De lo tocante a los primores de la lengua nahua… II

El reto al conocimiento. Los zazanilli 

                        «La desatención ocular resulta análoga al descuido que lleva al intelecto a no tomar en cuenta consideraciones excesivas y palpablemente evidentes».

             Edgar Allan Poe, «La carta robada.»

 

            La necesidad de comunicarse es algo inherente al hombre. A lo largo de la historia se ha podido registrar cómo el ser humano encuentra métodos para poder expresarse ante sus semejantes, siendo el lenguaje oral una de las formas más importantes que tiene para entenderse: desde el lento pero significativo proceso de simples sonidos guturales acompañados de gesticulaciones,  hasta la elaborada formulación de una lengua.

            Es la palabra un legado que perdura a través del polvo, el metal, el fuego y el tiempo. Lenguas tan antiguas como la griega y la romana han sobrevivido hasta nuestros días y no es extraño encontrarnos con palabras cotidianas cuya raíz etimológica tiene más de dos mil años de antigüedad. Así también no es para sorprendernos que culturas tan esplendorosas como las que habitaron el actual continente americano tuvieran un lenguaje que hoy día permanezca de alguna forma en nuestro hablar cotidiano.

            Se dice que al buen observador no se le va detalle alguno, y es que “ver” no es lo mismo que “observar”. “Ver” se refiere sólo a posar la mirada sobre un objeto, mientras que observar conlleva un proceso mucho más profundo: análisis, conceptualización y aprendizaje. Los antiguos nahuas eran unos excelentes observadores, y mucho de su lenguaje, no sólo el oral, posee detalles de todo su entorno. La lengua náhuatl es hermosa en muchos aspectos, pues dentro de ella no sólo hay expresiones que advierten una minuciosa observación por parte de los indígenas, sino también una verdadera metamorfosis poética de la palabra.[1] Así, este lenguaje da muestra de la observación de su contexto: en el nombre de los instrumentos de trabajo o los musicales, en los animales, las partes del cuerpo, la ropa u otros diversos objetos de la vida cotidiana.

            Para los nahuas, la palabra jugaba un papel importantísimo pues «era considerada como una de las más caras ofrendas que alguien podía dejar a su descendencia: ‘Esto (es) todo lo que te voy a dar: mis labios, mi palabra'».[2]

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Por medio de los discursos se educaba a los jóvenes, se trataba con los semejantes o se transmitían conocimientos. Códice florentino, Lib. VI, fol. 80

            Fray Bernardino de Sahagún dedica un extenso apartado en el Códice florentino sobre el uso de la palabra entre los antiguos mexicanos, en él  puede apreciarse el peso que las pláticas, adagios y dichos tenían en la sociedad mexica. Así como había diálogos para comunicarse con los gobernantes, entre semejantes o para hablar de padres a hijos, también existían usos del lenguaje cotidiano para el ocio y la diversión. Ejemplos de estos últimos los encontramos en los capítulos XLI-XLIII del Libro VI: refranes, metáforas y los zazaniles (o adivinanzas).Este tipo de diálogos servían  para transmitir, de generación en generación, mitos, instrucciones y órdenes que debían permanecer vivas; posteriormente, gracias a la escritura de caracteres latinos, se pudieron salvar una gran cantidad de cantos, poemas, refranes y conjuros que nos remiten a un pasado de infinitas dimensiones.

            Los zazaniles, forma españolizada de la palabra en náhuatl zazanilli, son llamados así por la primera partícula que forma la frase introductoria de este juego: zazan tlein o(n), dicha expresión podría traducirse como:

«zan» -> sólo/solamente;

«zazan» [duplicación del adverbio] -> «tan sólo»

«tlein-on» -> «eso/aquello».[3]

            Sahagún traduce esta frase como “¿qué cosa y cosa…?”,[4] mostrando la equiparación entre el juego de adivinanzas nahuas y españolas. Este desafío entre dos o más personas consistía en una pregunta que ponía a prueba la habilidad del contrario para descomponer su entorno en lenguaje metafórico y adivinar a qué objeto o animal se refería.

