POR NOVEL ALEJANDRO GONZÁLEZ OROZCO
La violencia no distingue género, estatus social, edad ni nacionalidad. Se trata de un tema complejo que requiere ser visualizado con objeto de empezar a tomar conciencia, generar los cambios necesarios para erradicarla, no obstante que cada vez nos resulte más cercano y atroz. Es urgente ponerlo en la mesa de discusión y llevarlo a la conversación cotidiana.
En este momento en particular es propicio reconocer relatos en los que distinguen modelos de sociedades donde se han perpetuado agresiones; con este objetivo qué mejor que recurrir al cine, a su lenguaje, a diferentes miradas y momentos en la historia, donde diversos realizadores(as) de cine han registrado este flagelo.
El tema de la violencia cobra especial importancia ante los elevados índices de agresiones, especialmente contra mujeres, quienes han sido las principales víctimas, ya no sólo de actitudes hostiles, sino de formas brutales de asesinatos; cuando la mayoría sigue sin recibir la solidaridad de sectores de la sociedad cuyas acciones pudieran marcar el alto al miedo que enfrentan mujeres violentadas, a las causas que las llevan a callar, a no denunciar lo que viven por temor al escándalo, a la vergüenza de ser señalas públicamente por su condición de víctimas e, incluso, verse obligadas a proteger a sus victimarios.
Teniendo como referencia el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, (cuya conmemoración internacional ocurre el 25 de noviembre), en CineAdictos les invitamos a revisar los siguientes títulos: Que mi nombre no se olvide en la historia / Las 13 rosas rojas (Verónica Vigil Ortiz y José María Almela, España, 2005) documental que se complementa con el largometraje Las 13 rosas (Emilio Martínez-Lázaro, España, 2007); La teta asustada (Claudia Llosa, Perú, 2009), Las elegidas (David Pablos, México, 2015) y Las tres muertes de Marisela Escobedo (Carlos Pérez Osorio, México, 2020).
Que mi nombre no se olvide en la historia / Las 13 rosas rojas
En 2005, bajo la producción de Delta Films, Verónica Vigil Ortiz y José María Almela encabezaron la elaboración del guion, producción y dirección de un documental presentado en dos partes, con los testimonios de María del Carmen Cuesta, Maruja Borrel, Concha Carretero, Nieves Torres y Ángeles García-Madrid, todas ellas sobrevivientes del proceso de detenciones de integrantes de Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), organización política que, con la llegada del régimen de Francisco Franco a España en 1936, fue objeto de todo tipo de ataques. Se trata de un material audiovisual elaborado con los pocos testigos que quedaba vivos en el siglo XXI.
A partir del 16 de mayo de 1939 las mujeres antes mencionadas y diversas personas a quienes se vinculó a las JSU permanecieron encarceladas, ellas hacinadas en la prisión de Ventas, incluso con apoyo de la Iglesia católica, que facilitó a Franco instalaciones y personal para detectar a quienes se consideraba sus enemigos.
Este documental resulta interesante como material de consulta de relatos de primera mano, porque exalta el poder de las versiones de quienes vivieron aquellos años, las personas que lograron vivir para contarla y las condiciones en que realmente ocurrieron los abusos de poder militar con descarada violencia.
Como se observa en Que mi nombre no se olvide en la historia / Las 13 rosas rojas, el giro de tuerca para ajustar cuentas con las Juventudes Socialistas Unificadas sucedió el 29 de julio de 1939 con los asesinatos de Isaac Gabaldón, comandante de la Guardia Civil y miembro del Servicio de Inteligencia y Policía Militar, de su hija Pilar Gabaldón y del chofer José Luis Díez.
El franquismo tomó como pretexto este triple crimen para llevar a juicio a 13 mujeres y 43 hombres que fueron sentenciados a muerte y fusilados el 5 de agosto del mismo año. En este material fílmico se señala que habrían llegado a 164 los detenidos(as) por el caso Gabaldón, pero el tema más emblemático fue el de las llamadas 13 rosas, mujeres inocentes que fueron fusiladas y entre las que había menores de edad.
