LA REPRESENTACIÓN PICTOGRÁFICA DE LOS ELEMENTOS ASTRALES Y SUS NOMBRES
El estudio de cómo los pueblos del pasado entendieron los fenómenos celestes, cómo los integraron a su cosmovisión y en última instancia cómo los utilizaron en aspectos prácticos de su cultura, son algunos de los elementos que conforman la disciplina que llamamos arqueoastronomía.
A ese respecto, los pueblos mesoamericanos desarrollaron dentro de su cultura una constante, sistemática y fructífera observación del cielo, de los diversos cuerpos celestes, sus particularidades, periodicidades y ciclos. El producto de esas observaciones se vio reflejado en sus calendarios, sus ciclos agrícolas, sus celebraciones religiosas, sus festividades, su arquitectura, sus creencias y también en sus augurios, su arte y su escritura.
Fig. 1 «Alfaquí mayor que está de noche mirando las estrellas en el cielo y a ver la hora que es, que tiene por oficio y cargo.»
Códice mendocino, fol. 63r.
Los antiguos mesoamericanos tuvieron en cuenta cierto grupo de elementos y patrones que utilizaron para realizar sus observaciones, mismas que acumularon en su bagaje cultural por medio de la tradición oral. En la época prehispánica este conocimiento fue registrado sobre diversos soportes como papel de corteza del amate, pieles, lapidaria, cerámica y estelas. Posteriormente, durante el Virreinato, los frailes pudieron recopilar parte de esta información, dejándola plasmada en documentos escritos con el alfabeto latino e ilustrados por escribanos y dibujantes indígenas, sobre papel de origen europeo.
También es importante señalar que el objeto de estos documentos, era llamar la atención, hacia ejemplos —no exhaustivos— de representación de los cuerpos celestes y ciertos fenómenos relacionados con ellos, entre los grupos del México Central. Incluimos en estos grupos a mexicas y otros pueblos como matlatzincas, tepanecas, chichimecas, malinalcas, cuitlahuacas, xochimilcas, chalcas y huexotzincas con los cuales interactuaron, al menos en su origen y en su migración hasta lo que hoy es el Valle de México, [1] según lo describen en sus relatos, y luego, en su contacto con grupos que ya estaban establecidos en el lugar. Entre ellos había elementos culturales comunes como son: la organización política y social, la agricultura, la religión y sobre todo la filiación lingüística a través del náhuatl.
A continuación se muestran algunas de las representaciones que estos pueblos hicieron de los astros y que aparecen en las recopilaciones tempranas realizadas por Bernardino de Sahagún en sus obras conocidas como Primeros memoriales y Códice florentino (siglo XVI), junto con imágenes de otros códices prehispánicos, recuperadas a través de la obra de Salvador Mateos Higuera, Enciclopedia gráfica del México antiguo.
Elementos astrales
Tonatiuh[2](Sol) y Mētztli[3] (Luna)
Sería difícil describir este par de astros sin previamente hacer una breve alusión al mito de creación que ha sido denominado el “Mito de los Soles”.[4] En él se relata cómo la humanidad tuvo sucesivas etapas de creación, multiplicación y destrucción, cada una de las cuales se ha llamado “Sol”.
Previo a la época actual hubo cuatro etapas de la humanidad, la última de las cuales terminó por una gran inundación y la presente, que es en la que vivimos, se conoce como “Quinto Sol”. Comenzó cuando los dioses se reunieron para dar luz, un nuevo Sol a la tierra que se mantenía en la oscuridad. Los dioses acordaron que dos de ellos tendrían que inmolarse en el fuego y se les concedería ser convertidos en soles. Uno de ellos fue Tecuhciztecatl, dios joven y rico, provisto de los mejores atuendos y elementos rituales, que deseaba lograr ese lugar; el otro dios fue designado, correspondió a Nanahuatzin, enfermo, buboso y pobre.
Después de cuatro días de preparación, ayuno y penitencias, llegó el momento del sacrificio mayor que era lanzarse al fuego. Correspondió a Tecuhciztecatl su turno y después de cuatro intentos fallidos por el temor, le pidieron entonces a Nanahuatzin que se lanzara al fuego para cumplir el compromiso. Éste sin dudar se lanzó y su cuerpo chisporroteó de inmediato. Tecuhciztecatl en un acto impulsivo, o para contrarrestar su temor inicial y no perder al menos una parte de gloria, corrió y también se lanzó a las llamas.
