Presagios. La superstición en la antigua cosmovisión nahua III

Los agüeros indiferentes o disímiles

 “No habiendo aún perdido  aquel maldito apetito, no cesamos de porfiar, de querer investigar, por fas o por nefas, lo que ignoramos, así acerca de las cosas naturales como cerca de las cosas sobrenaturales.”[1]

El pensamiento mágico-religioso de los antiguos mexicanos es una suma de complejas creencias que hoy en día podrían parecerle al lector totalmente ajenas a su realidad y por ende incomprensibles. El propósito de este breve trabajo es precisamente dar a conocer una manifestación auténtica de la magnífica riqueza cultural mesoamericana a través de una fracción de ella, los famosos agüeros recopilados por Fray Bernardino de Sahagún. Estas creencias de carácter adivinatorio con matices sobrenaturales y predictores traían consigo, muchas veces, sucesos desfavorables para quien los presenciaba como la muerte,  enfermedad o bien algún incidente, sin embargo, había ocasiones en que uno de estos episodios podía ser, para el individuo que lo atestiguaba, de buena fortuna.

A pesar de la opuesta  naturaleza de los acontecimientos que generalmente se pronosticaban, resulta interesante la figura mencionada por Sahagún del “agüero indiferente”,[2] el cual era una especie de presagio que podía traer consigo buena o mala fortuna, según la manera en que el espectador lo percibiera. Uno de los casos era el que presenciaban los mercaderes al escuchar el canto de un ave que llamaban huactli, [3] oactli o oacton; Hernando Ruiz de Alarcón describe a este animal diciendo que: “Lo mesmo creen de las aves extraordinarias, v. g. águilas, y de la ordinarias, temen al paxarillo de pluma al que llaman huactzin o huacton, que es lo mismo, y es poco mayor que un aguilucho, y de muy buen pico y uñas”.[4] El propio Sahagún, en el Códice Florentino señala que dicha ave era similar a un  águila llamada cozcaquauhtli[5] “águila de cabeza  bermeja”[6]  desafortunadamente el fraile omitió el dibujo de la misma, por lo que su clara identificación resulta una labor sumamente compleja.

Este fenómeno  premonitorio era ambivalente pues anunciaba  tanto vicisitudes buenas como malas y era atestiguado principalmente por los pochtecas o mercaderes[7] quienes tenían  la labor de caminar largas distancias de día y noche  a través de tempestuosos caminos de inhóspitos paisajes naturales como valles profundos, arroyos de gran extensión, montañas,[8]  ”entre los barrancos, entre las sabanas, en medio del bosque, en la arboleda obscura, en el interior del bosque, entre los árboles.”[9]

Es importante mencionar que la relación entre los animales y el hombre fue un aspecto de suma relevancia para los pueblos mesoamericanos, Yolotl Gonzales Torres menciona que la interacción constante con dichos animales en su medio natural siendo éstos no domesticados “benéficos y destructores le permitía[n al hombre] observar los hábitos de dichos animales”.[10] En el caso del oactli o huactli, parece ser que el atípico sonido de su canto en las ciudades, así como los hábitos que tenía, pudieron ser elementos que llamaban la atención de los mercaderes cuando realizaban sus viajes.

Cuando esta ave entonaba su canto, era  tomado con gran ánimo únicamente si hacía un sonido semejante al de una risa, que al mismo tiempo pronunciaba palabras que confortaban los corazones de los hombres presentes. Respecto a esto último Sahagún apunta que: “tenianle por bueno cuando cantaba como quien ríe, porque entonces, parecía que decía yeccan, yeccan, que quiere decir buen tiempo, buen tiempo; cuando de esta manera cantaba no tenía sospecha de que vendría algún mal, antes se holgaban de oírle porque tenían que alguna buena dicha les había de suceder”[11] en cambio, Ruiz de Alarcón señala  que no era una risa lo que los hombres escuchaban, sino  que los indios afirmaban  que esta ave los llamaba por su nombre.[12]

