Comidas rituales en el mundo nahua IV

Creencias y rituales en torno a la comida: de abusiones y súplicas

Como hemos podido ver a la lo largo de esta serie de entradas sobre “Las comidas rituales en el mundo nahua”, los alimentos conforman una gran variedad de platillos que se disponían no sólo en la vida diaria sino para múltiples rituales durante la época prehispánica. Formaban parte de las celebraciones de las veintenas, también de las ofrendas consagradas a los dioses, además de estar presentes en muchos aspectos de la vida religiosa y civil. Sin lugar a dudas, la comida es uno de los elementos más atractivos de la vida prehispánica, pues su estudio permite conocer diversos aspectos de la existencia y pensamiento del hombre, ya que es muy amplia la variedad de contextos en los que se ingiere.

Uno de los aspectos más interesantes del pensamiento nahua prehispánico es el complejo de creencias populares que se generó en torno a diversos elementos de la naturaleza y la vida. En la Historia general de las cosas de Nueva España, fray Bernardino de Sahagún menciona algunas de las “abusiones que usaban estos naturales”,[1] en las que se puede ver que los agüeros relacionados con la comida influían generalmente de manera negativa en los hombres. Por ejemplo, sobre los tamales mal cocidos se dice que:

cuando se cuecen los tamales en la olla, si algunos se pegan a la olla como la carne cuando se cuece y se pega a la olla, decían que el que comía aquel tamal pegado, si era hombre, nunca bien  tiraría en la guerra las flechas, y su mujer nunca pariría bien; y si era mujer  que nunca bien pariría, que se le pegaría el niño dentro. [2]

Es interesante señalar que en este apartado, Sahagún sólo menciona al maíz como digno de superstición y los alimentos preparados con él. Así, el franciscano señala que antes de que este alimento se cueza, los hombres deben animarlo para que no sienta miedo y que habrían de advertir que alguien iría a su casa si es que una tortilla se doblaba al echarla al comal.[3]

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Figura 1. Códice florentino, fol. 16r, Apendiz del Libro V.

Había otros agüeros relacionados con el maíz que otorgaban destinos mucho más perjudiciales, ya que repercutían directamente en la salud de las personas, tal es el caso de las cañas verdes de maíz que provocaban dolor de muelas o dientes,[4] o bien, de “los escobajos” de esta planta:

que dondequiera que había alguna mujer recién parida, no echaban en el fuego los escobajos, o granzones del maíz, que son aquellas mazorquillas que quedan después de desgranado el maíz, que llaman ólotl; decían que si se quemaban estos escobajos en aquella casa, la cara del niño que había nacido sería pecosa y hoyosa, y para que esto no fuese, habiendo de quemar estos granzones, tocábanles primero en la cara del niño, llevándolas por encima sin tocar en la carne.[5]

Por su parte Hernando Ruíz de Alarcón también recogió ciertas prácticas y oraciones, como prueba de la idolatría, que continuaron realizándose después de la Conquista. Por ejemplo, la “la adoracion y culto que dan al huauhtli”, que, de acuerdo con él, es una semilla temprana del maíz que después de sazonar, moler y amasar:

hazen vnos ydolos de figura humana de tamaño de vna quarta de vara poco mas o menos; para el dia que los forman tienen preparado mucho de su vino, y en estando hechos los ydolos y cossidos los ponen en sus oratorios, como si colocaran alguna ymagen, y poniendoles candelas y encienso les ofrescen entre sus ramilletes del vino preparado para la dedicacion, o en los tecomatillos supersticiosos arriba referidos, o si no los tienen en otros escogidos, […] empieza en su honra y alabança y en la del demonio, la mosica del Teponaztlique es vn tambor todo de palo, y con el se acompaña la canturia de los ansianos, y quando ya han tañido y cantado lo que tienen de costumbre, llegan los dueños de la ofrenda y los mas principales, y en señal de sacrificio derraman de aquel vino que auian puesto en los tecomatillos, o parte o todo delante los idolillos del Huautli.[6]

A través del estudio de las fuentes de origen indígena, es decir, de las crónicas que recogen el pensamiento y la cultura de los pueblos prehispánicos, se han podido conocer diversas características propias de la religión mesoamericana, como la existencia de “fuerzas” o “entidades anímicas” presentes  no sólo en los seres humanos sino en todas partes. Alfredo López Austin, quien ha trabajado ampliamente este tema, afirma que también los animales, plantas y cosas poseen “la fuerza vital del tonalli[7], es decir, están vivos y tienen deseos y exigencias. Esta cualidad presente en todas las cosas y seres puede verse también en el maíz, como lo señala Sahagún en el Códice florentino, cuando “estava derramado algun mahiz por el suelo: el que lo via era obligado a cogerlo: y el que no lo cogia, hazia injuria al mahiz: y el mahiz se quexava del, delante de dios diciendo. Señor, castigad a este que me vio derramado: y no me cogio, o dad hambre: porque no me menosprecien”.[8]