Sobre el atentado contra el encumbrado militar existen investigaciones posteriores a la elaboración del referido documental, donde se argumenta que los responsables fueron tres miembros de la Juventudes Socialistas Unificadas disfrazados de militares, se dice que autores y cómplices sí estuvieron entre los ejecutados por el régimen de Franco.
También se mantiene viva la teoría de una conspiración encaminada a ocultar a militares que formaban parte de logias masónicas, infiltrados en el gobierno de Francisco Franco y que los responsables fueron los servicios de inteligencia franquistas a quienes se les facilitaba por completo implementar actos violentos de diversa índole encaminados a confundir a la sociedad española.
No se pase por alto que durante el franquismo fue práctica común la tortura y así obtuvieron toda clase de confesiones, por ello las fundadas dudas de investigadores respecto a lo dicho por quienes, en su momento, “delataron” a los opositores y con total impunidad acusaron a un sinfín de “culpables”.
Cualquiera que se asuma como realidad, lo innegable es que el caso Gabaldón fue un pretexto para ejercer una desmesurada brutalidad, para masacrar a personas que únicamente eran opositoras a un sistema de gobierno autoritario.
El hecho fundamental de esta historia es la violencia ejercida contra mujeres, en particular las detenciones y ejecuciones de siete jóvenes que aún no alcanzaban la mayoría de edad, que sus historias permanecieron ocultas y de ellas no se supo durante mucho tiempo. Solamente las filtraciones en la prensa extrajera hicieron que el régimen de Franco se viera obligado a parar los fusilamientos de menores.
En este contexto ha de recordarse la Ley de Amnistía de 1977 y las derivaciones del llamado “Pacto del Olvido”, las cuales hicieron que varias generaciones de españoles estuvieran al margen de las atrocidades del legado de 40 años de dictadura franquista. Los pactos de silencio de partidos políticos de izquierda y derecha llevaron a esa nación a dejar atrás el pasado y concentrarse en el futuro, por ello historias, como las de Las 13 rosas rojas, permanecieron mucho tiempo en calidad de leyendas.
Para revelar el pasado franquista han sido fundamentales las investigaciones del periodista Jacobo García, quien desde 1985 dio a conocer el caso y los libros “Las trece rosas” (novela de Jesús Ferrero, con libertades literarias, que apareció en 2003) y “Trece Rosas Rojas. La historia más conmovedora de la guerra civil” (narración histórica del periodista Carlos Fonseca, basada en hechos reales y publicado en 2004).
En ambos libros se conoce a fondo de los fusilamientos de Martina Barroso García, Luisa Rodríguez Lafuente, Elena Gil Olaya, Victoria Muñoz García, Anita López Gallego, Dionisia Manzanero Salas, Carmen Barrero Aguado, Joaquina López Laffite, Virtudes González García, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa Conesa.
Las 13 rosas
En 2007, con el sello de Alta Classics, el respaldo de instituciones públicas españolas, recursos de España e Italia y la asesoría de Carlos Fonseca, el director de cine Emilio Martínez-Lázaro presentó la versión cinematográfica de Las 13 rosas, con un guion que da mayor peso a los personajes y al aspecto emotivo del drama, dejando los hechos históricos en un marco de referencia. Las interpretaciones son de Pilar López de Ayala, Verónica Sánchez, Marta Etura, Nadia de Santiago, Bárbara Lennie, José Manuel Cervino, Goya Toledo, Félix Gómez y Fran Perea, entre otros histriones.
En este filme se destacan las secuelas, tanto físicas como sicológicas de la posguerra, con amplios sectores de la población que debían coexistir entre pobreza, hambre, barricadas y ruinas de edificios bombardeados.
