con una divinidad: ome tochtli, la cual se identifica con uno de los Centzon Totochtin, deidades del pulque. No es de extrañar, pues, que en este día se hiciera una fiesta en honor a dichos númenes y que las personas nacidas en este día fueran percibidas como propensas al alcoholismo. El caso de ce mazatl es un poco más complejo, pues se tenía la creencia de que ésta era una de las cinco fechas en que descendían las Cihuateteo (Cihuapipiltin), diosas que infundían cierto terror entre la población mexica, porque se pensaba que bajaban a causar males, quizá sea por este motivo por el que se decía de aquél que nacía en este día que “era temeroso, y de poco animo, y pusilánime […] porque es su natural del ciervo ser temeroso: y era temeroso demasiadamente”. [13] Por último, la casa macuilli ozomatli presagiaba para sus portadores que “el que nacia, en esta casa: era inclinado a plazeres, y regozijos, y chocarrerías”,[14] pudiendo explicarse esta relación a través del lazo que une al mono (ozomatli) con Xochipilli-Macuilxochitl (Figura 4), numen asociado con los placeres y los juegos.

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Figura 4. Representación de Xochipilli con el signo ozomatli en el pecho, lámina 53 del Códice Borgia.

Como hemos intentado exponer —quizá de manera muy somera—, el nacimiento de una persona traía consigo la recepción de un presagio; sin embargo, éste se encontraba supeditado a la trecena, y más específicamente al día, en la cual se daba el alumbramiento. El augurio con el cual era recibido el bebé podía ser evitado (en caso de ser perjudicial) o conservado (en caso de ser favorable) bajo determinados actos y circunstancias que él mismo manifestaría a lo largo de su vida, pero es evidente la influencia que ejercía la religión en las supersticiones populares (como se demuestra en los casos de ce mazatl y nahui ollin). Si bien es necesario realizar un estudio más profundo al respecto de la relación  entre las deidades y los augurios dados a los recién nacidos, hemos pretendido dar un pequeño esbozo de lo que es, sin duda alguna, una enorme temática que deja muchas preguntas por resolver.

Javier Sebastián Juárez Quezada

Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.

[1] Todas las imágenes del Códice florentino que presentamos corresponden al mismo tomo, libro y capítulo, por lo que sólo anotaremos los folios en las cuales se encuentran.

[2] En este momento no es de nuestro interés realizar un análisis exhaustivo sobre el llamado “tonalismo” y su probable identificación como una reminiscencia animista-totémica, ni mucho menos analizar esta “esencia” como se maneja en Alfredo López Austin, Cuerpo humano ideología, t. I, México, UNAM-IIA, 1996, p. 223-235; por el contrario, usaremos este término, tonalli, para referirnos exclusivamente a todo lo que se presagiaba a una persona portadora de un signo determinado.

[3] Fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, t. I, México-Florencia, Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979,  Libro IV, Capítulo I, fol. 3v.

[4] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo I, 2v. Cabe apuntar aquí que cuando Sahagún nombra los días que componen esta trecena (fol. 2r.), menciona que “el decimo dia, es de otro caracter, que se llama uçomatli, que qujere dezir mona. El vn decimo dia, es de otro carácter: que se llama ytzcujntli, que qujere dezir perro”, lo cual es un error del franciscano, dado que el signo itzcuintli siempre es anterior al de ozomatli.

[5] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo II, fol. 4r.

[6] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo II, fols. 4v. y 5r.

[7] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo II, fols. 5r. y 5v.

[8] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo II, fol. 5v.

[9] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo II, fols. 6r. y 6v.

[10] Ibid., t. I, Libro II, Capítulo XIX, fol. 12r.

[11] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo 3, fol. 7v.

[12] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo 3, fols. 7v y 8r.

[13] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo 3, fol. 8r.

[14] Ibid., t. I, Libro IV, Capítulo 6, fol. 15r.

