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POR DENNISE AIRY MARTÍNEZ CAMPOS *

¿Qué tienen en común las películas Matilda (Danny DeVito, EU, 1996), Las brujas (Nicolas Roeg, EU, 1990) y Charlie y la fábrica de chocolate (Tim Burton, EU, 2005)? La respuesta podría ser que las tres son historias fantásticas con niños como héroes y protagonistas. Sin embargo, dichas características tienen una razón de ser: son adaptaciones de relatos de Roald Dahl, prolífico cuentista de cuyo genio provienen esas y otras novelas que nos emocionaron tanto de niños como de adultos.

Nacido en Gales, Reino Unido, en 1916, Roald Dahl tuvo una infancia difícil. Su padre falleció cuando aún era muy joven y su madre tuvo que arreglárselas para cuidar de él, por lo que vivieron con muchas carencias económicas. No obstante, él decía que pudo sobrellevar aquellos malos ratos gracias a los cuentos que leía junto a su madre por las noches y también a los dulces que la fábrica de chocolates Cadbury les daba a los niños de su colegio para conocer las opiniones que tenían sobre sus productos. No es casualidad que escribiera una historia sobre una fábrica de chocolates.

Cuando se graduó de la universidad, Roald Dahl fue a África en busca de aventuras, ahí aprendió a pilotear aviones y sufrió un grave accidente que lo dejó inmóvil alrededor de cuatro meses. Durante periodos de aislamiento y soledad, como el que enfrentó en su recuperación o como los que vivía cuando dirigía alguna aeronave, inventó una serie de historias fantásticas recordando las vivencias de su infancia agridulce a causa de la pobreza y los estrictos colegios de Inglaterra.

Después de la Segunda Guerra Mundial, se mudó a Estados Unidos, donde desarrolló algunos trabajos con Walt Disney, se casó e inició una numerosa familia.

Fue un padre cariñoso, de esos que les leen cuentos a sus hijos antes de dormir; con la excepción de que él les relataba a sus pequeños las historias que había inventado en su época de piloto.

Pronto,con el apoyo de grandes personalidades mediáticas, aquellas historias se convirtieron en clásicos de la literatura infantil de habla inglesa.

No obstante, para los hispanohablantes el acercamiento a la obra de este autor es –como podría esperarse– diferente pues, aunque la mayoría no está familiarizada con su literatura, sí con muchas de sus historias adaptadas a películas por distintos cineastas, que imprimieron su personalidad y su perspectiva artística en cada proyecto.

Las dos fábricas de chocolate

La primera adaptación que se hizo de una de las historias de Roald Dahl fue la de Willy Wonka y la fábrica de chocolate, de 1971, del director Mel Stuart. Esta película musical estuvo basada en el cuento “Charlie y la fábrica de chocolate” y contó con el autor como guionista, por lo que el filme resultó bastante fiel a la obra original.

En la actualidad, se le considera un clásico junto con otras películas musicales de temática infantil como El mago de Oz (Victor Fleming, EU 1939) o Mary Poppins (Robert Stevenson, EU, 1964).

De “Charlie y la fábrica de chocolate” se desprende una segunda adaptación realizada años después por Tim Burton, en 2006, en la que resaltan: el inconfundible estilo gótico del director, el trasfondo familiar que le aportó al personaje de Willy Wonka y, por supuesto, la música compuesta por Danny Elfman.

¿Cuál de las dos versiones es mejor? Muchos opinan que el Willy Wonka de Mel Stuart es superior; otros, que el apartado artístico de Burton es mucho más imaginativo y completo que el de la primera cinta; otros más no se deciden entre la clásica Pure imaginación o el genial repertorio de los oompa loompas compuesto por Elfman. Lo cierto es que esa decisión está en el criterio de cada espectador y probablemente también en cuál de las dos películas marcó su infancia.

Los clásicos noventeros

La segunda adaptación de uno de sus libros fue Las Brujas, del director Nicolas Roeg, en 1990. Muchos recordamos esta cinta por una escena particularmente aterradora, en la que una mujer hermosa se convierte en una horripilante bruja calva. Sin embargo, esta película era mucho más que sólo eso, ya que además de contar con una producción y maquillaje de efectos especiales espectaculares, relataba una historia fantástica e intrépida que la elevó a un estatus de película de culto a pesar de no tener éxito en taquilla.

