Cine Adictos

Archivo para enero, 2019:

POR GLORIA DE LA GARZA *

Alfonso Cuarón ha insistido en que su más reciente película, Roma, no es una historia nostálgica. Sin embargo, activa la nostalgia de los espectadores, en especial de los de 50 o más
años, pues trae ecos de infancia y adolescencia; es
un entrañable retrato costum-brista del inicio de la década de los 70 del siglo XX.

La cinta es una reconstruc-ción preciosista que se solaza en los detalles de una época: desde calles y edificios hasta la decoración de interiores, prendas de vestir, juguetes, programas de televisión, entre otros.

Los protagonistas se mueven entre los cines Estadio y Las Américas, Banca Serfín, taxis «cocodrilos», autos Galaxy, se ríen con los comediantes de “Ensalada de Locos”, se apresuran con el control del tiempo de “Haste, Haste, la hora de México”…

La colonia Roma es el espacio en que se desarrolla un drama familiar tan cotidiano, que parece demasiado simple para la grandilocuencia de la dirección de arte y de los recursos técnicos invertidos en ella.

La fotografía en blanco y negro remite al pasado, pero también a los contrastes de una sociedad que ha cambiado fisonomía y en la que, sin embargo, persisten problemas de fondo: pobreza, violencia, inseguridad, discriminación de los pueblos indígenas, inequidad de género.

En una trama aparentemente sencilla, dos mujeres de distinto origen, clase social y educación, sufren juntas un dolor similar de decepción, abandono y soledad a causa de una sociedad machista que las margina y las limita.

Comparten una casa y el amor de una misma familia; se acompañan en la pérdida de lo que aman y en la resiliencia. Cuarón propone a Cleo, la joven empleada doméstica, para que sea la guía del espectador en el laberinto de su memoria, con la incertidumbre de encontrar al Minotauro y la esperanza del hilo de amor de Ariadna que nos muestre cómo reconciliar el pasado y el presente.

Roma es la travesía, por momentos surrealista, en los recuerdos de una ciudad y de un México que parece transformarse hacia el “progreso” y la modernidad, pero donde se arraigan heridas, errores y deudas históricas.

* Gloria de la Garza es Profesora de Carrera Titular A en Italiano, FES Acatlán.

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POR JOSÉ ALFREDO FLORES ROCHA

Sobre Roma, la más reciente cinta del director mexicano Alfonso Cuarón, se ha escrito mucho, podría decirse que en exceso. Para la crítica especializada, este largometraje representa una obra maestra, filmada en los albores del siglo XXI en blanco y negro, con un ritmo y estética prodigiosos, plagada de metáforas que el espectador tiene que ir descubriendo poco a poco.

Desde su estreno generó opiniones encontradas; en sectores acostumbrados al cine independiente y de autor, resultó toda una joya que destacó entre la mediocridad que permea la cartelera comercial.

Sin embargo, para aquellos que disfrutan el cine como un simple acto de esparcimiento, se trata de una cinta que no merece más que una que otra crítica positiva, principalmente por su espléndida fotografía.

Más allá de la controversia por gustos y visiones personales, resulta una película sumamente interesante al llevarnos de la mano por un México que, para muchos es prácticamente desconocido o simplemente una referencia que se ha ido diluyendo con el paso del tiempo.

La obra de Alfonso Cuarón es una alegoría y retrata con suma nitidez los distintos Méxicos que convergen a principios de la década de los 70, bajo el manto del denominado Desarrollo Estabilizador que, durante 30 años, permeó las políticas públicas.

El señalado modelo pretendía sentar las bases de una nación moderna e industrializada, teniendo como premisa la estabilidad macroeconómica, por medio del manejo responsable de inflación, tipo de cambio y balanza de pagos, entre otras variables. A lo largo de tres décadas, el sistema implementado por Adolfo Ruiz Cortines gozó de un “éxito” sostenido, al lograr que se tuviera un crecimiento promedio anual de más del seis por ciento, con inflación que no rebasaba el 2.2 por ciento.

Con la situación a nivel macroeconómico resuelta, las clases media y media alta se fortalecieron, y son éstas las que ocupan el interés de Cuarón para ser retratadas en Roma.

La propia familia del realizador sirvió como ejemplo: encabezada por el padre, un médico exitoso, pero ausente, con los suficientes recursos para tener en su casa un flamante Cadillac, un auto adicional para transportar a los niños a la escuela y otro vehículo más como comodín, además de poder costear dos mujeres de servicio doméstico y un chofer.

Roma muestra, por un lado, a la clase media alta pujante y próspera, pero refleja, en contraparte, una visión del México olvidado, encarnado por Cleo, personaje protagónico de origen indígena, que no tiene ningún beneficio de la bonanza que viven los sectores más acomodados.

Con estas contradicciones sociales plasmadas a lo largo de la película, Alfonso Cuarón muestra la fragilidad de un sistema que durante décadas se defendió desde el gobierno federal.

