El Modelo de Sustitución de Importaciones (MSI): lecciones del milagro mexicano para el siglo XXI

Dr. Oscar David Rojas Silva[1]

Contenido

1.  Introducción

2. El Milagro Mexicano: de la economía colonial a la semi-industrial

3. El mecanismo de intervención del Estado y estrategia del ISI 

4.  Las dos fases de MSI y los límites del modelo

5. Conclusión

6. Bibliografía

7. Cuadro resumen

8. Actividad de autoevaluación

1.  Introducción

La historia económica no solo es una actividad de revisión documental de los hechos del pasado, como si se limitara solamente a una reconstrucción de sucesos en una línea temporal, en realidad, representa una perspectiva de estudio que permite observar la historia de la evolución de nuestra especie a través de los llamados modos productivos y cómo van dejando tras de sí una estela de lecciones y aprendizajes para comprender la trayectoria de largo plazo y orientar nuestra praxis contemporánea.  

Esto es fundamental para la ciencia económica porque los procesos sociales de la especie humana son metabolismos cuyo ciclo de desarrollo sobrepasan la vida media de una generación, por lo que su visión de totalidad solamente se alcanza si se develan sus condicionantes, leyes de interconectividad y efectos en forma teórica[2].

De aquí que el análisis del periodo denominado Modelo por Sustitución de Importaciones (MSI) como estrategia de industrialización, desde 1939 hasta 1970, nos ofrece una base de análisis sólida para identifica en la experiencia a) las acciones del Estado a través de un arsenal de políticas económicas y sus combinaciones para producir determinado efecto, b) las condiciones geoeconómicas globales que determinan las posibilidades del cambio estructural y  c) las lecciones y aprendizajes que son necesarios para el momento presente –terminando ya el primer cuarto del siglo XXI– en el que la intervención del Estado se encuentra de regreso y, con ello, especialmente, la política de industrialización.  

Para efectos de esta introducción me permito postular el contexto general en el que surge el MSI, no solo como periodo sino considerando que este modelo de políticas ocurre dentro de un Estado-Nación, pero simultáneamente son determinadas por el Estado Económico Global (EEG)[3], concepto que representa la arquitectura financiera internacional y los órganos supranacionales que tienen capacidad de determinar políticas en países subordinados. Es decir, los países se encuentran bajo relaciones de dominio hegemónicas y estas son cadenas de fuerza que se transmiten a través de la interacción o competencia entre capitales (empresas transnacionales). Se encuentran bajo el dominio general de un país hegemónico que, además, controla el patrón monetario global monopolizado por el dólar, lo que significa que se monopoliza el acceso al crédito, con lo que ha determinado la arquitectura financiera internacional (Ugarteche, 2018) que limita las acciones de los Estados-Nación dentro del EEG. Sin este contexto no hay inteligibilidad del periodo nacional.

El EEG es una forma de categorizar la conformación de lo que tradicionalmente Marx llamaba el Mercado Mundial (MM). Se trata de la conformación histórica de una unidad global producida por el proceso incesante de acumulación de capital. El concepto de ganancia capitalista aparece, desde la óptica marxista, como una compulsión inexorable por acrecentar cada vez más la acumulación, la tendencia es a la concentración y centralización en una clase minoritaria que comienza a pugnar por el control de mercados en un ciclo de ascenso industrial durante la segunda parte del siglo XIX que desembocó en una conflagración militar.  Hicieron falta dos periodos de guerra mundial (1914-1918) y (1939-1945), sin olvidar la gran depresión de 1929 para que se impusiera, mediante los acuerdos de Bretton Woods, EUA como emergente potencia hegemónica. No es un detalle menor la sincronía del MSI con el ascenso del capitalismo dirigido por el vecino del norte.

El nuevo poder hegemónico fincado en los Estados Unidos de América (EUA) inició una expansión del mercado mundial que provocó una especie de bono hegemónico -constituido también por el necesario gasto en reconstrucción después de la guerra– que elevó la demanda global y permitió que países como México estuvieran en condiciones de expandir su base productiva. Esto, por supuesto, fue condición necesaria pero no suficiente.

Por otro lado, México inició, por su cuenta, el siglo XX con una revolución social que buscaba superar las estructuras coloniales añejas del periodo global anterior (cuya forma más acabada se puede representar a través del Modelo Primario-Exportador (MPE), la maduración del Estado social mexicano con Lázaro Cárdenas ofreció materialmente, a través de la expropiación petrolera y la reforma agraria, las condiciones de salida para impulsar un proceso futuro de industrialización. El Estado mexicano alcanzó madurez económica al constituir su fuerza institucional para poder comandar la política económica aplicada en el territorio. Esto tuvo como consecuencia los fundamentos que vendrán posteriormente a partir de 1939 y hasta 1970 de lo que se conoció como el “milagro mexicano”.

Iniciaron tres décadas inéditas, sin comparación con ninguna otra fase, en la que la economía mexicana sufrió un acelerado proceso de industrialización con un promedio de crecimiento anual por encima del 6%. La estrategia específica que siguió el Estado mexicano fue la estrategia sustitutiva de importaciones como para alcanzar la industrialización. ¿Cuál fue el secreto de aquel modelo? ¿Por qué si México había llegado a dichas tasas de crecimiento hoy se encuentra estructuralmente por debajo del 2%? ¿Cómo fue posible que durante el neoliberalismo (1982-2018) el país se lanzara a rematar los activos construidos durante el modelo anterior bajo el esquema de privatizaciones? ¿Cómo es que en el presente vuelven a sonar términos que parecían obsoletos como “planificación”? De hecho, el término “sustitución de importaciones” aparece oficialmente en el denominado Plan México[4] con el que el actual gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo impulsa su plan de desarrollo. 

No obstante, parte de las lecciones de MSI son dolorosas, la economía mexicana, como todas las economías latinoamericanas, presentó límites estructurales que no permitieron profundizar el proceso de industrialización planteado, se develaron una serie de límites internos y externos que nos arrojaron posteriormente al modelo neoliberal o de especialización del sector externo que provocó una profundización de la crisis sistémica de nuestra economía. ¿Es posible romper con estas limitantes? ¿Qué cambió desde entonces a hoy?

En el desarrollo del EEG, al tiempo que escribo esta introducción en el primer cuarto del siglo XXI, existe una fuerte recomposición geopolítica en la que EUA se encuentra en su proceso de declive hegemónico frente a China. Si dibujamos un ciclo de largo plazo iniciando en 1944 con los acuerdos de Bretton Woods hasta la crisis subprime en 2008, podemos enunciar que el MSI clásico aconteció durante la fase ascendente del poder hegemónico mientras que, en la actualidad, de concretarse un modelo similar, ocurre en el contexto de la crisis civilizatoria de EUA como potencia hegemónica. Así, el ciclo hegemónico es de relevancia medular para poder extraer las lecciones históricas para el futuro inmediato.

2. El Milagro Mexicano: de la economía colonial a la semi-industrial.

El llamado milagro mexicano hace referencia a la explosividad en la dinamización de nuestra economía a partir del estallamiento de la segunda guerra mundial, el promedio de crecimiento del PIB se desenvolvió por encima del 6% (revisar) que, a la distancia, hace un fuerte contraste con el menguado 2% durante el modelo neoliberal posterior. El Estado mexicano se constituyó decididamente como agente interventor, tanto directamente, mediante inversiones en áreas de infraestructura y áreas estratégicas (Villareal, 1976), como indirectamente, a través del uso de la política económica, en especial una combinación de fomento industrial y otra de proteccionismo arancelario para contener las fuerzas de la competencia externa a favor del desarrollo nacional.

Desde mi punto de vista, el carácter heroico que adoptó este periodo se debe al contraste de la difícil historia económica de nuestro país desde el siglo XVI bajo la figura de un modelo de encomienda extractivista (Aguilar, 1980, p.23) que se coronó durante el porfiriato bajo una figura moderna al servicio de la primera oleada de industrialización europea en el siglo XIX. De aquí que la revolución mexicana signifique, entre muchas otras cosas, la conformación de un Estado nacional políticamente soberano con pretensión de alcanzar soberanía económica. Como señalan Moreno-Brid & Ros (2010):

“En el proceso de alcanzar su hegemonía, el Estado mexicano se convenció de que tenía que desempeñar un papel activo en la inversión y en la producción si México quería desarrollarse. A finales de los años treinta controlaba recursos fundamentales y había aumentado, en forma significativa, el número de instrumentos de política económica. Pero estaba por verse si iba a tener éxito en convertir la recuperación económica de la segunda mitad de los años treinta en un impulso de crecimiento sobre bases permanentes” (p. 132).

Considerando que este vector histórico que corre desde el estallamiento de la Revolución Mexicana en 1910 hasta 1937 y 1938, años en los que se funda la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y se consigue el control del petróleo, respectivamente. Elementos esenciales para dar el siguiente paso rumbo a la industrialización, este periodo representa también la lucha por la consolidación del Estado mexicano con capacidad efectiva para intervenir mediante instituciones públicas que pudieran realizar combinaciones estratégicas entre la política fiscal y la política monetaria para influir en el proceso económico. Considérese que es en este periodo, en 1925 que se funda el Banco de México.

Es decir, el MSI no se reduce al desarrollismo, sino que también expresa la edificación de la institucionalidad como consecuencia de la revolución, elementos esenciales de cara a la eventual conformación del nuevo mercado mundial basado en la competencia de sociedades por acciones a escala trasnacional, por lo que era necesario contar con instrumentos para administrar estos grandes flujos de capitales sin olvidar que se trata del ejercicio de la política económica con fines sociales[5].

En general, considero que el MSI puede interpretarse como continuidad del proceso revolucionario. El modelo sustitutivo suele leerse como una historia de fracaso derivado de la ineficacia estatal. Este periodo ha sido leído por el paradigma neoliberal como el símbolo del fracaso del Estado, pero en realidad, desde la visión contemporánea en la que el paradigma estatal se encuentra de retorno puede ser leído como una historia de éxito en la que la Revolución Mexicana dio a luz a un Estado Social con capacidad de intervención hegemónica sobre el territorio económico y con autonomía sobre políticas comerciales para proteger activamente empresas mexicanas. Es decir, el Estado logra inducir transformaciones en sus propias condiciones generales de producción. Moreno-Brid & Ros (2010) sentencian con mucha claridad la naturaleza de aquel milagro:

“Sin embargo, no hubo que esperar mucho tiempo para que se iniciara una transformación plena en la economía y en la sociedad. Durante los siguientes treinta años la economía de México creció a una tasa sostenida anual de 6.4% en términos reales y el producto interno bruto per cápita creció a 3.2%. El sector manufacturero fue el motor del crecimiento, con una tasa de incremento de la producción del 8.2% anual y, durante la mayor parte de periodo, el dinamismo del mercado doméstico fue su mayor fuente de demanda. El país se transformó de una sociedad agraria a una urbana, semi-industrial. La proporción de la población que habitaba áreas urbanas creció de 35 a 58%, en tanto la población total crecía de 20 a 48 millones y la proporción de la producción manufacturera pasaba de 15% a 23.3%” (p.132)

No obstante, a pesar de los éxitos en la aplicación del MSI, este fue incapaz de resolver los desequilibrios crónicos de la economía nacional –como veremos más adelante–, pronto se manifestaron signos estructurales de nuestra condición como país dependiente que nos arrojaron al neoliberalismo, periodo de crisis generalizada desde los años ochenta, especialmente bajo el símbolo de la crisis de 1982 y, posteriormente, el error de diciembre en 1994.  

Aun así, en los momentos contemporáneos esta historia se vuelve fuente de experiencias para comprender a profundidad el diagnóstico de la falla crónica de industrialización mexicana y los puntos esenciales a resolver para poder detonar un nuevo ciclo de industrialización. Insisto, la recuperación histórica de esta fase cobra importancia para el reconocimiento de la potencialidad del crecimiento industrial probable en la actualidad. ¿Es posible un milagro mexicano 2.0?

Para responder esta pregunta es necesario formalizar los elementos nucleares que componen la estrategia de sustitución de importaciones. A continuación, nos abocamos a profundizar en esta experiencia histórica.

