POR ELISA G. CUEVAS LANDERO *
Forrest Gump, Splash y Philadelphia son, tal vez, los filmes más entrañables de Tom Hanks y ¡vaya que tiene presencia relevante en el mundo cinematográfico!, pero A Man Called Otto (Un vecino gruñón, 2023, como fue traducido en Hispanoamérica), se convierte en un acto de amor entre el personaje, su peculiar carácter, circunstancias y el espectador, desde el momento en que se comienza a ver y a disfrutar la película; claro está, si se deja uno llevar por la trama sin prejuicios o advertencias en contra.
Aunque para la página rottentomatoes.com (1) A Man Called Otto (2023) merece nada más que 69 por ciento en su evaluación, me pareció interesante y por eso la comento con la intención de invitar a que sea vista; lo del porcentaje o calificación es lo de menos cuando hay calidad o contenido aceptable en una película. Y por si hubiera duda sobre su éxito en la página de Sony Pictures se sostiene que fue el número uno en superventas según la cuenta del New York Times (2). En Rotten Tomatoes se registra 97 por ciento por parte de la audiencia, con más de cinco mil opiniones verificadas (3).
Es interesante por los valores que se expresan con la magnífica interpretación de Tom Hanks al guion de David Magee. Y, por supuesto, debido a la brillante dirección del suizo Marc Forster (también director de Guerra Mundial Z y Descubriendo el país de nunca jamás, esta última nominada a siete premios Oscar, por mencionar algunos de sus éxitos cinematográficos).
A Man Called Otto es una película que viene muy bien a nuestro tiempo porque recuerda que algunos valores, como la solidaridad, todavía existen. Puede ser calificada como melodrama, ya que está veteada por el drama, pero la comedia la atraviesa también. Casi al mismo tiempo que nos sobrecoge con las situaciones complicadas de la vida -especialmente del personaje central, el señor Otto-, que son muy bien captadas en la pantalla, nos hace reír con algunas escenas: el buen humor o de plano la carcajada salen a pesar nuestro.
Por ejemplo, en la vida real uno no se reiría jamás de alguien que pretende suicidarse. Sin embargo, hay algunas escenas que nos provocan carcajadas porque al presunto suicida no le salen bien las cosas; y es risible, entre otros, el hecho de que colocara periódico por todo el piso ¡para no ensuciar la alfombra! La limpieza y el orden por encima de la muerte misma, tragedia que mueve a la risa.
El valor de la película radica, precisamente, en los valores humanos que muestran los personajes en la interacción de su vida cotidiana: al ofrecer un platillo al vecino que se supone disfrutará aunque lo reciba refunfuñando; la torpeza de uno de los personajes al que se debe auxiliar porque no sabe estacionarse; o la simpatía de la vecina que, por cierto, encarna la actriz mexicana Mariana Treviño, memorable por sus interpretaciones en las series La casa de las flores, Club de cuervos y en la película Perfectos desconocidos. A Man Called Otto no es la excepción y Mariana Treviño también destaca en su interpretación.
El espacio formado por un conjunto de casas, áreas comunes y el interior de las viviendas enmarca el desarrollo de las acciones. Es un vecindario suburbano de Pittsburg, Pensilvania, pero podría ser el de cualquier país. Recuerda a las viejas comunidades donde todos se conocían, se hablaban, jugaban algún deporte en la calle y colaboraban entre sí. Nada lejano a una realidad que percibe muy bien la novela “A Man Called Ove”, cuyo autor es Fredrik Barckman y que sirvió de base para el guion.
Aunque el filme no dedica muchos minutos al problema, que hoy es una realidad, sobre la construcción de edificios enormes que destruyen, precisamente, la interacción comunitaria, es tratado el tema del desalojo, de lo que llamaríamos teóricamente, con David Harvey, acumulación por desposesión, uno de los problemas que más le preocupan a Otto.