En el filme destacan escenas como las visitas de Cleo y su patrona a instalaciones del Instituto Mexicano del Seguro Social, con salas atestadas de desolados derechohabientes, quienes pacientemente deben esperar la atención médica, o los llanos de Ciudad Nezahualcóyotl, donde se entrenó al grupo paramilitar Los Halcones; estas secuencias son sólo otras caras de la moneda del modelo económico a inicios de los años 70.

A la distancia se aprecia que la promesa de movilidad social para ciertos sectores no llegó, a pesar de los óptimos índices económicos que se reportaron en ese periodo de la historia.

En la trama destaca la forma de presentar las condiciones en que se desempeñaba el trabajo doméstico, actividad laboral desdeñada, en el olvido, alejada de los beneficios del sistema de seguridad social, pues Cleo resulta privilegiada porque su patrona tiene por amigos a médicos que «la cuelan» al sistema hospitalario.

Tengamos en cuenta que es hasta nuestros días, que el servicio doméstico comienza a ser reconocido como un trabajo que requiere garantías de salario digno, derecho a atención médica, vacaciones, aguinaldo y ahorro para el retiro.

En cada escena el México olvidado emerge y se vincula con las clases acomodadas. Cleo, su historia y desdichas sirven para hilvanar temas de lo particular a lo general; para presentar con crudeza, pasajes como la matanza del Jueves de Corpus, ocurrida el 10 de junio de 1971.

Es el drama de Cleo el que enmarca la presencia de un régimen represor en el que no existía espacio para la disidencia ni la prosperidad incluyente, donde se cumplían los sueños de unos y otros simplemente debían ser aplazados.

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POR  ITZEL LARA *

No es novedad que Roma, de Alfonso Cuarón, ha sido un fenómeno mundial por varias razones, entre ellas que es una producción de Netflix cuyo estreno no se realizó en dicha plataforma sino en festivales y salas de cine; que está basada en la infancia del director y cuya meticulosidad en las recreaciones de la época y particularmente de su casa incluía, entre otras cosas, el recetario de Libo, la nana de Cuarón; y por último, porque fue merecedora al galardón de Mejor Película Extranjera en los Critic’s Choice Awards, convirtiéndose en la primer cinta en habla hispana en recibirlo.

Todo esto es muy loable, enaltece al cine mexicano y claro que hay que festejarlo, vamos por buen camino…

Pero alejándonos un poco de la emoción del momento, también es necesario señalar que Roma ha generado reacciones opuestas y algunas opiniones difieren de la afirmación de que se está frente a una obra maestra. Lo confieso, pertenezco a ese sector del público que no fue conmovido por la cinta y abro un espacio para la franqueza: encuentro una sensación de condescendencia por parte del autor hacia su personaje principal y esto me aleja por completo del terreno de lo entrañable, e incluso me molesta.

Se diseña un personaje buscando una tridimensionalidad que lo convierta en humano; por ejemplo, el bueno no puede ser tan bueno y el malo no puede ser tan malo, y aquí hablo específicamente de la dramaturgia actual, dejando de lado algunos géneros dramáticos que nos exigen el uso de estereotipos para su eficacia.

Al partir de dicha base, llegamos a personajes complejos con debilidades y fortalezas que los hacen interesantes, los alejan de la pasividad. Cleo no es así, es una sirvienta a la que en realidad nosotros como espectadores no conocemos. Cuarón nos coloca en el mismo plano que “los patrones”: la observamos, sabemos que existe e incluso podemos decirle “te queremos, Cleo”, pero todo desde un tratamiento meramente superficial, igual que ellos.

Habrá quien en este punto de la lectura opine que esa era la intención del director; permítanme diferir. La cinta busca ser un homenaje a una de las mujeres más importantes en la vida de Cuarón y busca visibilizar, dignificar la importancia del trabajo de la servidumbre, él mismo lo ha dicho y, por ende, quien ha puesto la vara con la que debe ser medida Roma. Partiendo de esto, puedo decir que en esta pieza cinematográfica hay carencia de empatía del autor hacia su protagonista y nos quedó mucho a deber en lo que atañe a dramaturgia.

Hay elementos dramáticos a los que se les notan las costuras, demasiada “mano del guionista”. ¿De verdad nadie siente como «metido con calzador» que de entre todas las mueblerías que existen en la ciudad, Fermín (el hombre que ha abandonado a la protagonista) llegue justo a esa donde Cleo está comprando la cuna de su bebé? ¿No sienten que las cosas se “cantan” demasiado antes de que ocurran? Si la mención de al menos ¿tres veces? de que Cleo no sabe nadar, mientras están en la playa, no les alerta de que algo va a ocurrir con eso, entonces definitivamente el oficio ya me tiene muy maleada.

Cosa aparte es el lenguaje cinematográfico: Roma es magistral en ese sentido. Hay emplazamientos hermosos, como la presentación del padre, pero hay otros que al buscar una justificación “poética” desde el plano dramático, resultan pretenciosos y carentes de profundidad, pienso específicamente en el tarro que se rompe. La imagen es bella como unidad, pero un lugar común en el conjunto.

