Los astros y los fenómenos celestes I

LOS ASTROS Y LOS FENÓMENOS CELESTES: LA OBSERVACIÓN DEL CIELO EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA

Esta es la primera entrega de una serie de entradas que abordarán temas relacionados con diferentes aspectos de los cuerpos y fenómenos celestes en el pensamiento prehispánico mesoamericano, principalmente entre los pueblos del centro de México.

Para lograr una mejor comprensión de la relevancia que dentro de una sociedad tienen los acontecimientos astronómicos y los cuerpos celestes que los protagonizan, es necesario señalar el importante papel que la observación de la naturaleza ha jugado a lo largo de la historia de la humanidad.

Desde épocas muy tempranas el hombre se percató de los diversos cambios que ocurrían a su alrededor. Quizá al principio no de manera consciente, pero con el paso del tiempo fue distinguiendo ciertas regularidades, ciclos e indicadores en su entorno que se relacionaban con acontecimientos naturales específicos. Registrar estas incidencias a lo largo de generaciones, le permitió, por ejemplo, determinar las épocas más propicias para la caza o la pesca, anticiparse al comienzo de las estaciones secas o frías, así como posteriormente determinar los momentos adecuados para las labores agrícolas. La contemplación del cielo y el sucesivo escrutinio de los movimientos astrales otorgó a la humanidad elementos para interpretar el mundo en el que vivía, así como la posibilidad de medir el paso del tiempo.

En primera instancia la observación de los movimientos solares de corta duración en el firmamento (día) sucedidos por un periodo de obscuridad (noche), repetidos de forma aparentemente invariable, pudo haber representado una de las primeras formas de registrar el paso del tiempo. Posteriormente, una apreciación más minuciosa de las posiciones del Sol en el horizonte y su relación con el clima y los ciclos biológicos de plantas y animales, pudo llevar a la delimitación de las estaciones a lo largo del ciclo solar (año). Tras milenios de observación, la acumulación del conocimiento trasmitido de generación en generación, así como el cómputo sistematizado de los movimientos de diversos cuerpos celestes, derivó en una amplia comprensión del fenómeno astronómico por parte de las grandes civilizaciones alrededor del mundo. Este conocimiento formaba parte de su cosmovisión y con ayuda de él se explica, en gran medida, su cosmogonía, ya que los antiguos conocimientos astronómicos estuvieron asociados con relatos míticos que relacionaban a los cuerpos celestes con personificaciones de deidades o héroes mitológicos.

Todos estos aspectos no eran ajenos a las sociedades prehispánicas mesoamericanas, pues, también, poseían un amplio conocimiento del cielo y los fenómenos que en él ocurrían. Muestra de ello es la existencia de su sistema calendárico. En el centro de México, en el momento de la conquista española, se realizaba la cuenta del año solar de 365 días, dividido en 18 veintenas más 5 días (xiuhpohualli).  Ésta se combinaba con un ciclo ritual de 260 días compuesto por 13 veintenas (tonalpohualli). Los elementos de este sistema calendárico implicaban un conocimiento exacto del año solar, así como de los ciclos de Venus y de las Pléyades.[1]

Celestes I

Figura 1. Representación del día y la noche. Códice borbónico, p. 11. Tomado de http://www.famsi.org/spanish/researchloubat/Borbonicus/thumbs0.html

La obtención de estos conocimientos, sin lugar a dudas, requería un método sistemático de observación del firmamento, el registro de los fenómenos observados y un continuo seguimiento de la forma en que se movían los astros a través de la bóveda celeste. Gracias a las imágenes en los códices y a algunas menciones en las crónicas de los siglos XVI y XVI, sabemos que existían individuos especializados en realizar esta labor. Al respecto fray Juan de Torquemada menciona lo siguiente sobre el rey de Texcoco, Nezahualpilli:

Dicen que fue grande astrólogo y que se preciaba mucho de entender los movimientos de los astros celestes; y con esta inclinación que a estas cosas tenía hacia inquisición por todas las partes de sus reinos de todos los que sabían algo de esto y los traía a su corte y comunicaba con ellos todo lo que sabía; y de noche se subía a las azoteas de su palacio y desde allí consideraba las estrellas y argüía con todos los que de ellas dificultaban. Al menos yo sé decir haber visto un lugar en sus casas, encima de las azoteas, de cuatro paredes no más altas que una vara ni más ancho el lugar que lo que puede ocupar un hombre acostado, y en cada esquina tenía un hoyo o agujero donde se ponía una asta en las cuales colgaban un cielo. Y preguntando yo que ¿de qué servía aquel cuadro?, me respondió un nieto suyo (que me iba mostrando la casa) que era del señor Nezahualpilli para cuando de noche iba con sus astrólogos a considerar los cielos y sus estrellas, de donde inferí ser verdad esto que de él se dice; y pienso que el estar levantadas las paredes una vara del suelo y tener puesto cielo de algodón o seda pendiente de las varas debía de ser para mejor tantear el curso celeste; como el otro Filósofo que metido en una cuba estuvo treinta y dos años mirando con puntualidad el curso de una estrella.[2]