Como ejemplo baste la siguiente escena: en un comedor comunal niños y ancianos debe evacuar de inmediato, ha sonado la alarma de bombardeo, se dirigen al refugio, pero al paso de los aviones no han caído explosivos sino panes envueltos en propaganda fascista con la leyenda “En la España nacional. Una grande y libre. No hay un hogar sin lumbre, ni una familia sin pan”. Aunque temerosos al régimen que recién inicia, no hay quien resista la tentación de probar un alimento tan deseado.
Propaganda y represión fueron los dos sellos del franquismo, mismos que quedan retratados en este filme. Se complementan con el ambiente imperante en la época, las constantes escenas de denuncias de vecinos, amigos e incluso de familiares señalando a los “rojos”, provocando redadas, espionaje generalizado, detenciones y ejecuciones sumarias.
Se observa a republicanos que tenían los medios económicos para huir del país ante la previsible represión sangrienta, pero también a personas que no tienen recursos para hacerlo, sabiendo que sus actos políticos del pasado los llevarán a enfrentar juicios. Están quienes no quieren irse de España por tener la conciencia tranquila, como fue el caso de las jóvenes que formaron parte las trece rosas, pues su único “error” era defender sus ideales.
El filme presenta a un grupo de jóvenes en sus vidas cotidianas durante la posguerra, cuando fueron detenidas y reunidas por “rojas”, señaladas como enemigas del régimen franquista. Aquí el elemento de objeto de análisis es la forma en que fueron detenidas con irrupciones nocturnas en sus viviendas, en espacios públicos y con la complicidad de quienes apoyaban a Franco, luego la forma en que fueron sometidas, con brutales interrogatorios policiales, desnudadas y atacadas por el recurrente personaje de Gaspar, el golpeador “oficial”. Posteriormente trasladadas a la cárcel de Ventas donde pasarían algunos unos años encerradas por rebelión, acusadas por, supuestamente, organizar un atentado.
Como se explicó antes, el caso de Isaac Gabaldón sirvió de pretexto al Tribunal Militar para condenarlas a muerte, argumentando que habían formado parte del grupo de asesinos del comandante (no obstante que ellas hacía ya tiempo permanecían encarceladas) y menos de 48 horas luego de recibir sentencia las fusilaron, el 5 de agosto de 1939.
Los espectadores saben en todo momento qué esperar del desenlace y del momento climático, pero al igual que sucede con la historia oficial de España, el final se suaviza, se añaden escenas cuya referencia lleva a pensar en lo siguiente, en la generación que enfrentará las secuelas del franquismo, pero resultan innecesarias e incluso parecen corroborar la idea de justificar la necesidad de ver, a partir de ese momento, sólo hacia adelante.
En el público ocurre todo lo contrario, con los elementos dramáticos que se han atestiguado y dejando de lado las libertades creativas para lograr un atractivo material de entretenimiento, de inmediato se empieza recapacitar en la historia de esas mujeres violentadas, su idealismo juvenil, que no se dejaron amedrentar, las maneras en que sortearon peligros antes de llegar a la muerte, en la camaradería que prevaleció entre ellas, no obstante la tortura física y sicológica que padecieron.
Por más que se quiera imaginar el terror, a partir de las escenas recreadas en Las 13 rosas, seguramente lo que se pueda imaginar no fue ni lo más mínimo de lo que realmente pasaron aquellas personas, como consecuencia de la brutalidad de los verdugos franquistas, del odio fratricida y del fascismo en general, sin olvidar que familiares y sobrevivientes también fueron víctimas.
La teta asustada
Claudia Llosa presentó en 2009, con apoyo de Oberón Cinematográfica, Wanda Visión y Vela Producciones un drama peruano, con financiamiento español, que fue bien aceptado por la crítica especializada, particularmente en Europa y en los principales festivales de cine. Ganó prestigio internacional con su nominación en la categoría de Mejor Película Extranjera (también identificada como “Mejor película de habla no inglesa”) en los premios Oscar de 2010, pero no tuvo respaldo mayoritario en su país de origen, evidenciando el rechazo de la sociedad peruana por aceptar las atrocidades y actos violentos de un pasado no tan lejano.