La crítica de la película en un blog llamado “Tierra Baldía” me resultó por demás lúcida, en el texto titulado “Roma o lo bonito de ser pobre” habla de las obras maestras partiendo de la postura de Walter Benjamin en su discurso “El autor como productor” y cómo Roma no lo era.

¿Qué es lo que Walter Benjamin expone en dicho discurso? habla, entre otras cosas, del artista pequeño burgués de izquierda y de su papel en la sociedad.

Para el filósofo alemán, dicho artista es aquel que dedica su obra a hacer una denuncia de desigualdad o pobreza, pero el enfoque dado puede resultar peligroso ya que es capaz de “hacer incluso de la miseria un objeto de disfrute”, y esto, lejos de cumplir con el objetivo de denunciar, normaliza.

Nada encaja mejor en lo que me evoca dicha cinta: Roma es belleza en imagen, pero pobreza en creación de personajes y en postura ética.

* Itzel Lara es dramaturga y guionista.

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POR RODRIGO ORTIZ CARRILLO *

En la edición número 91 de los premios Oscar destaca la presencia de Roma, dirigida por Alfonso Cuarón. Este largometraje ha sido reconocido por la crítica especializada, pero ha tenido opiniones divididas, especialmente entre el público, que ha manifestado sus dudas respecto a si es o no merecedora de tantos elogios. Resulta oportuno analizar si realmente tiene los méritos necesarios para ser objeto de tantos premios.

La fotografía de Roma es impecable. Logra, exitosamente, enmarcar todo tipo de situaciones, desde una cena familiar hasta la represión estudiantil; funciona como hilo inductor para trasladarnos y sentir que estamos en el México de los años 70. La calidad del lenguaje audiovisual es tan poderoso que en varias escenas no resultan necesarios los diálogos, el impacto que genera es suficiente para conmover. Estéticamente, es probablemente la película más bella que ha filmado este director.

No obstante sus atributos técnicos, ha sido señalada por tener varios defectos, entre los que destaca el ritmo, considerado por muchos lento, llegando a parecer aburrida y hasta tediosa. Si bien no es pesada, se llega a sentir que se excede en sus pausas, las cuales se acentúan visualmente si se le ve en un televisor, pues fotografía y sonido pierden fuerza. Alfonso Cuarón realizó este filme para ser apreciado en salas de exhibición con lo más actual en imagen y sonido, pero la mayoría de quienes lo han hecho ha sido en pantallas de televisores, tabletas y monitores de computadora accediendo a Netflix.

Roma compite en los Oscar 2019 por Mejor Película con cintas como: A Star is Born, Bohemian Rhapsody, BlacKkKlansman y Green Book, las cuales no han sido aclamadas por parte de la crítica especializada, pero responden más al contexto sociopolítico de Estados Unidos y poco se habla de su calidad técnica.

Vale la pena recordar que en años anteriores los filmes ganadores han logrado complacer a un sector específico de los votantes al Oscar; casos concretos han sido Luz de luna, 12 años de esclavitud y Crash, gracias a que se arriesgaron a tratar temas “sensibles” y derrotaron en las premiaciones a cintas que dejaron más huella en el público.

Alfonso Cuarón, al igual que Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu, ya forman parte de la industria de Hollywood; su trayectoria y peso como directores les permiten tener más posibilidad de contar con la benevolencia de los miembros de la Academia, algo que antes no sucedió con cintas como: Hijos del hombre o El laberinto del fauno, pero una vez que ya fueron más conocidos se llevaron los premios por Gravedad y La forma del agua.

Todo indica que se repetirá la tendencia: Roma cumple los estándares que la Academia toma en cuenta para la votación, no se vislumbra una película que rivalice con el impacto que ha generado.

Es innegable, este filme tiene errores: no es la mejor película de Alfonso Cuarón y se le pueden restar unos 30 minutos a la cinta, pero está muy lejos de considerarse mala, tiene puntos muy fuertes como el espectacular diseño de producción y un sólido guión, haciéndola excelente, sin llegar a ser una obra maestra.

¿Es merecedora del premio a Mejor Película? Si tomamos en cuenta la competencia de este año, es la favorita por el impacto cinematográfico y sociocultural que contiene el filme. No se pase por alto la cantidad de premios que ha ganado, las cuales se convierten en una tendencia de lo que sucederá en la premiación.

* Rodrigo Ortiz es estudiante de la FES Acatlán y realiza su Servicio Social en el CCA.

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CineAdictos, publicación periódica de la Coordinación de Difusión Cultural, nació en noviembre de 2000. Incluye reseñas de películas, trayectorias de actores, directores, críticas, comentarios sobre los principales festivales, entrevistas, avances técnicos y aspectos de los distintos géneros cinematográficos. El material impreso se distribuye entre la comunidad de la FES Acatlán; a partir del semestre 2015-II extiende sus alcances con el blog de CineAdictos. Espacio abierto a los interesados en la divulgación del séptimo arte.

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