Por otro lado, en el Códice Madrid encontramos la imagen de un personaje en posición sedente que ha sido interpretado como la representación de un astrónomo maya (figura 2).[3]

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Figura 2. Fragmento del Códice Madrid. Tomado de  http://www.famsi.org/mayawriting/codices/pdf/2_madrid_rosny_bb_pp22-56.pdf

En el folio 63 del Códice mendocino también podemos apreciar la imagen de un sacerdote sentado sobre una estera observando las estrellas durante la noche (figura 3). El texto del documento en la parte superior dice: “esta pintura con ojos significa noche”, mientras que en la parte inferior se puede leer “Alfaqui mayor que esta de noche mirando las estrellas en el cielo para ver la hora que es, que tiene por oficio y cargo”.[4]

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Figura 3. Fragmento del Códice mendocino, folio 63. Sacerdote observando las estrellas durante la noche. Tomado de  http://codicemendoza.inah.gob.mx/index.php?lang=spanish&folio_number=69&type=r&section=m

Otras representaciones en códices sugieren que ciertos templos, y en particular sus puertas, servían como sitios para observar los fenómenos astronómicos en el horizonte local. La antropóloga Zelia Nutall en 1906 sugirió por primera vez que el par de varas cruzadas (figura 4), tan prominentes en muchos códices, pueden haber funcionado como dispositivo de observación.[5]

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Figura 4. Instrumentos prehispánicos para observar el cielo. Códice Bodley páginas 15, 30 y 32. Tomado de  http://www.famsi.org/spanish/research/pohl/jpcodices/bodley/

A pesar de que los documentos aportan poca información sobre la observación celeste en la época prehispánica, el registro arqueológico es una abundante fuente de datos sobre la importancia que tenían los astros en la vida cotidiana y religiosa de los antiguos pueblos mesoamericanos. Existen numerosos ejemplos de elementos arqueológicos deliberadamente dispuestos para fungir como observatorios de horizonte, donde se registraba el comportamiento de los cuerpos celestes. Hay estructuras orientadas para coincidir con eventos planetarios o alineamientos calendáricos, incluso la traza de ciudades completas corresponde con alguna orientación específica.

La disciplina que investiga estos fenómenos se denomina arqueoastronomía,  enfocada en el estudio de la práctica astronómica de las antiguas sociedades, usando tanto los registros escritos como los no escritos. Es un campo interdisciplinario en el que estas líneas de suministro de información convergen y donde el registro arqueológico ha llegado a desempeñar un papel importante.[6]

Como podrán observar, los temas sobre los astros y los fenómenos celestes son variados. En las siguientes entradas se abordarán con mayor puntualidad algunos aspectos de los cuerpos celestes más relevantes en la observación astronómica prehispánica. Esperamos que las disfruten.

Arqlga. Iris del Rocío Hernández Bautista

Seminario de Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano

[1] Véase a Johanna Broda, “Calendarios, cosmovisión y observación de la naturaleza” en Sonia Lombardo y Enrique Nalda (coords.), Temas Mesoamericanos, México, INAH, 1996, p. 427-469.

[2] Fray Juan de Torquemada, Monarquía Indiana, t. I, 3ra edición, México, UNAM-IIH, 1975, Libro II, Cap. LXIV, p. 260.

[3] Anthony F. Aveni, Observadores del cielo en el México Antiguo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 23.

[4] Véase http://codicemendoza.inah.gob.mx/index.php?lang=spanish&folio_number=69&type=r &section=m

[5] Anthony F. Aveni, Observadores del cielo en el México Antiguo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 28.

[6]  Anthony F. Aveny, “Archaeoastronomy in theAncientAmericas en Journal of Archaeological Research, USA, Springer, vol. 11, núm. 2, 2003, p. 149-191.

Obras consultadas

Arqueología Mexicana, Arqueoastronomía Mesoamericana, MéxicoEditorial Raíces-INAH, Serie Tiempo Mesoamericano V, vol. VII, núm. 47, 2001.

Barba de Piña Chán, Beatriz (coord.), Iconografía mexicana III. Las representaciones de los astros, México, INAH, núm. 442, 2002.

Broda, Johanna, Stanislaw Iwaniszewski y Lucrecia Maupomé (eds.), Arqueoasatronomía y entoastronomía en mesoamérica, México, UNAM, 1991.

Sahagún, fray Bernardino de,  Historia general de las cosas de Nueva España, 2 tomos, edición de Juan Carlos Temprano, España, Promo libro ediciones, 2003.

Sprajc, Ivan, Venus, lluvia y maíz, México, INAH, núm. 318, 1996.