#Historias50
Cuando Luis Guillermo Cruz Rico ingresó a la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán en 1990, jamás imaginó que, décadas después, estaría defendiendo a migrantes y comunidades vulnerables en Canadá. “Si en ese momento me hubieran preguntado si 35 años después iba a tener la oportunidad de vivir en Toronto, con una familia mexicano-canadiense y representando a migrantes en tribunales, hubiera dicho que era completamente improbable”, recuerda con una franca sonrisa.
Nacido en la Ciudad de México y egresado en 1995 de la licenciatura en Derecho, además de la maestría en Política Criminal en el plantel, Luis Guillermo se formó en un entorno que, según él mismo, resultó decisivo para el desarrollo propio, profesional y humano. “Acatlán fue, además de un refugio, un laboratorio. Nos enseñó a ser respetuosos, abiertos y receptivos. Esos valores me han permitido ser la persona que soy hoy. Ahí aprendí lo que significa el compromiso social”, afirma en entrevista.
Como estudiante vivió de cerca los cambios políticos, económicos y sociales de los años 90 en México. Ese contexto, sumado a las enseñanzas de los profesores, le dio la capacidad de análisis crítico que lo acompañará siempre. “Nuestros maestros nos enseñaron a pensar como abogados. Y cuando logras adquirir esas herramientas, no importa dónde ejerzas: tu ética y tu criterio te guían”, comenta.
En 2005 experimentó cambio radical, en México conoció a su esposa, de nacionalidad canadiense. El amor lo llevó a Toronto, donde comenzó un camino nada fácil: abrirse paso en el sistema legal distinto al mexicano. Sin embargo, esa experiencia lo convirtió en pionero. “El proceso para ser abogado en Canadá no existía, fuimos creando las condiciones. Actualmente estoy orgulloso porque hay más abogados mexicano-canadiense; otros han seguido este camino y han aprendido de mis aciertos y errores”.
Acompañamiento
La vocación llevó a Luis Guillermo Cruz a especializarse en la defensa de personas en situación vulnerable, especialmente migrantes latinoamericanos en Ontario. Para él, cada caso representa la oportunidad de tender puentes entre culturas. Además, preside la organización Mexico-Canada Alliance of Commerce, con la que impulsa proyectos binacionales para fortalecer la relación entre ambos países.
Pese a los años que tiene de radicar en Canadá, Cruz Rico nunca olvida las raíces universitarias. “No lo escogí yo, creo que Acatlán me escogió a mí”, confiesa. Volver a la facultad luego de 30 años lo llena de emociones: “Sentí el mismo espíritu que cuando era estudiante. Nuestra Universidad me dio valores, fuerza y transparencia. Me enseñó que la educación pública es una causa que no debemos perder de vista”.
El mensaje para otras generaciones es claro y esperanzador: “Están en un gran lugar. Cultiven las relaciones con compañeros y profesores, y no olviden de dónde vienen. La vida puede llevarlos muy lejos, pero siempre llevarán en el corazón un pedazo de la Universidad y de Acatlán”.
La historia de Luis Guillermo Cruz Rico es la del hombre que transformó sus aprendizajes en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán como compromiso de vida: defender a quienes más lo necesitan, sin importar las fronteras.
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