A él le parece inaudito que tenga ese mal fin un espacio que ha cuidado con orden y limpieza obsesiva, donde ha sido feliz -aunque después de algunos eventos trágicos se le haya “amargado el carácter”-; donde otros siguen llegado a disfrutar del entorno comunitario. Otto lamenta que los monstruosos edificios se construyan sobre casas de dueños que son “indemnizados” con una bicoca o sobre la destrucción del bosque en la colina, donde fueron talados abedules y, cuanto había, para poder erigir las edificaciones.
La comunidad, aunque sea “fastidiosa” y no coloque la basura en el lugar que corresponde; aunque sea metiche (finalmente es lo que hay), se le debe respetar, incluso aprender a amar, como le sucede a Otto con sus vecinos. La vida, como se muestra, es más fácil si nos sostenemos unos a otros con lazos de solidaridad firmes, esto es lo que aprende Otto.
El llamado (sin que se diga así específicamente en los diálogos) a preservar y recrear los lazos comunitarios, los de solidaridad, es lo más atractivo de la película. Pero se tocan otros valores: el amor a la esposa muerta a través del tributo con flores; la simpatía, e incluso amor, hacia los niños de forma franca; la amistad que va siendo fomentada y crece a través de las acciones de los vecinos, aunque no es fácil: la amistad, como cualquier acción subjetiva, conlleva dificultades y aquí se muestra así, como algo por conquistar a base de convivencia y trabajo.
No se romantizan las relaciones, por el contrario, se presentan con todas sus dificultades: la piedad por un gato callejero; compartir un mole mexicano con el vecino gruñón; la valentía para salvar a alguien de morir en las vías del tren; ayudar a la vecina para que llegue al hospital en una situación de emergencia, el respeto a la comunidad transgénero, entre otras.
A Man Called Otto es un llamado a recuperar la honestidad, valor de plano ya perdido -o casi-, sobre todo en el campo del comercio; esto se refleja muy bien en una de las escenas que parece necia y absurda, pero no lo es y ocurre justo al inicio de la película, cuando Otto reclama por el cobro de 20 centímetros de más en la compra de una cuerda.
Otto señala que su producto mide solamente un metro y ochenta centímetros, pero la tienda, como se lo confirma la subgerente, no vende centímetros, sólo metros, y él exige que le regresen el cambio por esos 20 centímetros que no está llevando.
Esta escena recuerda las “donaciones obligatorias” de algunos centavos en las grandes tiendas transnacionales donde, a veces, sin preguntar se quedan con nuestros centavos que, ya juntos en todas las sucursales, se vuelve una gran cantidad de dinero y que con total deshonestidad se apropian a veces sin preguntarnos si “queremos donar”. La indecencia en la pantalla,
pero también en la vida real.
Recomiendo el disfrute de esta película por la gran actuación de Tom Hanks y de la mexicana Mariana Treviño. Por lo ya expresado acerca de los valores pero, sobre todo, porque las vetas de comedia son disfrutables por su originalidad. No es comedia de pastelazo. Cada escena de drama está muy bien montada y no lleva al llanto vano, sino a experimentar sensaciones profundas y a sonreír o a reír, porque a las escenas “tristes” les siguen las “simpáticas”. A reír y llorar se ha dicho, estimado(a) lector(a), no deje de hacerlo.
Referencias
1. A man called Otto, https://www.rottentomatoes.com/m/a_man_called_otto [Recuperado 14/06/2023].
2. https://www.sonypictures.com.mx/peliculas/un-vecino-grunon [Recuperado: 22/06/2023].
3. https://www.rottentomatoes.com/m/a_man_called_otto [Recuperado 14/06/2023].
* Socióloga con maestría y doctorado en Ciencia Política. Profesora investigadora de la FES Acatlán, UNAM, en el área de Teoría Social en la Unidad de Investigación Multidisciplinaria.
RESPONSABLE DE PUBLICACIÓN:
PROFESOR NOVEL ALEJANDRO GONZÁLEZ OROZCO.
EDITOR DEL BOLETÍN INFORMATIVO CINEADICTOS,
DE LA COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL DE LA FES ACATLÁN.