Si bien la descripción que nos aportan ambos autores parece sumamente breve, es oportuno señalar que, al menos para el franciscano, este augurio presentaba un carácter benéfico íntimamente ligado al graznido del ave —“yecan, yecan”—, pues expresaba lo más valioso para el hombre mesoamericano: la fortuna en términos generales. Es muy probable que este presagio fuese tomado como una señal de protección para los mercaderes, quienes lo escuchaban con mayor frecuencia, en contra de riesgos como: “maleantes, ladrones bandidos, salteadores, saqueadores”[13] que podían robarlos y despojarlos de sus pertenencias o bien, ante la amenaza que representaban los animales salvajes.

Otra forma de augurio con naturaleza ambivalente que Sahagún menciona es la aparición del pinahuiztli una especie de arácnido de color rojo que Alfredo López Austin asocia, aunque de forma escueta, con el “niño,”[14]comúnmente conocido como el insecto “cara de niño” (Fig. 1a) A diferencia de aquél del ave oactlio huactli, en este augurio por medio de la intermediación del testigo podía conocerse si en realidad este hecho traería algún mal o sólo se trataba de un error interpretativo que resultaría traer buenas noticias (Fig. 1b). La primera percepción que se tenía al encontrar este animal en alguna casa, era que traía consigo males, una enfermedad o premonición de que ciertas confrontaciones podrían ocurrir, lo cual  provocaría la vergüenza del individuo.[15] El hombre o mujer que atestiguaba esto se hallaba en la condición de consultar su destino sin acudir a algún especialista tonalpouhque o tlapouhqui.[16] Para hacerlo, colocaba al insecto en la parte central de un diseño realizado sobre la tierra que consistía en la imagen de los cuatro rumbos, semejante a una cruz; una vez terminado el trazo, la persona le escupía al insecto, y le cuestionaba sobre el motivo real de su aparición, con la finalidad de que el animal se dirigiera hacia alguno de los cuatro rumbos, siendo principal motivo de preocupación e interés si se dirigía hacia el Norte “el Rumbo de los Muertos”,[17] si el pinahuiztli no se dirigía hacia este lugar los riesgos de padecer algún mal se reducían drásticamente.

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Fig. 1a) Insecto  Stenopelmatus  conocido como “cara de niño”.

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Fig 1b) Encuentro con  el pinahuiztli, Códice florentino, Libro 11.

Por último, el insecto era sometido a otra prueba  para medir la gravedad del augurio o bien descartar cualquier mal, el  pinahuiztli  era colocado por un individuo en un cruce de caminos o bifurcación, el texto original refiere: “Pero otro lo ataba con un cabello y lo colgaba alto. Si al amanecer ya no lo veía ahí, podía manifestar mal agüero. Pero si al amanecer ahí estaba colgado se ponía muy tranquilo su corazón.”[18] Sahagún se refiere a la ambivalencia de la suerte que este insecto podía otorgar, de la siguiente manera: “Algunas veces tenían este agüero por indiferente de mal y de bien, porque algunas veces el que encontraba con ella había de encontrar con alguna comida.”[19]

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Fig. 1c) Pinahuiztli pintado en una manta ritual. Códice Tudela.

Finalmente, me parece que ambos augurios surgen como resultado de una interrelación en donde la voluntad se colectivizó para indagar en aspectos ignorados tanto de las cosas naturales como de las sobrenaturales cuya interpretación permitía al hombre mesoamericano  guiarse  dentro  de su realidad, razón por la cual estos acontecimientos eran tomados en gran consideración en el pensamiento mágico–religioso nahua y por ende en la vida cotidiana de esta sociedad. De tal forma, el hombre mesoamericano se apropió de ciertas creencias sobrenaturales que le fueron útiles y que se manifestaban a modo de señales naturales, ya fuesen emitidas por mamíferos, aves, insectos o algún otro elemento de la naturaleza, y cuya finalidad era la de alertar al observador de que algo positivo o negativo, podría ocurrirle en el futuro, como Alfredo López Austin señala: “el augurio o agüero es una señal que estima captar el hombre de los acontecimientos futuros.”[20] En suma, tanto el pinahuiztli  como el ave  huactli o oactli  manifiestan a las personas no sólo un aspecto catastrófico y fatalista  comúnmente  descrito en las fuentes, sino también la posibilidad de que el individuo obtenga algún beneficio de su encuentro con estos animales ya sea tranquilidad, fortuna, o comida.