Otro relato de Roald Dahl que pudimos ver en la gran pantalla es Matilda, filmada en 1996 por el director Danny DeVito quien, como sabemos, actúa en el filme como el déspota padre de la protagonista. Este largometraje fue uno de los favoritos de muchos durante su niñez, pues contenía una trama que los empoderaba, además de estar relatada de manera cálida y divertida, respetando la inteligencia de los menores.

Durante esta década, también en el año 1996, se estrenó Jim y el durazno gigante, película animada con stop motion de Henry Selik, director y animador especializado en dicha técnica, también conocido por Coraline y la puerta secreta, y estrenada en 2009.

Cuando pensamos en el largometraje de Jim y el durazno gigante, basado en el libro de Dahl, tal vez recordemos con nostalgia la increíble aventura que vive el protagonista luego de decidirse a viajar en un durazno gigante, pero sobre todo, vine a nuestra memoria el imaginativo diseño de los insectos habitantes de la fruta, que humanizados muestran, por medio de la caracterización, personalidad, estilo y hasta edad, perfectamente definidos.

Las historias de Dahl en el nuevo siglo

Algunos años después de la adaptación de Tim Burton de Charlie y la fábrica de chocolate, en 2009 el director Wes Anderson se adentró, por primera vez, al mundo de la animación y realizó El fantástico Sr. Zorro, también elaborado con la técnica stop motion, basada en el libro homónimo de Roald Dahl.

De este filme destacan la trama sobre encuentros y desencuentros familiares, la paleta de color y por supuesto los planos simétricos y estáticos que caracterizan a Wes Anderson como cineasta.

Sobresale la caracterización que el director confirió a los personajes, animales poseedores de maneras muy particulares de moverse y vestir, además de aficiones e intereses que les confieren personalidades.

La más reciente adaptación al cine de un cuento de Roald Dahl es “Mi buen amigo gigante”, del aclamado director Steven Spielberg, estrenada en 2016. De esta película, podemos apreciar la maestría narrativa del cineasta, además de una producción y efectos especiales propios de una obra a su cargo.

Los niños al poder: una reflexión sobre la obra de Roald Dahl

A lo largo de este recorrido por la obra de Roald Dahl a través del cine, podemos estar seguros de algo: a más de 70 años de la primera publicación de uno de sus cuentos, las historias que inventó siguen siendo atractivas y con temas que no pierden vigencia.

Distintas compañías productoras y cineastas insisten en buscar nuevas maneras de contar las fantásticas aventuras de sus personajes, porque entienden que el interés humano de la obra de este autor radica en su inventiva, en el valor y el respeto que les da a los niños, y sobre todo a sus capacidades cognitivas.

Ello se refleja en cómo decide en varias de sus ficciones, darle el protagonismo a un niño o niña que se enfrenta a una realidad desafortunada e injusta, la cual finalmente supera, con ayuda de su ingenio, los amigos que hace en el camino y, sobre todo, con un buen corazón.

Roald Dahl falleció en 1990 a causa de leucemia. Sin embargo, como este escrito demuestra, su legado prevalece en todas las historias que hicieron y hacen reflexionar, tanto a pequeños como adultos, sobre las dificultades y las virtudes de la niñez.

* Egresada de la Licenciatura en Comunicación de la FES Acatlán y prestadora de Servicio Social en el Programa de Promotoría Cultural, semestre 2022-I.
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POR  JOSÉ ALFREDO FLORES ROCHA

En 1975, Camilo Sesto era el cantautor español más exitoso de su generación y se encontraba en la cima de su carrera. Sus interpretaciones se escuchaban en la mayoría de las radiodifusoras de Hispanoamérica. Realizaba giras que iban desde Estados Unidos hasta la Patagonia e incluían varios países de Europa. Canciones como “Perdóname”, “El amor de mi vida”, “¿Quieres ser mi amante?”, “Algo de mí”, entre otras, se colocaron en los primeros lugares de las listas de popularidad.

La mayoría de las composiciones del artista pertenecen a la balada romántica. Para ese año Camilo Sesto presentó una de las melodías más emblemáticas dentro de su repertorio: “Melina” (Camilo Blanes Cortés, Ariola, 1975).

Más allá de lo que se pueda plantear respecto a la calidad de la pieza musical, su difusión comenzó a despertar una serie de interrogantes entre el público: ¿Quién era Melina? ¿Quién era aquella mujer de personalidad imponente que daba pie a una de las canciones más famosas del artista setentero?

