Dr. Oscar David Rojas Silva[1]

Contenido
2. El Milagro Mexicano: de la economía colonial a la semi-industrial
3. El mecanismo de intervención del Estado y estrategia del ISI
4. Las dos fases de MSI y los límites del modelo
8. Actividad de autoevaluación
1. Introducción
La historia económica no solo es una actividad de revisión documental de los hechos del pasado, como si se limitara solamente a una reconstrucción de sucesos en una línea temporal, en realidad, representa una perspectiva de estudio que permite observar la historia de la evolución de nuestra especie a través de los llamados modos productivos y cómo van dejando tras de sí una estela de lecciones y aprendizajes para comprender la trayectoria de largo plazo y orientar nuestra praxis contemporánea.
Esto es fundamental para la ciencia económica porque los procesos sociales de la especie humana son metabolismos cuyo ciclo de desarrollo sobrepasan la vida media de una generación, por lo que su visión de totalidad solamente se alcanza si se develan sus condicionantes, leyes de interconectividad y efectos en forma teórica[2].
De aquí que el análisis del periodo denominado Modelo por Sustitución de Importaciones (MSI) como estrategia de industrialización, desde 1939 hasta 1970, nos ofrece una base de análisis sólida para identifica en la experiencia a) las acciones del Estado a través de un arsenal de políticas económicas y sus combinaciones para producir determinado efecto, b) las condiciones geoeconómicas globales que determinan las posibilidades del cambio estructural y c) las lecciones y aprendizajes que son necesarios para el momento presente –terminando ya el primer cuarto del siglo XXI– en el que la intervención del Estado se encuentra de regreso y, con ello, especialmente, la política de industrialización.
Para efectos de esta introducción me permito postular el contexto general en el que surge el MSI, no solo como periodo sino considerando que este modelo de políticas ocurre dentro de un Estado-Nación, pero simultáneamente son determinadas por el Estado Económico Global (EEG)[3], concepto que representa la arquitectura financiera internacional y los órganos supranacionales que tienen capacidad de determinar políticas en países subordinados. Es decir, los países se encuentran bajo relaciones de dominio hegemónicas y estas son cadenas de fuerza que se transmiten a través de la interacción o competencia entre capitales (empresas transnacionales). Se encuentran bajo el dominio general de un país hegemónico que, además, controla el patrón monetario global monopolizado por el dólar, lo que significa que se monopoliza el acceso al crédito, con lo que ha determinado la arquitectura financiera internacional (Ugarteche, 2018) que limita las acciones de los Estados-Nación dentro del EEG. Sin este contexto no hay inteligibilidad del periodo nacional.
El EEG es una forma de categorizar la conformación de lo que tradicionalmente Marx llamaba el Mercado Mundial (MM). Se trata de la conformación histórica de una unidad global producida por el proceso incesante de acumulación de capital. El concepto de ganancia capitalista aparece, desde la óptica marxista, como una compulsión inexorable por acrecentar cada vez más la acumulación, la tendencia es a la concentración y centralización en una clase minoritaria que comienza a pugnar por el control de mercados en un ciclo de ascenso industrial durante la segunda parte del siglo XIX que desembocó en una conflagración militar. Hicieron falta dos periodos de guerra mundial (1914-1918) y (1939-1945), sin olvidar la gran depresión de 1929 para que se impusiera, mediante los acuerdos de Bretton Woods, EUA como emergente potencia hegemónica. No es un detalle menor la sincronía del MSI con el ascenso del capitalismo dirigido por el vecino del norte.
El nuevo poder hegemónico fincado en los Estados Unidos de América (EUA) inició una expansión del mercado mundial que provocó una especie de bono hegemónico -constituido también por el necesario gasto en reconstrucción después de la guerra– que elevó la demanda global y permitió que países como México estuvieran en condiciones de expandir su base productiva. Esto, por supuesto, fue condición necesaria pero no suficiente.