Ana Casado Gallegos.

Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.

[1] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013. (col. “Sepan cuantos…”, 300), p. 259

[2] Ibid., p 261.

[3] La palabra huactli parece traducida en  Alfredo López Austin, Augurios y Abusiones, México, 1969, UNAM-IIH, p.23.

[4] Hernando Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España , p. 29 en http://www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf (consultado 27/07/15).

[5] Fray Bernardino de Sahagún, Historia Genera de las cosas de la Nueva España: Códice Florentino, Libro XI, p 198 en http://www.wdl.org/es/item/10622/view/1/93/ (consultado 27/07/15).

[6] Fray Alonso de Molina, Vocabulario en lengua mexicana y castellana, México, Casa de Antonio Spinosa, 1571, Fol. 27r,  en https://archive.org/stream/vocabularioenlen00moli#page/n313/mode/2up (consultado 29/07/15).

[7] Adela Fernández, Dioses prehispánicos de México: mitos y deidades del panteón náhuatl, México, 1992, Panorama editorial, p 138.

[8] Sahagún, Historia general…, op. cit., p. 262.

[9] López Austin, op. cit., p. 23.

[10] Yólotl González Torres, Animales y plantas en la cosmovisión mesoamericana, México,2001, Conaculta-INAH-Plaza y Valdés Editores, p 107.

[11] Sahagún, Historia general…, op. cit., p 262.

[12] Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones…, op. cit., p 29.

[13] López Austin, op. cit., p. 25.

[14] Ibid. p. 183.

[15] Ibid.  p. 43.

[16] Alfredo López Austin, “Cuarenta clases de magos en el mundo náhuatl” en Estudios de Cultura Náhuatl, vol. VII, México, UNAM-IIH, 1967, p. 106.

[17] López Austin, Augurios y Abusiones, op. cit., p 43.

[18] Ibid p. 43.

[19] Sahagún , Historia general… op. cit. p. 266.

[20] López Austin, Augurios y Abusiones, op. cit. p.11

Obras consultadas

  • Fernández, Adela, Dioses prehispánicos de México: mitos y deidades del panteón náhuatl, México, Panorama editorial, 1992.
  • González Torres, Yólotl, Animales y plantas en la cosmovisión mesoamericana, México, Conaculta-INAH-Plaza y Valdés Editores, 2001.
  • López Austin, Alfredo, “Cuarenta clases de magos en el mundo náhuatl” en Estudios de Cultura Náhuatl, vol. VII, México, UNAM-IIH, 1967.
  • _________________, Augurios y Abusiones, México, UNAM-IIH, 1969.
  • Molina, fray Alonso de, Vocabulario en lengua mexicana y castellana, México, Casa de Antonio Spinosa, 1571, fol. 27r. en https://archive.org/stream/vocabularioenlen00moli#page/n313/mode/2up (consultado 29/07/15).
  • Ruíz de Alarcón, Hernando, Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España, en http://www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf (consultado 27/07/15).
  • Sahagún, fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa, 2013, (col. “Sepan cuantos…”, 300).
  • ________________________, Historia Genera de las cosas de la Nueva España: Códice Florentino, Libro XI, p. 198 en http://www.wdl.org/es/item/10622/view/1/93/ (consultado 27/07/15).
  • Séjourné, Laurette, Supervivencias de un mundo mágico, México, FCE-Tezontle,1996.