Rituales de Sacrificio III

Las formas del Sacrificio Humano

Dentro de la religión mesoamericana, concretamente entre los mexicas, los sacrificios humanos alcanzaron un nivel de ritualidad muy especializado, que variaba de acuerdo con el momento en que las ceremonias se efectuaban: ya fuera en las fiestas fijas de las veintenas, las fiestas móviles del tonalpohualli,  cuando se buscaba propiciar lluvias o consagrar edificaciones. En los rituales del sacrificio humano, a pesar de que es una idea muy extendida, no siempre recurrían a la cardioectomía o extracción del corazón. En efecto, existieron otras formas cruentas de inmolación para realizar estos rituales, tales como decapitar y degollar, los llamados “rayamiento” (tlahuahualiztli), “asamiento”, y “flechamiento” (tlatlacaliztli) y, por último, la precipitación de la víctima desde lo alto de un poste. Estos tipos de sacrificio serán descritos a continuación:

Cardioectomía: Es la forma más conocida y documentada del sacrificio y se representa en varios códices (figura 1), así como en la cerámica (vasos mayas del Clásico), en relieves y pinturas murales como en los de Chichén Itzá y además se describe en las fuentes escritas.[1] Consistía en acostar a la víctima en el techcatl, una piedra labrada de muy diversas formas y de aproximadamente un metro de altura, ya fuera a media espalda y en el dorsal superior, de modo que quedase con el torso tenso, era sujetado del cuello y las extremidades por cinco asistentes del sacerdote sacrificador llamados chachalmecah,[2] mientras éste, con un cuchillo de pedernal le cortaba el pecho de tetilla a tetilla por el segundo espacio intercostal, la tensión sobre el tórax ejercida por los chachalmecah abría un poco más la caja torácica y le facilitaba al sacerdote la extracción del sagrado órgano.[3] Otra manera de realizar este sacrificio consistía en lacerar debajo de las costillas a la altura del estómago, con el fin de que el sacerdote metiera la mano con una navajilla de obsidiana para cortar venas y arterias y extraer luego el corazón, esta práctica se tiene documentada entre los mayas.[4] Posteriormente se tomaba la sangre con un cajete o escudilla y se empapaban papeles con ella para alimentar a las estatuas de las deidades.[5] Finalmente la víctima era decapitada y su cuerpo era arrojado (o bien bajado con tiento y solemnidad) de lo alto de templo y desollado o descuartizado para ser consumido ritualmente.

E3F1Sac

                             Sacrificio por cardioectomía. Códice Nuttall, lámina 74 (detalle), en http://www.famsi.org/spanish/research/graz/zouche_nuttall/img_page74.html,                                                                           (consultado 21/05/2015).

Decapitación: Este tipo de sacrificio fue el segundo más común en Mesoamérica y se encontraba principalmente asociado al juego de pelota (como puede verse en los relieves de El Tajín y Chichén Itzá) y a la fertilidad. En la sociedad mexica, éste podía realizarse antes o después de la cardioectomía, el primer caso se encuentra registrado en la fiesta de Huey Tecuilhuitl con la representante de Xilonen;[6] mientras que el segundo queda evidenciado en la veintena de Toxcatl, cuando al ixiptla de Tezcatlipoca,  después de haber sido extirpado su corazón y bajado su cuerpo en palmas, le cortaban la cabeza y la espetaban en el tzompantli.[7] Una de las representaciones pictográficas de la decapitación se encuentra plasmada en las láminas 20 y 24 del Códice Laud (fig. 2).

E3F2Sac

                           Sacrificio por decapitación, Códice Laud, lámina 20, (detalle) en                                                   http://www.famsi.org/spanish/research/graz/laud/img_page20.html,                                                                                       (consultada 21/05/2015).