3. El mecanismo de intervención del Estado y estrategia del ISI

Hasta el momento hemos puesto el contexto global y sistémico de momento en el cual se despliega el MSI. Apuntamos especialmente a la importancia de este periodo debido a la novedad contemporánea que marca el retorno del paradigma del Estado como planificador global de la economía nacional. Nos referimos específicamente a la vigencia de un nuevo tipo de Plan Nacional de Desarrollo (2019-2024) y (2024-2030) en contraste a aquellos adscritos al llamado Consenso de Washington. Además, la continuidad política ha puesto sobre la mesa la posibilidad de la maduración del nuevo modelo que llama abiertamente a la industrialización. Al plan sexenal se le agrega un plan adicional pero de mediano y largo plazo que fija el rumbo general de referencia denominado Plan México. Y es en este contexto que es necesario retomar desde los fundamentos a qué nos referimos con intervención estatal a través de la planificación. 

De acuerdo con Cibotti & Sierra (2005, p.14) la planificación puede entenderse a través de la división de formas de intervención del Estado entre acciones de regulación y acciones productivas directas. El Estado cuenta con un aparato administrativo que le permite ejercer directrices a nivel general mediante la política económica, pero también participa directamente en actividades de inversión y operación directa a través de empresas públicas. El rango de acción va desde la producción de bienes y servicios de consumo hasta la instalación de capital para acciones de acumulación. Además, un vector fundamental que completa este cuadro se encuentra en las acciones tendientes a establecer determinados niveles de financiamiento para la actividad económica como un conjunto.

Una vez que hemos postulado a qué nos referimos con intervención del Estado coloquemos la atención específica en el periodo 1939-1970 en el que se desarrolló una estrategia integral que combinó distintos niveles de acción para alcanzar el proceso de industrialización a través de la sustitución de importaciones (SI) en determinadas ramas económicas. Veamos en qué consistió. 

De acuerdo con Rene Villareal (1976, p.53)  quien realizó la siguiente formalización que aquí presentamos, el concepto de sustitución de importaciones se expresa cuando la participación de las importaciones en la oferta total disminuye sistémicamente. La relevancia de estas fórmulas tiene que ver con la posibilidad de medir específicamente los avances de la sustitución en las diferentes ramas.

El nivel de sustitución de importaciones (SI) en un momento determinado m_i^1 se define como:

    \[begin{equation} \label{eq:mi} m_i^1 = \frac{M_i^1}{M_i^1 + Q_i^1} = \frac{M_i^1}{S_i^1} \]

end{equation} Donde:

    \[ \begin{aligned} M_i & = \text{Importaciones de un bien en la industria } i \\ Q_i & = \text{Producto bruto doméstico en la industria } i \\ S_i & = \text{Oferta total del producto de la industria } i \end{aligned} \]

Entonces, si consideramos la diferencia entre dos periodos, tenemos que:

(1)   \begin{equation*}  \Delta m_i = m_i^1 - m_i^2 \end{equation*}

Por lo que si \Delta m_i = x > 0, entonces significa que ha existido un proceso de sustitución en la industria i.

 

La trayectoria general de este proceso es ir cubriendo por niveles, primero aquellas ramas dedicadas a bienes de consumo para luego avanzar en bienes intermedios y de capital. Ejemplificando lo anterior con datos para la primera fase del MSI, siguiendo a Villareal (1976): “Para el sector de bienes de consumo en la década de los 40 (1939-1950), la participación de las importaciones a la oferta total decrece en 69.0% (el índice de SI,  m_i^1 disminuye de .22 en 1939 a .069 en 1950), y en 26% y 18% en bienes intermedios y de capital respectivamente” (p.58)

Este proceso de sustitución involucra, por supuesto, una combinación de política comercial, política monetaria y política fiscal enmarcada en la política industrial. Es decir, el modelo MSI, en contraste con el neoliberal implica una acción consciente y planificada del Estado a través de una combinación de políticas que componen una secuencia determinada en función de los diferentes niveles necesarios para consolidar el objetivo estructural. Es decir, no se trata de políticas en general sino siempre situadas a condiciones particulares en momentos secuenciales. La política industrial, desde este punto de vista, no es la aplicación abstracta de principios sino la programación concreta de acuerdo a la secuencia necesaria para materializar los objetivos.

4.  Las dos fases de MSI y los límites del modelo

La noción de secuencia es relevante al momento de estudiar el MSI debido a que su proceso de desarrollo puede descomponerse en fases y estas tendrán objetivos distintos, de acuerdo a sus necesidades particulares y a las necesidades del contexto, es decir, el corto y el largo plazo coexisten en el momento presente. Esta reconfiguración de lo temporal habilita la necesidad de la planificación estatal. En el caso del MSI podemos identificar dos etapas, la primera es comúnmente denominada como el proceso centrado en crecimiento como objetivo bajo el proceso de devaluación-inflación que corre de 1939 a 1958, mientras que la segunda fase se refiere a la conocida como estabilización y que corre de 1959 a 1970.

En este punto es importante recordar que el proceso de planificación no solamente se trata de “sumar” cuantitativamente más ramas industriales, o incluso elevar la composición de sustitución particular, sino que un nuevo nivel de industrialización implica una reorganización del diseño estructural e implica nuevos niveles de flujos de oferta y demanda entre el mercado interno y el sector externo. Se trata de un proceso de salto cualitativo a un nuevo equilibrio. Las secuencias, por tanto, son necesarias, desde esta perspectiva, para poder llevar a cabo las fases de transformación hasta estabilizarla para su funcionamiento continuo en el nuevo nivel.

Es necesario señalar que esta decisión de intervención en una economía ocurre en el marco del sistema de producción capitalista, es decir, bajo una condición geopolítica tal que las relaciones internacionales no son de coordinación sino de dominio, por lo que no solo se trata de que tus políticas sean adecuadas, sino que la correlación de fuerza hegemónica permita ganar terreno en la pugna permanente por el control del capital global.

Es decir, la planificación debe considerar este vector de oposición entre el Estado-Nación y el Estado Económico Global (EEG), lo que significa que hay fuerzas estructurales que te someten a cuellos de botella derivado a las diferencias entre un país industrializado o colonizador (por tanto con mercados fuertes y con recursos) y un país no industrializado derivado de una historia de colonialismo y dependencia (con mercados sin conexión interna, de enclave). Por ello, la secuencia se convierte en estrategia para construir los órganos económicos que hagan falta en el proceso por lo que se debe construir una programación[6] de la secuencia.

En la primera fase del MSI el Estado tuvo que construir la infraestructura económica (obras públicas) inexistente a través de una política fiscal de gasto público en la formación de capital. Y esto fue financiado no por la vía de los ingresos (impuestos) sino por vía de la emisión primaria de dinero, es decir, mediante el financiamiento por parte de Banco Central. De aquí que la inflación fuera aceptada en determinado nivel para permitir la construcción de la infraestructura básica. Esta visión es contrastante con la aproximación tradicional en la que la inflación sería indeseable en todo momento, en realidad, como nos reporta la experiencia del MSI, parte de la estrategia en el corto plazo. Símbolo de esto fue que la inflación fue corregida para la siguiente etapa sin detener la tasa de crecimiento. La secuencia tuvo éxito.

El problema surge en el ámbito del desequilibrio externo, es decir, el saldo de la balanza en cuenta corriente que, por ejemplo, pasó de 22.4 millones de dólares en 1939 a 280 millones en 1958 (Villareal, 1976, p.69), déficit que creció a una tasa acelerada promedio de 14.2% durante el periodo. Ante esta circunstancia, el instrumento de primera mano es la devaluación que revierte el fluido de la balanza para permitir activar las fuerzas que frenan la importación y expanden la exportación. El problema es que si esta medida no produce resultados, como durante el MSI, su límite final, entonces el problema se torna estructural y se tiene que recurrir a financiar el déficit de balanza a través del uso del capital extranjero, representado a través de inversión extranjera y préstamos externos. De aquí que Villareal (1976) señale:

“Sin duda, las devaluaciones y el gasto público creciente y financiado con emisión primaria de dinero, explica en buena parte la inflación en este periodo. Por otro lado, el continuo y permanente desequilibrio externo se explica por la primera etapa del SI que atravesaba la economía mexicana durante ese periodo (1939-58), en la que el desequilibrio está determinado en mayor medida por factores estructurales más que por una inadecuada combinación de políticas comercial, fiscal y monetaria” (p.69)

Derivado de este criterio “estructural” es, por cierto, que nace la visión que problematiza en torno a los antecedentes económicos de los países como los latinoamericanos provenientes de un modelo anterior, generalmente denominado primario-exportador, pero sobre todo de relaciones sociales de explotación y segmentación históricas, por lo que el Estado se vuelve, derivado de esto, la única posibilidad para intervenir conscientemente mediante la promoción abierta de la industrialización.

El factor esencial para esto es contar con altas tasas de inversión, aunque en este sentido, nos advierte Guillén (2024): “esa alternativa reclamaría tener autonomía nacional, lo cual se complicaba dada la creciente presencia de las empresas trasnacionales” (p.168) por lo que los límites del MSI tienen que ver con las relaciones de dependencia estructural con respecto a un centro industrial. De hecho, la inflación, desde el enfoque estructuralista, es visto como un “elemento de la lucha entre las diferentes clases sociales para la repartición de ingreso” (p.162) atendiendo a una visión general desde la colonialidad (Quijano, 2019) en la que el orden global implica la necesidad de reproducción de las condiciones de subdesarrollo en los países para permitir la acumulación de los capitales centrales. El resultado fue una diferencia en la capacidad de las exportaciones para alcanzar la evolución del mercado interno lo que lleva a un estancamiento sistémico.

Lo que los países latinoamericanos presenciamos fue un cruce histórico entre este intento de industrialización al mismo tiempo que el imperialismo norteamericano se ponía de pie a través de la fuerza de la exportación de capitales, sin dejar de lado, por supuesto, todas las políticas de intervencionismo político y militar que modularon y reprimieron la protesta social para imponer la administración desde fuera del proceso de desarrollo como un conjunto mundial. De aquí que el MSI ofrezca la oportunidad de reflexionar en torno al cambio de circunstancias que vinieron después del periodo 1982-2018 en el que comenzó el proceso de desmantelamiento de los activos públicos para especializarse en la recepción de inversión extranjera directa y la colocación sistémica de deuda bajo el dominio de los capitales trasnacionales. Derivado de esta lección es que podemos enunciar el MSI como un modelo que bajo sus condiciones de subalternidad fueron condenados al crecimiento con subdesarrollo.

5. Conclusión.

El Modelo de Sustitución de Importaciones (MSI), vigente en México entre 1939 y 1970, marcó una era de crecimiento económico notable, con tasas anuales superiores al 6%, impulsada por un Estado que buscó soberanía frente al dominio del Estado Económico Global (EEG). Sin embargo, su dependencia al capital extranjero y el desequilibrio externo crónico por su condición de dependencia frente al imperialismo norteamericano, representado en la inversión extranjera, mostraron la imposibilidad de alcanzar el equilibrio en el MSI en la segunda etapa, es decir, mediante la consolidación del mercado interno para sostener la fase avanzada de sustitución (bienes intermedios y de capital). Este límite se agravó en el neoliberalismo (1982-2018), cuando comenzó incluso la reversión de este proceso a través de la venta de activos públicos —alcanzados precisamente durante el MSI— sacrificó la base productiva por una integración subordinada al mercado mundial mediante la conversión de la política industrial en política económica de estabilización monetaria para el servicio del dominio del capital financiero.

El desarrollo del neoliberalismo como desintegración del MSI significó una pauperización de las condiciones de las y los trabajadores y ha sometido al país a tasas bajas de crecimiento que reflejan un estancamiento crónico del periodo. Esto llevó al cambio político que por vía democrática optó por el proceso de reindustrialización y redistribución de la riqueza. Hoy, el Plan México de Claudia Sheinbaum significa la proyección de una recuperación del mercado interno a través de la construcción de la infraestructura básica y la búsqueda de coordinación con nacionales e internacionales para promover el aumento de la tasa de inversión.

¿Puede surgir un “milagro mexicano 2.0″? Sí, si se pone al centro de la reflexión las fallas estructurales que exigen como supuesto para lograrlo construir una dinámica industrial dentro del mercado interno y un equilibrio en nuestras conexiones productivas y comerciales al exterior, en un entorno de transición geopolítica, además.