     Los zazaniles son resultado de espacios mentales que operan por una conexión, […] motivadas por la actividad cotidiana con los objetos y seres que conforman el entorno más próximo y representativo, y con los que el hombre náhuatl del siglo XVI interactuaba cotidianamente.[5]

            Así lo reafirma Ángel María Garibay en la introducción del Libro VI de La Historia general de las cosas de Nueva España:

                   Los informantes de esta final sección podían ser hombres de la calle. Cualquier mexicano del siglo XVI que guardara su lengua estaba en posesión de la riqueza idiomática y popular imaginaria de su propio modo de expresarse.[6]

Los zazaniles eran, un reto donde se planteaba un enigma en torno de un objeto con el fin de ser adivinado por medio de una serie de pistas “obvias”,[7] lo que podría equipararse hoy con el “adivina, adivinador”:[8]

«¿Qué cosa y cosa que va por un valle, y lleva las tropas arrastrando? Ésta es el aguja cuando cosen con ella, que lleva el hilo arrastrando.»

«¿Qué cosa y cosa un cerro como loma, y mana por dentro? Son las narices.»

«¿Qué cosa y cosa que entramos por tres partes, y salimos por una? La camisa.»

«¿Qué cosa y cosa que va por un valle, y va dando palmadas con las manos, como la mujer que hace pan? Es la mariposa, que va volando».[9]

Otros estudiosos, como Miguel León-Portilla, apuntan que los zazanilli, a diferencia de los cantos o cuicatl, son discursos con una secuencia lógica donde la imaginación, los recuerdos y el tiempo actual se conjugan.[10]

            A diferencia de otras actividades como el patolli (juego de azar «parecido a la Oca» dice Jacques Soustelle) o el tlachtli  (juego de pelota), que fueron altamente descalificadas por los frailes por implicar apuestas o incluso tener connotaciones religiosas[11], los zazaniles parecen haber sido actividades lúdicas inocentes que posiblemente se hacían en momentos de ocio;[12] esto, aunado a las similitudes que guardaban con las adivinanzas europeas, permitió que dicha costumbre sobreviviera a través de los años.

            Al prestar atención al nombre del capítulo XLII del Libro VI de la obra sahaguntina: «de algunos zazaniles de los muchachos(sic) que usa esta gente mexicana, que son los ‘qué cosa y cosa de nuestra lengua’ (acertijos)»,[13] podemos reafirmar el hecho de que era un juego cotidiano el hacer adivinanzas como reto a un contrario.

            La palabra se transforma en metáfora para referirse a algunas cosas que rodeaban al indígena dentro de su contexto, su entorno; éstos se convierten entonces en un juego que transforma la realidad en un símil «de obvias magnitudes». Si hoy entendemos la metáfora de «dientes de perla», no sería extraño que en aquél entonces el pueblo mexica, en su lenguaje cotidiano, entendiese la metáfora de que un pinacate es una piedrecilla.[14]

            Efectivamente, si nos ponemos a pensar en qué recae la maravilla de las adivinanzas, nos daremos cuenta de que es en la obviedad de lo que proponen. Todas reflejan algo de la realidad que vemos, pero que, de una manera análoga, se transforma metafóricamente para que busquemos similitudes con otras cosas que nos rodean. Un cuento de Edgar Allan Poe retrata a la perfección el juego entre la habilidad mental y la vista, ¿cuál engaña a cuál? En La carta robada, el ingenioso Dupin, el increíble detective que aparece en varios de sus cuentos, habla acerca de la relación que existe entre la obviedad y el resultado de las adivinanzas:

     Hay un juego de adivinación que se juega con un mapa. Uno de los participantes pide al otro que encuentre una palabra dada […], un novato en el juego busca confundir a sus oponentes proponiéndole los nombres escritos con los caracteres más pequeños, mientras que el buen jugador escogerá aquellos que se extienden con grandes letras de una parte a otra del mapa. Estos últimos, al igual que las muestras y carteles excesivamente grandes, escapan a la atención a fuerza de ser evidentes.[15]

Así también en los zazaniles, al ser «evidente» la respuesta, el juego mental hace efecto al entrar en el reto de querer vencer al contrario.