El maíz es la base de la dieta de estos pueblos que subsisten gracias a las buenas cosechas y bondades de la tierra. Dentro de la cosmovisión indígena, el equilibrio de los ciclos que mantenían la vida, dependía de diversos factores íntimamente relacionados: los dioses que representan uno o más fenómenos naturales, las periódicas ofrendas a las deidades, además de las fiestas con sus diversos tipos de sacrificios que, además de formar parte de una gran tradición, aseguraban el pago a las deidades por sus favores. Así, el hombre prehispánico debía agradecer a las divinidades con todos estos rituales, pues le otorgaban lo necesario para la vida, también el alimento, el maíz,[9] al que debía procurar y no ofender, pues, como se vio, estaba vivo y si se sentía despreciado pedía castigos para quien osara no honrarle.

Efectivamente, el hombre prehispánico ocasionaba “daños” a la tierra[10] con su intenso cultivo, y también se los producía al maíz cuando lo cocinaba o preparaba de muy distintas formas, es por este motivo que se realizaba una fiesta para que el maíz descansara

en el octavo año, porque se decía que lo atormentábamos grandemente cuando lo comíamos, cuando usábamos chile en él, cuando lo salábamos, cuando tratábamos con salitre, cuando era tratado [con] cal. Que era como si lo matáramos; por tanto lo revivíamos. Se decía que por eso el maíz se hacía joven (otra vez). Por eso se hacía. Y cuando la fiesta terminaba, al día siguiente se llamaba “La salsa es probada” porque el maíz había ayunado.[11]

A esta celebración llevada a cabo cada ocho años en aras de dejar descansar al alimento se le llamaba atamalcualiztli o “la comida de tamales de agua”, porque se realizaba este platillo sin condimento alguno. Al respecto menciona Michel Graulich que la fiesta estaba en estrecha relación con “la estrella de la mañana” y su ciclo, y que “si los alimentos no se ‘cocían’ hasta el día de la fiesta –el octavo día del período de ayuno- era porque sin duda en este día nacía, aparecía Venus, asimilado al fuego culinario”.[12]

En los Primeros memoriales de Sahagún aparecen los diversos rituales que se llevaban a cabo en la fiesta, mismos que se ilustran en una de las más bellas láminas del documento. En esta imagen y en el texto que recogió el cronista franciscano en Tepepulco resaltan los siguientes aspectos:

  1. a) La fiesta se realizaba tanto en la veintena de quecholli como en la de tepeilhuitl.
  2. b) Durante la celebración se abstenían de comida condimentada por siete días y al que no lo llevaba a efecto, se decía que le salían pústulas en el cuerpo, y si lo descubrían lo castigaban aunque no se dice de qué manera.
  3. c) Se menciona que al día de la fiesta se le llamaba “‘El baile de los dioses’ y toda la gente aparecía allí con disfraces de colibrís, mariposas, abejas, moscas, pájaros, escarabajos, y escarabajos del excremento; en estos [disfraces] ellos bailaban”.[13] Estos danzantes disfrazados como aves se pueden apreciar en la parte superior izquierda de la pintura.

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Figura 2. Primeros memoriales, fol. 254r.[14]

  1. d) Otro de los rituales era el que se realizaba ante la imagen de Tlaloc, donde colocaban un estanque de agua lleno de ranas y serpientes para que los mazateca, sin utilizar las manos, las tomaran y devoraran vivas, como en una competencia, los que lo lograban eran recompensados.

El cronista franciscano no menciona nada sobre la parte central de la escena donde Xochiquetzal aparece con el telar en un árbol. Según Graulich se trata del árbol de Tamoanchan y Xochiquetzal recuerda a la mujer que personifica a Toci en la fiesta de ochpaniztli, cuando iba a tejer al mercado.[15] Esta equiparación entre estas dos fiestas es posible a partir de ciertos elementos comunes, pero generales, como el ayuno presente en ambas y su relación con el fin e inicio de nuevos ciclos agrícolas. Atamalcualiztli conmemoraba un período de descanso para la tierra y su fruto más preciado, el maíz; era un lapso de ocho años en que el grano envejecía por acción del hombre y la fiesta simbolizaba su rejuvenecimiento, por eso se ayunaba en honor a  esta planta con lo que se afligía el estómago, el cuerpo, se hacía penitencia.

A pesar de que los diversos alimentos tuvieran una esencia vital, sin lugar a dudas el maíz tuvo un papel protagónico, pues es el alimento por excelencia al que se honra y se le realizan ofrendas, pues su agotamiento tiene implicaciones negativas para el desarrollo y mantenimiento de la vida, como puede verse a través de la fiesta de los tamales de agua y de los diversos agüeros relacionados con esta planta. Una vez más se observa que el hombre hace penitencia en pago por los dones y favores que recibe de la naturaleza cuya esencia es divina.