Desde que comienza La teta asustada las escenas son poderosas y memorables: Perpetua, una mujer mayor entona a capela, desde su cama, una canción en quechua. Su voz, amable y dulce, contrasta con la letra, la traducción revela:
“Quizá algún día tú sepas comprender, lo que lloré, lo que imploré de rodillas, a esos hijos de perra. Esa noche gritaba, los cerdos remendaban y la gente reía. Con mi dolor luché diciendo… A ti te habrá parido una perra con rabia… por eso le has comido tú… sus senos. Ahora pues trágame a mí. Ahora pues chúpame a mí, cómo a tu madre. A esta mujer que les canta, esa noche le agarraron, le violaron, no les importó mi hija no nacida, me violaron con su pene y con su mano. No les dio pena que mi hija les viera desde dentro. Y no contemos con eso, me han hecho tragar el pene muerto de mi marido Josefo. Su pobre pene muerto sazonado con pólvora. Con ese dolor gritaba, mejor mátame y entiérrame con mi Josefo”.
Acto seguido, Fausta, la joven hija de Perpetua, intenta animar a la mujer para que se alimente y se reponga. Pero Perpetua está agonizando y fallece luego de relatar lo que vivió al ser hostigada, perseguida y violada.
Con su muerte, Perpetua deja indefensa a Fausta quien, de repente, debe hacer frente a sus temores y a su herencia familiar, pues vive el trauma de “la teta asustada”, el cual se presenta con recogimiento y cerrazón para protegerse de un mundo del que ella espera la hostigue, lastime, persiga e incluso viole.
Fausta ha asumido, literalmente en carne propia, las consecuencias del terrorismo y recurre a una “protección” para evitar la posibilidad del abuso sexual como el que relataba su madre; somatiza el trauma, se introduce una papa en la vagina, incluso le genera brotes y pone en riesgo su vida. No obstante, a lo largo de la historia no se manifiesta explícitamente a qué terrorismo se achacan sus males, a los subversivos o al terrorismo de Estado en Perú. La ambigüedad persiste de principio a fin.
Podemos deducir que las referencias se centran en la década de 1980, durante la época de Sendero Luminoso, cuando el conflicto interno generó miles de muertes, resultado de los enfrentamientos entre militares y terroristas, registrándose violaciones de mujeres campesinas.
Ante la falta de dinero para llevar el cuerpo de Perpetua a su pueblo natal, a Fausta no le queda otra que armarse de valor, salir sola y ponerse a trabajar en un servicio doméstico en la residencia de una adinerada pianista. Con ello pretende reunir los fondos que le permitan llevar a cabo un entierro digno. Mientras eso sucede al cuerpo de la madre permanece en calidad de reliquia, en la habitación que ambas compartían.
La vivienda de Fausta y sus familiares está ubicada en la periferia urbana de Lima, un rumbo a todas luces pobre, pero con muchos modelos que demuestran sus aspiraciones, un intento de clase media sujeta a atavismos, imitación de costumbres, apropiación de rituales, de usos y costumbres que son retratados con detalle. El mundo indígena, permeado de arraigo en tradiciones y cultura, contrasta constantemente con las influencias occidentales.
Derivado de la convivencia diaria con la señora Aída, la pianista y patrona, Fausta toma conciencia de su talento para crear canciones en quechua que le van permitiendo liberarse de su mal, pero también son motivo de otro tipo de violencia, el de la subordinación que la obliga a callar abusos y marginación, pues Aída, poseedora de una personalidad manipuladora, se aprovecha del talento de Fausta para crear las piezas que la “inspiración” le ha negado desde hace tiempo.
