NotiFES Digital

• Rodeada de libros, recuerdos y emociones, la doctora honoris causa nos compartió parte de su vida

• Alumnos, Universidad, letras y docencia, sus grandes amores

Unos días después de que el Consejo Universitario anunció quienes serían los 12 galardonados con el doctorado honoris causa 2022, la maestra María Rosario Dosal Gómez hablaba emocionada por teléfono sentada en la sala de su casa. Del otro lado de la línea estaba el director de la FES Acatlán, el doctor Manuel Martínez Justo, quien la felicitaba y le agradecía por todos los años dedicados a nuestra institución.

En esa misma sala había un piano, una copia de El caballero de la mano en el pecho, una pintura de El Greco, y por su supuesto libros, pocos a comparación de los que estaban en la biblioteca, la cual había comenzado a desbordar el estudio y comenzado a invadir otras partes de la casa.

A pesar de la cantidad de libros, la maestra recordaba en donde estaba cada uno, como si los autores habitaran la casa. Junto a la ventana estaba Tomás Nevinson, de Javier Marías, “un libro terrible pero muy bien escrito”; sobre el escritorio El infinito en un junco, de Irene Vallejo, “una maravilla”; y adentro de la vitrina López Velarde con su Suave Patria. Cervantes estaba no solo en los libros, sino en todos las figuras del Quijote que se encontraban en el estudio, junto a los libros que la maestra coescribió para la enseñanza del español.

Dosal Gómez ha dedicado toda su vida no solo a leer y escribir libros, sino, principalmente, a contagiar ese amor por las letras a los estudiantes que pasaron por las aulas universitarias.

El primer día que la maestra Dosal Gómez estuvo al frente de un salón de clases fue cuando realizaba el servicio social en la escuela secundaria 6. La entonces novel profesora había preparado con esmero lo que iba a decir y, cuando terminó de dictar la clase, la maestra Esperanza Aguilar, una de sus mentoras, le dijo: “Dio usted una clase muy bonita, pero no se olvide que son alumnas de secundaria, y hay que olvidarse del demonio de la erudición”.

Esa lección la seguía recordando con gratitud a sus 90 años, sentada otra vez en la sala de su casa, donde estaba siendo entrevistada por haber ganado el honoris causa por una trayectoria de 54 años en la docencia.

La sala de la casa también estaba llena de fotografías de sus familiares: hermanos, sobrinos, sobrinos-nietos, sobrinos-bisnietos, pero, en el centro de la habitación, resaltaba principalmente el retrato de su padre, a quien hace décadas una adolescente Dosal Gómez le había dicho que quería estudiar letras y él estaba encantado cuando se enteró que su hija, la primera de su familia, estudiaría en la Universidad.

Ella fue pionera en su familia, donde actualmente hay universitarios de todas las edades, aunque interesados en algo muy diferente a lo que ella se dedica: la Química. A pesar del contraste de disciplinas, la profesora los presumía con orgullo, al mencionar que eso es algo que no tenía ningún otro candidato al doctorado. Entonces, tomó su celular para mostrar un video de “Eduardito”, su sobrino-bisnieto, quien, balbuceando, como lo hacen los niños que apenas comienzan a hablar, trata de entonar un ¡Goya! mientras juega alegre en una alberca. “Ven porque lo presumo”, repetía conmovida la galardonada.

Por la misma sala ya habían pasado también otros reporteros y fotógrafos, quienes le habían preguntado por el doctorado y ella les contaba sobre sus 54 años como profesora, algunos de ellos transcurridos en la FES Acatlán, donde formó a generaciones de universitarios, algunos de los que se contagiaron de su amor por la docencia y también se convirtieron en profesores.

Ahora, ellos daban clases en el Colegio de Ciencias y Humanidades, en la Escuela Nacional Preparatoria y en otras Facultades de la UNAM. “Estoy muy orgullosa de ellos porque sé que lo están haciendo bien”, dice sonriente la profesora.

Cuando le pregunté cuántos años estuvo en Acatlán, ella respondió riéndose: “Híjole, yo soy re mala para las matemáticas, tendría que revisar mi currículum, pero muy pocos, muy pocos, para lo que yo hubiera querido”, y luego agregó jovial: “Fueron muchos realmente, desde la fundación de Acatlán hasta la época en que me jubilé, en 2014”.

Al hablar de su último día de clases, la voz de la profesora jubilada cambió, ya no hablaba con cadencia, tomaba aire y por momentos se escuchaba entrecortada. “Fue muy triste —decía— porque pensé que yo dejaba atrás a mis alumnos, que dejaba las aulas de mis escuelas que eran la preparatoria 9 y la FES Acatlán, pero que la vida me había dado ya la oportunidad de haber trabajado muchos años”.

Durante la entrevista, la docente también recordó su otra casa de estudios, la Escuela Nacional Preparatoria 9, a quienes les encargó una tarea: “acuérdense que tenemos una misión: el país. México debe estar para nosotros en primer lugar, porque como universitarios tenemos la obligación de que este país sea cada día mejor”.

La profesora dedicó el doctorado honoris causa a “todos los maestros de la Universidad por la labor que hacen a favor del país, pero sobre todo a mis compañeros, porque trabajan muchísimo. Todos son, somos, merecedores del premio”.

Al cuestionarla sobre cómo le gustaría que recuerden su legado en la Máxima Casa de Estudios, Dosal Gómez respondió: “He querido mucho a la Universidad y he querido mucho a mis alumnos. Ese sería mi único legado”.

Categoría(s): Boletines

Archivos

Hecho en México, todos los derechos reservados 2024. Esta página puede ser reproducida con fines no lucrativos, siempre y cuando no se mutile, se cite la fuente completa y su dirección electrónica. De otra forma, requiere permiso previo por escrito de la institución.

El contenido aquí expuesto no necesariamente refleja la opinión de la institución, y es responsabilidad exclusiva del administrador del blog.