Por otro lado, México inició, por su cuenta, el siglo XX con una revolución social que buscaba superar las estructuras coloniales añejas del periodo global anterior (cuya forma más acabada se puede representar a través del Modelo Primario-Exportador (MPE), la maduración del Estado social mexicano con Lázaro Cárdenas ofreció materialmente, a través de la expropiación petrolera y la reforma agraria, las condiciones de salida para impulsar un proceso futuro de industrialización. El Estado mexicano alcanzó madurez económica al constituir su fuerza institucional para poder comandar la política económica aplicada en el territorio. Esto tuvo como consecuencia los fundamentos que vendrán posteriormente a partir de 1939 y hasta 1970 de lo que se conoció como el “milagro mexicano”.
Iniciaron tres décadas inéditas, sin comparación con ninguna otra fase, en la que la economía mexicana sufrió un acelerado proceso de industrialización con un promedio de crecimiento anual por encima del 6%. La estrategia específica que siguió el Estado mexicano fue la estrategia sustitutiva de importaciones como para alcanzar la industrialización. ¿Cuál fue el secreto de aquel modelo? ¿Por qué si México había llegado a dichas tasas de crecimiento hoy se encuentra estructuralmente por debajo del 2%? ¿Cómo fue posible que durante el neoliberalismo (1982-2018) el país se lanzara a rematar los activos construidos durante el modelo anterior bajo el esquema de privatizaciones? ¿Cómo es que en el presente vuelven a sonar términos que parecían obsoletos como “planificación”? De hecho, el término “sustitución de importaciones” aparece oficialmente en el denominado Plan México[4] con el que el actual gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo impulsa su plan de desarrollo.
No obstante, parte de las lecciones de MSI son dolorosas, la economía mexicana, como todas las economías latinoamericanas, presentó límites estructurales que no permitieron profundizar el proceso de industrialización planteado, se develaron una serie de límites internos y externos que nos arrojaron posteriormente al modelo neoliberal o de especialización del sector externo que provocó una profundización de la crisis sistémica de nuestra economía. ¿Es posible romper con estas limitantes? ¿Qué cambió desde entonces a hoy?
En el desarrollo del EEG, al tiempo que escribo esta introducción en el primer cuarto del siglo XXI, existe una fuerte recomposición geopolítica en la que EUA se encuentra en su proceso de declive hegemónico frente a China. Si dibujamos un ciclo de largo plazo iniciando en 1944 con los acuerdos de Bretton Woods hasta la crisis subprime en 2008, podemos enunciar que el MSI clásico aconteció durante la fase ascendente del poder hegemónico mientras que, en la actualidad, de concretarse un modelo similar, ocurre en el contexto de la crisis civilizatoria de EUA como potencia hegemónica. Así, el ciclo hegemónico es de relevancia medular para poder extraer las lecciones históricas para el futuro inmediato.
2. El Milagro Mexicano: de la economía colonial a la semi-industrial.
El llamado milagro mexicano hace referencia a la explosividad en la dinamización de nuestra economía a partir del estallamiento de la segunda guerra mundial, el promedio de crecimiento del PIB se desenvolvió por encima del 6% (revisar) que, a la distancia, hace un fuerte contraste con el menguado 2% durante el modelo neoliberal posterior. El Estado mexicano se constituyó decididamente como agente interventor, tanto directamente, mediante inversiones en áreas de infraestructura y áreas estratégicas (Villareal, 1976), como indirectamente, a través del uso de la política económica, en especial una combinación de fomento industrial y otra de proteccionismo arancelario para contener las fuerzas de la competencia externa a favor del desarrollo nacional.
Desde mi punto de vista, el carácter heroico que adoptó este periodo se debe al contraste de la difícil historia económica de nuestro país desde el siglo XVI bajo la figura de un modelo de encomienda extractivista (Aguilar, 1980, p.23) que se coronó durante el porfiriato bajo una figura moderna al servicio de la primera oleada de industrialización europea en el siglo XIX. De aquí que la revolución mexicana signifique, entre muchas otras cosas, la conformación de un Estado nacional políticamente soberano con pretensión de alcanzar soberanía económica. Como señalan Moreno-Brid & Ros (2010):
“En el proceso de alcanzar su hegemonía, el Estado mexicano se convenció de que tenía que desempeñar un papel activo en la inversión y en la producción si México quería desarrollarse. A finales de los años treinta controlaba recursos fundamentales y había aumentado, en forma significativa, el número de instrumentos de política económica. Pero estaba por verse si iba a tener éxito en convertir la recuperación económica de la segunda mitad de los años treinta en un impulso de crecimiento sobre bases permanentes” (p. 132).
