LA INFLUENCIA DE LA LUNA
La observación de los astros fue una actividad muy recurrente en las sociedades antiguas, tanto para determinar el orden de los ciclos naturales (el seguimiento de las estaciones del año y del régimen de las lluvias) como en la observación de los fenómenos que se veían en el cielo con determinada recurrencia (los eclipses), para luego conocer su influencia en las actividades o en el comportamiento humano, creando, lo que podría llamarse, la astrología natural y la judiciaria.
La observación y posterior culto a los astros y a los fenómenos meteorológicos corresponden a esta primera categoría. Después del Sol, la Luna es el segundo astro de importancia dentro de la cosmovisión indígena. En los escritos de fray Bernardino de Sahagún se presentan las descripciones más detalladas de su influencia durante los eclipses, así como su origen, versiones que se complementan con otras obras, como la de fray Gerónimo de Mendieta o la Leyenda de los soles.
El origen de estos astros se encuentra en pocas fuentes: el Sol aparece en Teotihuacan dentro del Códice florentino, donde leemos el proceso de conversión de Tecciztecatl en la Luna y el porqué se le estampa la cara con un conejo, oscureciéndole su brillo inicialmente tan intenso como el del Sol:
Izcatqui, itlatlahtollo, inic mihtoa, yuhquin tochton, izcohuetzco metztli. Inin, quilmach, zan ic ica onnecahuiltiloc, ic conizpopoloque; ic conozhui huitecque: ic coniz tlatlatzoque, ic conizpopoloque, ic conizmictique in tetuh; in icoac zatepan oquizaco, omomanco.
La fábula del conejo de la luna, que está en la luna, es ésta: Dicen que los dioses se burlaron de la luna y –le- dieron con un conejo en la cara, y quedole el conejo, señalado en la cara; y con esto le oscurecieron la cara, como un cardenal. Después de esto sale para alumbrar al mundo.[1]
Previamente Sahagún se dedica a describir la luminosidad y el ciclo de las fases del astro selénico, que semeja una rueda de molino resplandeciente y colorada cuando sale del oriente, que aparece como un alambre delgado al principio y a los quince días va tornándose a luna llena, luego de ello torna a menguar: “In ihtoa yeonmiqui, in metztli, ye huei in quicochi, in huien ic cochi. Dicen entonces: ‘ya se muere la luna, ya se duerme mucho’”.[2] En la Leyenda de los Soles, el origen de la Luna se relata cuando Tecciztecatl-Nauhtecpatl se inmola bajo órdenes de Nappateuctli y Tlalocanteuctli:
Auh in icuac in oya in ilhuicac in tonatiuh niman ye yauh in metztli, zan nexpan in huetzito, auh in o-onazic in ilhuicatenco niman tochtecomatica conixamanico in Papaztac. Auh niman connamiquico omaxac in tzitzimimeh in coleletin, auh conilhuique “Ca ye nipa in timohuicaz”. O compa quihuecahuato, za tzotzomatli in coniilpillito, auh in icuac in hualmoman tonatiuh in Nauhollin, zanno icuac in conmanaco ye teotlac.
Cuando el Sol ya andaba por el cielo, lo siguió la Luna, que había caído en la cenizas; y cuando ésta iba llegando a la orilla del cielo, Papaztac le golpeó el rostro con un jarro de conejo. Luego la encontraron los demonios (llamados) tzitzimimeh y coleletin en un cruce de caminos, y le dijeron “ve a ponerte allá”. La retuvieron atándola con andrajos; y cuando el Sol Nauhollin hubo ocupado su lugar, entonces también la pusieron a la Luna en el suyo, ya por la tarde. [3]
Figuras 1 y 2: La Luna con cuchillo de pedernal y con el conejo, su animal asociado más característico desde los mitos de creación, Códice Borgia, láminas 24 y 55.