Degollamiento: Se puede observar en algunos códices, como por ejemplo en la sección inferior izquierda de la lámina 58 del Códice Borgia (fig.3), cuya imagen puede ser interpretada como un acto de degüello. Durán señala que a través de este ritual se inmolaban niños en honor a Tlaloc, los Tlaloqueh y los Tepictoton en la cima del Monte Tlaloc durante la veintena de Huey Tozoztli, donde, dentro de una litera degollaban a los niños para alimentar a las dos estatuas de Tlaloc,  una que se encontraba en el centro del templo de tetzacualco, y la otra dentro de un adoratorio modesto al extremo oriente del recinto, junto a las representaciones de los Tlaloqueh y los cerros.[8]

E3F3Sac                                 Sacrificio por degüello, Códice Borgia, lámina 58 (detalle) en                                                      http://www.famsi.org/spanish/research/loubat/Borgia/page_58.jpg,                                                                                   (consultado 21/05/2015).

Rayamiento: Conocido también como sacrificio gladiatorio, consistía en el enfrentamiento de un cautivo prácticamente desarmado[9] contra cuatro guerreros bien pertrechados. Si lograba vencerlos, debía enfrentarse a uno más, que se caracterizaba por ser zurdo; en caso de obtener la victoria, evitaría ser sacrificado.[10] Sin embargo, si le derrotaban, una vez debilitado y sangrante, se le tendía sobre el temalacatl y allí se le sacaba el corazón. Ejemplos pictográficos de este tipo de sacrificio se pueden apreciar en códices como el Zouche Nuttall, lámina 83; en la lámina alusiva al capítulo IX del la Historia de Durán;[11] (fig.4) y en los Primeros memoriales de Sahagún en el folio 256v.[12]

E3F4Sac

Sacrificio por rayamiento o gladiatorio. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, tomo I, Ángel María Garibay (ed.), México, Porrúa, 1984, (col. Biblioteca Porrúa, 36), lámina 15.

Asamiento: Ocurría en la fiesta de Xocotl Huetzi y precedía a la cardioectomía: Consistía en maniatar a las víctimas, arrojarlas a una hoguera y tras ser sacadas de ella, agonizantes por las quemaduras, extraerles el corazón.[13] Durán relata también que en Xochimilco a honra de Cihuacoatl-Quilaztli, en la veintena de Huey Tecuilhuitl, se sujetaba a las víctimas por sus extremidades y así eran expuestas al fuego, que era llamado  “brasero divino”,[14] también se les retiraba en agonía de las llamas y se les sacaba el corazón. (fig. 5)

E3F5Sac

Sacrificio por asamiento. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, tomo I, Ángel María Garibay (ed.), México, Porrúa, 1984, (col. Biblioteca Porrúa, 36), lámina 22.

Flechamiento: consistía en amarrar al cautivo en un marco de madera en lo alto, para después ser asaeteado. Durán lo relata como el modo que tenían los de Chalco para sacrificar a honra del dios de la caza,[15] también esta manera de sacrificio se relata e ilustra en la Historia Tolteca Chichimeca en la foja 28r[16] y en el fol. 41v del Códice Telleriano-Remensis.[17] (fig. 6) Con base en las glosas de este último, se puede aseverar que dicho ritual estaba relacionado con la propiciación de la fertilidad, pues versa que en el “año de uno conejo y de 1506 [años]… asaeteó Moctezuma [a] un hombre de esta manera, dicen los viejos que fue por aplacar a los dioses porque bien había doscientos años que siempre tenían hambre en el año de un conejo”.[18] Por otro lado, como se observa la lámina 83 del Códice Zouche Nuttall,  por el atavío de las víctimas, podemos deducir que Xipe tenía relación con este  tipo de sacrificio.

E3F6Sac

Sacrificio por flechamento (detalle), Códice Telleriano-Remensis, f. 41r, en http://www.famsi.org/spanish/research/loubat/Telleriano-Remensis/page_41v.jpg, (consultado 22/05/2015).