Aline Gallegos Méndez

Seminario Permanente Crónicas y Fuentes de Origen Indígena del Siglo XVI Novohispano.

 

[1] Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, 11a edición, México, Porrúa, 2006 (col. “Sepan cuantos”, 300), p. 271.

[2] Ibid., p. 272.

[3] Ibid., p. 271 y 272.

[4] Ibid., p. 275. El autor menciona que “para que esto no aconteciese el que comía alguna caña verde, de noche, calentábala al fuego”.

[5] Ibid., p. 273.

[6] Hernando Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España, Biblioteca Virtual Universal, 2003, p. 14 en www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf (consultado 10/01/16).

[7] Alfredo López Austin, Cuerpo Humano e Ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, t. I,  México, UNAM- IIA, 2012, p. 251. El autor menciona que “se atribuye en la actualidad el sueño al maíz, y se dice que es malo desgranarlo de noche, porque está durmiendo, con lo que tal vez se suponga que la ingestión del grano sin su fuerza hace nulas sus propiedades nutricias”.

[8] Fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, t. I, (ed. facsimilar elaborada por el Gobierno de la República Mexicana), México, Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979,  fol. 15v-16r.

[9]“El grano que comen que se llama maíz, fue fecho de esta manera: Los dioses descendieron todos a una caverna, donde un dios llamado Piltzintecutli estaba acostado con una diosa llamada Xochipilli, de la cual nació un dios llamado Cinteotl. El cual se metió debajo de la tierra y de sus cabellos salió el algodón, y de una oreja una muy buena semilla que ellos comen gustosos, llamada huazontli (o catateztli?), de la otra, otra semilla. De la nariz, otra más llamada chian, que es buena para beber en tiempo de verano; de los bledos salió un fruto llamado camotli, que es como los nabos, muy buen fruto. De las uñas otra suerte de maíz largo, que es el cereal que comen ahora, y del resto del cuerpo salieron muchos frutos, los cuales los hombres siembran y cosechan. Y por esto era este dios amado por todos los dioses y lo llamaban Tlazopilli, que quiere decir señor amado”. Este relato es de la “Histoire du Mechique” recogido por en Ángel María Garibay K., en Teogonía e historia de los mexicanos. Tres opúsculos del siglo XVI, 2ª edición, México, Porrúa (col. “Sepan cuantos…”, 37), 1973, p. 110.

[10] Ruíz de Alarcón, op. cit., p. 68, menciona que en cuando se plantaba del maíz se llevaban a cabo una serie de conjuros a la planta, al instrumento de labrado, es decir, la coa, y también se le hablaba a la tierra para que diera una buena siembra, le decían: “Ea, ya haz de tu parte lo que debes, espejo carilabrado, que vaheas, que ya te he de entregar al noble varon y culebras [coas] porque aqui es muy aproposito para su estada que ya han llegado los espiritados (las nubes)”.

[11]  Fray Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur.J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997, p. 69. Traducción del inglés al español del Seminario Permanente Crónicas y Fuentes de Origen Indígena del Siglo XVI Novohispano.

[12] Michel Graulich, “Atamalcualiztli. Fiesta azteca del nacimiento de Cintéotl-Venus” en www.ejournal.unam.mx/ecn/ecnahuatl32/ECN03218.pdf, p. 4.

[13] Ibid., p. 68.

[14]  Fray Bernardino de Sahagún, Primeros Memoriales, edición facsimilar de Ferdinard Anders, Madrid, Oklahoma, University of Oklahoma Press -Patrimonio Nacional y de la Real Academia de la Historia, 1993.

[15] Graulich, op. cit., p. 4.

 

Fuentes consultadas

– Garibay K., Ángel María, Teogonía e historia de los mexicanos. Tres opúsculos del siglo XVI, 2ª edición, México, Porrúa (col. “Sepan cuantos…”, 37), 1973.

– Graulich, Michel, “Atamalcualiztli. Fiesta azteca del nacimiento de Cintéotl-Venus” en  www.ejournal.unam.mx/ecn/ecnahuatl32/ECN03218.pdf.

– López Austin, Alfredo, Cuerpo Humano e Ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, t. I,  México, UNAM- IIA, 2012.

– Ruíz de Alarcón, Hernando, Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España, Biblioteca Virtual Universal, 2003 en www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf.

– Sahagún, fray Bernardino de, Códice florentino, t. I, (ed. facsimilar elaborada por el Gobierno de la República Mexicana), México, Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979.

– Sahagún, fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, 11a edición, México, Porrúa, 2006 (col. “Sepan cuantos”, 300), p. 271.

– Sahagún, fray Bernardino de, Primeros Memoriales, edición facsimilar de Ferdinard Anders, Madrid, Oklahoma, University of Oklahoma Press-Patrimonio Nacional y de la Real Academia de la Historia, 1993.

– Sahagún, fray Bernardino de, Primeros memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur.J.O. Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997. Traducción del inglés al español por parte del Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.