Esta circunstancia exige un giro epistemológico en la ciencia económica. El paradigma del mercado autoregulado y el divorcio de los estudios económicos de su anclaje estatal y de relaciones de dominio no puede continuar si se quiere develar realmente las condiciones del reto presente. El punto central es que la historia hegemónica de EUA hoy se encuentra en una crisis profunda, de hecho, podemos enunciarla como el ocaso de su dominio, lo que significa que las condiciones son radicalmente distintas a lo que interrumpió el primer proceso de industrialización del siglo XX.

Desde esta oportunidad es que podemos enunciar que el MSI no fue un fracaso, sino un ensayo que nos desafía a replantear el desarrollo futuro con audacia, con reconocimiento objetivo de la oportunidad histórica y con el resuelto ejercicio de una ampliación en la discusión pública sobre el uso combinado de las políticas económicas en nuevas secuencias para resolver los problemas crónicos de nuestra economía.

6. Bibliografía

Aguilar, A. (1980). Dialéctica de la economía mexicana. Editorial Nuestro Tiempo. 

Cibotti, R. & Sierra, E. (2005). El sector público en la planificación del desarrollo. Siglo XXI editores.

Guillaumin, G. (2012). Historia y estructura de La estructura: origen del pensamiento histórico de Thomas Kuhn. Universidad Autónoma Metrpolitana.

Guillén, A. (2024). La teoría estructuralista del desarrollo en América Latina: aportes y enseñanzas. en Guillén, A. (et al) (2024). Trayectorias y encrucijadas de las teorías del desarrollo en América Latina. Fondo de Cultura Económica.

Moreno-Brid, J. & Ros, J. (2010). Desarrollo y crecimiento en la economía mexicanoa: una perspectiva histórica. Fondo de cultura Económica.

Quijano, A. (2019). Ensayos en torno a la colonialidad de poder. Ediciones del Signo.

Rojas, O. (2024). The Dialectic of the State Form in the Post-capitalist Crisis and Transition. Midwestern Marx Institute: Recuperado de: https://www.midwesternmarx.com/articles/the-dialectic-of-the-state-form-in-the-post-capitalist-crisis-and-transition-by-dr-oscar-d-rojas-silva

Tello, C. (1980). La política económica en México: 1970-1976. Siglo XXI editores.

Vazquez, M. (2017). Revisión del modelo de sustitución de importaciones: vigencia y algunas reconsideraciones. En Economía Informa No. 404. Mayo-Junio.

Villareal, R. (1976). El desequilibrio externo en la industrialización de México (1929-1975): un enfoque estructuralista. Fondo de Cultura Económica.

Ugarteche, O. (2018). Arquitectura Financiera Internacional: una genealogía (1850-2015). Akal Editores.

 

7. Cuadro resumen

 

8. Actividad de autoevaluación



[1] Profesor FES-Acatlán. SNII-C

[2] La evolución teórica responde siempre a determinados paradigmas que la definen. Durante el periodo analizado de sustitución de importaciones existía consenso de la necesidad de la intervención estatal, durante el neoliberalismo el paradigma fue sustituido por la noción de mercado autorregulado con asistencia del Estado solo para funciones mínimas. Pero conforme nos adentramos en el siglo XXI observamos el retorno del paradigma del Estado como agente principal, planificador y programador. Por tanto, la crítica epistemológica representa la necesidad de advertir no solo el cambio de enunciamiento sino la recuperación de otras conexiones lógicas que sostengan las nuevas prácticas. Para profundizar en esta discusión ver Guillaumin (2012).

[3] Para profundizar en este concepto ver Rojas (2024).

[4] El Plan México es una iniciativa que surge durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador en la que se destaca la pérdida sistémica de participación del bloque norteamicano frente al bloque asiático, lo que exige un nuevo proceso de sustitución de importaciones para revertir la tendencia. Este plan se formaliza por la presidenta Claudia Sheinbaum como la ruta de mediano y largo plazo para la continuidad en el proceso de construcción de infraestructura básica para la producción industrial.

[5] En este sentido Carlos Tello (1980) explica: “La transformación política y social de México a raíz de la Revolución de 1910 y el proceso de crecimiento económico sostenido a partir de 1935, avalaban la favorable opinión que sobre el país tenían los inversionistas y los banqueros extranjeros, sobre todo cuando ese crecimiento se combinó con la estabilidad monetaria y de precios después de 1956, y daban sólido sostén al razonado optimismo y a la confianza que sobre las posibilidades de desarrollo de México tenían los capitales nacionales” p. 11

[6] Tal como señala Guillén (2024): “En otras palabras, la solución del estrangulamiento externo dependía de la modificación del sistema productivo mediante la industrialización y la creación de una base endógena de acumulación. Esta tarea no podría desplegarse espontáneamente mediante el mercado, sino por una acción programada desde el Estado” (p.159)

 

Breve historia del crédito agrícola en México: evolución y alternativas

 

María del Rosario Granados Sánchez

Hasler Geovanny Garzon Maximo

Silvana Monserrat González Rendón

Contenido 

1.Crédito agrícola.

2.Antecedentes históricos.

3.Programas enfocados al sector agrario.

4.Reflexiones finales.

5.Bibliografía

6.Cuadro resumen.

7.Actividad de autoevaluación.

 

En la economía las actividades agropecuarias son fundamentales para el desarrollo y estabilidad de un país, una producción agropecuaria eficiente, sostenible y con alta productividad será motor de impulso al crecimiento de las regiones ya que garantizará el abasto de alimentos a las zonas industriales y urbanas, reducirá las asimetrías en el acceso a los alimentos; pero también, será fuente de empleo para un porcentaje importante de la población económicamente activa, entre otras.

Para De Salvo et. al (2025) el sector agropecuario es fundamental porque proporciona seguridad alimentaria a las naciones, al pretender garantizar la disponibilidad de alimentos ante una población creciente; reduce los niveles de pobreza al ser fuente importante de empleos e  ingresos, en particular en las áreas rurales; proporciona sustentabilidad ambiental al implementar prácticas agrícolas sostenibles que lleven a reducir la huella ambiental, en este sentido también se convierte en un factor vital para mitigar los efectos del cambio climático.

En México, el sector agrícola fue clave para que el resto de la economía se desarrollara, dado que sentó las bases para la industrialización del país, fungió como base de los salarios para el resto de los sectores, entre otros. A lo largo de la historia, la participación del sector agropecuario se ha reducido dando paso a una mayor aportación de los sectores industrial y servicios. La dinámica de cambio entre los tres sectores productivos es natural, ya que las sociedades en general tienden a industrializarse y a fortalecer su sector servicios, reduciendo de esta manera la participación del sector agropecuario (Figura 1).

Figura 1. Evolución de la participación porcentual de los sectores de la economía como porcentaje del PIB, 1960-2023.

Fuente: Elaborado con datos del INEGI (2025)

Lo anterior no resta relevancia al sector, por el contrario, un sector reducido en participación, pero sustentable en su aporte a la base productiva en la generación de alimentos da evidencia de su productividad y de la necesidad de mantener al sector como eje estratégico para la estabilidad alimentaria de un país, pero también como punto de contención a los problemas sociales ya que es un núcleo de fuentes de empleo.

Sin embargo, para que esto sea posible el sector agropecuario debe ser altamente productivo; en México existe una dualidad en la producción agropecuaria, por un lado, hay productores altamente eficientes y productivos caracterizados por un alto uso de tecnología, extensión amplia de superficie, acceso a tecnología, créditos y mercados, así como un mayor apoyo institucional para la producción y comercialización incluso en el extranjero. Por otro lado, existen los productores enmarcados en la producción tradicional; siendo aquellos que subsisten con técnicas tradicionales, carecen de acceso al crédito en consecuencia su adopción de tecnología es limitada y su producción menguada, por lo que su acceso al mercado se reduce. Dependen de la agricultura de subsistencia al tener menor apoyo institucional y organización (Barraza, 1968).

Dado esta dualidad es necesario reducir la brecha que existe entre los tipos de productores; aun cuando hay diferencias estructurales, el acceso al crédito por parte de los pequeños productores, puede ser un factor relevante que incida sobre los niveles de producción y de productividad. Es así, que el crédito agrícola desempeña un rol fundamental para cumplir con el objetivo. Pero ¿qué es el crédito agrícola? ¿cuáles son sus orígenes y características? ¿en México cómo ha influido y qué programas se han impulsado?

1. Crédito agrícola

De acuerdo con la FAO, el crédito agrícola es un tipo de financiamiento destinado a apoyar a los pequeños agricultores y agronegocios. Este crédito se otorga para incrementar la inversión, reducir los riesgos y apoyar a la población rural pobre. El objetivo principal es facilitar el acceso a recursos financieros que permitan a los agricultores adquirir insumos, mejorar sus técnicas de producción y, en general, aumentar su productividad. Además, busca promover la inclusión financiera en áreas rurales, donde los servicios financieros formales suelen ser limitados (FAO, 2004; FAO, 2023).

Sus orígenes se remontan al momento en que la sociedad, a través del sistema de producción agrícola, comenzó a producir con excedentes, los cuales se empleaban como moneda de cambio mediante el trueque, pero también como medio de préstamo. En textos de los antiguos sumerios se hacía mención sobre el incumplimiento del pago de préstamos, como se señala en el texto The Edge of Good Kings (1987): “Los campesinos sin tierras … a veces se venden a sí mismos, como esclavos, simplemente a cambio de alimentos y de un lugar para dormir… Un hombre en situación financiera desesperada puede entregar su familia, incluido él mismo, a un prestamista por el tiempo pactado para satisfacer sus deudas”

Las principales características del crédito o financiamiento agrícola han evolucionado en distintas áreas, por ejemplo, en sus inicios comenzó como un mecanismo informal, mediante acuerdos establecidos entre particulares, con altas tasas de interés y sin cláusulas formales que dieran legalidad a la operación. Sin embargo, aun cuando se volvió un problema de interés público como medio de política pública para dinamizar e impulsar el sector agropecuario, continúa operando mediante una mezcla de elementos formales e informales de operación.

Si bien, el Estado tomó un papel fundamental en la política pública para la asignación de créditos a la producción agrícola, esto ha representado un desafío para los gobiernos. Cada país ha establecido sus propios mecanismos de operación, pero sin duda, todos han recurrido al crédito agrícola como medio de financiación para el sector primario. Los resultados difieren entre países, lo cual está asociado al tamaño de la estructura productiva, al valor de su economía, a la representatividad y productividad del sector agrícola dentro de la economía, entre otros.

Es importante señalar que una característica del crédito agrícola y motivo por el cual es absorbido por el Estado es que las tasas de interés en muchas ocasiones son subsidiadas o nulas, lo cual representa una carga fiscal para el país al ser créditos que no se recuperan en su totalidad. Sin embargo, son fundamentales para garantizar la producción de alimentos y el abasto de estos para la población.

No obstante, el monto destinado por los países para el financiamiento agrícola no es suficiente, en especial en aquellas economías más pobres y con una alta participación de población inmersa en las actividades agrícolas. Jacob Yaron señala que, dado el número de personas inmersas en el sector, así como la participación del sector dentro de la economía, la atomización de tierras, entre otros, han propiciado una crisis en los sistemas de financiamiento agrícola, teniendo como primer efecto una carga fiscal insostenible (1992). Esta tesis explica el comportamiento del crédito agrícola en una diversidad de países:

Por lo general, el desempeño de los servicios financieros rurales auspiciados por el estado o por donantes ha sido muy inferior a las expectativas. Muchos organismos creados o apoyados para administrar programas de crédito no han podido convertirse en instituciones financieras rurales autosostenibles. Los programas han alcanzado sólo a una minoría de la población rural, frecuentemente en forma de préstamos con tasas de interés negativas (en términos reales) que se han convertido en un subsidio no intencional captado por los agricultores más ricos e influyentes. Muchos de estos programas de crédito han terminado constituyendo un costoso drenaje de recursos públicos.

Las intervenciones administrativas han retardado la creación de mercados financieros eficientes y han tenido efectos adversos sobre otros sectores de la economía, principalmente privándoles de fondos prestables y encareciendo el costo de sus créditos. Muchas de las grandes instituciones financieras rurales han sufrido fuertes pérdidas, generadas sea por una inadecuada indexación frente a la inflación (Brasil y México) o por una pésima recuperación de préstamos en economías estables (India y Bangladesh).