Obras consultadas

  • Sahagún,  fray Bernardino de, Códice florentino, t. I, México-Florencia, Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979.
  • López Austin, Alfredo, Cuerpo humano ideología, t. I, México, UNAM-IIA, 1996.

Presagios. La superstición en la antigua cosmovisión nahua III

Los agüeros indiferentes o disímiles

 “No habiendo aún perdido  aquel maldito apetito, no cesamos de porfiar, de querer investigar, por fas o por nefas, lo que ignoramos, así acerca de las cosas naturales como cerca de las cosas sobrenaturales.”[1]

El pensamiento mágico-religioso de los antiguos mexicanos es una suma de complejas creencias que hoy en día podrían parecerle al lector totalmente ajenas a su realidad y por ende incomprensibles. El propósito de este breve trabajo es precisamente dar a conocer una manifestación auténtica de la magnífica riqueza cultural mesoamericana a través de una fracción de ella, los famosos agüeros recopilados por Fray Bernardino de Sahagún. Estas creencias de carácter adivinatorio con matices sobrenaturales y predictores traían consigo, muchas veces, sucesos desfavorables para quien los presenciaba como la muerte,  enfermedad o bien algún incidente, sin embargo, había ocasiones en que uno de estos episodios podía ser, para el individuo que lo atestiguaba, de buena fortuna.

A pesar de la opuesta  naturaleza de los acontecimientos que generalmente se pronosticaban, resulta interesante la figura mencionada por Sahagún del “agüero indiferente”,[2] el cual era una especie de presagio que podía traer consigo buena o mala fortuna, según la manera en que el espectador lo percibiera. Uno de los casos era el que presenciaban los mercaderes al escuchar el canto de un ave que llamaban huactli, [3] oactli o oacton; Hernando Ruiz de Alarcón describe a este animal diciendo que: “Lo mesmo creen de las aves extraordinarias, v. g. águilas, y de la ordinarias, temen al paxarillo de pluma al que llaman huactzin o huacton, que es lo mismo, y es poco mayor que un aguilucho, y de muy buen pico y uñas”.[4] El propio Sahagún, en el Códice Florentino señala que dicha ave era similar a un  águila llamada cozcaquauhtli[5] “águila de cabeza  bermeja”[6]  desafortunadamente el fraile omitió el dibujo de la misma, por lo que su clara identificación resulta una labor sumamente compleja.

Este fenómeno  premonitorio era ambivalente pues anunciaba  tanto vicisitudes buenas como malas y era atestiguado principalmente por los pochtecas o mercaderes[7] quienes tenían  la labor de caminar largas distancias de día y noche  a través de tempestuosos caminos de inhóspitos paisajes naturales como valles profundos, arroyos de gran extensión, montañas,[8]  ”entre los barrancos, entre las sabanas, en medio del bosque, en la arboleda obscura, en el interior del bosque, entre los árboles.”[9]

Es importante mencionar que la relación entre los animales y el hombre fue un aspecto de suma relevancia para los pueblos mesoamericanos, Yolotl Gonzales Torres menciona que la interacción constante con dichos animales en su medio natural siendo éstos no domesticados “benéficos y destructores le permitía[n al hombre] observar los hábitos de dichos animales”.[10] En el caso del oactli o huactli, parece ser que el atípico sonido de su canto en las ciudades, así como los hábitos que tenía, pudieron ser elementos que llamaban la atención de los mercaderes cuando realizaban sus viajes.

Cuando esta ave entonaba su canto, era  tomado con gran ánimo únicamente si hacía un sonido semejante al de una risa, que al mismo tiempo pronunciaba palabras que confortaban los corazones de los hombres presentes. Respecto a esto último Sahagún apunta que: “tenianle por bueno cuando cantaba como quien ríe, porque entonces, parecía que decía yeccan, yeccan, que quiere decir buen tiempo, buen tiempo; cuando de esta manera cantaba no tenía sospecha de que vendría algún mal, antes se holgaban de oírle porque tenían que alguna buena dicha les había de suceder”[11] en cambio, Ruiz de Alarcón señala  que no era una risa lo que los hombres escuchaban, sino  que los indios afirmaban  que esta ave los llamaba por su nombre.[12]