Imposibilitada para generar nuevas composiciones, Aída promete a Fausta darle perlas a cambio de que acepte seguir cantando. De las dulces tonalidades de Fausta en quechua, que primero brotan a manera de susurros y más tarde con fuerza, con letras en las que cuenta su vida, experiencias, tristezas y temores, surgen las notas para un magistral recital que devuelve el éxito a la afamada pianista. Pero ésta mujer falta a su compromiso e incluso niega a Fausta el derecho de disfrutar un poco del éxito obtenido, por ello la joven se ve obligada a tomar de propia mano lo que justamente le corresponde.
No se develará aquí qué sucede con las perlas, con el entierro ni con su simbolismo, tampoco lo que pasa con el tubérculo, menos aún con la singular familia de Fausta, pero si destaquemos el retrato de ese segmento de los peruanos agredidos, en especial las mujeres campesinas hablantes de quechua e invitemos a no actuar como una parte de la población peruana, esa que ha visto con indiferencia este tipo de temas y que no quiere reconocer la gravedad de los abusos cometidos.
Aunque La teta asustada no nombre a los victimarios, a partir de conocer este tipo de historias si se evidencia a los responsables, pues han sido los causantes de que toda una generación haya crecido y fuese criada en medio de tristezas, tensiones, frustraciones, abusos y violencia que marcaron toda una época en Perú. El trauma de “La teta asustada”, no obstante que no se reconozca como un padecimiento clínico, no sólo la vivieron miles de jóvenes mujeres por la vía materna, también la transmitieron los hombres a sus hijos varones por las formas en que les enseñaron a enfrentar la miseria, la frustración y, por supuesto, de nueva cuenta la violencia.
Las elegidas
Se presentó en 2015 la película mexicana Las elegidas, la cual se inspira en el libro homónimo de Jorge Volpi, con el respaldo de la productora Canana, la dirección de David Pablos y las actuaciones de Nancy Talamantes, Óscar Torres, Leidi Gutiérrez, José Santillán Cabuto, Edward Conrad, Alicia Quiñonez y Raquel Presa, entre otros.
En Las elegidas Sofía (Nancy Talamantes) y Ulises (Óscar Torres) viven un romance juvenil con una ligera diferencia de edades, él tiene 15 y ella 14 años. Con Ulises, Sofía ha tenido su primera vez y para que no se “agüite” le asegura que él sí quiere “algo bien” con ella, incluso la lleva al festejo familiar, con motivo del cumpleaños número 54 de su papá y ahí Ulises la presenta como su novia.
La historia transcurre en la ciudad de Tijuana, Baja California, donde el padre de Ulises se dedica a ser padrote y obliga a sus dos hijos varones a seducir y enamorar a jóvenes adolescentes con situaciones familiares vulnerables; las engañan usando toda una suerte de mentiras bien ensayadas con objeto de que, en poco tiempo, su separación del seno familiar aparente ser porque ellas han decidido irse a vivir en pareja. La realidad es que una vez que están en poder de sus enamorados son llevadas al burdel del que ya no podrán escapar, pues ahí son vigiladas, aleccionadas e incluso las amenazan con causarle daño a familiares directos: La trata de personas en una de sus tantas vertientes.
Los verdugos en esta trama son hombres que ejercen actos de violencia, tanto física como de dominio mental y el enfoque de análisis no se centra en las historias de vida de las jóvenes enganchadas, sino en las de los hombres que las eligen y someten. Ellos son las principales víctimas del miedo y de la intimidación, de una especie de secuestro sicológico por parte de otros hombres que ocupan un rol de mayor poder, como es el caso de los dos hijos del proxeneta, a quienes aterra la simple posibilidad de revelarse a los deseos de su padre.