Tras la serie de cuestionamientos, el español reveló que aquella letra estaba inspirada en María Amalia Mercouri (Atenas, Grecia, 1920 – Nueva York, EU, 1994), mejor conocida como Melina Mercouri, actriz y cantante de origen griego, perteneciente al Movimiento Socialista Panhelénico.

Melina Mercouri ganó fama mundial por su interpretación en la célebre cinta: Nunca en domingo (1960), dirigida por Jules Dassin, su esposo y por la que se hizo acreedora a la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes por Mejor Actriz y más aún cuando obtuvo la nominación al Oscar en esta misma categoría. Si bien, no ganó la codiciada estatuilla, sí contribuyó a colocarla en un primer plano dentro del ambiente artístico y cultural.

Melina Mercouri provenía de una de las familias con mayor influencia política dentro de su país. Su abuelo fue Spyros Merkoúris, alcalde de Atenas, mientras que su padre fue miembro destacado del parlamento. Lo que dio lugar a su inquebrantable activismo político en contra de la dictadura que tomaría las riendas de la nación helénica, en la década de los años 60.

La actriz debutó en la pantalla grande en 1955 con la cinta Stella, bajo la dirección de Michael Cacoyannis, conocido por su espléndido trabajo en Zorba, el griego (1965), protagonizada por el histrión de origen mexicano, Anthony Quinn.

Pronto el largometraje se colocó en el gusto de la crítica especializada. Gracias a su calidad obtuvo un Globo de Oro por Mejor Película Extranjera, también fue exhibida en Cannes. Se sabe que fue en el marco del festival que la actriz conoció a quien fue su segundo esposo, Jules Dassin, reconocido director, escritor y productor.

Destacan sus actuaciones en películas como: Fedra (Phaedra, 1962), también dirigida por Cacoyannis y en El que debe de morir (1957), basada en la novela del aclamado Nikos Kazantzakis, probablemente el escritor y filósofo más importante de Grecia en el siglo pasado.

El reconocimiento internacional le permitió filmar en España Los pianos mecánicos (1965), bajo la batuta de Juan Antonio Bardem, miembro del Partido Comunista. Le siguieron cintas como: 10:30 PM (Jules Dassin, 1966), A Man Could Get Killed (Cliff Owen y Ronald Neame, 1966) y Gaily, Gaily (Norman Jewison, 1969).

Tras la instauración de la dictadura de los Coroneles en Grecia, Melina Mercouri mantuvo una lucha férrea por la defensa de los derechos civiles y políticos, situación que la llevó al exilio durante varios años.

Se consolidó como la actriz griega de mayor proyección mundial, pero también la convirtió en una de las figuras más incómodas para el régimen que gobernó su país en la década de los 70. La obsesión que despertó entre los miembros de la junta militar desembocó en el retiro de su ciudadanía, lo que dio lugar a una de las frases más célebres que acuñó la artista: “nací griega y moriré griega. Stylanos Pattakos nació fascista y morirá fascista”.

La dictadura censuró su discografía, películas y confiscó todos sus bienes. Melina Mercouri se fue a Francia, desde donde organizó todo tipo de actos de protesta para combatir a la dictadura. Se reunió con destacados intelectuales y líderes mundiales. Incluso sufrió varios atentados, el más conocido fue el del Teatro Génova, en 1969, donde se logró desactivar un artefacto explosivo.

A la par de la lucha por el regreso a la democracia en su tierra natal, Melina Mercouri prosiguió su carrera actoral con títulos como: La promesse de l’aube (Jules Dassin, 1970), Once Is Not Enough (Guy Green, 1975), Nasty Habits (Michael Lindsay-Hogg, 1977) y Kravgi gynaikon (Jules Dassin, 1978) largometraje con el que cerró su trayectoria en los estudios cinematográficos.

Con la caída del régimen dictatorial, la actriz regresó a Grecia y en 1981 se convirtió en la primera mujer en ocupar el ministerio de Cultura. Se mantuvo en el cargo hasta 1989, su gestión se caracterizó por la defensa del patrimonio griego, al buscar el retorno de los frisos del Partenón, obra del escultor Fidias.