Considerando que este vector histórico que corre desde el estallamiento de la Revolución Mexicana en 1910 hasta 1937 y 1938, años en los que se funda la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y se consigue el control del petróleo, respectivamente. Elementos esenciales para dar el siguiente paso rumbo a la industrialización, este periodo representa también la lucha por la consolidación del Estado mexicano con capacidad efectiva para intervenir mediante instituciones públicas que pudieran realizar combinaciones estratégicas entre la política fiscal y la política monetaria para influir en el proceso económico. Considérese que es en este periodo, en 1925 que se funda el Banco de México.
Es decir, el MSI no se reduce al desarrollismo, sino que también expresa la edificación de la institucionalidad como consecuencia de la revolución, elementos esenciales de cara a la eventual conformación del nuevo mercado mundial basado en la competencia de sociedades por acciones a escala trasnacional, por lo que era necesario contar con instrumentos para administrar estos grandes flujos de capitales sin olvidar que se trata del ejercicio de la política económica con fines sociales[5].
En general, considero que el MSI puede interpretarse como continuidad del proceso revolucionario. El modelo sustitutivo suele leerse como una historia de fracaso derivado de la ineficacia estatal. Este periodo ha sido leído por el paradigma neoliberal como el símbolo del fracaso del Estado, pero en realidad, desde la visión contemporánea en la que el paradigma estatal se encuentra de retorno puede ser leído como una historia de éxito en la que la Revolución Mexicana dio a luz a un Estado Social con capacidad de intervención hegemónica sobre el territorio económico y con autonomía sobre políticas comerciales para proteger activamente empresas mexicanas. Es decir, el Estado logra inducir transformaciones en sus propias condiciones generales de producción. Moreno-Brid & Ros (2010) sentencian con mucha claridad la naturaleza de aquel milagro:
“Sin embargo, no hubo que esperar mucho tiempo para que se iniciara una transformación plena en la economía y en la sociedad. Durante los siguientes treinta años la economía de México creció a una tasa sostenida anual de 6.4% en términos reales y el producto interno bruto per cápita creció a 3.2%. El sector manufacturero fue el motor del crecimiento, con una tasa de incremento de la producción del 8.2% anual y, durante la mayor parte de periodo, el dinamismo del mercado doméstico fue su mayor fuente de demanda. El país se transformó de una sociedad agraria a una urbana, semi-industrial. La proporción de la población que habitaba áreas urbanas creció de 35 a 58%, en tanto la población total crecía de 20 a 48 millones y la proporción de la producción manufacturera pasaba de 15% a 23.3%” (p.132)
No obstante, a pesar de los éxitos en la aplicación del MSI, este fue incapaz de resolver los desequilibrios crónicos de la economía nacional –como veremos más adelante–, pronto se manifestaron signos estructurales de nuestra condición como país dependiente que nos arrojaron al neoliberalismo, periodo de crisis generalizada desde los años ochenta, especialmente bajo el símbolo de la crisis de 1982 y, posteriormente, el error de diciembre en 1994.
Aun así, en los momentos contemporáneos esta historia se vuelve fuente de experiencias para comprender a profundidad el diagnóstico de la falla crónica de industrialización mexicana y los puntos esenciales a resolver para poder detonar un nuevo ciclo de industrialización. Insisto, la recuperación histórica de esta fase cobra importancia para el reconocimiento de la potencialidad del crecimiento industrial probable en la actualidad. ¿Es posible un milagro mexicano 2.0?
Para responder esta pregunta es necesario formalizar los elementos nucleares que componen la estrategia de sustitución de importaciones. A continuación, nos abocamos a profundizar en esta experiencia histórica.