Precipitación: se celebraba en Ochpaniztli a honra de Toci. Consistía en subir a la víctima a lo alto de un poste para luego arrojarla al vacío, y una vez abajo, recién muerta o aún agonizante se le degollaba. Durán relata e ilustra este episodio en el capítulo XV del tomo I y XVII del tomo II de su Historia. En el primero pormenoriza el ritual en honor a Toci, mientras en el segundo nos cuenta cómo el noble mexica Ezhuahuacatl se inmoló de esta manera.[19] (fig. 7)

E3F7Sac

Sacrificio por precipitación. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, tomo II, Ángel María Garibay (ed.), México, Porrúa, 1984, (col. Biblioteca Porrúa, 37), lámina 16.

Este breve acercamiento evidencia, dada la gran variedad de tipos de sacrificio existentes en la sociedad nahua, que cada uno de los rituales que aquí describimos era trascendental en el contexto sacro en que se efectuaba. Más allá de plantear a la cardioectomía como la manifestación más importante del sacrificio humano entre los mexicas, debemos entender al sacrificio en sí como  el punto culminante de cada ceremonia y que sus diferencias están en función de la divinidad o fuerza natural que se busque propiciar.

Gerardo Antonio Ramírez.

Seminario Crónicas y fuentes del siglo XVI novohispano

[1]“En esta forma realizaban el sacrificio humano: Cuando un cautivo o esclavo moría, lo llamaban teomicqui [el sacrificado a los dioses]. Así lo llevaban a los escalones del templo delante del diablo: Ellos sólo lo tomaban por la mano, y uno llamado un colocador lo ponía en la piedra de sacrificio. Y cuando había sido puesto sobre ésta, cuatro hombres sujetaban sus manos y tensaban sus pies. Y en la mano del sacerdote del fuego estaba el cuchillo de pedernal con el cual abriría el pecho de la víctima sacrificial ceremonialmente bañada. Y entonces abría su pecho [y] primero sacaba su corazón. Y todavía estaba vivo cuando le abrían el pecho. Y después de que sacaba el corazón, lo presentaba como una ofrenda al sol.” Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de T.D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de H.B. Nicholson, A.J.O. Anderson, C.E. Dibble, E. Quiñones Keber y W. Ruwet Norman, University of Oklahoma Press, 1997. Traducción del inglés al español del Seminario Permanente: Crónicas y fuentes de origen indígena del Siglo XVI novohispano. p. 72.

[2] Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, tomo I, Ángel María Garibay (ed.), México, Porrúa, 1984, (col. Biblioteca Porrúa, 36),  p. 31.

[3] Yolotl Gonzalez Torres, El sacrificio humano entre los mexicas, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 123.

[4] Fray Diego de Landa,  Relación de las cosas de Yucatán Miguel Rivera Dorado (ed.), Madrid, Dastin Ediciones, 2002, p. 99 y 100.

[5] “La alimentación [de los dioses] se hacía en esta forma: Cuando ellos abrían el pecho de un esclavo o cautivo, entonces recogían la sangre en una escudilla y quizá echaban un papel dentro del recipiente, el cual absorbía la sangre. Entonces ellos llevaban [la sangre] en la escudilla y sobre los labios de todos los diablos untaban la sangre, toda la sangre, de la víctima sacrificial”. Sahagún, op. cit., p. 74.

[6] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 1975 (col. “Sepan cuantos…”,  300), p. 82.

[7]Ibid.  p. 79.

[8] Durán, op. cit., tomo I, p.83-85.

[9] Únicamente llevaba una rodela blanda y un macuahuitl con plumones de ave en lugar de navajas de obsidiana.

[10] Sin embargo, Diego Muñoz Camargo narra el caso de Tlahuicole, un tlaxcalteca que logró vencer a más de cinco guerreros y aún así fue sacrificado. Michel Graulich pone en duda el grado de heroicidad de este hombre,  véase “Tlahuicole, un héroe tlaxcalteca controvertido” en Federico Navarrete y Guilhem Olivier (coords.), El héroe entre el mito y la historia, México, UNAM-IIH-CEMCA, 2000, p. 89-99

[11] Durán, op. cit., tomo I, lám 15.

[12] Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, edición facsimilar de Ferdinand Anders, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1993, fol. 256v.

[13] Durán, op. cit., tomo I, p. 120.

[14] Ibid., p. 127-128.