El protagonista del filme es Ulises, también llamado “Negrito” quien, no obstante sus dudas y temores, acepta convertirse en el verdugo de Sofía. A ella, en el burdel la nombran Andrea y ahí es aleccionada para tranquilizar a su madre con llamadas telefónicas en las que solamente da respuestas evasivas o le dice mentiras para evitar que sospeche. Sofía/Andrea aprende de sus compañeras sexoservidoras a complacer a los clientes, ser sumisa y evitar las golpizas que les propinan si son rebeldes o no cumplen con la cuota diaria.
En la película no se recurre a la exposición de la crudeza de las escenas íntimas de la prostitución, solamente se filtran algunos momentos. Una secuencia llama poderosamente la atención: Sofía/Andrea a cuadro, en plano fijo de media cintura, recuerda uno a uno los torsos desnudos y los rostros de los primeros hombres con los que ha sido vendida, incluyendo el clímax de ellos.
Evidentemente son momentos traumáticos para Sofía/Andrea, pero su rostro no demuestra en plenitud el dolor y la decepción por lo vivido, más bien su resignación. Posteriormente sólo recuerda los sonidos de los encuentros sexuales que han sido satisfactorios para otros clientes, las expresiones de la joven, ya sin necesidad de enlistar las caras de aquellos con los que ha estado, bastan para comprender el horror de la violencia contenida en su nueva realidad.
Al igual que con Sofía/Andrea, las demás jóvenes del burdel no son los personajes centrales, aunque el título Las elegidas así lo sugiere, aquí el objetivo es retratar la violencia sexual hacia las mujeres de una ciudad como Tijuana, pero desde la óptica masculina, pues son ellos los que determinan cómo y cuándo, por qué y para qué suceden las cosas; en el grupo de sexoservidoras hay una chica que, suponemos, ha procreado un hijo con el hermano de Ulises, pues éste se hace cargo del pequeño; solamente en contadas ocasiones le permite ver al niño, si se porta bien tendrán un día libre, convivirán como familia y cerrarán el “feliz encuentro” como pareja, con una relación íntima.
Ulises no olvida a Sofía, se da cuenta que sí está enamorado de ella y pacta la “liberación” de la joven, por lo que debe elegir a otra chica, presentarla como novia oficial, con todo y la repetición del supuesto festejo por el cumpleaños 54 del papá. Ahora se llama Martha (Leidi Gutiérrez) y su conquista le cuesta un poco más de trabajo, pero una vez enamorada Ulises le inventa que su vida corre peligro debido a un fraude, que debe reunir dinero urgentemente o lo matarán, entonces le canta directamente la necesidad de prostituirla y aunque Martha se niega, finalmente es obligada a ocupar el lugar de Sofía, así lo ha decidido el líder de los proxenetas.
Aunque al ver esta película no se distinga con facilidad, Ulises es la principal víctima, ya que es quien en realidad no podrá escapar. Al igual que sucede cuando el joven va en picada a bordo de su bicicleta, derechito y seguro de las acciones para maniobrar, también se debe dejar ir en picada, «derechito» hacia el destino que su familia ha elegido para él.
En Las elegidas se utilizan constantemente planos y encuadres cerrados con la intención de delimitar los espacios donde conviven las jóvenes atrapadas por la red de prostitución, incluyendo traslados nocturnos en camionetas, a escondidas, sin testigos.
Se cuida que los escenarios, abiertos o cerrados no permitan a los espectadores ver que hay más allá de las habitaciones, del segmento de los locales comerciales, la cantina, el table dance, calles marginales o de zonas habitacionales. Recurre a escasos planos generales, prevalece el todo y no se centra en mostrar elementos en particular. El objetivo es retratar un ambiente pleno de claustrofobia, en el cual la iluminación elegida juega un papel muy importante.
De las pocas tomas abiertas destacan las de la playa y la franja fronteriza con Estados Unidos donde Ulises lleva a sus conquistas. En ellas se simboliza la inmensidad de libertad que aún gozan las jóvenes, en contraste con las infranqueables rejas del muro gringo, un simbolismo claro, del inminente riesgo del encierro, pero ellas, inocentemente, juegan mientras pueden.