En México, para comprender el sistema de créditos agrícolas otorgado por instituciones de gobierno, se requiere conocer los antecedentes históricos por los que atravesó el país desde su independencia. Se sabe que las primeras décadas del México independiente estuvieron marcadas por conflictos políticos y sociales entre las facciones de poder, así como por problemas externos que en conjunto menguaron la débil economía mexicana.

2.Antecedentes históricos

De acuerdo con Coatsworth (1986) citado por Moreno Brid y Ross Bosch (2018) la economía, durante el periodo posindependentista, se contrajo a una tasa media anual de 0.7%, entre 1800 y 1850, mientras que países como Estados Unidos, Reino Unido y Brasil crecieron a un ritmo promedio anual de 1.1, 0.8 y 0.4%, respectivamente. Los mismos autores señalan que si la economía mexicana hubiera crecido con igual paso a la economía estadounidense, en la década de 1880 se hubiera encontrado en el grupo de las economías desarrolladas.

Dicho atraso sentó las bases para los futuros problemas estructurales que el país enfrentaría en el ámbito económico y social. La brutal caída del PIB per cápita, entre 1820 y 1870, en donde en 1820 fue 14% superior a la media mundial, mientras que para 1870 era 23% inferior, influyó en ampliar la brecha social a todos los niveles, como consecuencia el sistema productivo se atomizó. Es hasta la década de los 70 del siglo XIX, cuando el país comenzó a estabilizarse en el ámbito político y social, al reducir la violencia social y lograr una estabilidad política de largo plazo.

Con la entrada al poder de Porfirio Díaz, se alcanzó la “pax porfiriana” una etapa de la historia mexicana marcada por la represión social, pero también por un progreso y crecimiento económico reflejo del proceso de modernización institucional de la minería, la banca y el comercio. Lo cual impulsó la inversión extranjera y sentó las bases de una política industrial, además de un auge en las exportaciones de materias primas, consecuencia de la demanda externa.

El surgimiento de las instituciones en el porfiriato permitió que, a pesar de los conflictos derivados de la gesta revolucionaria, la economía mexicana no tuviera caídas tan marcadas como en los años posteriores a la independencia. Sin embargo, es necesario mencionar que, en los años del porfiriato, es cuando la brecha entre los productores agrícolas se agudiza; por un lado, existieron los grandes terratenientes con capital y recursos para impulsar la producción y exportarla, y por otro, los campesinos marginales que trabajaban como peones en las grandes haciendas, con fracciones de tierra marginal y como en la gran mayoría de la población, sin acceso a ella.

Dicha desigualdad en el acceso a la tierra influyó, entre otros aspectos, en la detonación de la gesta revolucionaria, en donde uno de los principales estandartes fue el reparto agrario. No obstante, al finalizar la lucha armada, la repartición de tierras fue un proceso lento. Durante el periodo presidencial de Venustiano Carranza se repartieron poco más de 132 mil hectáreas, mientras que en el de Álvaro Obregón alcanzó una cifra por arriba del millón de hectáreas. Para el gobierno de Plutarco Elías Calles se repartieron alrededor de tres millones de hectáreas.

Un aspecto importante, es que el presidente Elías Calles tenía como objetivo concluir el reparto agrario y con ello crear pequeños propietarios que tuvieran acceso al crédito para modernizar el campo y hacer uso de las tierras ociosas. Si bien, la creación de las instituciones de crédito data de 1987 con la promulgación de la Ley General de Instituciones de Crédito, los esfuerzos y recursos se orientaron particularmente hacia los grandes terratenientes (Ortega y Ávila, 2000).

Es en el periodo de Plutarco Elías Calles cuando mediante la fundación del Banco Nacional de Crédito Agrícola en 1926, el crédito agrícola comenzó a democratizarse. Sin embargo, durante el Maximato, tanto el reparto agrario como el acceso al crédito fueron frenados.

Con el ascenso al poder de Lázaro Cárdenas se presentó la mejor época de la reforma agraria, se repartieron poco más de 18 millones de hectáreas mediante ejidos colectivos, pero también se contempló ampliar los sistemas de riego y el crédito agrícola. Con la creación del Banco Nacional de Crédito Ejidal se buscó institucionalizar el financiamiento agrícola para fomentar el desarrollo del campo mexicano. Estas instituciones se orientaron hacia el apoyo de ejidos y pequeños propietarios, promoviendo un acceso más equitativo a los recursos financieros en un intento de corregir las injusticias históricas del pasado (Gómez Morin, 1928). Sin embargo, problemas como la falta de capitalización, la ineficiencia administrativa y el escaso seguimiento a los proyectos financiados limitaron el impacto de estas instituciones y el fugaz éxito de la producción agropecuaria mexicana entró en crisis desde 1965.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la política de financiamiento agrícola en México experimentó una serie de transformaciones. En 1975 se creó el Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural), que integró las funciones de los bancos anteriores y se consolidó como la principal fuente de financiamiento para el sector rural. No obstante, la estructura burocrática y los problemas de corrupción interna, así como la falta de una visión estratégica coherente, limitaron su capacidad para promover un desarrollo agrícola eficiente y sostenible. Banrural se centró en proyectos con nuevas tecnologías en el campo, como la promoción de cultivos de alto valor comercial, pero no logró resolver los problemas de financiamiento de los pequeños y medianos productores (Banco Mexicano Somex, 1991)

Aunado a lo anterior, la crisis macroeconómica de la deuda externa de los años 80 derivó en una drástica contracción del crédito agrícola, que frenó la producción y la inversión privada en el medio rural. En este sentido, el crédito operó bajo condiciones distintas, altos niveles de inflación que influyó en el deterioro de los precios agrícolas, las tasas de interés se elevaron en particular en el sector informal. Sin embargo, la crisis financiera, la falta de liquidez y el estancamiento del sector bancario se sumó a la aversión al riesgo para otorgar créditos. En la década de los 90 el porcentaje otorgado al ámbito agrícola en el total de cartera del sistema bancario era de 8.6% y para 2005 el porcentaje había descendido al 1.4%. De acuerdo con la CEPAL (2007), la cartera colocada por el sistema bancario para el sector agropecuario y de desarrollo descendió 63.2% en términos nominales de 1995 a 2004.

Al reducirse el crédito otorgado, nuevamente los productores más pequeños y con menor capitalización quedaron marginados del acceso a financiamiento institucional y formal, ya sea público o privado. Durante la primera década del siglo XXI el crédito agropecuario en México se enfrentó a cambios drásticos en su asignación. Por ejemplo, en el trienio 2000-2002, el crédito otorgado por FIRA y FINRURAL fue de 43,236 millones de pesos en promedio anual, pero para el trienio 2003-2005, se contrajo 42%. Es así como la cartera agropecuaria en proporción de la cartera total disminuyó 8.6% en 1990, 4.9% en 1995 y 1.4% en 2005 (CEPAL, 2007).

Además, con el cierre de BANRURAL a mediados de 2003, el crédito de primer piso proporcionado por la banca de desarrollo pasó de 11,630 millones a 7,909 millones en 2004, lo cual refleja una considerable reducción en un corto periodo (CEPAL, 2007). Al desaparecer BANRURAL el crédito refaccionario fue uno de los que se vieron más afectados ya que en FINRURAL solo pudo operar un porcentaje reducido de este, además de orientarlo a proyectos de riego, el cual pasó de 35 a 54%, esta estrategia da evidencia nuevamente de que el crédito se orientó a proyectos de gran envergadura por medianos y grandes productores, dejando de lado una vez más a los pequeños productores.

Por su parte los Fideicomisos Instituidos para la Agricultura (FIRA) aumentaron sus recursos de 28 mil millones a un promedio de 43,600 millones anuales entre los trienios 2000-2002 y 2003-2005. Desafortunadamente, tal incremento no tuvo repercusiones significativas en el grueso de productores beneficiados, ya que, en el mismo periodo, el número de beneficiarios pasó de 1.53 millones a 860 mil, lo cual representó una reducción del 44% entre los dos trienios. En palabras de la CEPAL (2007):

          Estas tendencias nos muestran que: a) el conjunto del sector primario participa cada vez menos del crédito total; b) FINRURAL redujo tanto las cuotas de los avíos como el monto total de los créditos refaccionarios que otorga; c) ambas instituciones se han orientado a operar principalmente en la agricultura de riego de las entidades del noroeste y del norte, y d) los descuentos de FIRA a la banca comercial, además de que llegan a un menor número de productores, se concentran entre los medianos y grandes. En suma, los productores pequeños y medianos tienden a ser excluidos del crédito de las instituciones gubernamentales FIRA y la FINRURAL.

La tendencia a la reducción del crédito agropecuario en los últimos años es aún más grave. Con base en datos del Censo Agropecuario del 2022, del total de unidades agrícolas en México (4,629,134), diez estados concentran el 62.41% de las unidades. Sin embargo, solamente 281,114 unidades agrícolas obtuvieron un crédito agrícola, mientras que del total de unidades 89,860 fueron beneficiadas por seguros agrícolas. Las cifras mencionadas dan evidencia de la reducción tan marcada del crédito agrícola en los últimos años, ya que de las 4.6 millones de unidades, el 6.13% recibió un crédito y el 1.94% tuvo acceso a un seguro.

Aunado a lo anterior, el crédito otorgado se distribuyó en agricultores medianos y grandes, con mayor capacidad de capitalización. Un dato revelador lo proporciona el estado de Sinaloa, quien a pesar de tener una participación reducida (2%) en el total de unidades agrícolas en el país, obtuvo el 11.55% del total de créditos y el 34.2% de los seguros otorgados. Mientras que entidades como Oaxaca, Chiapas o Puebla con una mayor participación de unidades agrícolas, obtuvieron un porcentaje menor de los créditos y seguros asignados (Tabla 1)

Tabla 1. Distribución del crédito y seguro agrícola en México, 2021-2022

Participación de unidades de producción agrícola en el total nacional

Participación de unidades de producción agrícola con obtención de créditos

Participación de unidades de producción agrícola con obtención de seguros

Sinaloa

2.06

11.55

34.17

Veracruz de Ignacion de la Llave

11.27

10.90

5.69

Jalisco

3.88

8.31

6.93

Michoacán de Ocampo

4.94

7.79

3.9

Chiapas

10.63

6.97

2.57

Guanajuato

3.45

6.45

4.45

Puebla

9.89

5.28

0.72

Guerrero

6.47

5.1

0.35

Oaxaca

8.21

5.05

0.8

Nayarit

1.61

4.2

2.93

Resto

37.59

28.41

37.49

Fuente: Elaborado con datos de INEGI del Censo Nacional Agropecuario (2022).

Al analizar el comportamiento de los créditos y seguros otorgados para la producción agrícola en función del tamaño de unidad productiva los resultados no son alentadores. Del total de las unidades a nivel nacional, alrededor del 90% de ellas son menores a 20 hectáreas, en México existe una estructura agraria esencialmente minifundista, el 70% de las unidades comprenden una superficie inferior a las 5 hectáreas. Los datos son relevantes porque muestran una realidad en donde al ser pequeñas unidades, el grueso de los productores enfrenta serios desafíos de capitalización, uso de tecnología, exclusión a los sistemas formales de crédito tanto de la banca privada como de la estatal.

En relación con ello, los datos del censo agropecuario del 2022 exhiben que, del total de las unidades menores a 2 hectáreas, solamente el 2.9% y el 0.3% tienen acceso al crédito y al seguro agrícola. De igual manera, se observa en la que la organización de productores, el acceso a información, la capacidad de capital, entre otros, son factores fundamentales para incrementar el acceso al crédito. Tal es el contraste entre entidades federativas con una tradición organizativa y con superficies más amplias por productor y regiones en donde la producción agrícola se encuentra atomizada, es decir, pequeñas porciones de tierra en un gran número de agricultores. Por ejemplo, en Sinaloa, si bien el porcentaje de unidades de producción agrícola es del 2% dentro del total nacional, su acceso al crédito es del 11% dentro de las unidades que lo solicitan. En este sentido, se observa que del 11% que obtienen crédito, aproximadamente el 60% cuenta con unidades de producción entre 5 y 50 hectáreas, lo mismo sucede con el acceso al seguro. En el otro extremo, se encuentra Chiapas quien aun con una alta participación de unidades agrícolas en el total nacional, su acceso al crédito es del 7% mientras que en seguros del 2.5%. Además, del total de las unidades agrícolas en Chiapas, el 49.3% cuenta con superficies menores a las 2 hectáreas, y el 26.1% entre 2 y hasta 5.