            A través de la historia de la humanidad podemos percatarnos de que las adivinanzas han existido en distintas culturas, aunque sus funciones y contexto puedan variar desde Oriente hasta Occidente donde o pueden ser actividades de recreación o incluso ser un aliciente para la guerra o el tributo.[16] Estudiosos como Alfredo López Austin aseguran que el hombre, en su afán por actuar sobre lo que lo rodea, «antropomorfiza» su entorno, dándole características similares a las suyas, atribuyendo así a las entidades desconocidas y a la misma naturaleza, rasgos humanos y características diferenciables.[17] De esta forma, las sociedades son selectivas con su entorno y necesidades, valoran o descalifican su ámbito en relación con la  vida cotidiana.[18]

Edipo 1

Según la tragedia de Edipo Rey, existía una esfinge que martirizaba a la ciudad de Tebas, devorando a todo aquél que no adivinase su acertijo. Edipo fue el único que acertó, llevando a la criatura mítica a su muerte.

Edipo y la esfinge. Jean-Auguste-Dominique Ingres. 1808, fotografía tomada de http://www.louvre.fr/oeuvre-notices/oedipe-explique-l-enigme-du-sphinx

            Los zazaniles son reflejo de lo humanos que somos, pues, aunque se traten de competencias, siempre existe, como la base de todo juego, la diversión. Y así, con una sonrisa, lanzamos el desafío a nuestro contrincante: ¿Quién es más listo?                       Si bien los cuarenta y seis zazaniles rescatados por Sahagún han llegado hasta nuestros días gracias a la obra escrita, no debe extrañarnos que algunos que no fueron registrados hayan sobrevivido al tiempo, gracias a la tradición oral. Los pueblos hablantes del náhuatl de Guerrero central, por ejemplo, se refieren a estas adivinanzas como zazanelli (en Ameyaltepec)  o zazanilli (en Oapan).[19] Basta también escuchar a las abuelas retarnos con sus juegos para que nos percatemos de ello.

Los dos coyotes[20]

 

            Iba un coyote por un camino y se encontró a otro coyote y le dijo:

– Hermano Coyote, ¿a dónde vas?

– Yo no soy coyote.

– Entonces ¿qué eres?

– Yo soy otro.

– ¿Otro qué? Eres coyote como yo.

– Te voy a apostar una gallina a que no soy coyote. ¿Aceptas?

– Acepto- dijo el primer coyote.

– Vamos a pasar donde están esos señores arando -dijo el segundo coyote-. Tú pasa primero y yo te sigo.

– ¡Juega! -y el primer coyote pasó frente a los dos hombres que araban el campo. Entonces uno de ellos le dijo a su compañero:

– ¡Mira, allá va un coyote!

El segundo coyote pasó enseguida frente a ellos.

– ¡Y allá va otro! – gritó el mismo hombre.

Entonces el segundo coyote le dijo al primero:

– ¿Qué te dije? Cuando pasaste tú, dijeron: «Allá va un coyote!, y cuando pasé yo, dijeron: «Y allá va otro». Así que me debes una gallina.

 

Efrén Fonseca Sánchez

Seminario permanente Crónicas y fuentes del siglo XVI novohispano.

[1] Aforismos, difrasismos, paralelismos, estribillos, etc. Si se desea saber más, el lector puede consultar la magna obra de padre Ángel María Garibay, Historia de la literatura náhuatl, México, Porrúa, 1992, (col. “Sepan cuantos…”, 626).

[2] Mariana Mercenario Ortega, Los entramados del significado en los zazaniles de los antiguos nahuas, México, UNAM, 2009, p. 23.

[3] Ibid., p. 40-41.

[4] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013 (col. “Sepan cuantos…”,  300), p. 397-398.

[5] Mercenario Ortega, op. cit., p. 97.

[6] Sahagún, op. cit., p. 280. Introducción al Libro VI.

[7] Mercenario Ortega, op. cit., p. 45.

[8] Ángel María Garibay traduce “zazanilli” como «fábula, cuento o charla» en la Llave del náhuatl, México, Porrúa, 2007 (col. “Sepan cuantos…”, 706), p. 80.

[9] Sahagún, op. cit., p. 397-398.

[10] León Portilla establece que los zazanilli son tlahtolli, discursos, pues no refieren a ritmos ni lingüísticos ni musicales. Citado por Mercenario Ortega, op. cit., p. 31.

[11] Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México, FCE, 1970, p. 163-164.

[12] Mercenario Ortega, op. cit., p. 107-108.