Las piezas fueron sustraídas del Templo de la Acrópolis para después ser llevadas al Museo Británico en 1803. Los esfuerzos de la actriz por recuperar las obras de arte y patrimonio griegos resultaron infructuosos.

En 1993, Melina Mercouri regresó a la cartera de Cultura. Sin embargo, para el año siguiente, su estado de salud ya estaba muy deteriorado por cáncer de pulmón, se internó en un hospital de Nueva York; la enfermedad habría sido provocada por su añeja adicción al cigarro.

Melina Mercouri falleció el 6 de marzo de 1994 y de acuerdo con las crónicas de la época las luces de las marquesinas de Broadway se apagaron unos minutos en memoria de la actriz y activista, un hecho hasta ese momento inédito, tratándose de una artista extranjera.

Con la llegada de los restos mortales de la actriz y ministra de Cultura a Grecia, se le brindó un funeral de Estado y se declaró luto nacional por tres días.

Por encima de una composición musical, buena o mala, según se le juzgue, Melina Mercouri fue una figura destacada dentro de la cinematografía internacional, aunque su trabajo fue opacado por su desbordado activismo en favor de la restauración de la vida democrática en su país y por la defensa del patrimonio cultural helénico.

 

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POR JOSÉ ALFREDO FLORES ROCHA

Paul Leduc Rosenzweig, (Ciudad de México, 11 de marzo de 1942-21 de octubre de 2020), fue un cineasta que, en todo momento, se caracterizó por realizar filmes de vanguardia, siempre apegado a lo que se denominó cine de carácter social y de denuncia.

Para Leduc el cine constituyó una herramienta de cambio y de transformación, más allá del entretenimiento. Desde finales de la década de los años 60 convirtió el Séptimo Arte en su trinchera y forma de vida, al documentar el movimiento estudiantil de México en 1968, poco después de abandonar sus estudios en la Facultad de Arquitectura en la UNAM. Su formación académica la continuó matriculándose en la Facultad de Filosofía y Letras; a la par estudió en la Escuela de Artes de Seki Sano, considerado como uno de los precursores del teatro de vanguardia en nuestro país.

Hacer cine significó para Leduc la construcción de una utopía que le permitió romper con las reglas impuestas por las tendencias y corrientes de aquella época. Su afinidad por las artes y la cinematografía, lo llevó a organizar y programar, dentro y fuera de la Universidad, numerosos cineclubes.

Tuvo la oportunidad de acudir a un ciclo de conferencias que llevó por título: “50 lecciones de cine”, impartidas por Manuel González Casanova y marcaron un precedente importante en su forma de concebir el Séptimo Arte. Años más tarde Leduc señaló que el problema no era aprender cine, sino hacerlo en un país donde no se contaba con los apoyos suficientes para los proyectos artísticos.

A los 23 años de edad, obtuvo una beca para estudiar en el Institut Des Hautes Études Cinématographiques, en Francia; ahí aprendió que el cine era una herramienta de investigación y difusión, lo que le permitió, a la postre, imprimir un sello muy particular a todos sus trabajos.

Su talento natural detrás de la lente lo llevó a participar en algunos proyectos de la televisión francesa que lo hicieron madurar como artista visual y crear obras memorables que, hasta la fecha, son referentes obligados.

Paul Leduc formó parte de una de las agrupaciones más emblemáticas del ambiente cultural, el denominado Grupo Nuevo Cine que tenía entre sus miembros a figuras de la talla de Emilio García Riera, Alberto Isaac, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y José de la Colina, entre muchos otros.

La trayectoria de Paul Leduc como director de cine inició en 1972 con una de las cintas más elogiadas por la crítica especializada Reed, México Insurgente, cuya base es el libro “Insurgent Mexico” del periodista norteamericano John Reed; el texto narra los pormenores de lo vivido por este corresponsal durante la Revolución Mexicana.

El interés por filmar esta película surgió, en primera instancia, porque su tío, el destacado escritor Renato Leduc, conoció en su juventud al reportero John Reed, cuando era telegrafista de la División del Norte, encabezada por Pancho Villa.

Reed, México Insurgente unificó las opiniones del público y la crítica, la cual no reparó en elogios hacia la ópera prima de Leduc. Este largometraje desmitifica la lucha armada, al retirarle ese glamour que producciones anteriores le habían concedido y la convirtió en una cinta que se construye a partir de historias cotidianas de los protagonistas de la conflagración.