Tabla 2. Distribución de acceso al crédito por superficie productiva: comparación entre Sinaloa y Chiapas, 2021-2022

Nacional

Sinaloa

Chiapas

Estados Unidos Mexicanos

Total

Crédito

Seguro

Total

Crédito

Seguro

Total

Crédito

Seguro

Hasta 2 hectáreas (ha)

47.16

2.89

0.29

14.19

7.59

5.87

49.3

2.81

0.21

> de 2 y hasta 5 ha

23.78

6.68

1.43

19.24

24.92

21.86

26.12

4.94

0.53

> de 5 y hasta 20 ha

21.01

10.91

4.66

47.60

46.45

44.56

18.84

5.46

0.78

> de 20 y hasta 50 ha

5.01

11.11

5.45

12.11

36.1

33.02

4.21

5.42

1.01

> de 50 y hasta 100 ha

1.64

11.71

6.84

4.24

31.87

29.84

1.02

5.76

0.00

> de 100 y hasta 1000 ha

1.26

10.76

7.49

2.54

29.45

28.29

0.51

0.00

3.69

> de 1000 y hasta 2500 ha

0.09

7.46

5.68

0.05

0.00

0.00

0.00

0.00

0.00

> a 2500 ha

0.07

6.02

5.22

0.01

0.00

0.00

0.00

0.00

0.00

Fuente: Elaborado con datos de INEGI del Censo Nacional Agropecuario (2022).

Es decir, la estructura productiva de Chiapas es básicamente minifundista, agregando a ello, que de solo el 2.8% de los productores con hasta 2 ha cuentan con acceso al crédito y 0.2% al seguro. Los datos revelan que no solo el crédito en cuanto a cobertura ha disminuido, sino que también se sigue concentrando en productores con mayor capacidad organizativa, con ello la brecha de desigualdad lejos de cerrarse se amplía a través de los créditos, pero también mediante los subsidios regresivos otorgados mediante programas de apoyo al productor, como lo fue PROCAMPO. 

3.Programas enfocados al sector agrario

Ante la reducción de entidades financieras que promuevan el crédito agrícola, se puso en marcha diversos programas y proyectos a cargo de la Secretaría de Agricultura, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) hoy SADER. Estos programas tuvieron diversas finalidades, desde el fomento agrícola hasta ser un mecanismo para hacer frente a la competencia internacional y a los acuerdos establecidos en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Uno de los programas que se creó para enfrentar la apertura comercial fue el Programa Integral de Modernización del Campo, el cual nació en 1990, fue una iniciativa del gobierno para transformar y modernizar el sector agrícola del país, mediante el uso de tecnologías modernas y la apertura de comercios de productos agropecuarios. Asimismo, el Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO) creado en 1993, fue el más importante de estos programas dentro de esta década, el cual se enfocó en un subsidio a los campesinos que complementaba el ingreso económico de los productores agrícolas, de esta manera de buscaba incentivar la producción de cultivos y contribuir al crecimiento económico tanto individual de los productores como del país en su conjunto.

En 1996, en el gobierno de Ernesto Zedillo surgió Alianza para el Campo (APC) como una estrategia para impulsar la recuperación y desarrollo del sector rural, la APC se conformó por un grupo de subprogramas diseñados por parte de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), algunos de estos subprogramas se enfocaban en estados y municipios, y otros se ejecutaban a nivel federal. Este programa buscó mejorar la competitividad, sostenibilidad ambiental y equidad socioeconómica del sector rural.

Para inicios de los 2000 durante el mandato de Vicente Fox (2000-2006) y de Felipe Calderón (2006-2012), se dio un abandono del campo y una desvalorización de las tierras, ya que 77 millones de hectáreas fueron entregadas a empresas mineras durante estos dos periodos presidenciales, además se otorgaron aproximadamente 25 mil concesiones, lo equivalente a 26% del territorio nacional (La Jornada, 2011).

El Programa Sectorial Agrario 2000-2006 de la SAGARPA, fue una estrategia del gobierno para impulsar el desarrollo del sector agropecuario y pesquero, en el cual se buscaba aumentar la productividad, mejorar la competitividad y promover el desarrollo rural sostenible, de igual manera se buscó fortalecer la seguridad alimentaria y mejorar el bienestar y la calidad de vida de los agricultores. De acuerdo con la Cámara de Diputados (2006) el presupuesto para este programa aumento de 24,713.7 millones de pesos en el año 2000 a 51,014.1 millones de pesos en 2006, lo que representó un incremento real del 43.3%.

En 2006, el Programa Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA), tuvo como objetivo mejorar la seguridad alimentaria de las familias rurales, también se centró en promover tecnologías sencillas y económicas para mejorar la producción. Para el periodo de Enrique Peña Nieto, surgió en 2015 el Programa de Atención a Jornaleros (PAJ), el cual buscó mejorar la calidad de vida de las familias dentro del sector rural, en específico dentro de las regiones con alta presencia de población jornalera, llamadas Regiones de Atención Jornalera (RAJ), además, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) realizó evaluaciones de este programa, lo que permitió comprender la complejidad del programa y de sus principales retos hasta el año 2018.

A partir de 2018 inició el programa Producción para el Bienestar, el cual busca alcanzar la autosuficiencia alimentaria mediante apoyos económicos directamente a grupos agrícolas, se enfoca en los productores que se especializan en maíz, trigo, arroz, frijol y sorgo. Está dirigido a aproximadamente 2.8 millones de pequeños y medianos agricultores que posean hasta 20 hectáreas, además de 657 pequeños agricultores de pueblos indígenas. Y el apoyo económico depende de la cantidad de hectáreas, menos de cinco hectáreas reciben $1,600 por hectárea y de 5 a 20 hectáreas reciben $1,000 por hectárea (Presidencia de México, s.f).

Otro programa es el Programa Sectorial de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano 2020-2024, el cual establece las prioridades del sector de desarrollo agrario, territorial y urbano, y estas deben estar relacionadas con el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. Los objetivos de este programa fueron reconocer el papel de la población rural, pueblos indígenas y afroamericanos e impulsar un hábitat asequible y sostenible, con lo anterior se busca reducir las brechas de desigualdad social, pobreza y discriminación.

En 2017, surgió el programa de Productividad y Competitividad Agroalimentaria, el cual tiene como objetivo impulsar la productividad en el sector agroalimentario mediante inversión en capital humano, físico y tecnológico, mediante el fortalecimiento de las Unidades Económicas Rurales. Este programa, daba un acceso al financiamiento para la agricultura, el sector pecuario y la pesca, además se enfocó en regiones como la sureste de México, las cuales son las de menor desarrollo, y buscaba reducir las brechas productivas y promover el desarrollo económico en la región.

4.Reflexiones finales

En conclusión, México ha pasado por diferentes programas e instituciones enfocadas a mejorar la calidad de vida de la población campesina y disminuir la pobreza, principalmente mediante el apoyo para mejorar la productividad. Asimismo, los datos muestran que cada año incrementa el presupuesto para dichos programas, los cuales hasta el momento no han sido efectivos, la población rural sigue desplazándose hacia las grandes ciudades dentro del país y al extranjero; la pobreza no ha disminuido y una calidad de vida digna parece más difícil de alcanzar. Es de suma importancia analizar porqué estos programas no han tenido el efecto esperado, ya que estos parecen no estar alineados a la realidad rural del país que ha tenido durante décadas.

Además, de los retos que el campo mexicano enfrenta día a día, es necesario una política de largo plazo que tenga como objetivo incrementar la productividad de la mayoría de los agentes económicos que se dedican a la producción de alimentos. Impulsar mecanismos de crédito que lleguen a los productores que más lo requieren, pero también es necesario implementar programas que promuevan la inclusión y educación financiera, no basta con adquirir alimentos en el exterior a precios más competitivos, se requiere de acciones que les permitan a los pequeños productores la inclusión a los mercados locales, el abasto mediante circuitos cortos que compensen los montos de crédito otorgados.

De lo contrario, el segmento de la agricultura que más se beneficia es el de exportación, que si bien es necesario e importante para la dinámica económica del país y de esas regiones, también urge generar los mecanismos que integren a los pequeños campesinos mediante el abasto de alimentos, la reducción de pobreza, mejores condiciones de vida y por qué no, una agricultura eficiente y atractiva para las familias que les incentive a continuar con la actividad y garantizar una soberanía alimentaria en el largo plazo.

5.Bibliografía

Banco Mexicano Somex, S.N.C. (1991). Historia del crédito agrícola en México. Fondo de Cultura Económica.

Barraza, L. (1968). La dualidad en la agricultura mexicana. Investigación Económica28(109/110), 65-78. https://www.jstor.org/stable/42776907

Cámara de Diputados. (2006). Desarrollo Rural 2000-2006. Centro de Estudios de las Finanzas Públicas. https://cefp.gob.mx/notas/2006/notacefp0652006.pdf

CEPAL. (2007). México: notas sobre el financiamiento rural y la política crediticia agropecuaria. CEPAL Subsede de México.

Coatsworth, J. H., Jacobsen, N., & Puhle, H. J. (1986). The economies of Mexico and Peru during the late colonial period, 1760–1810. ColloquiumVerlag.

De Salvo, C. P., Salazar, L., González, M., Schling, M., Muñoz, G., Rondinone, G., y Le Pommellec, M. (2025). Desarrollo sostenible de la agricultura en América Latina y el Caribe: desafíos y oportunidadeshttps://doi.org/10.18235/0013382

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Fernández, C. (30 de junio del 2011). México SA. La jornada.  Disponible en:

https://www.jornada.com.mx/2011/06/30/opinion/032o1eco

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INEGI. (s/f). 8. Información estadística agregada. Estadísticas históricas de México 2014-2015. Instituto Nacional de Estadística y Geografía. https://www.inegi.org.mx/contenidos/productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/nueva_estruc/HyM2014/8.%20Informacion%20economica%20agregada.pdf

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Moreno-Brid, J. C., & Bosch, J. R. (2018). Desarrollo y crecimiento en la economía mexicana: una perspectiva histórica. Fondo de Cultura Económica.

Ortega, R., & Ávila, M. (2000). El financiamiento rural en México. El Colegio de México.

Presidencia de México. (s/f). Producción para el Bienestar. https://amlo.presidente.gob.mx/produccion-para-el-bienestar/

The Age of God-Kings. (1987). Time-Life Books, Alexandria, Virginia, pág. 27.

Yaron, J. (1992). Rural finance in developing countries (Vol. 875). World Bank Publications.

6.Cuadro resumen

7.Actividad de autoevaluación

El desarrollismo mexicano en Bretton Woods

Dra. Julia Juárez García
Dra. María Eugenia Romero Sotelo [1]

Te invitamos a ver la entrevista con la Dra. Julia Juárez quien nos habla del papel que tuvo México en las negociaciones de Bretton Woords. Siguenos en nuestro canal de YouTube

Contenido 

1. El contexto desarrollista antes de Bretton Woods

2. La preocupación por el desarrollo y la delegación mexicana

2.1 Eduardo Suárez (1894–1976) 

2.2 Daniel Cosío Villegas (1898–1976) 

2.3 Rodrigo Gómez y Gómez (1897-1970) 

2.4 Antonio Espinosa de los Monteros (1903–1959) 

2.5 Víctor L. Urquidi (1919-2004)

3. Comentarios finales: La conferencia

4. Bibliografía

5. Cuadro resumen

6. Actividad de autoevaluación

 

La Primera Guerra Mundial desencadenó una profunda inestabilidad en el sistema monetario internacional, caracterizada por prácticas especulativas y espirales inflacionarias que no solo debilitaron la economía global, sino que también contribuyeron al auge de los movimientos fascistas en Europa (Ortiz Mena, 2006). Estos acontecimientos pusieron en evidencia la urgente necesidad de fortalecer la estabilidad económica y política a nivel internacional para prevenir crisis futuras.

En respuesta a este desafío, y en un contexto de creciente incertidumbre global, Estados Unidos y Gran Bretaña iniciaron en 1942 un esfuerzo conjunto para diseñar un nuevo orden financiero internacional. Este proceso culminó en la Conferencia de Bretton Woods, celebrada del 1 al 22 de julio de 1944 en el Mt. Washington Hotel de New Hampshire, convocada por iniciativa del presidente Franklin Delano Roosevelt y bajo la dirección del secretario del Tesoro, Henry Morgenthau.