En la Historia de los mexicanos por sus pinturas se presenta otra versión del surgimiento de los astros más importantes, donde el hijo anónimo de Tlalocanteuctli y Chalchiuhtlicue se inmola de nueva cuenta:
Y hecho esto, el Quetzalcoatl tomó a su hijo y lo arrojó en una grande lumbre, y de allí salió hecho sol para alumbrar la tierra; y después de muerta la lumbre; vino Tlalocantecuhtli y echó a su hijo en la ceniza, y salió hecho luna y por eso parece cenicienta y oscura… y la luna comenzó a andar tras él, y nunca le alcanza, y andan en el aire sin que lleguen a los cielos.[4]
Finalmente Torquemada y Mendieta brevemente indican que Tecciztecatl se introduce en una cueva mientras Nanahuatzin se inmola en la hoguera: “De la creación de la luna, dicen, que cuando aquel (Nanahuatzin) se lanzó al fuego y salió sol, un otro (Tecciztecatl) se metió a una cueva y salió luna”.[5]
La Luna era nombrada Metztli en náhuatl y adorada por los otomíes de Xaltocan, así lo relata Sahagún tanto en los Primeros memoriales como en el Códice florentino: Metztli. Quimoteotiaya in xaltocameca. [6]Inin metztli, yehuan quimotiteotiaya in xaltocameca; quitlamaniliaya, quimahuiztiloaya. La Luna. La gente de Xaltocan la adoraba. Los de Xaltocan tenían por dios a la Luna y le hacían particulares ofrendas y sacrificios.[7]
Por su parte, Cristóbal del Castillo menciona que en el momento de la migración de los mexitin, Huitzilopochtli, como Tetzauhteotl, es la Luna:
…inin oquintzontocayotique mexixquilcuiani, ipampa ca cenca capizcuaya in mexixquilitl. Auh za oc ontlamelauhcateneuhque mexica, aocmo oquitzonquixtique in mexixquicuani, za mexica, mexitin, ihuan mecitin icica in tlacatecolotl in quihtocayotia Tetzauhteotl quimilhui, ca in yehuatl in Metztli ca ici inic motocayotique mecitin
…los nombraron mexixquilcuani, ‘comedores de mastuerzo’, porque comían mastuerzo por hambre y también -se llamaban- mexica, mexitin y mecitin, porque el tlacatecolotl Tetzauhteotl les dijo que él era la Luna, por eso también se les llama mecitin.[8]
Podemos suponer que lo dicho por Cristóbal del Castillo obedece a una versión que logró sobrevivir a la reforma de Tlacaelel, al crear el mito del nacimiento de Huitzilopochtli en Coatepec donde se le atribuye un carácter solar definitivo y el más conocido por la historiografía convencional, poniendo a Coyolxauhqui en el lugar que ocupa Tecciztecatl como deidad lunar. Lo expresado por este autor corresponde con la Leyenda de los Soles al comentar que: “por ahora nosotros [nos llamamos] ‘mexicas’, aunque no [deberíamos llamarnos] mexicas, sino más bien mecitin. Auh yeica in axcan timexica, yece ahmo timexica, ca mecitin”.[9]
Figura 3: Manta de conejo, la asociación de la Luna con el conejo es algo característico en el ámbito de la fertilidad. Códice magliabechiano, fol. 04v (detalle).
La Luna es, junto con Venus y las estrellas, el astro más observado por los indígenas durante las noches. Dentro de la iconografía su presencia es notoria al estar relacionada con la fertilidad; se le representa en varios códices, como el Borgia o el Magliabecchiano, a manera de olla que contiene agua o pulque, elemento que guarda relación con los Centzontotochtin, asociación que podemos encontrar plasmada en la cerámica y la escultura. Así, de manera simbólica, también se representa como estos contenedores de pulque.
Por otro lado, la Luna puede encontrarse dentro de la parafernalia de los dioses de la fertilidad con un elemento representativo, la nariguera lunar o yacameztli, que forma parte de los atavíos de Tlazolteotl, Mayahuel y los Centzontotochtin, entre otros. El material con que se realizaba este objeto, y que se ha hallado en contextos arqueológicos, es hueso de animal, además de oro, lo que corresponde con las representaciones plasmadas en los códices.
Figura 4: Luna-yacameztli, nariguera lunar. Esquinas superiores: izquierda, Tlazolteotl, derecha, Mayahuel, Códice Borgia, lámina 16. Centro superior: la Luna simbolizando pulque, ometochtecomatl, Sala Mexica, Museo Nacional de Antropología. Esquina inferior derecha: Totochtin, Códice florentino, Libro I (apéndice), fol. 40r. Esquina inferior izquierda: escultura sedente de un Totochtin, Museo del Templo Mayor. Centro inferior: yacameztli de hueso, Museo del Templo Mayor. Fotografías y composición del autor.
Dentro de la cosmovisión de los antiguos nahuas, la Luna poseía una influencia que podría considerarse negativa debido al carácter perjudicial que implicaba, en ciertos contextos, el que propiciara las lluvias, tal y como lo narra el Códice Carolino:
Luna, planeta del cielo. Metztli.
Mocaltiuh id est circulatur in metztli luna: quiauhyo. No-yuhquin tonatiuh in tla mocaltiuh: quiauhyo. Amilpampan ad meridiem cultic torta torva yancuic metztli: quiauhyo. Auh mictlampa ad aquilonem cultic ceyo no-cocolizo. Auh coauh tla(p)cu(m)pa ad orientemnecuiltic centlacul quiauhyo, auh ci(h)uatlampa ad occidente mayo cuelli.
Va tomando su casa la luna, Da vuelta, lluvioso. Como el sol también toma su casa, lluvioso. Tornando hacia el sur, encurvada, torva, la luna nueva, lluvioso. Torcida hacia el norte, de hielo, también de enfermedad, y encorvada hacia el oriente, la mitad encorvada, lluvioso. Y hacia el poniente, no buen tiempo. [10]
Gracias al vínculo que posee con la lluvia, queda de manifiesto su carácter fértil, pues es contenedora de agua, del líquido precioso más importante que da la vida. Por otro lado, las fuentes son más enfáticas en la influencia que tiene la Luna, durante los eclipses, sobre algunos padecimientos de la gente. El propio Códice Carolino dice al respecto:
De este modo de hablar de los naucatlaca: Tonatiuh cualo. Metztlicualo. No me agradan estos vocablos y ansí tengo que son falsos aunque los usan los naturales porque presuponen que el sol es comido y la luna es comida, de donde nacen errores y supersticiones y hechicerías, especialmente de la Luna, a las mujeres preñadas. Si la criatura nacía falta creían (y no sé si creen) que la Luna comida (a su juicio) le comía la parte aquella. [11]
Figura 5: Eclipse, Códice florentino, Libro VII, fol. 7r (detalle).