Si bien la descripción que nos aportan ambos autores parece sumamente breve, es oportuno señalar que, al menos para el franciscano, este augurio presentaba un carácter benéfico íntimamente ligado al graznido del ave —“yecan, yecan”—, pues expresaba lo más valioso para el hombre mesoamericano: la fortuna en términos generales. Es muy probable que este presagio fuese tomado como una señal de protección para los mercaderes, quienes lo escuchaban con mayor frecuencia, en contra de riesgos como: “maleantes, ladrones bandidos, salteadores, saqueadores”[13] que podían robarlos y despojarlos de sus pertenencias o bien, ante la amenaza que representaban los animales salvajes.

Otra forma de augurio con naturaleza ambivalente que Sahagún menciona es la aparición del pinahuiztli una especie de arácnido de color rojo que Alfredo López Austin asocia, aunque de forma escueta, con el “niño,”[14]comúnmente conocido como el insecto “cara de niño” (Fig. 1a) A diferencia de aquél del ave oactlio huactli, en este augurio por medio de la intermediación del testigo podía conocerse si en realidad este hecho traería algún mal o sólo se trataba de un error interpretativo que resultaría traer buenas noticias (Fig. 1b). La primera percepción que se tenía al encontrar este animal en alguna casa, era que traía consigo males, una enfermedad o premonición de que ciertas confrontaciones podrían ocurrir, lo cual  provocaría la vergüenza del individuo.[15] El hombre o mujer que atestiguaba esto se hallaba en la condición de consultar su destino sin acudir a algún especialista tonalpouhque o tlapouhqui.[16] Para hacerlo, colocaba al insecto en la parte central de un diseño realizado sobre la tierra que consistía en la imagen de los cuatro rumbos, semejante a una cruz; una vez terminado el trazo, la persona le escupía al insecto, y le cuestionaba sobre el motivo real de su aparición, con la finalidad de que el animal se dirigiera hacia alguno de los cuatro rumbos, siendo principal motivo de preocupación e interés si se dirigía hacia el Norte “el Rumbo de los Muertos”,[17] si el pinahuiztli no se dirigía hacia este lugar los riesgos de padecer algún mal se reducían drásticamente.

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Fig. 1a) Insecto  Stenopelmatus  conocido como “cara de niño”.

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Fig 1b) Encuentro con  el pinahuiztli, Códice florentino, Libro 11.

Por último, el insecto era sometido a otra prueba  para medir la gravedad del augurio o bien descartar cualquier mal, el  pinahuiztli  era colocado por un individuo en un cruce de caminos o bifurcación, el texto original refiere: “Pero otro lo ataba con un cabello y lo colgaba alto. Si al amanecer ya no lo veía ahí, podía manifestar mal agüero. Pero si al amanecer ahí estaba colgado se ponía muy tranquilo su corazón.”[18] Sahagún se refiere a la ambivalencia de la suerte que este insecto podía otorgar, de la siguiente manera: “Algunas veces tenían este agüero por indiferente de mal y de bien, porque algunas veces el que encontraba con ella había de encontrar con alguna comida.”[19]

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Fig. 1c) Pinahuiztli pintado en una manta ritual. Códice Tudela.

Finalmente, me parece que ambos augurios surgen como resultado de una interrelación en donde la voluntad se colectivizó para indagar en aspectos ignorados tanto de las cosas naturales como de las sobrenaturales cuya interpretación permitía al hombre mesoamericano  guiarse  dentro  de su realidad, razón por la cual estos acontecimientos eran tomados en gran consideración en el pensamiento mágico–religioso nahua y por ende en la vida cotidiana de esta sociedad. De tal forma, el hombre mesoamericano se apropió de ciertas creencias sobrenaturales que le fueron útiles y que se manifestaban a modo de señales naturales, ya fuesen emitidas por mamíferos, aves, insectos o algún otro elemento de la naturaleza, y cuya finalidad era la de alertar al observador de que algo positivo o negativo, podría ocurrirle en el futuro, como Alfredo López Austin señala: “el augurio o agüero es una señal que estima captar el hombre de los acontecimientos futuros.”[20] En suma, tanto el pinahuiztli  como el ave  huactli o oactli  manifiestan a las personas no sólo un aspecto catastrófico y fatalista  comúnmente  descrito en las fuentes, sino también la posibilidad de que el individuo obtenga algún beneficio de su encuentro con estos animales ya sea tranquilidad, fortuna, o comida.