En este espacio se debatió la creación de instituciones que permitieran abordar los problemas monetarios internacionales derivados de las hostilidades. Se presentaron dos propuestas. La primera, impulsada por el economista británico John Maynard Keynes, proponía establecer un banco central internacional encargado de gestionar las políticas monetarias de los países miembros. La segunda, desarrollada en 1941 por Harry Dexter White, asesor del Tesoro de EE. UU., a petición de Henry Morgenthau, planteaba la creación de dos instituciones separadas con funciones específicas.

Finalmente, los delegados de 44 países aprobaron esta última propuesta, dando origen al Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya función era mitigar los desequilibrios financieros temporales y evitar devaluaciones competitivas, y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), hoy conocido como Banco Mundial, diseñado para otorgar préstamos a largo plazo a los países miembros (Suárez, 1977).

En este contexto, el papel de las economías en desarrollo, y en particular el de México en la Conferencia de Bretton Woods, ha sido frecuentemente subestimado, pese a su firme defensa del desarrollo como eje central de la política y la economía global. La mayoría de los análisis han privilegiado el estudio de la creación de instituciones financieras internacionales y la reconstrucción económica de la posguerra, relegando a un segundo plano las contribuciones de América Latina.

Como consecuencia, la participación de países como México ha sido frecuentemente minimizada, reduciéndolos a un papel periférico sin reconocer la diplomacia estratégica y las negociaciones que llevaron a cabo para posicionar sus prioridades de desarrollo en un contexto dominado por las grandes potencias. Esta visión reduccionista no solo invisibiliza su influencia en la conferencia, sino que también distorsiona el análisis histórico sobre el origen del interés académico en el desarrollo, el cual suele atribuirse exclusivamente al Programa de Cuatro Puntos de Harry Truman en 1949 (Thornton et al., 2018; Helleiner, 2014a).

Bajo el liderazgo del secretario de Hacienda, Eduardo Suárez, la delegación mexicana en la Conferencia de Bretton Woods se integró por figuras clave del ámbito político y económico, entre ellas Antonio Espinosa de los Monteros, director de Nacional Financiera; Daniel Cosío Villegas, asesor del Banco de México; Víctor L. Urquidi, secretario Técnico de la delegación y miembro del Departamento de Estudios Económicos del Banco de México; y Rodrigo Gómez, subdirector del Banco de México. Estos actores no solo participaron en las deliberaciones, sino que impulsaron activamente el reconocimiento del desarrollo económico como una prioridad en la agenda internacional (United Nations, 1944).

A partir de esta intervención, nos preguntamos: ¿Qué factores hicieron que la participación de México en Bretton Woods fuera tan relevante para la discusión sobre el desarrollo económico?, y, ¿Quiénes integraron la delegación mexicana que asistió a la Conferencia de Bretton Woods? Este texto explora los elementos que permitieron al país asumir un papel más influyente de lo que comúnmente se reconoce. Para ello, se examinan los perfiles y estrategias de la delegación mexicana, un grupo de intelectuales y funcionarios que defendieron los intereses de las economías emergentes en un contexto marcado por fuertes asimetrías de poder.

El estudio pone en evidencia cómo la diplomacia y visión de la delegación mexicana le permitieron incidir en la configuración del nuevo orden económico internacional, navegando entre los intereses de las grandes potencias. Así, este trabajo aporta una mirada más completa sobre la influencia de México en este episodio clave de la historia económica mundial.

Este documento está organizado en tres secciones principales, además de la introducción. La primera explora la postura histórica de México sobre el desarrollo económico. La segunda proporciona un breve panorama de los cinco miembros de la delegación mexicana, destacando quiénes eran, por qué fueron seleccionados para asistir a la conferencia. La tercera sección concluye.

1. El contexto desarrollista antes de Bretton Woods

La Gran Depresión de 1929 evidenció las vulnerabilidades de las economías del Sur, subrayando la necesidad de abordar el desarrollo como un tema central. Sin embargo, no fue hasta el discurso del presidente estadounidense Harry Truman en 1949, en el contexto de la Guerra Fría, que las economías desarrolladas lo reconocieron oficialmente, otorgándole legitimidad y consolidándolo como un campo de estudio económico. No obstante, atribuir el origen del desarrollo únicamente a la administración Truman o al contexto de la Guerra Fría simplifica en exceso un proceso mucho más complejo.

La relación financiera entre Estados Unidos y América Latina, así como las negociaciones previas a la Conferencia de Bretton Woods, fueron factores determinantes en la configuración del discurso sobre el desarrollo, siendo, además, el Sur Global quien inicialmente defendió este enfoque (Helleiner, 2014a).

A principios de la década de 1930, varios países latinoamericanos comenzaron a promover iniciativas para fomentar la cooperación internacional. En 1933, durante la Conferencia Económica Mundial de Londres, cuyo objetivo principal era estabilizar y aumentar el precio internacional de la plata, el secretario de Hacienda de México, Alberto J. Pani, destacó el interés de su país por impulsar esta cooperación. Aunque el esfuerzo no tuvo éxito, sirvió como base para futuros acuerdos relacionados con el mercado de la plata (Herrera León, 2010).

Ese mismo año, la Séptima Conferencia Interamericana en Montevideo, Uruguay, brindó a México una nueva oportunidad para promover su propuesta. Se formó una comisión especial compuesta por Pani, el expresidente Plutarco Elías Calles y el canciller Puig Casauranc, con el fin de preparar la participación de México en la conferencia. Durante el evento, México propuso la creación de una nueva institución multilateral de financiamiento, con el objetivo de equilibrar las relaciones internacionales y beneficiar a más países.

A pesar de los esfuerzos de Cordell Hull, secretario de Estado de EE.UU., por retrasar las discusiones sobre las propuestas económicas de México, estas lograron convertirse en el tema principal del debate. México, Perú y Uruguay presentaron iniciativas para establecer una organización económica interamericana y un banco multilateral. Como resultado, los subcomités elaboraron un informe recomendando la creación de un Instituto Económico y Financiero Interamericano, lo que eventualmente llevó a la creación del Banco Interamericano (Thornton et al., 2018).

Según el análisis de Thornton (2017), en 1934, Estados Unidos fundó el Banco de Exportaciones e Importaciones (Export-Import Bank) y el Fondo de Estabilización Cambiaria (Exchange Stabilization Fund, ESF), firmando su primer acuerdo con México en 1936 para estabilizar su moneda. Posteriormente, en 1941, se firmó un segundo acuerdo para respaldar el desarrollo económico del país. Durante este período, Harry Dexter White, funcionario del Departamento del Tesoro de EE.UU., mantuvo un diálogo constante con funcionarios mexicanos, como Antonio Espinosa de los Monteros, en medio de las tensiones ocasionadas por la nacionalización del petróleo en México.

México continuó impulsando la creación de un Banco Interamericano, retomando la propuesta en reuniones clave como la de Buenos Aires (1936), Lima (1938) y la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de Panamá en 1939, donde se logró establecer el Comité Interamericano de Asesoría Económica y Financiera (IFEAC). En 1940, el IFEAC propuso una convención para la creación del banco, alineada con la visión mexicana, aunque enfrentó la oposición de Wall Street. A pesar de ello, Eduardo Villaseñor persistió en su defensa del proyecto.

Mientras tanto, Harry Dexter White avanzaba en su propuesta para la economía global de posguerra y preparaba las bases para una conferencia monetaria aliada en Bretton Woods, New Hampshire. En abril de 1942, el Departamento del Tesoro de EE.UU. elaboró una agenda preliminar para la reunión, previendo que Brasil y México desempeñarían un papel central.

En julio de 1942, durante una conferencia del IFEAC en Washington, el economista mexicano Víctor Urquidi tuvo una reunión clave con Harry Dexter White. Durante este encuentro, White le entregó un borrador del plan para el Fondo de Estabilización Internacional y solicitó a Urquidi que lo analizara junto con las autoridades financieras mexicanas. En abril de 1943, cuando una versión revisada del documento se distribuyó para comentarios, México formó un equipo encabezado por Urquidi y Daniel Cosío Villegas para llevar a cabo un análisis detallado de la propuesta.

Después de revisar los documentos, México comenzó a estructurar su postura oficial frente a las nuevas instituciones internacionales. En particular, subrayó la necesidad de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) fuera parte de un marco institucional más amplio, capaz de abordar los desafíos específicos de los países menos industrializados y aquellos dependientes de la exportación de materias primas. Además, expresó su preocupación por la creciente desconexión del FMI respecto a los problemas económicos globales, como el desequilibrio generado por la concentración de riqueza en Estados Unidos.

Simultáneamente, Antonio Espinosa de los Monteros y Rodrigo Gómez llevaban a cabo negociaciones en Washington con Harry Dexter White sobre el Fondo de Estabilización. Espinosa destacó la necesidad de no solo asegurar la estabilidad monetaria, sino también de garantizar el acceso a capital a largo plazo. Estas conversaciones afianzaron el papel de México como un actor clave en la preparación de la Conferencia de Bretton Woods. En junio de 1943, White subrayó ante el Departamento de Estado la importancia de contar con el respaldo de México (Thornton et al., 2018).

Después de la reunión bilateral entre México y Estados Unidos, en junio de 1943 se celebró un segundo encuentro multilateral con países latinoamericanos, en el que participaron Gómez y Espinosa de los Monteros. Aunque México estuvo ausente en una tercera reunión, en junio de 1944, poco antes de la Conferencia de Bretton Woods, tuvo lugar una cuarta reunión en Atlantic City, con la presencia de 16 países, incluido México (Sotelo, 2021).

Las narrativas tradicionales sobre la Conferencia de Bretton Woods suelen presentar a América Latina como un apoyo pasivo a los planes de Estados Unidos. Sin embargo, un análisis de los documentos previos elaborados por México revela una postura más crítica y activa. México cuestionó que el proyecto fuera verdaderamente internacional, argumentando que reflejaba principalmente los intereses de Estados Unidos. Además, destacó la necesidad de que las nuevas instituciones económicas consideraran las particularidades de los países en desarrollo, como los de América Latina, y no solo los intereses de las economías más industrializadas. En este sentido, México no solo defendió sus propios intereses, como productor de plata, sino que también propuso un enfoque que intentaba evitar la subordinación de la región en la arquitectura económica mundial.

2. La preocupación por el desarrollo y la delegación mexicana

La Conferencia de Bretton Woods marcó un hito clave en la reconfiguración del orden económico global del siglo XX. En este periodo de transformación mundial, las delegaciones latinoamericanas adoptaron una postura decidida, preocupadas por que las necesidades de las economías emergentes pudieran quedar relegadas a un segundo plano frente a las prioridades de la reconstrucción europea tras la guerra. México, en este contexto, asumió un rol de liderazgo, representando a los 19 países latinoamericanos presentes (Urquidi, 1944).

La delegación mexicana en Bretton Woods evidenciaba las limitaciones del país en la formación de economistas, ya que el conocimiento en la materia recaía principalmente en abogados o en profesionales con estudios en el extranjero. Como resultado, varios delegados fundamentaron su participación en la preparación adquirida fuera de México. No obstante, su perspectiva estuvo marcada por los profundos cambios sociales y políticos que siguieron a la Revolución Mexicana (culminada en 1920), lo que les permitió aportar una visión renovadora al debate internacional.

Para la delegación mexicana, el desarrollo no era visto como un mandato impuesto desde el exterior, sino como un proyecto internacional esencial basado en la interdependencia económica compartida. América Latina, consciente de las vulnerabilidades expuestas por la Gran Depresión, comprendió la necesidad urgente de una cooperación más estrecha entre los países de la región para enfrentar los desafíos globales. Este sentimiento fue activamente promovido por la delegación mexicana en la conferencia (Thornton et al., 2018). En la siguiente sección, se realizará un análisis de los perfiles de los miembros de la delegación mexicana en Bretton Woods.