Miedo e intimidación son los silenciosos motores de acción en Las elegidas, donde se retrata a un grupo de mujeres que han sido cosificadas, sometidas a total sumisión, obedientes por las “buenas” o responsables de enfrentar más violencia.
Las tres muertes de Marisela Escobedo
En el año 2020 Netflix presentó el documental Las tres muertes de Marisela Escobedo, una coproducción de Vice Studios Latin America y Scopio, con la dirección de Carlos Pérez Osorio, quien encabezó un equipo de especialistas a quienes llevó cuatro años su realización.
Aquí se presentan los testimonios de Marisela Escobedo, sus hijos Juan Manuel y Alejandro Fraire Escobedo, Blanca Escobedo (hermana), así como los relatos de una serie de personas que vivieron de cerca lo sucedido con este caso que implicó, primero, el feminicidio de Rubí, luego la absolución del asesino confeso de esta chica y por último la muerte de Marisela, siendo ya activista, mientras encabezaba diversas movilizaciones para exigir justicia en el caso de su hija. El asesinato de Marisela Escobedo ocurrió el 16 de diciembre de 2010, en las inmediaciones del palacio de Gobierno de Chihuahua.
Para comprender lo sucedido, también se incorporan las versiones de: Patricia González (procuradora de Justicia de Chihuahua de 2004 a 2010), Ruth Fierro (representante legal de la familia Escobedo), Noé Rodríguez (agente del Ministerio Público encargado del caso Rubí Marisol Fraire Escobedo), Leticia Calderón (amiga de Marisela Escobedo), Arturo Nahle (procurador de Justicia de Zacatecas de 2010 a 2015), Gabino Gómez (representante legal de la familia Escobedo), Lucha Castro (abogada de Marisela Escobedo y defensora de derechos humanos), Patricia Mayorga (periodista), Carlos Spector (abogado de la familia Escobedo) y César Peniche (delegado de la PGR en Chihuahua de 2010 a 2015 y Fiscal de Chihuahua al momento de la filmación).
Se trata de un impecable documental que recorre, con una línea del tiempo e investigación iconográfica amplia y generosa, la vida de la familia formada por Marisela Escobedo, desde la época en que Rubí era la más pequeña de la casa y todos sus hermanos se dedicaban a consentirla; pasa al momento en que Rubí crece, en el negocio familiar se enamora de Sergio Rafael Barraza, con quien se empareja y procrea una niña, para después, por motivos que aún quedan en dudas, asesinarla cuando ella contaba tan sólo 16 de edad.
En este material fílmico se presenta todo lo que debió pasar Marisela Escobedo para dar con el paradero del homicida, el juicio con el nuevo sistema penal acusatorio y la incomprensible absolución a Sergio Rafael, quien quedó libre no obstante ser el criminal confeso de Rubí.
De nueva cuenta la búsqueda de Sergio Rafael Barraza, ahora con otro equipo de abogados con un enfoque en derechos humanos, que asistieron a Marisela Escobedo para reclamar justicia ante el gobierno de Chihuahua, proceso en el que, con sus actos de protesta, evidenció a nivel nacional la violencia imperante en el país durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Aquí se relatan los días previos a la noche en que un hombre bajó de un vehículo, caminó hacia ella y cumplió las órdenes de matar a Marisela Escobedo de un disparo a la cabeza.
Con los usos propios del lenguaje cinematográfico, se presenta una situación abrumadora, pero lo hace de forma ágil y con buen ritmo. Gracias al trabajo de montaje y de edición el público fácilmente se mete de lleno en la vida de Marisela Escobedo pero, también, en la cruda realidad de México en esos años de lucha social.