[13] Sahagún, op. cit., p. 397.

[14] Ibid., p. 402.

[15] Edgar Allan Poe, Cuentos completos. Edición comentada, México, Colofón-Páginas de espuma, 2008, p. 505, comillas del autor.

[16] Mercenario Ortega, op. cit., p. 38, 105.

[17] Alfredo López Austin, Las razones del mito. La cosmovisión mesoamericana, México, Era, 2015, p. 39.

[18] Mercenario Ortega, op. cit., p. 9.

[19] Ibid., p. 39.

[20] Fabio Morábito, Cuentos populares mexicanos, México, FCE-UNAM, 2014, p. 71.

 

 

Bibliografía

– GARIBAY  K., Ángel María, Historia de la literatura Náhuatl, México, Porrúa, 1992, (col. “Sepan cuantos…”, 626).

– __________, Llave del náhuatl, México, Porrúa, 2007 (col. “Sepan cuantos…”, 706).

– LÓPEZ Austin, Alfredo, Las razones del mito. La cosmovisión mesoamericana, México, Era, 2015.

– MERCENARIO Ortega, Mariana, Los entramados del significado en los zazaniles de los antiguos nahuas, México, UNAM, 2009.

– MONTEMAYOR, Carlos, (coord.), Diccionario del náhuatl en el español de México, México, UNAM, 2007.

– MONTES de Oca Vega, Mercedes, Los difrasismos en el náhuatl de los siglos XVI y XVII, México, UNAM, 2013.

– MORÁBITO, Fabio, Cuentos populares mexicanos, México, FCE-UNAM, 2014.

– POE, Edgar Allan, Cuentos completos. Edición comentada, México, Colofón-Páginas de espuma, 2008.

– SAHAGÚN, fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013 (col. “Sepan cuantos”, 300).

– SOUSTELLE, Jacques, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, México, FCE, 1970.

De lo tocante a los primores de la lengua nahua… I

Insultos y argüendes, un acercamiento al lenguaje de los nahuas

«Imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida”.

Ludwig Wittgenstein

     Para imaginar un nuevo mundo, es necesario crear una nueva forma de pensar y por tanto nuevos lenguajes. Ceñir el lenguaje a términos restrictivos, definitivos y determinantes, no es más que ponerle término a las potencialidades del mundo, es dar límites, es negar la posibilidad de observar otras formas libres de ser.

El pensamiento necesita de un lenguaje para expresarse, y la realidad requiere de un lenguaje expresivo para significarse. En este sentido, la consciencia y el lenguaje son interdependientes, uno necesita del otro y adquieren significado en su mutua correspondencia, pues sólo podemos pensar lo que ha sido hablado y sólo hablamos lo que es pensado. De los diferentes sistemas de lenguaje, el ser humano cuenta con uno muy especial al que humaniza cada vez más, nos referimos al lenguaje hablado y escrito. Desde esta forma de expresión, el lenguaje se presenta como el medio en que se fraguan las conspiraciones expresivas de la mente en nuestra relación con el mundo externo. El lenguaje es medio y conducto, principio creador, y fin limitativo.

    En consecuencia, el lenguaje se convierte en el conducto que relaciona al mismo individuo con su pensamiento y, al mismo tiempo, el que lo guía en y con el mundo externo, es decir unifica al hombre con su entorno natural y social. Por ello, cada hombre reproduce el lenguaje impuesto y determinado por su propia sociedad, que a su vez se desarrolla, se conforma y se ve afectada por las voces que los individuos intercambian entre sí; ambos se condicionan y son lo que el lenguaje y el pensamiento reflejan en la relación entre los individuos que la conforman.

    Así, se puede afirmar que parte de nuestra exitosa adaptabilidad como especie en este mundo, tiene como fundamento nuestra prolífica capacidad de reproducción plurilingüística, que refleja las múltiples y alternas formas de adaptación social, pues el lenguaje da estructura a la sociedad, otorga identidad a ciertos grupos de individuos con características comunes y les permite compartir una forma específicA de interpretar el mundo.