Fue necesario que los dioses esperaran un tiempo para ver cómo y por qué rumbo aparecerían, lo cual sucedió por el Oriente. Los dioses vieron dos soles que emergían pero que brillaban de igual manera y no les pareció justificado que sus brillos fueran iguales. Uno de los dioses, Tlahuizcalpantecuhtli, fue comisionado para hacer algo y se dirigió a Tecuhciztecatl, en su camino pasaba un conejo el cual tomó y al llegar al segundo sol, se lo lanzó a la cara. Con esto, el resplandor del fuego desapareció y se tornó en un brillo menos intenso y en un matiz plateado. La cara donde había sido estampado el conejo quedó marcada para siempre y por ello dejó de ser Sol, para convertirse en la Luna.
Tonatiuh es representado en los libros de pinturas de diversa manera. En las imágenes de los Códices Matritenses que conforman lo que se ha denominado Primeros memoriales, aparece como una estrella formada de cuatro círculos concéntricos en colores naranja, blanco, verde y rojo de afuera hacia adentro; posee ocho picos en color rojo intercalados con ocho eminencias redondeadas que parten del círculo blanco. En el centro aparece una cara de perfil, con marcas rojas en la frente y el carrillo.
Fig. 2 Tonatiuh, el Sol.
Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, fol. 282r.
En otros códices como el Borgia, aparece la estrella de ocho picos, desde un núcleo de círculos concéntricos, entre cuatro y seis en tonos de rojo y naranja. El Sol aparece en posición cenital, frecuentemente cortado en su parte superior por el encuadre de la imagen con el borde y tiene dos variantes importantes. La primera cuando es el Sol matutino, completo.
Fig. 3 Sol matutino (iluminando una escena de las deidades Xopilli y Xochiquetzal).
Códice Borgia, lámina 60.
La segunda variante es cuando hace referencia al sol vespertino, en el cual aparece a la mitad desde el punto de vista vertical, con la otra mitad ocupada por una imagen oscura con pequeñas esferas que simulan ojos, representando la noche. El cielo en el que aparece igualmente está dividido; en la parte superior con bandas de colores cálidos y la inferior tiene aspecto nocturno y estrellado.
Fig. 4 Sol vespertino
Códice Borgia, lámina 27.
En el Códice florentino, por el contrario, la representación del Sol toma una forma en la cual resulta más que evidente la influencia europea en el trabajo de los tlahcuilohqueh (escribanos, pintores): una cara de frente, rolliza, de color amarillo intenso a anaranjado y de la cual parten irradiaciones en todo el derredor, sobre un fondo azul representando el cielo.
Esta imagen puede remarcar la creciente influencia de la visión y ámbito cultural de origen de los frailes a medida que transcurría el tiempo. Existe una mediación entre los primeros apuntes, registros y pinturas realizadas por el grupo de escribanos y los que realizaron los dibujos, quienes acompañaron a Bernardino de Sahagún al inicio de su empresa en Tepepolco y el momento final de la obra.
Fig. 5 Tonatiuh, el Sol.
Bernardino de Sahagún, Códice florentino, Libro VII, fol. 1v.
Mētztli se caracteriza por su iconografía mucho más variada que la de Tonatiuh. Podemos señalar que en los Primeros memoriales se encuentra representada como un círculo dividido en sus dos terceras partes por una suerte de meridianos que delimitan un espacio de color blanco; el borde derecho de los meridianos presenta la silueta de una cara de perfil. El resto del círculo es de color café. La cara presenta bandas horizontales de este último color.
Fig. 6 Mētztli, la Luna
Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, fol. 282r.
En otros códices mētztli, la Luna, toma diversos aspectos en su representación iconográfica. El Códice Borgia la muestra en una elaborada imagen que incluye un contorno en forma de lira de color blanco, también ha sido interpretada como una olla o como la sección de un caracol. En su interior hay bandas blancas y negras, que se prolongan hacia el exterior y alcanzan un cielo nocturno grisáceo con punteado negro y las ya conocidas imágenes como ojos que representan estrellas. En el interior se halla un conejo excelentemente definido.
Fig. 7 Luna y estrellas.
Códice Borgia, lámina 55.
En el Códice florentino la representación de la Luna es nuevamente diferente y con notable influencia europea.
Fig. 8 Mētztli, la Luna.
Bernardino de Sahagún, Códice florentino, Libro VII, fol. 2r.
En otros códices, las representaciones de la Luna pueden ser más variadas como puede verse a continuación.
Fig. 9 La Luna en los códices:
Vaticano B, p. 29, b) Nuttall, p. 19 y c) Borgia, lámina 50.
Citlalli o citlalin, estrella; con plural citlaltin
Este astro tiene una particularidad interesante desde el punto de vista lingüístico: admite dos sufijos absolutivos, presentando dos formas nominales diferentes. También en la cosmovisión nahua es particular, ya que en náhuatl los seres o elementos inanimados no admiten plural, pero en este caso sí lo tiene porque se considera animado. Iconográficamente es representada como un círculo y a veces con doble borde. Entre ellas reconocen algunas variedades: cuando son únicas y le dan un carácter particular y cuando se asocian para formar constelaciones.