3. El mecanismo de intervención del Estado y estrategia del ISI
Hasta el momento hemos puesto el contexto global y sistémico de momento en el cual se despliega el MSI. Apuntamos especialmente a la importancia de este periodo debido a la novedad contemporánea que marca el retorno del paradigma del Estado como planificador global de la economía nacional. Nos referimos específicamente a la vigencia de un nuevo tipo de Plan Nacional de Desarrollo (2019-2024) y (2024-2030) en contraste a aquellos adscritos al llamado Consenso de Washington. Además, la continuidad política ha puesto sobre la mesa la posibilidad de la maduración del nuevo modelo que llama abiertamente a la industrialización. Al plan sexenal se le agrega un plan adicional pero de mediano y largo plazo que fija el rumbo general de referencia denominado Plan México. Y es en este contexto que es necesario retomar desde los fundamentos a qué nos referimos con intervención estatal a través de la planificación.
De acuerdo con Cibotti & Sierra (2005, p.14) la planificación puede entenderse a través de la división de formas de intervención del Estado entre acciones de regulación y acciones productivas directas. El Estado cuenta con un aparato administrativo que le permite ejercer directrices a nivel general mediante la política económica, pero también participa directamente en actividades de inversión y operación directa a través de empresas públicas. El rango de acción va desde la producción de bienes y servicios de consumo hasta la instalación de capital para acciones de acumulación. Además, un vector fundamental que completa este cuadro se encuentra en las acciones tendientes a establecer determinados niveles de financiamiento para la actividad económica como un conjunto.
Una vez que hemos postulado a qué nos referimos con intervención del Estado coloquemos la atención específica en el periodo 1939-1970 en el que se desarrolló una estrategia integral que combinó distintos niveles de acción para alcanzar el proceso de industrialización a través de la sustitución de importaciones (SI) en determinadas ramas económicas. Veamos en qué consistió.
De acuerdo con Rene Villareal (1976, p.53) quien realizó la siguiente formalización que aquí presentamos, el concepto de sustitución de importaciones se expresa cuando la participación de las importaciones en la oferta total disminuye sistémicamente. La relevancia de estas fórmulas tiene que ver con la posibilidad de medir específicamente los avances de la sustitución en las diferentes ramas.
El nivel de sustitución de importaciones (SI) en un momento determinado
(1)


La trayectoria general de este proceso es ir cubriendo por niveles, primero aquellas ramas dedicadas a bienes de consumo para luego avanzar en bienes intermedios y de capital. Ejemplificando lo anterior con datos para la primera fase del MSI, siguiendo a Villareal (1976): “Para el sector de bienes de consumo en la década de los 40 (1939-1950), la participación de las importaciones a la oferta total decrece en 69.0% (el índice de SI, disminuye de .22 en 1939 a .069 en 1950), y en 26% y 18% en bienes intermedios y de capital respectivamente” (p.58)
Este proceso de sustitución involucra, por supuesto, una combinación de política comercial, política monetaria y política fiscal enmarcada en la política industrial. Es decir, el modelo MSI, en contraste con el neoliberal implica una acción consciente y planificada del Estado a través de una combinación de políticas que componen una secuencia determinada en función de los diferentes niveles necesarios para consolidar el objetivo estructural. Es decir, no se trata de políticas en general sino siempre situadas a condiciones particulares en momentos secuenciales. La política industrial, desde este punto de vista, no es la aplicación abstracta de principios sino la programación concreta de acuerdo a la secuencia necesaria para materializar los objetivos.
4. Las dos fases de MSI y los límites del modelo
La noción de secuencia es relevante al momento de estudiar el MSI debido a que su proceso de desarrollo puede descomponerse en fases y estas tendrán objetivos distintos, de acuerdo a sus necesidades particulares y a las necesidades del contexto, es decir, el corto y el largo plazo coexisten en el momento presente. Esta reconfiguración de lo temporal habilita la necesidad de la planificación estatal. En el caso del MSI podemos identificar dos etapas, la primera es comúnmente denominada como el proceso centrado en crecimiento como objetivo bajo el proceso de devaluación-inflación que corre de 1939 a 1958, mientras que la segunda fase se refiere a la conocida como estabilización y que corre de 1959 a 1970.