Ana Casado Gallegos.

Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.

[1] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013. (col. “Sepan cuantos…”, 300), p. 259

[2] Ibid., p 261.

[3] La palabra huactli parece traducida en  Alfredo López Austin, Augurios y Abusiones, México, 1969, UNAM-IIH, p.23.

[4] Hernando Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España , p. 29 en http://www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf (consultado 27/07/15).

[5] Fray Bernardino de Sahagún, Historia Genera de las cosas de la Nueva España: Códice Florentino, Libro XI, p 198 en http://www.wdl.org/es/item/10622/view/1/93/ (consultado 27/07/15).

[6] Fray Alonso de Molina, Vocabulario en lengua mexicana y castellana, México, Casa de Antonio Spinosa, 1571, Fol. 27r,  en https://archive.org/stream/vocabularioenlen00moli#page/n313/mode/2up (consultado 29/07/15).

[7] Adela Fernández, Dioses prehispánicos de México: mitos y deidades del panteón náhuatl, México, 1992, Panorama editorial, p 138.

[8] Sahagún, Historia general…, op. cit., p. 262.

[9] López Austin, op. cit., p. 23.

[10] Yólotl González Torres, Animales y plantas en la cosmovisión mesoamericana, México,2001, Conaculta-INAH-Plaza y Valdés Editores, p 107.

[11] Sahagún, Historia general…, op. cit., p 262.

[12] Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones…, op. cit., p 29.

[13] López Austin, op. cit., p. 25.

[14] Ibid. p. 183.

[15] Ibid.  p. 43.

[16] Alfredo López Austin, “Cuarenta clases de magos en el mundo náhuatl” en Estudios de Cultura Náhuatl, vol. VII, México, UNAM-IIH, 1967, p. 106.

[17] López Austin, Augurios y Abusiones, op. cit., p 43.

[18] Ibid p. 43.

[19] Sahagún , Historia general… op. cit. p. 266.

[20] López Austin, Augurios y Abusiones, op. cit. p.11

Obras consultadas

  • Fernández, Adela, Dioses prehispánicos de México: mitos y deidades del panteón náhuatl, México, Panorama editorial, 1992.
  • González Torres, Yólotl, Animales y plantas en la cosmovisión mesoamericana, México, Conaculta-INAH-Plaza y Valdés Editores, 2001.
  • López Austin, Alfredo, “Cuarenta clases de magos en el mundo náhuatl” en Estudios de Cultura Náhuatl, vol. VII, México, UNAM-IIH, 1967.
  • _________________, Augurios y Abusiones, México, UNAM-IIH, 1969.
  • Molina, fray Alonso de, Vocabulario en lengua mexicana y castellana, México, Casa de Antonio Spinosa, 1571, fol. 27r. en https://archive.org/stream/vocabularioenlen00moli#page/n313/mode/2up (consultado 29/07/15).
  • Ruíz de Alarcón, Hernando, Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España, en http://www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf (consultado 27/07/15).
  • Sahagún, fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013, (col. “Sepan cuantos…”, 300).
  • ________________________, Historia Genera de las cosas de la Nueva España: Códice Florentino, Libro XI, p. 198 en http://www.wdl.org/es/item/10622/view/1/93/ (consultado 27/07/15).
  • Séjourné, Laurette, Supervivencias de un mundo mágico, México, FCE-Tezontle,1996.