[15] Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, tomo II, Ángel María Garibay (ed.), México, Porrúa, 1984, (col. Biblioteca Porrúa, 37), p. 147.

[16] Historia Tolteca-Chichimeca en: http://amoxcalli.org.mx/laminas.php?id=046&ord_lamina=046_28r&act=, (consultado 21/05/2015).

[17]Códice Telleriano-Remensis en http://www.famsi.org/spanish/research/loubat/Telleriano-Remensis/page_41v.jpg, (consultado 21/05/2015).

[18] Ibid., transcripción paleográfica del autor.

[19] Durán, op. cit., tomo I, p. 146 y 147 y tomo II, p. 152.

Fuentes consultadas:

-Durán, fray Diego de, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, 2 tomos, Ángel María Garibay (ed.), México, Porrúa, 1984, (col. Biblioteca Porrúa, 36 y 37).

-González Torres, Yolotl , El sacrificio humano entre los mexicas, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.

-Landa, fray Diego de, Relación de las cosas de Yucatán, Miguel Rivera Dorado(ed.), Madrid, Dastin Ediciones, 2002.

-Navarrete, Federico  y Guilhem Olivier (coords.), El héroe entre el mito y la historia, México, UNAM-IIH-CEMCA, 2000.

-Sahagún, fray Bernardino de, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de T.D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de H.B. Nicholson, A.J.O. Anderson, C.E. Dibble, E. Quiñones Keber y W. Ruwet Norman, University of Oklahoma Press, 1997.

– ____________, Historia General de las Cosas de Nueva España, México, Porrúa, 1975 (Sepan Cuantos…, 300).

Historia Tolteca-Chichimeca en: http://amoxcalli.org.mx/laminas.php?id=046&ord_lamina=046_28r&act, (consultado 21/05/15).

Códice Telleriano-Remensis en http://www.famsi.org/spanish/research/loubat/Telleriano-Remensis/page_41v.jpg, (consultado 21/05/15).

Rituales de sacrificio II

El sacrificio mexica: los elementos sagrados del ritual

El valor intrínseco del sacrificio radicaba en que era concebido como un medio de comunicación con los dioses, una especie de puente que unía lo sacro y lo profano. Entre hombres y dioses existe una relación de dependencia mutua, los primeros necesitan de los favores de las divinidades y, de igual manera, los dioses necesitan nutrirse de la sangre y corazones humanos para mantener los ciclos universales. El hombre, al ser creado por los dioses estaba en deuda con ellos y obligado a sustentarlos a cambio de los mantenimientos generados por la tierra y madurados por el Sol.[1] Las ofrendas para los númenes eran aquellas sustancias emanadas de los cuerpos de los seres terrenales, y según su cosmovisión, los dioses preferían la sangre, la cual era obtenida de dos formas: en el primer caso, el autosacrificio,  por medio de un ritual en el que el oferente se infringía daño en el cuerpo, con el fin de otorgar el líquido vital. Esto se llevaba a cabo con diversos instrumentos como punzones de hueso, púas de maguey, navajillas de obsidiana, cuerdas, pajillas, etc.

El segundo, en el que profundizaremos a continuación, radicaba en ofrecer la vida, preferentemente la sangre y corazón de una persona o animal, pues se creía que la muerte violenta causaba la liberación de las entidades anímicas, siendo el tonalli y el teyolia, contenidos en la cabeza y el corazón respectivamente, los elementos devorados por los númenes.[2] Dentro de la cosmovisión mexica las víctimas sacrificiales tienen distintas denominaciones, tales como: los pagos, las imágenes, los lechos de los dioses y los dueños de piel.[3]

F2E2Sac

Posible representación del desprendimiento de las entidades anímicas durante la muerte.                                         Detalle inferior de la lámina 27v del Códice Laud.

Los pagos (nextlahualtin), eran aquéllos que estaban destinados a corresponder los beneficios de los dioses, su función era calmar las ansias de la tierra y del inframundo, con ellos se disminuiría el hambre y las desgracias.

