Familiarizándonos con el terror
POR CARLOS DÍAZ ROMERO
El miedo tiene la extraña tendencia a dejar de existir luego de un tiempo. La mente se acostumbra y comprende mejor aquello que le asustaba y, generalmente, descubre que no había nada que temer. Tarde o temprano lo tétrico se vuelve cotidiano y familiar, pero ello no necesariamente es sinónimo de aburrimiento. Los mejores ejemplos son “The Addams Family” (1991) y su secuela “Addams Family Values” (1993).
Dirigidas por Barry Sonnenfeld (“Get Shorty”, 1995; “Men in Black”, 1997) las cintas siguen las poco comunes aventuras de la familia Addams, con el tío Lucas (Christopher Lloyd) en el centro de ambas historias.
El humor negro y el estilo espeluznante son características fieles a las tiras cómicas del New Yorker dibujadas por Charles Addams, de quien toman su nombre, en las que la tétrica familia inició sus andanzas.
Además, como adaptaciones de una serie de televisión a la pantalla grande, su éxito fue tal que dio inicio a otras versiones para la pantalla chica a lo largo de la década de los años 90.

El paso del tiempo no merma la abrumadora calidad de la escenografía y los vestuarios. Cientos de películas de terror luchan por crear una atmósfera atemorizante a partir de nuevos conceptos. Sin embargo, con base en simplezas (algunas de ellas tan malas que resultan buenas) y clichés, las cintas de los Addams logran un clima natural de escalofríos: una casa anti-gua con una torre e infinidad de ventanas, un cielo nublado con luna llena, árboles y arbustos secos, un cementerio y telarañas. Cada detalle es tan absurdo y repetitivo que funciona a la perfección.
¡Incluso los roles secundarios son gloriosos! Tanto la reunión para darle la bienvenida a Lucas, en la primera cinta, como la ceremonia de su boda, en la secuela, están llenas de personajes únicos, imbuidos de una personalidad tan definida que no necesitan una sola línea de diálogo para expresarse.
Los papeles principales son memorables. Es difícil imaginar que alguien podría haber hecho un mejor trabajo que el elenco seleccionado. Media década después, el director Dave Payne lo intentó con “Addams Family Reunion” (1998), pero el resultado fue, en el mejor de los juicios, mediocre.
Los zapatos de Homero Addams que calzó Raúl Juliá eran tan grandes que ni siquiera los pudo llenar con la enorme presencia de Tim Curry, actor que interpretó al memorable y aterrador payaso Pennywise de “Eso” (1990) y al excéntrico Dr. Frank N. Furter en “The Rocky Horror Picture Show” (1975).
La esencia del trabajo de Barry Sonnenfeld no se pudo igualar. Mientras el Homero Addams de Raúl Juliá es un casanova suave, refinado y al mismo tiempo un chiflado total, el de Tim Curry es un snob. Morticia con Angelica Huston es sensual, elegante y maternal, pero Daryl Hannah en ese mismo rol resulta detestable. Merlina, interpretada por Christina Ricci, es una niña naturalmente retraída, tétrica, intelectual y madura, en cambio Nicole Fugere interpreta a una adolescente que pretende ser dark de forma poco convincente. No cabe duda, donde Sonnenfeld dio vida a una familia, Dave Payne hizo una obra teatral de secundaria.
El humor negro, la calidad actoral, el trabajo de producción, incluso la sátira a la sociedad moderna: todo familiariza de forma espectacular con ese montón de fenómenos monstruosos, engendros malévolos, asesinos impunes, tan ajenos y erráticos que, irremediablemente, el espectador no puede sino amarlos.
Pese a sus extravagancias y rarezas, los Addams son la familia perfecta, comprensiva y amorosa, dispuesta a apoyarse no obstante los contratiempos y permanecer unidos, aun si todos a su alrededor los consideran un montón de locos. ¿Cómo no amarlos?
Quizás al final, cuando ya no haya nada qué temer, solamente quede reír gracias a eso que solía aterrarnos, y aceptarlo en la vida cotidiana como parte de la familia, tal y como los Addams nos enseñaron a aceptarlos en las pantallas de la década de 1990.
Esta colaboración se publicó octubre de 2015, edición 147 del boletín informativo CINEADICTOS, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES