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El cineasta Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Aparicio asistió a los Miércoles Literarios, actividad semanal en la Sala 1 del Centro de Información y Documentación (CID) de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, para compartir el proceso de creación y algunos secretos de los cortometrajes con los que ha sido reconocido en México y el extranjero.

Acompañado por Óscar de la Borbolla, catedrático de nuestro campus, el hijo del escritor Juan Rulfo rememoró ciertos pasajes de su infancia, como “el gusto por la música medieval” de la que su padre fue fanático, la meticulosidad por “acomodar un libro y un acetato”, colocación que ganó terreno y al mismo tiempo restó espacio en la casa familiar a su madre, Clara Aparicio y sus hermanos Claudia Berenice, Juan Francisco y Juan Pablo.

De espigada figura, espejuelos, camisa desabrochada y camiseta gris con pantalón beige cuadriculado y tenis verdes, Juan Carlos Rulfo habló con un tono bajo y aunque se dificultaba escucharlo, se auxiliaba con las manos para dar forma a sus frases, y señaló: “me dediqué a la imagen porque mi padre fue fotógrafo, en unos cajones guardaba contactos pequeños”.

Al morir Juan Rulfo en 1986, el cineasta viajó al sur de Jalisco y con su primera cámara V8 visitó el pueblo donde creció su padre, “ahí todo cambió, la mayoría conocían a mi abuelo don Cheno. Cantidad de historias, la manera de contar de las personas”, dos semanas en las que cada vez que filmaba, bebía jugo de naranja con mezcal, forma en que los anfitriones atienden a sus invitados.

En esos sitios conoció a Mariano Michel y Juan Cobián, personajes que dieron lugar a los cuentos “No oyes ladrar a los perros” y “Diles que no me maten”, ahí estuvo cerca de la textura de la tierra y a la presencia del Nevado de Colima, comentó el también fotógrafo.

El primer documental de Juan Carlos Rulfo fue “El abuelo Cheno y otras historias” (1995), donde priva “la narrativa de tiempo y espacio”, mientras el silencio de los personajes desempeña un rol fundamental.

Para 1999 Juan Carlos Rulfo dirige su primer largometraje: “Del olvido al no me acuerdo”, un entramado de pequeñas historias con un hilo conductor, trabajo muy cinematográfico, a decir de su autor.

“En el hoyo” (2006), por el que recibió el Gran Premio del Jurado al mejor documental internacional en Sundance, tiene como punto central el distribuidor vial, “una película sobre la gente, los obreros; con el lenguaje de los albañiles. Un año de trabajar con los fierreros y otros trabajadores, donde existen personajes como El grande y El chaparro, El guapo y El feo, El chómpiras y dos carnalitos. El universo en un hoyo”, relató el ganador de siete premios Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.

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