Huei citlalin: se puede traducir literalmente como estrella grande, gran estrella; también como sinónimo se utilizaba Citlalpol, cuya terminación “pol” es un aumentativo, como decir “estrellota”. Este término se daba a la estrella matutina, que hoy sabemos, se trata del planeta Venus. Este planeta refleja la luz del Sol y su aspecto cumplía con las características de lo que llamaban estrellas.
Citlalin popoca: literalmente, estrella [que] humea; término que califica al astro de núcleo luminoso seguido por una gran cauda que parece humeante y que produce destellos. Señala Sahagún que la tenían como pronóstico de muerte de algún príncipe o rey, el desarrollo de una guerra o de hambruna.[5]
Fig. 10 Citlalin popoca, cometa.
Bernardino de Sahagún, Códice florentino, Libro VII, fol. 8v.
Citlalin tlamina: Literalmente, estrella [que] flecha. De acuerdo con la descripción de los Primeros Memoriales de Sahagún[6], es un fenómeno que no ocurre en vano y que si alcanza a un conejo o a un perro, en su interior se instalan gusanos al punto de inutilizarlos. En el Códice florentino aparece un dato importante puesto que se le llama “la inflamación de la cometa”. Podría suponerse que se trataba de restos de un cometa, una suerte de meteorito.
Fig. 11 Citlalin tlamina (¿un meteorito?)
Bernardino de Sahagún, Códice florentino, Libro VII, fol. 8v.
Agrupaciones de las estrellas; constelaciones. Los nahuas habían desarrollado la idea de agrupaciones de estrellas en unidades a las que diferenciaron y les dieron un nombre relacionado con elementos propios de su cultura; también las registraron en sus pinturas. Entre ellas se encuentran los dibujos que del tlachtli (juego de pelota), colotl (alacrán), miyec (muchas) o tianquiztli (mercado), xonecuilli (cayado o pie torcido) y mamalhuaztli (los palos de sacar fuego).
Fig. 12 Constelaciones.
1) Mamalhuaztli, 2) Tianquiztli, 3) Tlachtli, 4) Xonecuilli, 5) Colotl.
De Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, fols. 282r., 282v.
Fenómenos relacionados con los astros
Tonatiuhcuallo: Literalmente “el sol es comido”, era el nombre que se le daba al eclipse de sol.
Fig. 13 Tonatiuhcuallo, eclipse de sol.
Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, fol. 282r y Códice florentino, Libro VII, fol. 7r, respectivamente.
Mētztlicuallo: Literalmente “la luna es comida”, era el nombre que se le daba al eclipse de luna.
Fig. 14 Mētztlicuallo, eclipse de luna.
Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, fol. 282r.
Como se mencionó al inicio, el fruto de sus observaciones también fue utilizado en su arte, como lo demuestra este diseño inspirado en la imagen del Sol y que fuera plasmado en una rica tilmahtli, capa.
Fig. 15 Tilmahtli, capa o manta con diseño solar.
Códice Magliabecchi, fol. 3r.
Dr. David Astros Matamoros
Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano
[1] Federico Navarrete Linares, La migración de los mexicas, México, CONACULTA-Tercer Milenio, 2002.
[2] El significado de ésta y todas las (23) palabras en náhuatl que aparecen en este documento, puede ser verificado y ampliado en el Gran Diccionario Náhuatl. En línea- www.gdn.unam/mx (consultado 17/08/16).
[3] La palabra mētztli que significa ‘Luna’, es escrita con una ‘ē’ con macrón para indicar la cantidad vocal (su sonido es largo). Sólo se utilizará vocal con macrón para marcar palabras que de lo contrario podrían confundirse con su par mínimo; en este caso metztli con ‘e’ de sonido corto significa muslo.
[4] Una de las varias descripciones del mito puede verse en Fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, tomo II, edición facsimilar, México, Gobierno de la República-Archivo General de la Nación, 1979, Libro 7, f. 2v.-7r.
[5] Ibid., f. 8v.
[6] Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997, p. 155.
FUENTES CONSULTADAS
Mateos Higuera, Salvador, Enciclopedia gráfica del México antiguo, 4 tomos, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1994.
Navarrete Linares, Federico, La migración de los mexicas, México, CONACULTA-Tercer Milenio, 2002.
Sahagún, fray Bernardino de, Códice Florentino, 3 tomos, copia facsimilar de los manuscritos 218, 219 y 220 de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea- Laurenziana, México, Gobierno de la República Mexicana-Archivo General de la Nación, 1979.
– Primeros Memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J. O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997.