De lo tocante a los primores de la lengua nahua… I

Insultos y argüendes, un acercamiento al lenguaje de los nahuas

“Imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida”.

Ludwig Wittgenstein

     Para imaginar un nuevo mundo, es necesario crear una nueva forma de pensar y por tanto nuevos lenguajes. Ceñir el lenguaje a términos restrictivos, definitivos y determinantes, no es más que ponerle término a las potencialidades del mundo, es dar límites, es negar la posibilidad de observar otras formas libres de ser.

El pensamiento necesita de un lenguaje para expresarse, y la realidad requiere de un lenguaje expresivo para significarse. En este sentido, la consciencia y el lenguaje son interdependientes, uno necesita del otro y adquieren significado en su mutua correspondencia, pues sólo podemos pensar lo que ha sido hablado y sólo hablamos lo que es pensado. De los diferentes sistemas de lenguaje, el ser humano cuenta con uno muy especial al que humaniza cada vez más, nos referimos al lenguaje hablado y escrito. Desde esta forma de expresión, el lenguaje se presenta como el medio en que se fraguan las conspiraciones expresivas de la mente en nuestra relación con el mundo externo. El lenguaje es medio y conducto, principio creador, y fin limitativo.

    En consecuencia, el lenguaje se convierte en el conducto que relaciona al mismo individuo con su pensamiento y, al mismo tiempo, el que lo guía en y con el mundo externo, es decir unifica al hombre con su entorno natural y social. Por ello, cada hombre reproduce el lenguaje impuesto y determinado por su propia sociedad, que a su vez se desarrolla, se conforma y se ve afectada por las voces que los individuos intercambian entre sí; ambos se condicionan y son lo que el lenguaje y el pensamiento reflejan en la relación entre los individuos que la conforman.

    Así, se puede afirmar que parte de nuestra exitosa adaptabilidad como especie en este mundo, tiene como fundamento nuestra prolífica capacidad de reproducción plurilingüística, que refleja las múltiples y alternas formas de adaptación social, pues el lenguaje da estructura a la sociedad, otorga identidad a ciertos grupos de individuos con características comunes y les permite compartir una forma específicA de interpretar el mundo.

    Baste esta pequeña introducción para acercarnos al mundo nahua, y así empezar a comprender lo que la lengua representa y recrea a través de la interacción entre sus individuos. De todas las formas en que la lengua de una sociedad se manifiesta, irónicamente, es el lenguaje popular —el de mayor uso cotidiano, el más ampliamente difundido entre la población—, el que ha sido menos preservado. Sin embargo, al ser tachado prejuiciosamente de vulgar, se le ha negado el valor de ser también  una expresión que permite aprehender lo que el pueblo comprende de su realidad. En el mundo nahua esta modalidad del lenguaje cotidiano presenta una riqueza de información que sólo se asemeja a la belleza de su expresión que parece jugar y oscilar entre el ingenio poético y el figurativo.

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Códice florentino, Tomo 3, Libro. X, fol. 2.

En efecto, el lenguaje popular de las sociedades nahuas no fue del interés de los estudiosos (frailes, colonos, conquistadores, funcionarios) del mundo indígena. Son pocos los ejemplos que podemos rescatar de esta forma de expresión en los textos novohispanos. Un ejemplo que pervivió fue el de los insultos o improperios, aunque debemos señalar que sólo fray Bernardino de Sahagún los recoge durante el inicio de su investigación. Estas expresiones quizá son las de mayor complicación para su entendimiento cabal, ya que presentan problemas desde su traducción, ya que en muchas ocasiones, el provocativo valor fonético coquetea con el significado alegórico de las palabras, que pueden ir desde la altisonancia que depende del tono fonético, hasta la complejidad polisémica del juego de palabras.

    En cuanto al valor fonético, hay algo de lo que infortunadamente carece casi siempre todo texto escrito: la falta de gestualidad y tono expresivo. Al respecto, como lo refirió con tono magistral y humorístico el dibujante Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua del 2004,[1] toda palabra carente de tonalidad y fuerza fonética carece de toda expresividad. Lamentablemente esto sucede con las expresiones nahuas que analizaremos a continuación.