    Baste esta pequeña introducción para acercarnos al mundo nahua, y así empezar a comprender lo que la lengua representa y recrea a través de la interacción entre sus individuos. De todas las formas en que la lengua de una sociedad se manifiesta, irónicamente, es el lenguaje popular —el de mayor uso cotidiano, el más ampliamente difundido entre la población—, el que ha sido menos preservado. Sin embargo, al ser tachado prejuiciosamente de vulgar, se le ha negado el valor de ser también  una expresión que permite aprehender lo que el pueblo comprende de su realidad. En el mundo nahua esta modalidad del lenguaje cotidiano presenta una riqueza de información que sólo se asemeja a la belleza de su expresión que parece jugar y oscilar entre el ingenio poético y el figurativo.

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Códice florentino, Tomo 3, Libro. X, fol. 2.

En efecto, el lenguaje popular de las sociedades nahuas no fue del interés de los estudiosos (frailes, colonos, conquistadores, funcionarios) del mundo indígena. Son pocos los ejemplos que podemos rescatar de esta forma de expresión en los textos novohispanos. Un ejemplo que pervivió fue el de los insultos o improperios, aunque debemos señalar que sólo fray Bernardino de Sahagún los recoge durante el inicio de su investigación. Estas expresiones quizá son las de mayor complicación para su entendimiento cabal, ya que presentan problemas desde su traducción, ya que en muchas ocasiones, el provocativo valor fonético coquetea con el significado alegórico de las palabras, que pueden ir desde la altisonancia que depende del tono fonético, hasta la complejidad polisémica del juego de palabras.

    En cuanto al valor fonético, hay algo de lo que infortunadamente carece casi siempre todo texto escrito: la falta de gestualidad y tono expresivo. Al respecto, como lo refirió con tono magistral y humorístico el dibujante Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua del 2004,[1] toda palabra carente de tonalidad y fuerza fonética carece de toda expresividad. Lamentablemente esto sucede con las expresiones nahuas que analizaremos a continuación.

    Es cierto que lo sustancioso de cualquier lenguaje es su posibilidad expresiva, que prácticamente queda nulificada en la escritura, pues pocas veces se logran transmitir los tonos, ritmos o texturas de la pronunciación, lo que puede cambiar drásticamente el significado de una expresión y restarle fuerza. En todo caso el siguiente análisis ayudará a cuestionar el significado de ciertas expresiones nahuas:

Apártate bellaco, hombrecillo; no sea que te empuje: Vete por allí perrote, perrote; no sea que te patee, no sea que te moje la nariz. Vete por allá bobo, torpe; gordo macehual, gordo huérfano ¿Quién eres tú? ¿A quién conoces? Pavote. [2]

Conviene señalar que el texto indica que este tipo de insultos se realizaban con furibundos gritos, aunque es imposible imaginar con exactitud el tono colérico de este enunciado, cabe reflexionar un poco en los momentos de ira en los que cualquier persona expresa su desdén, con el fin de limpiar un agravio real o imaginario para darle el posible énfasis que alguna vez tuvieron estas palabras. Sin embargo, el matiz puede cambiar si tomamos en cuenta su pronunciación en la lengua náhuatl, aunque su significado y su aplicación no demeritan su comprensión.

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Códice florentino, Tomo 2, Libro VI, fol. 85.

    En cuanto a la codificación del insulto, el apelativo “perro”, “perrote”  ciertamente en nuestros días sigue siendo una palabra significativamente despectiva, como se puede apreciar también en las palabras de Hernán Cortés recogidas por Bernal Díaz del Castillo: “Vaya para perro, que aun tianguez quiere hacer ni de comer nos manda dar”.[3] Esto último haciendo referencia a las nulas atenciones que según el conquistador recibieron de Moctezuma. El sentido de desamparo, descuido y abandono de los perros es quizás el común denominador para que se considere una ofensa este tipo de apelativo, ya que afirma la idea sobre el rechazo social hacia un individuo: lo transforma en un inadaptado social, un ser feral, poco preocupado por su persona.