2.1 Eduardo Suárez (1894–1976)

Eduardo Suárez Aranzolo (1894–1976), abogado de la Escuela de Jurisprudencia, fue una figura clave en el pensamiento económico mexicano durante la Revolución. Influenciado por los conflictos de su tiempo, impulsó reformas económicas y sociales desde su rol político. Como miembro de la Generación de 1915, orientó la agenda económica de México hacia los principios del cardenismo y el desarrollismo (Victoria, 2014).

Suárez pasó de la práctica jurídica a la economía tras el colapso del sistema monetario del Porfiriato (Marcial, 2002). Como secretario de Hacienda en los gobiernos de Cárdenas y Ávila Camacho, integró las políticas sociales de Cárdenas con los objetivos de consolidación del Estado.

Defensor del gasto público como motor del crecimiento económico, creía en un rol activo del Estado para equilibrar el mercado con el bienestar social, priorizando el desarrollo sobre la estabilidad monetaria. Su pensamiento se alineó con las ideas keynesianas y los principios de la Revolución Mexicana, plasmados en la Constitución de 1917 (Sotelo, 2019).

En la Conferencia de Bretton Woods, encabezó la delegación mexicana y presidió la Tercera Comisión sobre “Otros Medios de Cooperación Financiera Internacional” (Suárez, 1977; Thornton, 2017). Promovió una política intervencionista para acelerar el crecimiento, destacando la necesidad de fortalecer el sistema de crédito internacional para evitar futuras depresiones (Guerrero, 2005). Su postura defendió el desarrollo económico como un objetivo clave en la conferencia (Urquidi, 1944).

2.2 Daniel Cosío Villegas (1898–1976)

Daniel Cosío Villegas (1898–1976) fue un destacado economista y figura clave en el desarrollo de la economía en México, desempeñándose en el sector público y contribuyendo a la formación de las primeras generaciones de economistas del país. Su carrera comenzó en el derecho en la Universidad de Michoacán, pero pronto se inclinó hacia la economía. A partir de 1915, se destacó tanto como abogado como economista, y gracias a Marte R. Gómez, recibió una beca para estudiar en Estados Unidos. Allí se especializó en economía general en Harvard, economía agrícola en la Universidad de Wisconsin y ciencias avícolas en Cornell, ampliando su formación en Europa, donde asistió a la London School of Economics y la L’École Libre des Sciences Politiques (Turrent, 2015).

A su regreso a México en 1929, Cosío Villegas fue clave en la creación del Departamento de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1932, impartió un curso sobre reforma agraria en España, antes de regresar a México, donde continuó su labor en el Ministerio de Hacienda y en la Embajada de México en Washington. En 1936, fue asesor de negocios en Portugal y diseñó un plan de ayuda a los intelectuales españoles afectados por la Guerra Civil.

Cosío Villegas fundó y dirigió varias publicaciones e instituciones importantes, como El Trimestre Económico (1934–1948), Historia Mexicana (1951–1961), Foro Internacional (1960–1963) y el Fondo de Cultura Económica (FCE), creado en 1934 para suplir la escasez de textos económicos en español (Márquez, 2004). También fue cofundador de La Casa de España, que más tarde se convertiría en El Colegio de México, contribuyendo al desarrollo del pensamiento económico y académico en México (Ross, 1977).

En 1940, fue invitado por su amigo Eduardo Villaseñor a unirse al Banco de México como jefe de Estudios Económicos. Desde allí, trabajó estrechamente con Víctor L. Urquidi para definir la postura de la delegación mexicana en la Conferencia de Bretton Woods, influenciando las propuestas que se discutirían en el evento (Turrent, 2015).

2.3 Rodrigo Gómez y Gómez (1897-1970)

Rodrigo Gómez y Gómez (1897-1970), al igual que otros miembros de la delegación mexicana, estuvo moldeado por el contexto del conflicto revolucionario. Como Suárez, pertenecía a la destacada generación nacida entre 1890 y 1905, encargada de la reconstrucción política y económica del México posrevolucionario. Esta generación se caracterizó por un profundo sentido de responsabilidad social y un firme compromiso con la atención de la deuda histórica que el Estado tenía en términos del bienestar de la población.

Según la revisión exhaustiva de Sotelo (2021), durante la Revolución, Gómez trabajó en el Almacén General de Linares y en la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey (1918-1919), donde se estableció la industria del acero en México y tuvo la oportunidad de conocer a Adolfo Prieto. A los 22 años, inició su carrera financiera en Lacaud y Cía. en Monterrey, desempeñándose como operador en el Departamento de Cambio.

En 1922, fue ascendido a subgerente en el Banco Francés de México, trabajando inicialmente en Mérida y luego en Tampico, Tamaulipas. A pesar de la quiebra del banco ese mismo año, su desempeño le valió respeto y prestigio dentro del sector financiero.

A pesar de no contar con un título universitario, Rodrigo Gómez se consolidó como un experto en asuntos monetarios. En 1923, asumió el cargo de jefe del Departamento de Cambio en el Banco Mercantil de Monterrey, lo que marcó el inicio de su carrera como cambista en un mercado caracterizado por tipos de cambio fluctuantes. Después de una década de experiencia en el sector privado, y en medio de la depresión económica, se trasladó a la Ciudad de México en 1933. Gracias a su amplia experiencia y la recomendación de Adolfo Prieto, fue invitado por Agustín Rodríguez a unirse al Banco de México como jefe del Departamento de Cambios, con el objetivo de estabilizar el tipo de cambio del peso.

En este contexto, Rodrigo Gómez, reconocido experto en la deuda pública externa de México, se convirtió en una figura central para Eduardo Suárez en 1941. Debido a su profundo conocimiento de los asuntos cambiarios internacionales, fue designado, junto a Espinosa de los Monteros, para representar a México y evaluar la propuesta de Harry White, a invitación del secretario del Tesoro de Estados Unidos. Como resultado de su significativa participación en este evento, Gómez fue seleccionado para formar parte de la primera Junta de Directores Ejecutivos del Fondo Monetario Internacional (FMI), y en 1945 fue nombrado miembro pleno de la Junta Ejecutiva inaugural del FMI.

Posteriormente, como director del Banco de México de 1952 a 1970, Rodrigo Gómez implementó un modelo de banca central que combinó eficazmente la estabilidad de precios con la promoción del desarrollo económico.

2.4 Antonio Espinosa de los Monteros (1903–1959)

Antonio Espinosa de los Monteros (1903–1959) comenzó su trayectoria académica en Gettysburg Academy en Pennsylvania, donde obtuvo su licenciatura en Artes en 1925. Luego continuó sus estudios en la Universidad de Harvard, obteniendo una maestría en Economía en 1927. Poco después, regresó a México, listo para aportar su experiencia al desarrollo del país.

Figura central en la reconstrucción económica de México tras la Revolución, Espinosa de los Monteros desempeñó un papel crucial en la formación de la nación durante la primera mitad del siglo XX. Sus contribuciones abarcaron la academia, la administración pública y la diplomacia internacional. De manera destacada, fue fundamental en la formulación de la política monetaria y en la creación de instituciones financieras que se convirtieron en pilares del marco económico moderno de México (Ludlow y Sotelo, 2019).

En 1940, el ministro Suárez le encargó la tarea de reorganizar Nacional Financiera, con el objetivo de posicionarla como la fuerza impulsora del desarrollo industrial de México. Espinosa de los Monteros diseñó un marco normativo integral que permitió a Nacional Financiera gestionar el mercado de dinero interno, mejorar sus capacidades crediticias y promover la creación de nuevas empresas, desempeñando así un papel crucial en la modernización económica del país (Turrent, 2015).

Su pensamiento se caracterizó por un enfoque en políticas económicas heterodoxas, que consideraban al crédito bancario como un motor clave para la industrialización de México. Su mayor contribución fue la consolidación de Nacional Financiera (Nafinsa), una institución creada para promover el desarrollo industrial mediante políticas crediticias activas.

En el contexto global de la Gran Depresión, Espinosa de los Monteros adaptó sus estrategias monetarias. Aunque inicialmente adoptó prácticas ortodoxas, como las operaciones de mercado abierto, su enfoque evolucionó hacia la creación de instituciones más ambiciosas. Estas instituciones influyeron en los ciclos económicos y fomentaron el desarrollo de los mercados de capital a largo plazo. Su legado es un testimonio de una visión innovadora y pragmática orientada al desarrollo económico y la autonomía financiera de México (Vargas, 2024).

En 1941, Espinosa de los Monteros, amigo cercano de White y el principal negociador, logró un nuevo acuerdo para el Fondo de Estabilización Monetaria. También facilitó la reanudación del programa de compra de plata de los EE. UU., una promesa de un acuerdo comercial recíproco y el anuncio de un préstamo del Banco de Exportación e Importación como adelanto de futuros créditos de desarrollo para México. El gobierno mexicano argumentó con éxito que la mera estabilización monetaria era insuficiente, asegurando un paquete de desarrollo integral que serviría como modelo para futuras iniciativas.

Su pensamiento desarrollista, reforzado por sus contribuciones al desarrollo del país, le permitió formar parte de la delegación mexicana en la BWC. A nivel personal, su participación en esta delegación pudo haber sido influenciada por su encuentro en Harvard con Daniel Cosío Villegas, quien también estudiaba economía en la institución y fue contemporáneo de Harry Dexter White. Tras las reuniones de la BWC, se acordó la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, y fue nombrado Gobernador de ambas instituciones en representación de México (Ludlow y Sotelo, 2019).

2.5 Víctor L. Urquidi (1919-2004)

Víctor Luis Urquidi Bingham (1919-2004) comenzó su educación superior en la London School of Economics (LSE) antes de mudarse a México en 1940 debido al conflicto global. Tras la muerte de su padre en 1938, su madre facilitó la reubicación con la ayuda de figuras políticas mexicanas prominentes como Alberto Pani, Isidro Fabela y Luis Montes de Oca.

Su educación internacional y los fuertes lazos de su familia con la élite mexicana garantizaron su integración sin dificultades en estos círculos. Poco después de su llegada, Urquidi se unió al Departamento de Estudios Económicos del Banco de México, bajo la dirección de Daniel Cosío Villegas y Eduardo Villaseñor, a la edad de 22 años (Hodara, 2014; Caravaca y Espeche, 2021).

Cosío Villegas se convirtió en una figura clave en la carrera de Urquidi, sirviendo como su mentor desde el principio. La combinación de la sólida formación académica de Urquidi y sus conexiones políticas aceleró su ascenso en el Banco de México. Para 1942, la creciente reputación de Urquidi le permitió participar en la Conferencia Interamericana sobre Sistemas de Control Económico y Financiero en Washington, donde conoció a Harry D. White, un funcionario del Tesoro de los EE. UU. White encargó a Urquidi la gestión confidencial del Plan White, un borrador para un Fondo Internacional de Estabilización, con instrucciones de compartirlo con funcionarios del banco central y del ministerio de finanzas de México (Horada, 2014; Turrent, 2015).

En abril de 1943, cuando se circuló la siguiente versión del plan de White para comentarios, México designó un pequeño equipo, incluido Urquidi y Cosío Villegas, para preparar una respuesta formal (Thornton et al., 2018). Esta colaboración subrayó la creciente influencia de Urquidi en las discusiones económicas internacionales. Durante la Conferencia de Bretton Woods, Urquidi jugó un papel crucial en la redacción de la enmienda de México al documento fundador del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), que subrayó la necesidad de que el BIRF promoviera el desarrollo económico global (Vega López, 2016).

Urquidi mantenía puntos de vista económicos más conservadores que sus contemporáneos de la CEPAL. A diferencia de figuras como Fernando Henrique Cardoso, Aníbal Pinto, Juan Noyola, Osvaldo Sunkel y Celso Furtado, Urquidi evitaba términos como “dependencia” o “imperialismo”, los cuales estaban vinculados a ideologías radicales. Esta reticencia reflejaba su postura intelectual y su enfoque moderado del desarrollo económico, así como su posición dentro de la élite mexicana (Hodara, 2014).

3. Comentarios finales: La conferencia

En la Conferencia de Bretton Woods, México fue uno de los principales defensores de incorporar los principios de justicia social inspirados en la Revolución Mexicana en el ámbito económico internacional (Thornton, 2017). A través de su participación activa en las reuniones previas, México ayudó a consolidar el bloque latinoamericano, que se presentó como una fuerza formidable durante la conferencia. Este desarrollo generó preocupación entre otras delegaciones, especialmente la británica, debido a la posible influencia del bloque latinoamericano en el resultado de las negociaciones (Suárez, 1977). Así, la Conferencia de Bretton Woods se convirtió en un momento clave para que América Latina afirmara su presencia y contribuyera de manera significativa a las discusiones económicas globales, alineando sus prioridades de desarrollo con sus aspiraciones y desafíos internos.

