Elementos ceremoniales del sacrificio humano durante la fiesta de Tóxcatl
Una de las características principales de la mayoría de las religiones del mundo, consiste en la retribución de los favores obtenidos por medio de diversos ritos que generan, en la cosmovisión del creyente, la idea de comunión con los poderes divinos. Fenómeno que se presenta también en Mesoamérica
La vida de los pueblos nahuas se explicaba por el orden y concierto de las divinidades que permeaban su pensamiento mágico, lo que propició un amplio conjunto de ritos y creencias que se manifestaban a través del el sacrificio humano, uno de los temas más apasionantes y polémicos entre los estudiosos de estas culturas, tanto por la brutalidad de los actos como por el misticismo que los envolvía. Este rito depende de elementos de un carácter menos espectacular, por ejemplo: la comida, los bailes y los artefactos usados durante la ceremonia que nos ofrecen claves para poder entender el simbolismo de su cosmovisión.
Un punto muy importante que hay que contemplar, es que la liturgia dependía del dios al que se le consagraba, por consiguiente, tanto los ritos representados en las fiestas como los elementos que se utilizaran en ellas podrían cambiar dependiendo de la divinidad.
La espectacularidad del acto sacrificial opaca, la mayoría de las veces, a las demás acciones presentes en la ceremonia, ya que cuando escuchamos sobre el tema, inmediatamente nos imaginamos la extracción del corazón sobre tezcatl del templo como el único elemento de la festividad, olvidando todas las ofrendas y rituales que la acompañan: los sacrificios personales por medio de la punción de distintas partes del cuerpo como los brazos, las pantorrillas, labios, lengua o el pene, las ofrendas, los tipos de ayuno, la abstinencia sexual, etc.
Estos actos sacrificiales personales y colectivos podemos ubicarlos no sólo en las crónicas de religiosos y conquistadores, sino también en el conjunto mitológico donde por medio de ellos y de la sangre derramada, se otorga la esencia vital al ser humano. Según La leyenda de los Soles, después de recuperar los huesos preciosos, Quetzalcoatl lleva los fragmentos a Tamoanchan, donde Cihuacoatl-Quilaztli los muele y crea una masa que él modela con forma humana, sobre la cual “sangró […] su miembro; y en seguida hicieron penitencia todos los dioses”.[1]
Por otro lado, en este mito, el autosacrificio sirve como preámbulo a la inmolación de los dioses para crear el quinto sol, ya que Nanahuatl y Napateuctli inician el acto ritual con un ayuno y posteriormente punzan su cuerpo para extraer la sangre, usando el primero espinas de maguey y el segundo, un instrumento de piedra preciosa. Estos elementos aunque tienen el mismo fin (autosacrificio), enfatizan la diferencia entre ambos dioses, contrastando el suntuoso punzón con las espinas de maguey que representan una imagen más humilde. Este ritual se realiza mientras la hoguera divina es preparada para que los dioses, después de hacer sus oblaciones, se inmolen para crear el Sol.[2]
Piedra del Sol, fotografía de Rubén Omaña Guerra.
Tomando en cuenta lo anterior, podemos dilucidar el papel que juegan los elementos alrededor de la ceremonia, ya que éstos preparan y llevan la conciencia del pueblo a un estado de éxtasis para presenciar y participar del sacrificio de las víctimas, como puede verse en una de las fiestas de mayor importancia del ciclo religioso mexica llamada Tóxcatl.[3]
Esta veintena se celebraba anualmente en honor a Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, en ella se elegía a un guerrero cautivo de constitución física intachable para representar a Tezcatlipoca.[4] Durante todo el año a esta personificación se le trataba con mucha cortesía, le enseñaban a tocar la flauta, le vestían con ricos atavíos como si fuese un noble, podía salir a todas partes de día y de noche siempre acompañado de ocho jóvenes, participaba en banquetes en su honor y si se daba el caso que por tantas dadivas y comidas llegaba a engordar, le daban un remedio de agua con sal para que mantuviese la figura.[5]
Tezcatlipoca, lámina 17 (fragmento), Códice Borgia
Fray Bernardino de Sahagún relata que cuando faltaban pocos días para el sacrificio, al ixiptla de Tezcatlipoca, le entregaban cuatro mujeres para que tuviera relaciones sexuales con ellas, éstas tenían nombres de diosas nahuas: Xochiquetzal, Xilonen, Atlatonan y Huixtocihuatl, las cuales se relacionan en episodios sexuales con Tezcatlipoca.
Ixiptla de Tezcatlipoca, Códice florentino, lib. II, fol. 30.
Cinco días antes de la inmolación, el cautivo viajaba junto con toda la comitiva de nobles a visitar cuatro lugares, acompañado de las mujeres que le fueron dadas para consolarlo y darle apoyo moral. Al final sus allegados regresaban a la ciudad y éste junto con sus ocho acompañantes, partían a un templo desvencijado donde poco a poco se iba despojando de sus ricos atavíos y cada vez que subía un peldaño rompía una de las flautas con las que tocaba.
La personificación de Tezcatlipoca toca la flauta. Códice florentino, lib. II, fol. 31.
La muerte del ixiptla se daba en la piedra de los sacrificios, donde le arrancaban el corazón y el cuerpo inerte era bajado con mucho cuidado para ser decapitado y su cabeza ser puesta en el Tzonpantli (hilera de cráneos clavados en un palo).[6]
Tal vez sea muy trágico el fin del personificador de Tezcatlipoca, pero recordemos que todo el ceremonial tiene como fin, no sólo matar al cautivo, sino el proceso de reflejar el tiempo mítico, en el cual el ixiptla es la deidad misma, por lo que el buen trato no es para el hombre sino al dios encarnado, así la muerte en la piedra de sacrificio no es un acto infundado, por el contrario, reconstruye junto con todos los elementos del ritual, la cosmovisión de los pueblos nahuas.
Sacrificio en la veintena de Tóxcatl, Códice florentino, lib. II.
Alejandro Carrera Cano.
Seminario Crónicas y fuentes del siglo XVI novohispano
[1] Códice Chimalpopoca, Anales de Cuauhtitlan y la Leyenda de los soles, Primo Feliciano Velázquez (trad.), México, UNAM, 1945, p. 121.
[2] Ibid., p. 122.
[3] Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de Nueva España, México, Porrúa, 1975 (col., “Sepan cuantos…”, 300), p. 104-105.
[4] Ibid., p.104.
[5] Ibid., p.105.
[6] Ibid., p. 106.
Fuentes consultadas
Códice Chimalpopoca, Anales de Cuauhtitlan y la Leyenda de los soles, Primo Feliciano Velázquez (trad.), México, UNAM, 1945.
Sahagún, fray Bernardino de, Historia General de las Cosas de Nueva España, México, Porrúa, (col., “Sepan cuantos…”, 300), 1975.