Para los especialistas en la materia, la cinta de Leduc está entre las mejores 30 producciones mexicanas de todos los tiempos. Reed, México Insurgente obtuvo el Premio Ariel en 1973 a la Mejor Película y Mejor Dirección. Fue seleccionada para representar a nuestro país en los Premios Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera; se exhibió en los festivales más importantes del mundo, destacando su paso por Cannes, Berlín, Nueva York, Varsovia y Praga.

En 1976 filmó Etnocidio: Notas sobre El Mezquital, uno de sus trabajos más apreciados; éste se basa en una investigación antropológica de Roger Bartra y retrata con gran nitidez la pobreza y explotación que sufren los pobladores de origen otomí, aunado al proceso de exterminio gradual de su cultura.

La consagración de Leduc llegó en 1984 de la mano de la película Frida, naturaleza viva, donde redescubrió y lanzó a la escena mundial a una de las figuras más emblemáticas del ambiente artístico y cultural en México, la pintora Frida Kahlo. Esta película está narrada desde el lecho de muerte de la artista y se centra en la recreación estética de algunos de sus cuadros más emblemáticos.

Frida, naturaleza viva obtuvo el Ariel por Mejor Actriz gracias a extraordinaria interpretación Ofelia Medina y también fue galardonado en las categorías de Mejor Película y, desde luego, Mejor Dirección. El elenco cuenta con histriones de primer orden como Juan José Gurrola, Claudio Brook, Salvador Sánchez, Gina Morett, Margarita Sanz, los hermanos Odiseo y Bruno Bichir, además de Valentina Leduc que, a la postre, se consolidó como una de las editoras con mayor reconocimiento en la cinematografía nacional.

Con dos éxitos consecutivos bajo el brazo, Renato Leduc presentó en 1986 ¿Cómo ves?, probablemente uno de sus trabajos con mayor crítica social e incluso incomodó a los círculos de poder. Leduc puso el dedo en la llaga al contradecir el discurso oficialista que argumentaba que México se enfilaba hacia el progreso y el crecimiento económico.

Teniendo como marco la Ciudad de México y su zona conurbada ¿Cómo ves? retrató, como ningún otro largometraje, la marginación, pobreza, violencia familiar y falta de oportunidades en un sistema capitalista deshumanizado. El guion estuvo basado en textos de José Revueltas y de José Agustín; contó con la participación de agrupaciones musicales como El Tri, Son de Merengue, Cecilia Toussaint, Rockdrigo y Jaime López.

Fue, precisamente por su gusto musical, que Paul Leduc se dio a la tarea de filmar la trilogía conformada por Barroco (1988), basada en la novela de Alejo Carpentier; Latino Bar (1991) y Dollar Mambo (1993). A partir de ese momento se retiró del cine durante casi 10 años, pero incursionó en la animación con los cortometrajes: Los animales 1850-1950 (1995) y La flauta de Bartolo o la invención de la música (1997), considerado el primer corto realizado en México con la técnica de gráficos en 3D.

En 2006 Paul Leduc volvió con la película Cobrador: In God We Trust. En 2013 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. En 2016 se hizo acreedor al Ariel de Oro por su destacada trayectoria; sin embargo, esa entrega estuvo marcada por la controversia, debido a que, aparentemente, el discurso del realizador fue censurado por Canal 11, televisora cultural del Estado mexicano encargada de la transmisión. Luego del escándalo, los organizadores argumentaron que, por cuestiones de tiempo, había sido imposible incluir completo el discurso del cineasta.

En aquella velada Paul Leduc, fiel a sus convicciones, lanzó una dura crítica a las instituciones del Estado encargadas de apoyar a la cinematografía nacional y las culpó porque las producciones mexicanas no ocupan espacios preponderantes en las salas de exhibición, teniendo como resultado la caída de espectadores para las cintas producidas en territorio nacional.

Paul Leduc nunca claudicó en sus ideales, tampoco fue rehén de modas: siempre figura controversial por la forma de expresar sus opiniones. Construyó un lenguaje propio a través del cual se permitió reflexionar sobre los más diversos temas al concebir al cine no sólo como medio de denuncia social, sino como agente de cambio.

Categoría(s): Sin categoría, TRAYECTORIAS

POR  LUCÍA ELENA ACOSTA UGALDE *

Steve McQueen, una de las figuras más emblemáticas del cine, también conocido como The King of Cool, es a menudo recordado por películas como El Yang-tsé en llamas (The Sand Pebbles, Robert Wise. EU, 1966); Bullitt (Peter Yates- EU, 1968); Papillon (Franklin Schaffner. EU, 1973) e Infierno en la torre (The Towering Inferno, John Guillermin. EU, 1974). En su trayectoria se caracterizó por no utilizar dobles para las escenas de acción: él mismo efectuó secuencias muy arriesgadas.

Recio y calculador, pero sobre todo talentoso, pasó a la historia como una estrella fugaz, con una vida intensa dentro y fuera de los escenarios. En alguna ocasión comentó: “para inmortalizar tu trabajo debes de vivirlo con mucha intensidad” y él, sin duda, así lo hizo.

Terence Steve McQueen nació en Beech Grove, Indiana, el 24 de marzo de 1930. Siendo adolescente se traslada con su madre a California, donde desempeña diversos trabajos. A los 17 años de edad se alista en la Marina; sin embargo, el gusto por la milicia le dura muy poco y dirige sus pasos a la Academia de Actuación de Nueva York, donde se titula a los 20 años.

Realiza pequeños papeles en series de televisión y debuta en Broadway en sustitución del actor Ben Gazzara en la obra de teatro Halful of Kain. En ese momento estaba inconforme con su preparación actoral, por lo que decide inscribirse al Actor’s Studio de Lee Strasberg, para perfeccionar su desempeño histriónico.

Comienza en el cine con la película Marcado por el odio (Somebody Up There Likes Me, Robert Wise. EU, 1956), en la cual comparte créditos con Paul Newman. Luego consigue el rol de Josh Randall en la serie de televisión Wanted Dead or Alive, emisión que se prolongó por más de cuatro años y le dio gran popularidad a su carrera.

Justo al inicio de la añorada década de los años 60 se consagra como “megaestrella” con Los siete magníficos (The Magnificent Seven. EU, 1960), western dirigido por John Sturges, donde interpreta un temerario pistolero y tiene como coprotagonista a Yul Brinner.

En esa época demostró estar listo para los retos de las producciones hollywoodenses y declaraba: “percibo mi carrera de actor como un bólido, debes de seguir en línea ascendente y a toda velocidad”. Siempre ávido de conocimiento, incluso tomó clases de artes marciales con Bruce Lee.

Puso en práctica su filosofía de vida en la película Bullit, catalogada por la crítica especializada como la mejor cinta de persecución, donde, por supuesto, McQueen realiza las escenas peligrosas.

De la trayectoria de McQueen destaca: El Yang-tsé en llamas, filme por el que obtuvo, en 1966, su única nominación al Oscar por Mejor Actor. El gran escape (The Great Escape, John Sturges. EU, 1969),  donde comparte créditos con Charles Bronson y cuya banda sonora, compuesta por Elmer Bernstein, es una de las más recordadas por el público. En Papillon las escenas con Dustin Hofman son memorables, la historia aporta una referencia sobre la vida de los prisioneros de guerra.

The Towering Inferno fue uno de sus mayores éxitos, apoyado en las interpretaciones de Paul Newman y Faye Dunaway, actriz con quien también trabajó en El caso Tomas Crown (The Thomas Crown Affair, Norman Jewison, 1968). La película que más impactó su vida privada fue La huida (The Getaway, Sam Peckinpah. EU, 1972), pues luego de la filmación él y la actriz Ali McGraw, su “bella dama,” se casaron.

Steve McQueen dejó de existir a la edad de 50 años durante una visita a Ciudad Juárez, Chihuahua, el siete de noviembre de 1980. Legó un repertorio de destacadas actuaciones donde “destila” adrenalina pura y da testimonio de su amor por el automovilismo, siempre acompañado por grandes figuras del cine.

* Lucía Elena Acosta Ugalde es Doctora en Historia del Arte. Técnico Académico Asociado C, Tiempo Completo. Definitivo.
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POR YOLANDA SOLORIO GARCÍA

Mundialmente conocido por su papel de George Valentine en El artista (2012), por la cual se hizo acreedor a varios premios, entre ellos el Oscar por Mejor Actor, Jean Dujardin (Rueil-Mailmaison, Francia,1972) comenzó su carrera en 1998 con la serie Nous Ç Nous. Junto a los actores Bruno Salomone, Eric Collado, Sonia Mathieu y Luc Antoni, hacía parodias de videojuegos, acontecimientos históricos y películas.

El éxito le volvió a sonreír con Un gars, une fille (1999-2003), programa de televisión que retrataba de manera humorística la vida cotidiana de una pareja: Alex “Chouchou” (Alexandra Lamy) y Jean “Loulou” (Jean Dujardin); cada episodio duraba seis minutos y la temática era variada. La serie fue tan exitosa que tuvo varias repeticiones.

En 2003 tuvo su primer papel protagónico en cine con el filme Toutes les filles sont folles, dirigido por Pascale Pouzadoux, pero sería dos años más tarde con la película Brice de Nice (James Huth, 2005) que se posicionaría como uno de los actores franceses más rentables y encantadores de su generación.

El personaje Brice es un surfer de treinta y tantos años cuya mayor aspiración en la vida es montar la mayor ola, pero mientras espera su oportunidad derrocha el dinero de su padre en grandes fiestas, sin saber que éste se dedica a lavar dinero.

Un día la suerte lo abandona y todos sus bienes son confiscados. Sin recursos y sin amigos, Brice se ve obligado a ¡trabajar! Sin embargo, es incapaz de hacerlo, así que decide –sin éxito– robar un banco.

La primera colaboración con el miltipremiado director, actor y guionista francés Michel Hazanavicius fue en 2006 con la película OSS 117: Nido de espías, adaptación de la novela homónima escrita en 1949 por Jean Bruce. Tanto el filme como el libro parodian al famoso agente 007.

La dupla Hazanavicius-Dujardin se repetiría en tres ocasiones: OSS 117: Perdido en Río (2009), El artista (2012) y Los infieles (2012). Ésta última formó parte de la edición número 16 del Tour de Cine Francés.

De los 29 filmes en que ha trabajado, destacan sus actuaciones en: Un homme et son chien (Francis Huster, 2009), al lado del emeblemático Jean-Paul Belmondo; Les petits mouchoirs, (Guillaume Canet, 2010) con los también talentosos Francois Cluzet, Marion Cotillard, Benoît Magimel y Gilles Lellouche.

Le bruit des glaçons (Bertrand Blier, 2010) coprotagonizada con Albert Duponel, donde ambos desarrollan magistrales actuaciones, Dujardin en el papel de un enfermo de cáncer y Duponel encarnando al tumor que le acosa y le quita la vida con total desparpajo.

En The Wolf of Wall Street (Martin Scorsese, 2013) tiene breves, pero significativas, apariciones como el banquero suizo que traiciona a Leonardo DiCaprio.

Posteriormente fue dirigido por su admirado George Clooney en The Monuments Men (2014), con quien trambién trabajó en un comercial para la marca Nespresso.

Dujardin es conocido por sus imitaciones, especialmente de Sean Connery y Robert de Niro. De hecho, en los programas a los que asistió después de haber obtenido el Globo de Oro por El artista y previo a la premiación de los Oscar fue lo que más le solicitaban en sus presentaciones.

Luego de concluir el filme Un hombre a la altura (2015) y después de cuatro años de matrimonio, Dujardin se separó de su esposa, la también actriz, Alexandra Lamy.

Después se relacionó con la patinadora olímpica Nathalie Péchalat, con quien procreó un hijo. En lo profesional, al cierre de esta edición promuovía la tercera parte de Brice de Nice y se preparaba para el estreno mundial de la película Le petit joeur, del realizador Emmanuel Joucla, con una historia basada en un torneo de póker.

Esta colaboración se publicó de manera impresa en diciembre de 2016, edición 159 del boletín informativo CineAdictos, de la Coordinación de Difusión Cultural de la FES Acatlán.

Categoría(s): TRAYECTORIAS

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CineAdictos, publicación periódica de la Coordinación de Difusión Cultural, nació en noviembre de 2000. Incluye reseñas de películas, trayectorias de actores, directores, críticas, comentarios sobre los principales festivales, entrevistas, avances técnicos y aspectos de los distintos géneros cinematográficos. El material impreso se distribuye entre la comunidad de la FES Acatlán; a partir del semestre 2015-II extiende sus alcances con el blog de CineAdictos. Espacio abierto a los interesados en la divulgación del séptimo arte.

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