En este punto es importante recordar que el proceso de planificación no solamente se trata de “sumar” cuantitativamente más ramas industriales, o incluso elevar la composición de sustitución particular, sino que un nuevo nivel de industrialización implica una reorganización del diseño estructural e implica nuevos niveles de flujos de oferta y demanda entre el mercado interno y el sector externo. Se trata de un proceso de salto cualitativo a un nuevo equilibrio. Las secuencias, por tanto, son necesarias, desde esta perspectiva, para poder llevar a cabo las fases de transformación hasta estabilizarla para su funcionamiento continuo en el nuevo nivel.
Es necesario señalar que esta decisión de intervención en una economía ocurre en el marco del sistema de producción capitalista, es decir, bajo una condición geopolítica tal que las relaciones internacionales no son de coordinación sino de dominio, por lo que no solo se trata de que tus políticas sean adecuadas, sino que la correlación de fuerza hegemónica permita ganar terreno en la pugna permanente por el control del capital global.
Es decir, la planificación debe considerar este vector de oposición entre el Estado-Nación y el Estado Económico Global (EEG), lo que significa que hay fuerzas estructurales que te someten a cuellos de botella derivado a las diferencias entre un país industrializado o colonizador (por tanto con mercados fuertes y con recursos) y un país no industrializado derivado de una historia de colonialismo y dependencia (con mercados sin conexión interna, de enclave). Por ello, la secuencia se convierte en estrategia para construir los órganos económicos que hagan falta en el proceso por lo que se debe construir una programación[6] de la secuencia.
En la primera fase del MSI el Estado tuvo que construir la infraestructura económica (obras públicas) inexistente a través de una política fiscal de gasto público en la formación de capital. Y esto fue financiado no por la vía de los ingresos (impuestos) sino por vía de la emisión primaria de dinero, es decir, mediante el financiamiento por parte de Banco Central. De aquí que la inflación fuera aceptada en determinado nivel para permitir la construcción de la infraestructura básica. Esta visión es contrastante con la aproximación tradicional en la que la inflación sería indeseable en todo momento, en realidad, como nos reporta la experiencia del MSI, parte de la estrategia en el corto plazo. Símbolo de esto fue que la inflación fue corregida para la siguiente etapa sin detener la tasa de crecimiento. La secuencia tuvo éxito.
El problema surge en el ámbito del desequilibrio externo, es decir, el saldo de la balanza en cuenta corriente que, por ejemplo, pasó de 22.4 millones de dólares en 1939 a 280 millones en 1958 (Villareal, 1976, p.69), déficit que creció a una tasa acelerada promedio de 14.2% durante el periodo. Ante esta circunstancia, el instrumento de primera mano es la devaluación que revierte el fluido de la balanza para permitir activar las fuerzas que frenan la importación y expanden la exportación. El problema es que si esta medida no produce resultados, como durante el MSI, su límite final, entonces el problema se torna estructural y se tiene que recurrir a financiar el déficit de balanza a través del uso del capital extranjero, representado a través de inversión extranjera y préstamos externos. De aquí que Villareal (1976) señale:
“Sin duda, las devaluaciones y el gasto público creciente y financiado con emisión primaria de dinero, explica en buena parte la inflación en este periodo. Por otro lado, el continuo y permanente desequilibrio externo se explica por la primera etapa del SI que atravesaba la economía mexicana durante ese periodo (1939-58), en la que el desequilibrio está determinado en mayor medida por factores estructurales más que por una inadecuada combinación de políticas comercial, fiscal y monetaria” (p.69)
Derivado de este criterio “estructural” es, por cierto, que nace la visión que problematiza en torno a los antecedentes económicos de los países como los latinoamericanos provenientes de un modelo anterior, generalmente denominado primario-exportador, pero sobre todo de relaciones sociales de explotación y segmentación históricas, por lo que el Estado se vuelve, derivado de esto, la única posibilidad para intervenir conscientemente mediante la promoción abierta de la industrialización.
