La presencia del automóvil en la vida contemporánea no solo representa avances tecnológicos y facilidades de movilidad, sino también uno de los mayores desafíos ambientales de nuestro tiempo, consideró el doctor Daniel Isaac Rudy Hiller.
Durante la conferencia Historia global, cultura fósil y retos tecnológicos de la modernidad, el caso del automóvil, el académico explicó que el vehículo es claro ejemplo de cómo los hábitos individuales tienen repercusiones globales. “Encender un coche parece un acto inofensivo y cotidiano, pero cuando se multiplica por millones de personas, las emisiones de bióxido de carbono contribuyen directamente al calentamiento global”, pues el transporte en su conjunto representa alrededor de la quinta parte de las emisiones mundiales de ese gas.
Durante la disertación, que forma parte del ciclo de charlas organizadas por el Programa de Economía, Rudy Hiller planteó el concepto Antropoceno, con el que diversos científicos y humanistas definen la actual era geológica marcada por el impacto humano sobre el planeta. Explicó que la humanidad ha alcanzado un nivel de influencia comparable con las grandes fuerzas naturales, modificando climas, ecosistemas y la propia corteza terrestre.
El también integrante del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, habló de los orígenes históricos de la industria automotriz, desde la explotación colonial del caucho en el sudeste asiático hasta la búsqueda de sustitutos sintéticos durante el siglo XX. De esta manera, mostró cómo las disputas económicas y políticas en torno a las materias primas dieron lugar a tensiones internacionales e incluso intervenciones militares.
Rudy Hiller enfatizó que, más allá de lo económico, la literatura permite observar el trasfondo humano y simbólico del automóvil: no solo es un medio de transporte, sino promesa de velocidad, progreso y felicidad en la vida moderna. “El coche encarna casi una promesa teológica: la idea de que podemos vivir más, hacer más y alcanzar más en menos tiempo”, reflexionó.
En el análisis presentado, también cuestionó si las nuevas tecnologías, como el coche eléctrico, realmente representan alguna solución ecológica. Aunque no emite dióxido de carbono al circular, recordó que la producción de baterías depende de minerales como el litio y el cobalto, cuya extracción genera conflictos sociales y considerables daños ambientales.
El conferencista invitó al estudiantado, reunido en el auditorio de la Unidad de Investigación Multidisciplinaria I de la FES Acatlán, a mirar la historia económica y la innovación tecnológica desde múltiples perspectivas: “El reto no es solo avanzar en lo técnico, sino comprender los costos sociales y ambientales que acompañan a cada progreso”.
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