Existen en este discurso otras palabras ofensivas como: “bobo”, “torpe de carácter”, netamente castellanas, con el fin de darle un sentido más cercano a la lengua española. En el mismo texto aparecen otras palabras nahuas como “pavote” o “desollado”, que son relevantemente significativas, ya que sólo asumen sentido dentro de la cosmovisión nahua, si entendemos el desollamiento como un castigo o como una referencia a ser despojado. Pues como bien lo ha advertido Pablo Escalante, el sentido de este discurso es el de remarcar el repudio y la marginalidad de los extraños.[4]

Por otro lado, en los insultos femeninos si bien se presentan palabras que asumen este sentido de marginalidad, orfandad y desvinculación social, es posible encontrar que el énfasis de la ofensa tiende más hacia las connotaciones sexuales:

Culote agitado; culo que muere de hambre. Ay, quiere andar conociendo, por ahí, sobre los rostros de la gente[…] por ahí muestra la pierna.[5]

Es curioso que las ofensas hacia las mujeres se manejen con una gran carga sexual, por ello resulta pertinente resaltar que la sociedad nahua tenía una moral muy distinta a la occidental de los conquistadores y de la nuestra; el insulto se basaba completamente en aquello que era atípico o choca con lo que el Estado y su sociedad consideraban una conducta transgresora. Resulta interesante señalar que la ofensa va sobre determinadas partes del cuerpo femenino y que, a su vez, las sediciosas insinuaciones de una sexualidad libre sean el centro de la crítica social.

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Códice florentino, Tomo 3, Libro X, fol. 31.

Para un mejor entendimiento sobre estos temas, es necesario observar lo que era considerado como socialmente correcto entre los pueblos nahuas. En el caso de la mujer, el siguiente ejemplo refleja esta idea:

Y bien canta, bien habla, bien conversa, bien responde, bien ruega; la palabra no es algo que se compre. No como muda, tonta, te vuelvas. Y el huso, la tablilla para tejer, hazte cargo de ellos; la labor, lo que eleva, asciende como el olor, lo que es un modelo, el color rojo (el saber). Así bien, al lado y junto de la gente vivirás, así merecerás en alguna parte un poquito de bebida de maíz, una tortilla doblada, una verdurita, un nopalito; y en alguna parte algo de maíz añublado, lo que de tu cadera, que de tu pecho colgará para que tome calor, para que tome tibieza tu cuerpo.[6]

Las recomendaciones implican el merecimiento del sustento por medio del buen comportamiento, la utilidad social; si a esto se le añade que la educación férrea se daba desde temprana edad, permite entender de una mejor manera el modo en que las ofensas manifestaban  y segregaban a quien las recibía:

“¡Ah, mujercita! ¡Fuera! ¿Cómo disputarás conmigo? ¿Eres mi marido? ¿Eres mi esposo? ¡Ah! Mujercita de alguna especie con la boca cerrada, siéntate. ¿Qué me estás diciendo, mujercita de placer? ¿Eres mi concubina? ¿Cómo disputas conmigo? ¿Continúo entrando a casas contigo? ¿O vivo gracias a ti? ¿Me das lo que necesito? ¿Como gracias a ti? Ah, mujercita con una greña de cabello en la frente, con cabello despeinado, cesa.[7]

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“Prostituta”, Códice florentino, Tomo 3, Libro X, fol. 39.

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“Mujer adultera”, Códice florentino, Tomo 3, Libro X, fol. 40.

La ofensa es sexual se enaltece al denotar la falta de “utilidad” social; el improperio continúa escalando conforme la discusión se exalta:

 Su boca está cerrada. Ella es una pequeña perversa imprudente, una que entra en la casa, desollada. No come nada. No tiene chile; no tiene sal. [Ella tiene] un trasero que pica, un trasero hambriento. ¡Ah, fuera! ¿Pretenderás en público ser una bufona? ¿Cómo nos echarás? ¿Emerges para convertirte en la soberana del estado? Eres una pequeña perversa, inepta con la gente. ¡Fuera, vete! [8]

Como se aprecia, aún dentro de los improperios, la metáfora del lenguaje muestra la gran construcción e inteligencia empleadas para la ofensa, denota las ganas de humillar; salta a la vista la siguiente frase “¿Emerges para convertirte en la soberana del estado?”, el sentido de ironía está fuertemente vinculado con el comportamiento de quien hizo la ofensa.