El factor esencial para esto es contar con altas tasas de inversión, aunque en este sentido, nos advierte Guillén (2024): “esa alternativa reclamaría tener autonomía nacional, lo cual se complicaba dada la creciente presencia de las empresas trasnacionales” (p.168) por lo que los límites del MSI tienen que ver con las relaciones de dependencia estructural con respecto a un centro industrial. De hecho, la inflación, desde el enfoque estructuralista, es visto como un “elemento de la lucha entre las diferentes clases sociales para la repartición de ingreso” (p.162) atendiendo a una visión general desde la colonialidad (Quijano, 2019) en la que el orden global implica la necesidad de reproducción de las condiciones de subdesarrollo en los países para permitir la acumulación de los capitales centrales. El resultado fue una diferencia en la capacidad de las exportaciones para alcanzar la evolución del mercado interno lo que lleva a un estancamiento sistémico.
Lo que los países latinoamericanos presenciamos fue un cruce histórico entre este intento de industrialización al mismo tiempo que el imperialismo norteamericano se ponía de pie a través de la fuerza de la exportación de capitales, sin dejar de lado, por supuesto, todas las políticas de intervencionismo político y militar que modularon y reprimieron la protesta social para imponer la administración desde fuera del proceso de desarrollo como un conjunto mundial. De aquí que el MSI ofrezca la oportunidad de reflexionar en torno al cambio de circunstancias que vinieron después del periodo 1982-2018 en el que comenzó el proceso de desmantelamiento de los activos públicos para especializarse en la recepción de inversión extranjera directa y la colocación sistémica de deuda bajo el dominio de los capitales trasnacionales. Derivado de esta lección es que podemos enunciar el MSI como un modelo que bajo sus condiciones de subalternidad fueron condenados al crecimiento con subdesarrollo.
5. Conclusión.
El Modelo de Sustitución de Importaciones (MSI), vigente en México entre 1939 y 1970, marcó una era de crecimiento económico notable, con tasas anuales superiores al 6%, impulsada por un Estado que buscó soberanía frente al dominio del Estado Económico Global (EEG). Sin embargo, su dependencia al capital extranjero y el desequilibrio externo crónico por su condición de dependencia frente al imperialismo norteamericano, representado en la inversión extranjera, mostraron la imposibilidad de alcanzar el equilibrio en el MSI en la segunda etapa, es decir, mediante la consolidación del mercado interno para sostener la fase avanzada de sustitución (bienes intermedios y de capital). Este límite se agravó en el neoliberalismo (1982-2018), cuando comenzó incluso la reversión de este proceso a través de la venta de activos públicos —alcanzados precisamente durante el MSI— sacrificó la base productiva por una integración subordinada al mercado mundial mediante la conversión de la política industrial en política económica de estabilización monetaria para el servicio del dominio del capital financiero.
El desarrollo del neoliberalismo como desintegración del MSI significó una pauperización de las condiciones de las y los trabajadores y ha sometido al país a tasas bajas de crecimiento que reflejan un estancamiento crónico del periodo. Esto llevó al cambio político que por vía democrática optó por el proceso de reindustrialización y redistribución de la riqueza. Hoy, el Plan México de Claudia Sheinbaum significa la proyección de una recuperación del mercado interno a través de la construcción de la infraestructura básica y la búsqueda de coordinación con nacionales e internacionales para promover el aumento de la tasa de inversión.
¿Puede surgir un “milagro mexicano 2.0″? Sí, si se pone al centro de la reflexión las fallas estructurales que exigen como supuesto para lograrlo construir una dinámica industrial dentro del mercado interno y un equilibrio en nuestras conexiones productivas y comerciales al exterior, en un entorno de transición geopolítica, además.
Esta circunstancia exige un giro epistemológico en la ciencia económica. El paradigma del mercado autoregulado y el divorcio de los estudios económicos de su anclaje estatal y de relaciones de dominio no puede continuar si se quiere develar realmente las condiciones del reto presente. El punto central es que la historia hegemónica de EUA hoy se encuentra en una crisis profunda, de hecho, podemos enunciarla como el ocaso de su dominio, lo que significa que las condiciones son radicalmente distintas a lo que interrumpió el primer proceso de industrialización del siglo XX.
