Cine Adictos

Archivo para junio, 2022:

 

POR LETICIA URBINA ORDUÑA *

Creado en diciembre de 1895, el cine llegó a México apenas nueve meses después, en agosto de 1896, de la mano del gobierno de Porfirio Díaz, admirador de Francia y sus adelantos, –el dictador de origen oaxaqueño se convirtió en el primer Jefe de Estado del mundo en ser captado por las cámaras de cine– y por ende no existían construcciones apropiadas para la exhibición cinematográfica.

La primera función fue para Díaz, su familia y algunos de los políticos más cercanos a él en el Castillo de Chapultepec, pero la primera proyección pública ocurrió el 14 de agosto en el sótano de la Droguería Plateros, farmacia que debía su nombre a la calle donde se encontraba y que hoy es Madero. Más tarde ese lugar se convertiría en uno de los sitios de exhibición más importantes: El Salón Rojo.

Cuando el cine comenzó a popularizarse, hubo que improvisar espacios cinematográficos. En Monterrey por ejemplo, aparecieron los llamados cines-terraza, en los que el patio de una vivienda se adaptaba para ver películas mudas, y los espectadores debían asistir con su propia silla, si querían sentarse.

En Morelia se habilitaron dos enormes casonas virreinales donde se colocó un telón para proyectar y bancas en el patio, sitios que luego se denominarían Salón París y Salón Cine. En poblaciones menores simplemente se buscaba una buena pared donde proyectar en alguna plaza o jardín, costumbre que subsiste aún en las poblaciones más desfavorecidas.

En la Ciudad de México lo hizo la Cigarrera El Buen Tono, que se encontraba a un costado de La Alameda central y que en las noches proyectaba –con intenciones propagandísticas– funciones gratuitas en su propio muro.

Héctor Azar, el fundador de todas las instituciones teatrales del Siglo XX en México, definió al cine como “teatro más tecnología”. Y fue así no sólo en el aspecto dramático sino también en el arquitectónico, por lo menos al principio.

En la Ciudad de México había ya una buena cantidad de teatros, que por su aforo tenían la capacidad de recibir público de manera masiva. Teatros como el San Juan de Letrán, el Principal, Nacional, Apolo y el Arbeu abrieron sus salas al nuevo medio de entretenimiento.

En algunas de las principales capitales de la provincia se imitó la experiencia. Los teatros Limón, de Xalapa; Degollado, de Guadalajara; Macedonio Alcalá, de Oaxaca; Peón Contreras, de Mérida y Ocampo, de Morelia entre muchos otros, fungieron como salas de cine hasta que surgieron edificios expresamente hechos para las proyecciones.

Hoteles y conventos no escaparon al encanto del celuloide. Los primeros hallaron en la exhibición de películas un plus para atraer huéspedes. Emblemático entre ellos fue el cine Regis, desaparecido junto con el hotel homónimo, que se derrumbó en el terremoto de 1985. En Morelia el Hotel de La Soledad creó Cinelandia, cuyo objetivo era entretener al público infantil.

En cuanto a los conventos, muchos habían sido secularizados por Benito Juárez y el tamaño de sus patios permitía llenarlos de sillas para improvisar una sala. Ello había comenzado a ocurrir en el Siglo XIX al convertirlos en teatros como el Arbeu, antes templo de San Felipe Neri o el exconvento de Jesús María y el de San Jerónimo, que luego serían los cines Progreso Mundial e Imperial, respectivamente.

Para 1903, cuando se construía Bellas Artes, su arquitecto, Adamo Boari, previó que el cine podría requerir ese espacio, por lo que lo diseñó con una cámara de proyección. En 1906 ya se empezaban a construir cines, mientras que en las colonias populares se alzaban jacalones enormes de manera apresurada. La improvisación de los primeros espacios cinematográficos apenas si superó una década que interrumpió la Revolución Mexicana, tras la cual hubo una orgía constructora que dotó a México de salas monstruosas, que llegaban a albergar a 7,500 espectadores por función.