Sahagún comenta, en los Primeros memoriales, sobre el eclipse de Luna:
Metztli cualo, in otztiti catca cenca momauhtiaya quitoaya quilmach quimichtli mocuezpazque auh in pipiltotontli tlacatia in ipan cualo ya metztli in aca yacacuatic anozo tencuatic. Auh impipilton moximaya in ipan cecentetl metztli in tlacamo moximaz i-cocolizcui oihuin immihtoaya.
Las mujeres embarazadas estaban muy temerosas. Decían, se decía que ellas podían convertirse en ratones y los niños nacidos durante un eclipse de luna estarían sin nariz o sin labio. Y las cabezas de los bebés eran afeitadas cada mes; si no eran afeitadas, caían enfermos. Así se decía esto. [12]
Figura 6: Eclipse de Luna, Primeros memoriales, fol. 282r (detalle)
Hoy en día esto se conoce como labio leporino, causado por problemas en los genes que se transmiten de uno o ambos padres, así como por drogas, virus o toxinas, que provocan defectos congénitos. Como se puede ver, en la cosmovisión nahua, debido a que el conejo y los ratones “poseen el labio así por naturaleza”, se les relacionaba con esta condición en el momento en que ocurría un eclipse, cuando la Luna se veía afectada por la sombra de la Tierra. La costumbre de relacionar a estos fenómenos con algunas afecciones de salud, ha sobrevivido hasta nuestros días entre los pueblos campesinos del país que tienen aún cierto raigambre indígena, pues cuando ocurre el evento se les pide a las mujeres embarazadas que se coloquen, como protección, unas tijeras o un seguro dorado en el vientre si se ven obligadas a salir a la calle o simplemente para asomarse a la ventana. Desde esta perspectiva, podríamos considerar que la Luna en la cosmovisión nahua tenía influencia en la fertilidad y en el desarrollo de las personas que aún no habían llegado a la madurez.
Gerardo Antonio Ramírez García
Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano
Notas
[1] Fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, t. II, México-Florencia, Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979, Libro VI, cap. II, fol. 2v.
[2] Ibid., fol. 2r.
[3] “Leyenda de los Soles” en Mitos e historias de los antiguos nahuas, paleografía y traducciones de Rafael Tena, México, CONACULTA, 2011, p. 183-185.
[4] “Historia de los Mexicanos por sus Pinturas” en Mitos e historias de los antiguos nahuas, paleografía y traducciones de Rafael Tena, México, CONACULTA,2011, p. 39.
[5] Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiática Indiana, tomo I, México, CONACULTA, 1997, p. 186. Cfr. Fray Juan de Torquemada, Monarquía Indiana, tomo III, México, UNAM-IIH,1975-1983, p. 123.
[6] Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, University of Oklahoma Press, 1997, fol. 282r.
[7] Sahagún, Códice florentino, op. cit., Libro VII, fol. 7r.
[8] Cristóbal del Castillo, Historia de la venida de los mexicanos y de otros pueblos e historia de la conquista, México, CONACULTA, 2001, p. 88-89.
[9] Tena, op. cit., p. 186-187.
[10] «Códice Carolino», traducción de Ángel María Garibay en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, vol. 7, 1967, fol. 157v. Los paréntesis y guiones de normalización son del autor.
[11] Ibid., fol. 92v (91v).
[12] Sahagún, Primeros memoriales, op. cit., fol. 282r
Obras consultadas
Castillo, Cristóbal del, Historia de la venida de los mexicanos y de otros pueblos e historia de la conquista, México, CONACULTA, 2001.
Códice Borgia. En línea: http://www.famsi.org/spanish/research/loubat/ Borgia/thumbs0.html (consultado 23 de septiembre del 2016).
«Códice Carolino», presentación y traducción de Ángel María Garibay K. en Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM-IIH, vol. 7, 1967, p.11-59.
Códice magliabechiano. En línea: http://www.famsi.org/spanish/research/loubat/ Magliabecchiano/page_04v.jpg (consultado 23 de septiembre del 2016).
Mendieta, fray Gerónimo de, Historia Eclesiática Indiana, 2 tomos, México, CONACULTA, 1997.
Mitos e historias de los antiguos nahuas, paleografía y traducciones de Rafael Tena, México, CONACULTA, 2011.
Sahagún, fray Bernardino de, Códice florentino, 3 tomos (edición facsimilar elaborada por el Gobierno de la República Mexicana), México-Florencia, Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979.
_____________, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de ThelmaD. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, University of Oklahoma Press, 1997.
Torquemada, fray Juan de, Monarquía Indiana, 7 tomos, México, UNAM-IIH, 1975-1983.