La conferencia se organizó en tres comisiones. La primera, presidida por Harry White, del Tesoro de Estados Unidos, se encargó de crear una institución monetaria internacional. La segunda comisión, liderada por el reconocido economista británico John Maynard Keynes, trabajó en la creación de un banco dedicado a la reconstrucción internacional. La tercera comisión, presidida por el ministro de Finanzas de México, Eduardo Suárez, trató los proyectos secundarios derivados de los temas principales (Ortiz Mena, 2006; Suárez, 1977).

Suárez tuvo la responsabilidad de nominar al secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Morgenthau, como presidente de la conferencia. Además, él y el ministro de Finanzas de Brasil, Artur de Souza Costa, fueron invitados a dar discursos en la sesión inaugural plenaria, junto con Morgenthau y los jefes de delegación de Canadá, China, Checoslovaquia y la URSS, lo que subraya la activa y estratégica influencia de México en la conferencia (Helleiner, 2014a).

Las intervenciones de México se centraron en tres objetivos principales: abogar por el desarrollo de las “naciones más débiles”, proteger la soberanía nacional y garantizar una representación equitativa en las nuevas organizaciones internacionales, reafirmando su compromiso con un sistema económico global más justo (Thornton et al., 2018).

En Bretton Woods, México adoptó un enfoque estratégico orientado a establecer instituciones multilaterales que apoyaran el desarrollo de los países en proceso de industrialización, al mismo tiempo que aseguraba un lugar para las economías emergentes en el nuevo orden económico global. Influenciada por el pensamiento desarrollista, la delegación mexicana trabajó para abordar las necesidades internas de justicia social y bienestar colectivo. Figuras diplomáticas clave como Espinosa de los Monteros, Rodrigo Gómez y Eduardo Suárez defendieron la visión mexicana de un crecimiento inclusivo y autosostenible.

El papel de México también fue estratégico dentro del bloque latinoamericano, que representaba casi la mitad de las delegaciones. Al formar alianzas sólidas con otros países latinoamericanos, México aumentó significativamente su poder de negociación, sorprendiendo a las potencias tradicionales como la británica, que temían un cambio en el equilibrio global de poder.

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5. Cuadro resumen

6. Actividad de autoevaluación




[1] La versión extendida en inglés de este trabajo se encuentra bajo proceso de publicación en The New Palgrave Dictionary of Economics en co-autoria con la Dra. María Eugenia Romero Sotelo.

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Breve historia de la Historia Económica

Por: Alejandra Vianey Arredondo Vázquez

Siguiendo a Cipolla, Van der Wee (2007) asienta la protohistoria económica en los trabajos que emplearon datos histórico-económicos durante la época mercantilista, y considera a Adam Smith como el primero en emplear la historia económica como herramienta de análisis para mostrar, desde un enfoque inductivo, cómo una economía de libre mercado resultaba ser más eficiente que una restringida por la acción del Estado.

Los economistas de las escuelas clásica y neoclásica continuaron el legado de Smith, sin embargo, relegaron el análisis histórico y priorizaron el uso del método deductivo para formular teorías y modelos abstractos. En respuesta, a mediados del siglo XIX se desarrolló en Alemania la Escuela Histórica, que consideraba al análisis inductivo como el más adecuado para la formulación de leyes (regularidades) económicas.

El historicisimo alemán, inspirado en la obra de Leopold von Ranke, Wilhelm Roscher, Gustav Scmoller, entre otros, adquirió notable prestigio académico. Simultáneamente, en Inglaterra se desarrolló una escuela histórica que criticó el excesivo uso del método deductivo de los economistas clásicos, de la cual pueden destacarse autores como Arnold Toynbee (poner los demás).

Además, el trabajo de Karl Marx y Friederich Engels, junto con el proceso de industrialización de los países europeos, contribuyeron …

La Historia Económica en el periodo de entreguerras

El institucionalismo americano

En Estados Unidos, la escuela histórica alemana tuvo un gran influjo en el desarrollo del institucionalismo americano, particularmente a través de autores como Thorstein Veblen.

Wesley Mitchell, John B. Clark, ,

La crisis de 1929 y la Gran Depresión fueron una piedra de toque para el desarrollo de nuevas investigaciones que intentaron dar explicación a este fenómeno. Por ejemplo, los estudios sobre ciclos económicos que se habían estado desarrollado cobraron relevancia, particularmente con la fundación del National Bureau of Economic Research (NBER).

Para estudiar las fluctuaciones económicas de las principales variables económicas, como precios, salarios, producción, etc., la fundación de institutos de estadística se volvió indispensable. De hecho, en 1931 Edwin Gay y William Beveridge fundaron el Comité Científico Internacional para la Historia de los Precios

La Escuela de los Annales

A comienzos de 1929 se publicó el primer número de la revista Annales d’Histoire économique et sociale, editada por Marc Bloch y Lucien Febvre, en un esfuerzo por promover el intercambio intelectual entre historiadores tradicionales e investigadores de las sociedades y economías contemporáneas, con el fin de desarrollar nuevos métodos e interpretaciones de los hechos para el progreso del conocimiento y de la cultura. Es decir, basaron los avances de la Historia Económica y Social en la investigación interdisciplinar de las Ciencias Sociales.

Uno de los mayores exponentes de la escuela de los Annales fue Fernand Braudel, cuya obra culmen, El mediterráneo y el mundo mediterráneo en época de Felipe II, expone la metodología de la larga, media y corta duración. _____________. La “Nueva Historia Global” de Braudel, que combina los métodos cualitativo y cuantitativo en un enfoque descriptivo, caló profundamente en la revista desde fines de los cincuenta y durante la década de 1960, en que este insigne historiador la dirigió.

Historia serial-historia cuantitativa

Otro impulso importante fue la publicación del primer volumen de la Historia Económica de Europa de Cambridge en 1941.

La revolución cliométrica

Durante la posguerra,

En 1960 se celebró el primer Congreso Internacional de Historia Económica en Estocolmo, Suecia.

En Estados Unidos, Simon Kuznets; en Francia Jean Marczewski; en Inglaterra Phyllis Deane y W.A. Cole;

A la historia económica cuantitativa también se le conoce bajo el término “cliometría”

La musa griega de la historia, Clío (Κλειώ),

Fuentes consultadas

MPE

 “El Modelo Primario Exportador en México. Fundamentos metodológicos para su estudio”

Dra. Ericka Judith Arias Guzmán
Dr. Moisés Hernández Delgado

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Te invitamos a revisar la entrevista al Dr. Hernández Delgado, quien nos hablará de la importancia de la historia para comprender los cambios económicos desde una visión integral.

2. Aspectos teóricos de Modelo Primario Exportador

  • La principal actividad económica es la explotación mineral o la producción de bienes basados en recursos naturales.
  • Son actividades agrícolas, de ganadería y bienes primarios derivados de la extracción,
  • Especialización en productos primarios y escasa elasticidad de la demanda.
  • Monoproducciones agrícolas sometidas a riesgos climáticos.
  • Incorporación de bajo valor agregado a los productos.
  • Dependencia tecnológica externa, fábricas anticuadas nacionales para la producción. Reducida posibilidad de revaloración de los recursos naturales en el mercado mundial.
  • Variabilidad de los precios de materias primas y alimentos como consecuencia de la competencia externa.
  • Descarte del mercado interno como un consumidor potencial e imposición de las condiciones de pobreza.

El estudio de la historia implica también, la revisión de los hechos desde el lugar físico y temporal en el que se desarrollan, las condiciones particulares y los actores involucrados. De esta forma, la cronología resulta sumamente relevante para explicar los hechos, señalando cada aspecto de forma consecutiva para establecer causalidades y efectos. 

El aspecto geográfico considera la localidad o región y su incidencia en el desenvolvimiento de los hechos. Algunas regiones ricas en minerales y otros recursos naturales, por ejemplo, son el escenario de asentamientos humanos y centros de desarrollo económico con una serie de sucesos históricos relevantes. El aspecto físico-territorial está fuertemente ligado con estudios etnográficos que detallan las condiciones sociales imperantes en una región. Las costumbres propias de la región, así como la religión, conflictos raciales y las manifestaciones políticas, ideológicas y culturales promueven y determinan el devenir histórico.

Considerando los aspectos que intervienen en la investigación histórica y su operacionalización, a continuación, se revisa de forma sintética la clasificación de los métodos y técnicas bajo dos tipos de enfoques, cuantitativo y cualitativo. La selección del enfoque depende del tema seleccionado, de la hipótesis establecida y de la disponibilidad de las fuentes. No existe ninguna contraposición entre estos enfoques de investigación, se trata más bien de adaptar las técnicas y métodos a los requerimientos de la investigación. De esta forma, se podrán incluir ambos enfoques en una misma investigación si así se requiere. 

Respecto al enfoque cualitativo de investigación, destacan técnicas para la búsqueda y localización de información, la observación documental y la observación directa; mientras que el enfoque cuantitativo recurre a la cuantificación, técnicas matemáticas, síntesis de indicadores y análisis gráfico. Estas técnicas se sintetizan en el cuadro 1.

Cuadro 1. Clasificación de las técnicas de investigación históricas

Cualitativas

Observación documental

Archivo

Prensa

Publicaciones oficiales

Textos bibliográficos

Técnicas arqueológicas

 

Técnicas filológicas

Análisis de contenido

Estudios lingüísticos

Investigación oral

Historia oral

Cuestionarios

Cuantitativas

Tabulación e indexación

 

Estadística

Descriptiva

Documental

Análisis textual cuantificado

 

Técnicas gráficas

 

 

Fuente: Elaboración de los autores con base en Aróstegui (1995) y Alía (2005)  

7.Bibliografia

Alía Miranda, Francisco. (2005). Técnicas de investigación para historiadores: Las fuentes de la historia. Síntesis.

Armijos, Y., Ludeña, X., y Ramos, A. (2017). El rol de las exportaciones en el crecimiento: Una comparación entre países primario-exportadores y manufacturero-exportadores. Revista Económica, 2(1), 66–76.

Arostegui, J. (1995). La investigación histórica. Teoría y Método. Crítica. 

Buitrago, R. E. (2006). Las dificultades de la integración latinoamericana a partir del modelo primario exportador. Revista Facultad de Ciencias Económicas, 14(2), 145–156.

Delgado, G. G. (2010). Conceptos y metodología de la investigación histórica* Concepts and methodology of historical research. Revista Cubana de Salud Pública, 36(1), 9–18. http://scielo.sld.cu9

Eichengreen, B. (1994). The Contributions of Robert W. Fogel to Economics and Economic History. The Scandinavian Journal of Economics, 96(2), 167. https://doi.org/10.2307/3440595 

Gaona, R. elías. (2019). Modelo Primario-Exportador en México y en América Latina, 1870-1930. Boletín Científico de Las Ciencias Económico Administrativas Del ICEA, 14, 1–5. https://repository.uaeh.edu.mx/revistas/index.php/icea/issue/archive 

Kula, W. (1977). Problemas Y Métodos De La Historia Económica (3rd ed.). https://archive.org/details/kula-witold.-problemas-y-metodos-de-la-historia-economica-1977_202203 

Mardones, J. M., y Ursua, N. (1994). Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para una fundamentación científica. S. A. Fontamara, Ed.

Mattozzi, I. (2015). Una epistemología y una metodología de la historia para la didáctica. Dialogos, 19(1), 57–72. https://doi.org/10.4025/dialogos.v19i1.1033 

Moradiellos, E. (2013). El oficio de historiador. Estudiar, enseñar, investigar. Akal. https://archive.org/details/moradiellos-e.-el-oficio-de-historiador/page/93/mode/2up 

Moreno, B. J. C., y Bosch, J. R. (2018). Desarrollo y crecimiento en la economía mexicana: una perspectiva histórica. (Primera Ed. Electr.). Fondo de Cultura Económica.

8. Cuadro Resumen

9. Actividad de autoevaluación

En esta sección encontrarás una actividad con la que podrás afianzar tu comprensión y aplicar los conocimientos adquiridos de esta sección

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