* Maestra en Estudios México Estados Unidos por la UNAM y doctorante en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Profesora de la licenciatura en Comunicación en la FES Acatlán.
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POR DENNISE AIRY MARTÍNEZ CAMPOS *

¿Qué tienen en común las películas Matilda (Danny DeVito, EU, 1996), Las brujas (Nicolas Roeg, EU, 1990) y Charlie y la fábrica de chocolate (Tim Burton, EU, 2005)? La respuesta podría ser que las tres son historias fantásticas con niños como héroes y protagonistas. Sin embargo, dichas características tienen una razón de ser: son adaptaciones de relatos de Roald Dahl, prolífico cuentista de cuyo genio provienen esas y otras novelas que nos emocionaron tanto de niños como de adultos.

Nacido en Gales, Reino Unido, en 1916, Roald Dahl tuvo una infancia difícil. Su padre falleció cuando aún era muy joven y su madre tuvo que arreglárselas para cuidar de él, por lo que vivieron con muchas carencias económicas. No obstante, él decía que pudo sobrellevar aquellos malos ratos gracias a los cuentos que leía junto a su madre por las noches y también a los dulces que la fábrica de chocolates Cadbury les daba a los niños de su colegio para conocer las opiniones que tenían sobre sus productos. No es casualidad que escribiera una historia sobre una fábrica de chocolates.

Cuando se graduó de la universidad, Roald Dahl fue a África en busca de aventuras, ahí aprendió a pilotear aviones y sufrió un grave accidente que lo dejó inmóvil alrededor de cuatro meses. Durante periodos de aislamiento y soledad, como el que enfrentó en su recuperación o como los que vivía cuando dirigía alguna aeronave, inventó una serie de historias fantásticas recordando las vivencias de su infancia agridulce a causa de la pobreza y los estrictos colegios de Inglaterra.

Después de la Segunda Guerra Mundial, se mudó a Estados Unidos, donde desarrolló algunos trabajos con Walt Disney, se casó e inició una numerosa familia.

Fue un padre cariñoso, de esos que les leen cuentos a sus hijos antes de dormir; con la excepción de que él les relataba a sus pequeños las historias que había inventado en su época de piloto.

Pronto,con el apoyo de grandes personalidades mediáticas, aquellas historias se convirtieron en clásicos de la literatura infantil de habla inglesa.

No obstante, para los hispanohablantes el acercamiento a la obra de este autor es –como podría esperarse– diferente pues, aunque la mayoría no está familiarizada con su literatura, sí con muchas de sus historias adaptadas a películas por distintos cineastas, que imprimieron su personalidad y su perspectiva artística en cada proyecto.

Las dos fábricas de chocolate

La primera adaptación que se hizo de una de las historias de Roald Dahl fue la de Willy Wonka y la fábrica de chocolate, de 1971, del director Mel Stuart. Esta película musical estuvo basada en el cuento “Charlie y la fábrica de chocolate” y contó con el autor como guionista, por lo que el filme resultó bastante fiel a la obra original.

En la actualidad, se le considera un clásico junto con otras películas musicales de temática infantil como El mago de Oz (Victor Fleming, EU 1939) o Mary Poppins (Robert Stevenson, EU, 1964).

De “Charlie y la fábrica de chocolate” se desprende una segunda adaptación realizada años después por Tim Burton, en 2006, en la que resaltan: el inconfundible estilo gótico del director, el trasfondo familiar que le aportó al personaje de Willy Wonka y, por supuesto, la música compuesta por Danny Elfman.

¿Cuál de las dos versiones es mejor? Muchos opinan que el Willy Wonka de Mel Stuart es superior; otros, que el apartado artístico de Burton es mucho más imaginativo y completo que el de la primera cinta; otros más no se deciden entre la clásica Pure imaginación o el genial repertorio de los oompa loompas compuesto por Elfman. Lo cierto es que esa decisión está en el criterio de cada espectador y probablemente también en cuál de las dos películas marcó su infancia.

Los clásicos noventeros

La segunda adaptación de uno de sus libros fue Las Brujas, del director Nicolas Roeg, en 1990. Muchos recordamos esta cinta por una escena particularmente aterradora, en la que una mujer hermosa se convierte en una horripilante bruja calva. Sin embargo, esta película era mucho más que sólo eso, ya que además de contar con una producción y maquillaje de efectos especiales espectaculares, relataba una historia fantástica e intrépida que la elevó a un estatus de película de culto a pesar de no tener éxito en taquilla.