Las imágenes (ixiptla) servían como personificaciones de los dioses en las festividades, eran una representación terrestre de los mismos, para su elección se tomaban en cuenta las características corporales de las víctimas y además su habilidad en actividades como el baile y la música. Cabe mencionar que en algunas ceremonias los ixiptla no eran sacrificados.

Los lechos de los dioses (pepechtin) iban junto a los ixiptla durante las ceremonias y ritos, eran sacrificados antes o después de éstos y servían como sus acompañantes en el más allá.

Los dueños de piel (xipeme), eran aquéllos a los que se les despojaba de su piel, para que ésta fuera vestida por un ixiptla en la ceremonia.

Para comprender mejor el acto sacrificial habremos de analizar varios elementos: los actores, integrados por el sacrificador, el sacrificante y la víctima; el lugar, los instrumentos. El sacrificador.- Se trata del único capacitado para llevar a cabo el ritual de privación de la vida, su función se determinaba como mediador entre la  divinidad y el sacrificante. Según Yolotl González, era un papel exclusivo de los sacerdotes y gobernantes, pues sólo ellos podían aguantar la carga generada al matar,[4] aunque en ninguna de las fiestas del xiuhpohualli el gobernante aparece como sacrificador, esto se puede reforzar teniendo en cuenta que el que realizaba el sacrificio debía tener los conocimientos necesarios para realizar los rituales sobre las penitencias, abstinencias y mortificaciones de la ceremonia y en muchas ocasiones tenían que portar los atavíos específicos vinculados al numen honrado.[5] El sacrificador podía ser ayudado por otras personas, como los que inmovilizaban a la víctima durante la extracción del corazón o aquéllos que bajaban los cadáveres de los templos, entre otros.

F3E2Sac

   Extracción de corazón realizada por un sacerdote en la cima del Templo Mayor.                                         Códice Magliabechiano, f. 70r. Tomada de Ross Hassig,                                                                                “El sacrificio y las guerras floridas”, p. 46.

El sacrificante.- Era la persona o comunidad que ofrecía a la víctima, sobre ellos recaían los beneficios del sacrificio o sufrían los efectos de éste. En la sociedad mexica, las formas comunes en que se obtenían víctimas para el sacrificio eran la guerra, el comercio, el tributo y la compra, a partir de ello se buscaba retribuir los beneficios que los dioses les habían entregado y ganar su favor, así como también obtener estatus, poder y privilegios.

F4E2Sac

Guerreros con sus cautivos tomados por los cabellos. Códice Mendocino, f.65r. Tomada de                           Ross Hassig, “El sacrificio y las guerras floridas”, p. 50.

La víctima.- Este personaje constituía el eje del rito, con su muerte se creaba el vínculo entre lo sacro y lo profano. Dentro del sacrificio las víctimas generalmente no pertenecían a la comunidad,[6] en la mayoría de los casos se trataba de personajes masculinos que comúnmente eran guerreros capturados.[7] Sin embargo, los sacrificados podían ser tanto hombres como mujeres, niños y jóvenes, quienes debían cumplir con ciertas características físicas o ser diestros en algunas habilidades dependiendo del ritual.

F1E2Sac

              Sacrificio de un niño en el mes de alcahualo. Primeros memoriales, f. 2r.                                             Tomada de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján,                                                                   “El sacrificio humano entre los mexicas”, p. 28.

El lugar.- Era el sitio en el que el sacrificio se llevaba a cabo, especialmente en los templos y sus patios, la característica principal que debían tener éstos era la de ser sagrados, pues en ellos se lograba la comunicación con la deidad. En dichos espacios casi siempre había una imagen antropomorfa o simbólica de la divinidad. Sin embargo, había lugares sacros que correspondían a accidentes naturales y que eran especialmente particulares, como los nacimientos y remolinos de agua, cúspides de cerros y cuevas, así como otros sitios que previamente se habían consagrado[8] como los cruces de caminos.

