En 2024, Cristina Rivera Garza es reconocida como la primera autora mexicana en obtener el Premio Pulitzer en la categoría de Memoria o Autobiografía. La distinción llegó por El invencible verano de Liliana, libro escrito en inglés y español que reconstruye la vida de su hermana menor, víctima de feminicidio, y que, con fuerza narrativa y rigor testimonial, exige justicia.
Para Rivera Garza, dicho galardón es doblemente significativo: reconoce el trabajo de escritores chicanos, mexicano-estadounidenses y latinos, y lleva al inglés el tema poco abordado en esa lengua, donde términos como feminicidio y feminicida están excluidos del vocabulario cotidiano.
Directora del primer doctorado en escritura creativa en español de la Universidad de Houston, radicada en Estados Unidos desde hace más de tres décadas, la escritora regresó a México para presentar la más reciente obra, Terrestre. Previo a ello, compartió recuerdos del paso por la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán, ahora Facultad de Estudios Superiores (FES), donde encontró el punto de partida de su vocación literaria.
Cristina llegó a Acatlán tras estudiar el bachillerato en Toluca. Originalmente inscrita en la licenciatura en Periodismo y Comunicación Colectiva, cambió a Sociología después del tronco común de dos semestres. En 1982, gracias al escritor y profesor Humberto Rivas, participó en el taller literario y publicó sus primeros cuentos. Recuerda la intensidad de los pasillos, el bullicio de las discusiones políticas y la diversidad de estudiantes provenientes de distintos rincones de la ciudad. “Me encantaba que había discusiones de todo y todo el tiempo”, rememora.
La vida universitaria la marcó profundamente: clases a las siete de la mañana, caminatas al campus por la entrada de Idiomas aún en construcción, profesores exiliados de países sudamericanos y debates sobre democracia y feminismo que la marcaron. En Acatlán escuchó por primera vez a Rockdrigo González, el cantautor rupestre que poco después alcanzara niveles legendarios.
En El invencible verano de Liliana, Rivera Garza retoma algunas de esas reflexiones iniciales sobre el feminismo. El libro no solo es homenaje íntimo a su hermana, además intervención cultural y política que desafía la indiferencia y el olvido. Escribirlo dos décadas después del asesinato derivó, en palabras propias, “una forma de celebrar su vida y reclamar justicia”.
Vínculos
El vínculo con la Facultad no está limitado a la nostalgia. Aprendió la importancia de conectar la teoría con la comunidad: su tesis, La participación de las mujeres en los movimientos urbano populares en la Ciudad de México, nació de entrevistas en la colonia Belvedere, donde descubrió lo que llama “feminismo intuitivo” en la vida diaria de las mujeres. Esa cercanía entre aula y realidad le enseñó que “el conocimiento nunca debe quedarse dentro de las paredes de la institución”.
La escritora, también ganadora del Premio Xavier Villaurrutia, el Neustadt International Prize for Literature y el National Book Award, sostiene que actualmente es necesario el pensamiento crítico y capacidad de debatir con pasión y civilidad, habilidades que, asegura, aprendió en la Universidad. “Para poder escribir necesitamos una comunidad”, y, convencida, añade que la educación pública, en conexión con la sociedad resultan esenciales para el futuro cultural y democrático del país.
En Terrestre, la más reciente obra de la autora tamaulipeca, retoma los años formativos con relatos que entrelazan juventud, amistad con los viajes. Como Práctica de campo, inspirado en las excursiones universitarias al sur del Distrito Federal para descubrir voces, realidades que moldearon el estilo escritural. Misma mirada que llevó de los pasillos y jardineras de Acatlán a las páginas que valieron el reconocimiento del prestigiado premio Pulitzer, Rivera Garza sigue explorando la memoria como territorio y la literatura como herramienta de resistencia.
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