Otro relato de Roald Dahl que pudimos ver en la gran pantalla es Matilda, filmada en 1996 por el director Danny DeVito quien, como sabemos, actúa en el filme como el déspota padre de la protagonista. Este largometraje fue uno de los favoritos de muchos durante su niñez, pues contenía una trama que los empoderaba, además de estar relatada de manera cálida y divertida, respetando la inteligencia de los menores.

Durante esta década, también en el año 1996, se estrenó Jim y el durazno gigante, película animada con stop motion de Henry Selik, director y animador especializado en dicha técnica, también conocido por Coraline y la puerta secreta, y estrenada en 2009.

Cuando pensamos en el largometraje de Jim y el durazno gigante, basado en el libro de Dahl, tal vez recordemos con nostalgia la increíble aventura que vive el protagonista luego de decidirse a viajar en un durazno gigante, pero sobre todo, vine a nuestra memoria el imaginativo diseño de los insectos habitantes de la fruta, que humanizados muestran, por medio de la caracterización, personalidad, estilo y hasta edad, perfectamente definidos.

Las historias de Dahl en el nuevo siglo

Algunos años después de la adaptación de Tim Burton de Charlie y la fábrica de chocolate, en 2009 el director Wes Anderson se adentró, por primera vez, al mundo de la animación y realizó El fantástico Sr. Zorro, también elaborado con la técnica stop motion, basada en el libro homónimo de Roald Dahl.

De este filme destacan la trama sobre encuentros y desencuentros familiares, la paleta de color y por supuesto los planos simétricos y estáticos que caracterizan a Wes Anderson como cineasta.

Sobresale la caracterización que el director confirió a los personajes, animales poseedores de maneras muy particulares de moverse y vestir, además de aficiones e intereses que les confieren personalidades.

La más reciente adaptación al cine de un cuento de Roald Dahl es “Mi buen amigo gigante”, del aclamado director Steven Spielberg, estrenada en 2016. De esta película, podemos apreciar la maestría narrativa del cineasta, además de una producción y efectos especiales propios de una obra a su cargo.

Los niños al poder: una reflexión sobre la obra de Roald Dahl

A lo largo de este recorrido por la obra de Roald Dahl a través del cine, podemos estar seguros de algo: a más de 70 años de la primera publicación de uno de sus cuentos, las historias que inventó siguen siendo atractivas y con temas que no pierden vigencia.

Distintas compañías productoras y cineastas insisten en buscar nuevas maneras de contar las fantásticas aventuras de sus personajes, porque entienden que el interés humano de la obra de este autor radica en su inventiva, en el valor y el respeto que les da a los niños, y sobre todo a sus capacidades cognitivas.

Ello se refleja en cómo decide en varias de sus ficciones, darle el protagonismo a un niño o niña que se enfrenta a una realidad desafortunada e injusta, la cual finalmente supera, con ayuda de su ingenio, los amigos que hace en el camino y, sobre todo, con un buen corazón.

Roald Dahl falleció en 1990 a causa de leucemia. Sin embargo, como este escrito demuestra, su legado prevalece en todas las historias que hicieron y hacen reflexionar, tanto a pequeños como adultos, sobre las dificultades y las virtudes de la niñez.

* Egresada de la Licenciatura en Comunicación de la FES Acatlán y prestadora de Servicio Social en el Programa de Promotoría Cultural, semestre 2022-I.
Categoría(s): TRAYECTORIAS

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CineAdictos, publicación periódica de la Coordinación de Difusión Cultural, nació en noviembre de 2000. Incluye reseñas de películas, trayectorias de actores, directores, críticas, comentarios sobre los principales festivales, entrevistas, avances técnicos y aspectos de los distintos géneros cinematográficos. El material impreso se distribuye entre la comunidad de la FES Acatlán; a partir del semestre 2015-II extiende sus alcances con el blog de CineAdictos. Espacio abierto a los interesados en la divulgación del séptimo arte.

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