Los instrumentos.- Al igual que el lugar, los instrumentos utilizados para la inmolación debían ser sagrados, éstos podían ser aquellos que se usaban directamente para realizar el sacrificio y otros con una función distinta dentro del ritual.[9] Los primeros son cuchillos, hachas, navajillas prismáticas y lascas; entre los segundos encontramos elementos arquitectónicos y escultóricos, como el techcatl, el temalacatl, el cuauhxicalli y otros objetos como la collera de madera o bien cartílago rostral de pez sierra, además de vasijas, incensarios y diferentes recipientes de cerámica.

F5E2Sac

Extracción de corazón de la víctima sobre un téchcatl, el sacerdote usa un pedernal y es         ayudado por otros sacerdotes. Historia de las Indias de Nueva España, cap. LXXXI.                        Tomada de Ross Hassig, “El sacrificio y las guerras floridas”, p. 47.

Cada uno de estos elementos era de trascendental importancia en la realización del acto sacrificial, el éxito de la ceremonia dependía enteramente de ellos, puesto que su carga simbólica estaba fundamentada en el mito. El sacrificio era entonces la re-creación del suceso que en el tiempo primigenio instituyó dicha práctica, como generadora del orden del universo y también de la propia humanidad. 

Alfredo Molina Iyáñez

Seminario Crónicas y fuentes de origen indígena del S-XVI novohispano.

[1] Alfredo López Austin y Leonardo López Luján, “El sacrificio humano entre los mexicas” en Arqueología Mexicana, México, Editorial Raíces, vol. XVII, núm. 103, mayo-junio, 2010, p. 30.

[2] Ximena María Chávez Balderas, Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo Mayor de Tenochtitlan, Tesis para obtener el grado de maestra en antropología, México, UNAM, 2012, p. 37.

[3]Ibid., p. 42. Chávez se basa en la obra de Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología para construir esta clasificación.

[4] Yolotl González Torres, El sacrificio humano entre los mexicas, México, FCE, 2a edición, 1994, p. 189.

[5] Chávez, op. cit., p. 40.

[6]Aunque la mayoría de las víctimas sacrificadas eran alóctonas, el carácter autóctono del sacrificio también existía; un ejemplo se observa en la veintena atlcahualo, en la cual se sacrificaban niños adornados con plumas y flores en las cumbres de los montes, en donde se les extraía el corazón. Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, Alfredo López Austin y Josefina García Quintana (eds.), México, Conaculta, vol. II, 2000, (col. Cien de México), p. 135.

[7] La mayor parte de los cautivos destinados al sacrificio se obtenían en las guerras floridas (xochiyaóyotl), “batallas arregladas casi simuladas, cuya finalidad era conseguir víctimas para el sacrificio” ver Ross Hassig, “El sacrificio y las guerras floridas” en Arqueología Mexicana, México, Editorial Raíces, vol. XI, núm. 63, septiembre-octubre, 2003, p. 48.

[8] González Torres, op. cit., p. 163

[9] Chávez, op. cit., p. 47.

Fuentes consultadas:

-Baudez, Claude-François, El dolor redentor. El autosacrificio prehispánico, México, UNAM, 2013.

-Chávez Balderas, Ximena María, Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo Mayor de Tenochtitlan, Tesis para obtener el grado de maestra en antropología, México, UNAM, 2012.

-González Torres, Yolotl, El sacrificio humano entre los mexicas, México, FCE, 2012.

-Hassig, Ross, “El sacrificio y las guerras floridas”en Arqueología Mexicana, México, Editorial Raíces, vol. XI, núm. 63, septiembre-octubre, 2003, p. 46-51.

-Krickeberg, Walter, Mitos y leyendas de los aztecas, incas, mayas y muiscas, México, FCE, 1971.

-López Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, “El sacrificio humano entre los mexicas” en Arqueología Mexicana, México, Editorial Raíces, vol. XVII, núm. 103, mayo-junio, 2010, p. 24-37.

-Sahagún, fray Bernardino de, Historia General de las cosas de Nueva España, vol. II, Alfredo López Austin y Josefina García Quintana (eds.), México, Conaculta, 2000, (col. Cien de México).