    Es cierto que lo sustancioso de cualquier lenguaje es su posibilidad expresiva, que prácticamente queda nulificada en la escritura, pues pocas veces se logran transmitir los tonos, ritmos o texturas de la pronunciación, lo que puede cambiar drásticamente el significado de una expresión y restarle fuerza. En todo caso el siguiente análisis ayudará a cuestionar el significado de ciertas expresiones nahuas:

Apártate bellaco, hombrecillo; no sea que te empuje: Vete por allí perrote, perrote; no sea que te patee, no sea que te moje la nariz. Vete por allá bobo, torpe; gordo macehual, gordo huérfano ¿Quién eres tú? ¿A quién conoces? Pavote. [2]

Conviene señalar que el texto indica que este tipo de insultos se realizaban con furibundos gritos, aunque es imposible imaginar con exactitud el tono colérico de este enunciado, cabe reflexionar un poco en los momentos de ira en los que cualquier persona expresa su desdén, con el fin de limpiar un agravio real o imaginario para darle el posible énfasis que alguna vez tuvieron estas palabras. Sin embargo, el matiz puede cambiar si tomamos en cuenta su pronunciación en la lengua náhuatl, aunque su significado y su aplicación no demeritan su comprensión.

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Códice florentino, Tomo 2, Libro VI, fol. 85.

    En cuanto a la codificación del insulto, el apelativo “perro”, “perrote”  ciertamente en nuestros días sigue siendo una palabra significativamente despectiva, como se puede apreciar también en las palabras de Hernán Cortés recogidas por Bernal Díaz del Castillo: “Vaya para perro, que aun tianguez quiere hacer ni de comer nos manda dar”.[3] Esto último haciendo referencia a las nulas atenciones que según el conquistador recibieron de Moctezuma. El sentido de desamparo, descuido y abandono de los perros es quizás el común denominador para que se considere una ofensa este tipo de apelativo, ya que afirma la idea sobre el rechazo social hacia un individuo: lo transforma en un inadaptado social, un ser feral, poco preocupado por su persona.

Existen en este discurso otras palabras ofensivas como: “bobo”, “torpe de carácter”, netamente castellanas, con el fin de darle un sentido más cercano a la lengua española. En el mismo texto aparecen otras palabras nahuas como “pavote” o “desollado”, que son relevantemente significativas, ya que sólo asumen sentido dentro de la cosmovisión nahua, si entendemos el desollamiento como un castigo o como una referencia a ser despojado. Pues como bien lo ha advertido Pablo Escalante, el sentido de este discurso es el de remarcar el repudio y la marginalidad de los extraños.[4]

Por otro lado, en los insultos femeninos si bien se presentan palabras que asumen este sentido de marginalidad, orfandad y desvinculación social, es posible encontrar que el énfasis de la ofensa tiende más hacia las connotaciones sexuales:

Culote agitado; culo que muere de hambre. Ay, quiere andar conociendo, por ahí, sobre los rostros de la gente[…] por ahí muestra la pierna.[5]

Es curioso que las ofensas hacia las mujeres se manejen con una gran carga sexual, por ello resulta pertinente resaltar que la sociedad nahua tenía una moral muy distinta a la occidental de los conquistadores y de la nuestra; el insulto se basaba completamente en aquello que era atípico o choca con lo que el Estado y su sociedad consideraban una conducta transgresora. Resulta interesante señalar que la ofensa va sobre determinadas partes del cuerpo femenino y que, a su vez, las sediciosas insinuaciones de una sexualidad libre sean el centro de la crítica social.

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Códice florentino, Tomo 3, Libro X, fol. 31.

Para un mejor entendimiento sobre estos temas, es necesario observar lo que era considerado como socialmente correcto entre los pueblos nahuas. En el caso de la mujer, el siguiente ejemplo refleja esta idea:

Y bien canta, bien habla, bien conversa, bien responde, bien ruega; la palabra no es algo que se compre. No como muda, tonta, te vuelvas. Y el huso, la tablilla para tejer, hazte cargo de ellos; la labor, lo que eleva, asciende como el olor, lo que es un modelo, el color rojo (el saber). Así bien, al lado y junto de la gente vivirás, así merecerás en alguna parte un poquito de bebida de maíz, una tortilla doblada, una verdurita, un nopalito; y en alguna parte algo de maíz añublado, lo que de tu cadera, que de tu pecho colgará para que tome calor, para que tome tibieza tu cuerpo.[6]

Las recomendaciones implican el merecimiento del sustento por medio del buen comportamiento, la utilidad social; si a esto se le añade que la educación férrea se daba desde temprana edad, permite entender de una mejor manera el modo en que las ofensas manifestaban  y segregaban a quien las recibía:

“¡Ah, mujercita! ¡Fuera! ¿Cómo disputarás conmigo? ¿Eres mi marido? ¿Eres mi esposo? ¡Ah! Mujercita de alguna especie con la boca cerrada, siéntate. ¿Qué me estás diciendo, mujercita de placer? ¿Eres mi concubina? ¿Cómo disputas conmigo? ¿Continúo entrando a casas contigo? ¿O vivo gracias a ti? ¿Me das lo que necesito? ¿Como gracias a ti? Ah, mujercita con una greña de cabello en la frente, con cabello despeinado, cesa.[7]

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“Prostituta”, Códice florentino, Tomo 3, Libro X, fol. 39.

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“Mujer adultera”, Códice florentino, Tomo 3, Libro X, fol. 40.

La ofensa es sexual se enaltece al denotar la falta de “utilidad” social; el improperio continúa escalando conforme la discusión se exalta:

 Su boca está cerrada. Ella es una pequeña perversa imprudente, una que entra en la casa, desollada. No come nada. No tiene chile; no tiene sal. [Ella tiene] un trasero que pica, un trasero hambriento. ¡Ah, fuera! ¿Pretenderás en público ser una bufona? ¿Cómo nos echarás? ¿Emerges para convertirte en la soberana del estado? Eres una pequeña perversa, inepta con la gente. ¡Fuera, vete! [8]

Como se aprecia, aún dentro de los improperios, la metáfora del lenguaje muestra la gran construcción e inteligencia empleadas para la ofensa, denota las ganas de humillar; salta a la vista la siguiente frase “¿Emerges para convertirte en la soberana del estado?”, el sentido de ironía está fuertemente vinculado con el comportamiento de quien hizo la ofensa.

Permíteme no golpearte. Parece que desdeñas cosas; parece que aquí vives con orgullo. ¿Pretendes ser una mujer noble? ¿No, eres sólo una pequeña plebeya? Parece que aquí careces de respeto por uno. ¿De dónde vienes? ¡Vete! ¿Es acaso tu hogar esa clase de lugar?[9]

A partir de estos ejemplos, es posible concluir que el lenguaje funciona como medio estructurador de la realidad, da fundamento a las relaciones sociales, regula conductas, crea estereotipos, y permite la adaptabilidad o rechazo social de los individuos. Es pertinente recordar que toda actividad humana está permeada por los códigos morales que una sociedad manifiesta, que los sentimientos y las emociones son parte de nuestra psique, que así como manifiestan respeto, confianza o apoyo, también influyen de manera opuesta, con el fin de humillar, ofender y exteriorizar la molestia ante lo que se pudiese considerar un agravio.

Josué Amauri Álvarez y Alejandro Carrera.

Seminario Permanente Crónicas y Fuentes de Origen Indígena del Siglo XVI Novohispano.

[1] Roberto Fontanarrosa, Las malas palabras en: https://www.youtube.com/watch?v=-IPa20i8-0Y (consultado 11 de febrero de 2016)

[2] Pablo Escalante Gonzalbo, “La cortesía los afectos y la sexualidad” en Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica  y los ámbitos indígenas de la Nueva España, t. I, México, FCE-Colegio de México, 2004, p.  267.

[3] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Editorial Patria, 1983, p. 369.

[4] Escalante, op. cit., p. 270.

[5] Ibid., p. 267

[6] Miguel León Portilla, Huehuehtlahtolli, Testimonio de la antigua palabra, trascripción y traducción Librado Silva Galeana, México, SEP-CFE, 1991. p. 92.

[7] Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997. Traducción del inglés al español por parte del Seminario permanente: Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano, p. 297.

[8] Ibid., p. 298.

[9] Ibid.

 

Bibliografía:

Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Editorial Patria, 1983.

Escalante Gonzalbo, Pablo, “La cortesía los afectos y la sexualidad” en Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España, Tomo I, México, FCE-Colegio de México,  2004.

León Portilla, Miguel, Huehuehtlahtolli, Testimonio de la antigua palabra, trascripción y traducción Librado Silva Galeana, México, SEP-CFE, 1991.

Sahagún, fray Bernardino de, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma,  University of Oklahoma Press, 1997. Traducción del inglés al español por parte del Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.

Fontanarrosa, Roberto, Las malas palabras en https://www.youtube.com/watch?v=-IPa20i8-0Y