Desde esta oportunidad es que podemos enunciar que el MSI no fue un fracaso, sino un ensayo que nos desafía a replantear el desarrollo futuro con audacia, con reconocimiento objetivo de la oportunidad histórica y con el resuelto ejercicio de una ampliación en la discusión pública sobre el uso combinado de las políticas económicas en nuevas secuencias para resolver los problemas crónicos de nuestra economía.
6. Bibliografía
Aguilar, A. (1980). Dialéctica de la economía mexicana. Editorial Nuestro Tiempo.
Cibotti, R. & Sierra, E. (2005). El sector público en la planificación del desarrollo. Siglo XXI editores.
Guillaumin, G. (2012). Historia y estructura de La estructura: origen del pensamiento histórico de Thomas Kuhn. Universidad Autónoma Metrpolitana.
Guillén, A. (2024). La teoría estructuralista del desarrollo en América Latina: aportes y enseñanzas. en Guillén, A. (et al) (2024). Trayectorias y encrucijadas de las teorías del desarrollo en América Latina. Fondo de Cultura Económica.
Moreno-Brid, J. & Ros, J. (2010). Desarrollo y crecimiento en la economía mexicanoa: una perspectiva histórica. Fondo de cultura Económica.
Quijano, A. (2019). Ensayos en torno a la colonialidad de poder. Ediciones del Signo.
Rojas, O. (2024). The Dialectic of the State Form in the Post-capitalist Crisis and Transition. Midwestern Marx Institute: Recuperado de: https://www.midwesternmarx.com/articles/the-dialectic-of-the-state-form-in-the-post-capitalist-crisis-and-transition-by-dr-oscar-d-rojas-silva
Tello, C. (1980). La política económica en México: 1970-1976. Siglo XXI editores.
Vazquez, M. (2017). Revisión del modelo de sustitución de importaciones: vigencia y algunas reconsideraciones. En Economía Informa No. 404. Mayo-Junio.
Villareal, R. (1976). El desequilibrio externo en la industrialización de México (1929-1975): un enfoque estructuralista. Fondo de Cultura Económica.
Ugarteche, O. (2018). Arquitectura Financiera Internacional: una genealogía (1850-2015). Akal Editores.
7. Cuadro resumen
8. Actividad de autoevaluación
[1] Profesor FES-Acatlán. SNII-C
[2] La evolución teórica responde siempre a determinados paradigmas que la definen. Durante el periodo analizado de sustitución de importaciones existía consenso de la necesidad de la intervención estatal, durante el neoliberalismo el paradigma fue sustituido por la noción de mercado autorregulado con asistencia del Estado solo para funciones mínimas. Pero conforme nos adentramos en el siglo XXI observamos el retorno del paradigma del Estado como agente principal, planificador y programador. Por tanto, la crítica epistemológica representa la necesidad de advertir no solo el cambio de enunciamiento sino la recuperación de otras conexiones lógicas que sostengan las nuevas prácticas. Para profundizar en esta discusión ver Guillaumin (2012).
[3] Para profundizar en este concepto ver Rojas (2024).
[4] El Plan México es una iniciativa que surge durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador en la que se destaca la pérdida sistémica de participación del bloque norteamicano frente al bloque asiático, lo que exige un nuevo proceso de sustitución de importaciones para revertir la tendencia. Este plan se formaliza por la presidenta Claudia Sheinbaum como la ruta de mediano y largo plazo para la continuidad en el proceso de construcción de infraestructura básica para la producción industrial.
[5] En este sentido Carlos Tello (1980) explica: “La transformación política y social de México a raíz de la Revolución de 1910 y el proceso de crecimiento económico sostenido a partir de 1935, avalaban la favorable opinión que sobre el país tenían los inversionistas y los banqueros extranjeros, sobre todo cuando ese crecimiento se combinó con la estabilidad monetaria y de precios después de 1956, y daban sólido sostén al razonado optimismo y a la confianza que sobre las posibilidades de desarrollo de México tenían los capitales nacionales” p. 11
[6] Tal como señala Guillén (2024): “En otras palabras, la solución del estrangulamiento externo dependía de la modificación del sistema productivo mediante la industrialización y la creación de una base endógena de acumulación. Esta tarea no podría desplegarse espontáneamente mediante el mercado, sino por una acción programada desde el Estado” (p.159)