• Gracias al Seguro Facultativo, concluyó dos licenciaturas
#Historias50
“La UNAM finalmente pagó por mi vida”, asegura convencida Laura Karina Cabrera Estrada al referirse al Seguro Facultativo de nuestra casa de estudios, que cubrió en su totalidad la cirugía a corazón abierto para atender la estenosis valvular pulmonar que padecía desde temprana edad. “Era eso o morir”.
Egresada de las licenciaturas en Periodismo y Comunicación Colectiva y Lengua y Literatura Hispánicas por la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, además reconocida con la Medalla Gabino Barreda 2003, la trayectoria profesional ha sido tan profunda como su vida personal, pues dicho problema de salud le enseñó a mirar la existencia con otra perspectiva.
“Mi mayor enseñanza fue la compasión”, aseguró. Y no lo dice desde alguna tribuna imaginaria. Debía estudiar prácticamente sin aliento, con intensos dolores y problemas de memoria causados por la falta de oxígeno. Aun así, no claudicó. Continuó preparándose, recorriendo los pasillos de Acatlán, subiendo escaleras como si escalara montañas, con fallas en el corazón. El 19 de septiembre de 1995 entró al quirófano. Sobrevivió. Desde entonces no deja de agradecer.
Las aulas, además del sitio de formación, las transformó en trincheras. Tras titularse en ambas licenciaturas ingresó al magisterio universitario. En todos los salones, en cada clase compartía algo más que conocimientos: la certeza de que todo esfuerzo cobra sentido.
Actualmente
Laura Cabrera es coordinadora de operaciones en Caligrama Editores, especializada como editora de cómics y manga para Panini. Trabajo meticuloso, prácticamente quirúrgico. “One Piece, por ejemplo, tiene más de 100 volúmenes”, explicó en entrevista en Pachuca, Hidalgo.
“Necesitamos respaldo de cada personaje, cada nombre, cada referencia. La edición de manga no es solo corregir gramática, es cuidar la continuidad narrativa de una historia que se construye por décadas”, explicó. Cabrera Estrada maneja con destreza las reglas del idioma y las necesidades del lector latinoamericano, desde México hasta la Patagonia.
Ingresó a Caligrama por recomendaciones de un exalumno. “Llegué gracias a la gente de Letras”. Pese a que Periodismo resultó la primera de sus dos licenciaturas, reconoce que Lengua y Literatura Hispánicas le ofreció las herramientas más finas para trabajar: “Comprender cómo ha evolucionado el español desde el latín hasta hoy me permite tomar decisiones editoriales con precisión quirúrgica”.
Ni la pandemia médica de la COVID19 impidió que continuara con el trabajo de editora. Encerrada casi dos años por precaución médica continuó con las correcciones, traducciones y revisiones de mangas como Naruto y Boruto. En alguna convención posterior, le agradecieron: “Gracias por seguir trabajando durante la pandemia, porque esas historias nos ayudaron a sobrevivir momentos duros”. La marcó enterarse que su trabajo, invisible para la mayoría, también salvó vidas.
Pero más allá del quirófano o la sala de edición, Laura Karina también es memoria viva de la FES Acatlán. La recuerda como el hogar, amable comunidad que la acogió, formó y empoderó. Allí estudió idiomas, entró a talleres de arte, escribió poesía y trabó entrañables amistades.
Voces
En Acatlán intervino en misteriosas anécdotas —como oír voces en talleres vacíos—; momentos casi místicos, como la ocasión que cierto perro blanco la acompañó hasta la salida del campus desierto, justo cuando más miedo la atenazaba.
Con el 50 aniversario de Acatlán, Laura no duda: “Gracias, Acatlán. Por todos nosotros, por todos los profesionistas que ha dado al país. Estoy convencida de que muchos buscamos el bien de México y no solo el propio”.
Laura, ¿con qué personaje te identificas? Sin chistar, Karina respondió: Nico Robin, de One Piece. “Hay un momento en que Robin, tras todo su sufrimiento, grita: ‘¡Quiero vivir!’. Ese fue mi grito en 1995”.
Actualmente Cabrera Estrada sigue escribiendo historia personal. Semblanza de amor por el lenguaje, el conocimiento y, sobre todo, la vida. Con cada página que edita, con cada palabra corregida, reafirma la sencilla pero contundente verdad: estar viva es, en sí mismo, el mayor acto de resistencia.
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