Complejidad humana detrás del criminal
POR LETICIA URBINA ORDUÑA
El narcotraficante Pablo Escobar Gaviria fue bien conocido por su inteligencia, que puso en jaque al gobierno colombiano. Pero también por sus contradicciones: la mayor era ser simultáneamente un amoroso padre y esposo, y un asesino desalmado.
En ese aspecto se centra la trama de “Escobar”, paraíso perdido, cinta dirigida por el italiano Andrea Di Stefano, con las actuaciones de Benicio del Toro, Josh Hutcherson, Claudia Traisac y Brady Corbet, cuya mayor virtud es probablemente la interpretación sin maniqueísmos que se hace del drama de América Latina desde la visión europea, en una coproducción francesa, española y belga.
Nick (Hutcherson) es un joven canadiense que sigue el sueño hippie adolescente de vivir bajo sus propias reglas, con su hermano discapacitado, la novia de éste y varios amigos, en una playa colombiana. Pronto descubrirán que el paradisiaco sitio encubre un infierno particular cuando un grupo delictivo los amenaza y les exige dinero.
Mientras tanto, Nick conoce a una lugareña de nombre María (¿por qué todas las latinas deben llamarse así?) que resulta ser la sobrina del capo, quien parece más bien un político en campaña, pues sale a recibir vítores de las poblaciones a las que beneficia con obras públicas como escuelas u hospitales, y pone espectaculares con su imagen.
El filme no deja de señalar los otros tipos de violencia, como la ejercida por la pobreza y la ignorancia contra una población más bien indefensa. Se entretejen historias como la de un adolescente de 15 años de edad al servicio del cártel, que también es esposo y padre de familia.
La actuación de Benicio del Toro es sobria, sin aspavientos, pero al mismo tiempo compleja, pues deja entrever las muchas facetas del mítico capo colombiano, adicto al oro y a lujos desorbitados, con grandes afanes protagónicos, pero también capaz de ponerse a jugar a la casita con sus nietas, incluso cuando ya está acorralado por la policía.
Hutcherson es medianamente creíble en su papel de joven atrapado en una situación que no buscó y no entiende, mientras que la María de Claudia Traisac luce más bien acartonada, y no borda un personaje demasiado distinto al que hizo en la serie española Cuéntame cómo pasó.
Con un papel secundario, Carlos Bardem, hermano de Javier, logra un personaje más verosímil que la pareja protagónica.
El resto del reparto – Brady Corbet, Ana Girardot, Laura Londoño – pasa sin pena ni gloria; sirve apenas de decorado complementario.
Las locaciones pueden no impresionar a un público mexicano, acostumbrado a la belleza de los paisajes tropicales y la fotografía cumple. La historia romántica parece un poco forzada para vender; resulta poco claro si se trata de una historia de amor o de un thriller sobre el capo.
Con todo y que esta ópera prima de Andrea Di Stefano no logra ser una película mayor, es rescatable y entretenida. No basta un joven bonito – como buen anglosajón, bastante frío – salido de la exitosa saga Los juegos del hambre para llenar la pantalla. Por fortuna, está ahí Benicio del Toro, sin cuyo trabajo este filme se reduciría indudablemente al 25 por ciento.
Esta colaboración se publicó abril de 2015, edición 142 del boletín informativo CINEADICTOS, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.