Se recurre al archivo personal de Marisela Escobedo, a registros fotográficos oficiales y en especial de medios periodísticos, declaraciones a televisoras y estaciones de radio, con ello se integra un conjunto de imágenes y sonidos que permiten saber cómo fue el proceso para que de mamá, enfermera y mujer con una vida normal, se convirtiese en activista e investigadora criminal, para que con ella se pusiera rostro humano a la lucha contra la violencia y los feminicidios en México.
Su historia es contada con perspectiva de género y evidentemente evita revictimizar a Marisela Escobedo o a su familia, pues se consideró que bastante habían tenido cuando el veredicto de los jueces del caso Sergio Barraza permitió que el asesino quedase libre.
Los realizadores de este documental no se ocuparon en presentar pruebas contra la ineptitud o la corrupción de autoridades estatales involucradas en este caso, tampoco de los vínculos del narcogobierno los cuales, presuntamente, habrían sido causantes de que prevalezca la impunidad.
El relato es abierto, no se encubre a los posibles responsables, pero tampoco se les acusa de forma directa. Por su cuenta, cada quien deben deducir cómo opera el sistema de justicia en México: indolente y con múltiples vicios. Ante las pocas garantías de seguridad en nuestro país, la familia Fraire Escobedo permanece en Estados Unidos, como medida preventiva para no ser objeto de más violencia.
Las tres muertes de Marisela Escobedo tiene, como escenario principal, Ciudad Juárez, por varios años catalogada como la más peligrosa del mundo. Ahí, en agosto de 2008, el caso de Rubí Marisol Fraire fue visto como otro más de los tantos feminicidios que ocurrieron desde la década de los años 90, pero su madre se aferró a exigir justicia. Ahora, gracias a este documental, se tiene la oportunidad de conocen los escenarios reales, los lugares donde ocurrieron los crímenes y las protestas.
Toca a ustedes, apreciables lectores(as), realizar sus propias revisiones y análisis respecto a los temas de los materiales fílmicos antes expuestos, de estas cinco propuestas a las que separan las épocas en que fueron presentadas, así como los géneros y estilos de sus realizaciones, pero que coinciden en contar historias de violencia.
Inmersos en este tema, que afecta principalmente a las mujeres, es propicio invitarles a mirar con ojos críticos los modelos de masculinidad tóxica que perduran en nuestra sociedad y en los que se ampara el machismo; en la educación que lleva a que muchos hombres sigan creyendo que tienen derecho a cometer violaciones, abusos de poder, acoso sexual, todo tipo injusticias, porque en la práctica cotidiana aprendieron que el suyo es el género “importante”, al que se debe “respeto y obediencia”, el que posee la “autoridad” porque tiene la responsabilidad de “proteger” de ser “proveedor y protector” de las mujeres, de niños y de personas mayores. Aunque de forma velada, este tipo de hombres solamente aprovechan las ventajas de mantener subordinadas a sus mujeres.
Cierto es que en diversos momentos de la historia de la humanidad se ha dado el abuso de autoridad por parte de los hombres hacia las mujeres y hacia otros individuos que se considera débiles en la organización social, pero este modelo ya llegó a su máximo punto de desgaste. Los hombres sí son importantes en el proceso de dar protección y cuidados a las mujeres, pero ellas también son igual de transcendentales para este fin, es de esperarse que el trabajo a realizar deba ser en conjunto para enfrentar los peligros, riesgos y amenazas que afectan a ambos sexos. Tema para otra reflexión será hablar de los pasos a seguir para poner en práctica la igualdad/equidad de género.
Cerremos sin pasar por alto que vivimos una época alarmante en que los sectores más conservadores están recobrando protagonismo, sus argumentos y modelos de políticas públicas amenazan con el retorno de esos sesgos violentos, clasistas, que no reconocen el derecho a la salud sexual y reproductiva, homofóbicos y racistas que, como hemos visto, en el pasado causaron tanto daño.
* Este artículo fue elaborado en apoyo a las actividades de divulgación de la Comisión Interna para la Igualdad de Género de la FES Acatlán. En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.