Permíteme no golpearte. Parece que desdeñas cosas; parece que aquí vives con orgullo. ¿Pretendes ser una mujer noble? ¿No, eres sólo una pequeña plebeya? Parece que aquí careces de respeto por uno. ¿De dónde vienes? ¡Vete! ¿Es acaso tu hogar esa clase de lugar?[9]

A partir de estos ejemplos, es posible concluir que el lenguaje funciona como medio estructurador de la realidad, da fundamento a las relaciones sociales, regula conductas, crea estereotipos, y permite la adaptabilidad o rechazo social de los individuos. Es pertinente recordar que toda actividad humana está permeada por los códigos morales que una sociedad manifiesta, que los sentimientos y las emociones son parte de nuestra psique, que así como manifiestan respeto, confianza o apoyo, también influyen de manera opuesta, con el fin de humillar, ofender y exteriorizar la molestia ante lo que se pudiese considerar un agravio.

Josué Amauri Álvarez y Alejandro Carrera.

Seminario Permanente Crónicas y Fuentes de Origen Indígena del Siglo XVI Novohispano.

[1] Roberto Fontanarrosa, Las malas palabras en: https://www.youtube.com/watch?v=-IPa20i8-0Y (consultado 11 de febrero de 2016)

[2] Pablo Escalante Gonzalbo, “La cortesía los afectos y la sexualidad” en Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica  y los ámbitos indígenas de la Nueva España, t. I, México, FCE-Colegio de México, 2004, p.  267.

[3] Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Editorial Patria, 1983, p. 369.

[4] Escalante, op. cit., p. 270.

[5] Ibid., p. 267

[6] Miguel León Portilla, Huehuehtlahtolli, Testimonio de la antigua palabra, trascripción y traducción Librado Silva Galeana, México, SEP-CFE, 1991. p. 92.

[7] Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997. Traducción del inglés al español por parte del Seminario permanente: Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano, p. 297.

[8] Ibid., p. 298.

[9] Ibid.

 

Bibliografía:

Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, México, Editorial Patria, 1983.

Escalante Gonzalbo, Pablo, “La cortesía los afectos y la sexualidad” en Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España, Tomo I, México, FCE-Colegio de México,  2004.

León Portilla, Miguel, Huehuehtlahtolli, Testimonio de la antigua palabra, trascripción y traducción Librado Silva Galeana, México, SEP-CFE, 1991.

Sahagún, fray Bernardino de, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma,  University of Oklahoma Press, 1997. Traducción del inglés al español por parte del Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.

Fontanarrosa, Roberto, Las malas palabras en https://www.youtube.com/watch?v=-IPa20i8-0Y

Introducción

De lo tocante a los primores de la lengua nahua…

Uno de los fenómenos más complejos y a la vez más encantadores de la cultura de un pueblo es su lenguaje, pues se construye a partir de una gran gama de formas y significados, producto de siglos de la interacción del hombre con la naturaleza y con sus semejantes, lo que permite al investigador, preocupado por reconstruir la cosmovisión y las relaciones sociales del pueblo que lo habla, contar con una mina de información que, en ocasiones, parece infinita.

Por encima de cualquier otro producto humano, su lengua, su habla, es el elemento que refleja los mayores indicios sobre su ser y pensamiento, ya que explicita no sólo sus más profundas preocupaciones e interrogantes, sino la vida misma que se compone de una cotidianidad que envuelve tradiciones, costumbres, supersticiones y todo aquello se teje en el seno de los pueblos a lo largo de su historia. Es, por otro lado, uno de los indicadores que reflejan con mayor exactitud las diferencias entre las clases y estratos de la sociedad, además de convertirse, al alcanzar su máxima expresión, en un verdadero arte.

La cultura nahua ofrece, gracias a los registros de las fuentes novohispanas, un acervo de las expresiones de este pueblo que está plagado de significados ocultos, sentidos dobles, metáforas y, particularmente, difrasismos, que envuelven un lenguaje serio y profundo pero también pueden manifestar un sentido pícaro, histriónico, ofensivo o cariñoso. En pocas palabras, el lenguaje es un elemento vivo en constante cambio que expresa el pensamiento del hombre.

Por estas razones es que presentamos en las próximas cuatro entradas, lo relativo a la palabra de una cultura con toda la complejidad que presenta un idioma aglutinante y metafórico, como es el propio de la lengua náhuatl. Esperamos que a través de nuestras letras, se pueda dar luz y vida a los obscuros sentidos de gran parte de la vida de un pueblo mediante sus palabras.

Aline Gallegos Méndez