Cine Adictos

Archivo para febrero, 2021:

POR LUCÍA ELENA ACOSTA UGALDE *
Ustedes cuentan con un gran
personaje como es el vampiro
encarnado por Germán Robles.
Quentin Tarantino

El cine de terror es uno de los géneros más atractivos en la industria cinematográfica mexicana. En sus inicios, estuvo anclado en seres deformes, colmilludos o peludos. A la par del cine estadounidense, estas criaturas constituyeron una ventana al universo del aliento contenido y el corazón palpitante.

Haciendo una breve retrospectiva, la cinta mexicana La Llorona, del cubano Ramón Peón, da inicio al género de terror en el año de 1938. Siendo un joven director, Juan Bustillo Oro comienza su labor fílmica con lúgubres producciones como Dos monjes (1934), cinta que se considera expresionista, y las películas El misterio del rostro pálido (1935) y Nostradamus (1937).

Al paso del tiempo el cine de terror retoma su firmeza con la llegada de la cinta de culto El vampiro (1957), bajo la dirección de Fernando Méndez y la impecable actuación de Germán Robles como un carismático y sensual conde “Lavud” , emblemático foráneo, capaz de mezclar la sangre y el vino. En dicha producción el humor involuntario lo origina otro gran actor de la época, Abel Salazar. Es majestuosa la manera como el gran Germán Robles marcaba el destino para los sucesores del mítico personaje, se filmaron diversas películas sobre el mismo tema, pero no lograron alcanzar el éxito de su antecesora.

Otra cinta correspondiente a esta temática es El castillo de los monstruos (Julián Soler, 1958), con el siempre estrafalario Antonio Espino “Clavillazo”, compartiendo créditos con Evangelina Elizondo. Con el furor de la comedia, se manufacturan parodias como La nave de los monstruos (Rogelio A. González, 1960) protagonizada por Eulalio González “Piporro”, el rey del taconazo, y las beldades de la época: Ana Bertha Lepe y la vampiresa seductora Lorena Velázquez.

El género debía cambiar y, como una neblina compuesta de nuevas propuestas llega la pluma de Carlos Enrique Taboada, con sendas producciones donde el terror mostraba una nueva faceta: un tenebroso sendero a lo desconocido y sobrenatural con gloriosas producciones como El libro de piedra (1969), considerada un clásico, con uno de los finales más bellos del cine mexicano; Hasta el viento tiene miedo (1968), Mas negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1984).

Durante la década de los años 80 la calidad tiende a decrecer con producciones ancladas en las jóvenes promesas televisivas, elenco decorativo en películas como Cementerio del terror (Rubén Galindo, 1985), Vacaciones de terror (René Cardona III, 1989) y Pánico en la montaña (Pedro Galindo III, 1989).

Al inicio de los años 90 llega el llamado “Nuevo cine mexicano”. El objetivo inmediato era producir cintas de contenido y calidad, entre las cuales destacan los proyectos cinematográficos Cronos (1993), de Guillermo del Toro; Sobrenatural (1996), de Daniel Gruener y Angeluz (1998), de Leopoldo Laborde.

Con el inicio del siglo XXI la cultura de un país lleno de mitos y leyendas da pie a creaciones fílmicas como Las Lloronas (Lorena Villarreal, 2004); una de las películas más taquilleras del cine mexicano: Kilómetro 31 (Rigoberto Castañeda, 2007) y la cinta Cañitas (Julio César Estrada, 2007), basada en el popular libro de Carlos Trejo.

Para 2010, la temática sobre los muertos vivientes o zombies lleva a un relevante cortometraje llamado Apocalypze, del joven director Fernando Chávez, con el apoyo de una destacada labor en maquillaje del mexicano Jorge Siller (Resident Evil Extintión); el desolador documental se exhibió en el Festival Mórbido Film de 2010.

Para concluir este breve recorrido del cine de terror mexicano de finales de los años 30 a la primera década del siglo XXI recordemos la frase del maestro del suspenso Alfred Hitchcock: “La fantasía o la ficción literaria siempre es más insólita que la verdad o la realidad”.

* Lucía Elena Acosta Ugalde es Doctora en Historia del Arte. Técnico Académico Asociado C, Tiempo Completo. Definitivo.

Categoría(s): DE RODAJE EN RODAJE

POR CARLOS DÍAZ ROMERO

I believe we exist in a
multiverse of universes
(Creo que existimos en un
multiverso de universos)
Michio Kaku

Es común acudir al cine de Hollywood por mera diversión y dejar el ejercicio intelectual para las producciones independientes o de arte, pero en algunas ocasiones vale la pena revisitar cintas de entretenimiento ligero para explorar profundidades ocultas. The Last Action Hero (John McTiernan, 1993), protagonizada por Arnold Schwarzenegger, es una de ellas.

La nula plausibilidad de su premisa es tal que se pasa por alto; resulta una fuente de planteamientos filosóficos sobre el cuestionamiento de la realidad misma. Todo comienza cuando Danny Madigan, niño fanático del policía ficticio y héroe de acción Jack Slater, recibe un boleto mágico que le da acceso a los filmes y a la “realidad” de Slater.

Arrojado, casi literalmente, al interior de la película Jack Slater IV, Danny hace uso de sus conocimientos sobre la franquicia y los tropos del cine de acción para manejarse en una realidad exagerada, en la que un gato detective de dibujos animados y la remasterización de Humphrey Bogart conviven con personas comunes. De paso, intenta convencer a Slater de que es un personaje adorado por millones de espectadores.

La brillante deconstrucción del cine de acción de los años 90, manejada por John McTiernan, director de aclamadas cintas del género como Predator (1987), Die Hard (1988) y Hunt For Red October (1990), viene acompañada de cuestiones filosóficas y científicas del multiverso y el destino.

Cada película producida dentro de The Last Action Hero, representa un universo alterno, regido por las leyes que los escritores de cine determinan al crear historias: coches que explotan sin motivo, heridas de bala que resultan ser meros rasguños, cuando en verdad serían mortales, entre otros. Los personajes desarrollan sus vidas según los designios del director; sin embargo, esto provoca que las vidas “ficticias” de los personajes sufran las consecuencias de estas decisiones en favor del entretenimiento.

Jack Slater deja siempre un rastro de muerte y destrucción en su búsqueda por llevar ante la justicia a los criminales de su mundo, tal como demanda la trama. Se siente devastado porque él sólo desea ser un buen policía; no obstante, termina atrapado en locas aventuras, explosiones y tiroteos a los que sólo él parece capaz de sobrevivir.

En el clímax de la trama, Slater sale de su universo e ingresa a uno más realista y brutal, el de Danny Madigan, donde descubre que todas las reglas que conocía dejan de ser válidas y enfrenta una crisis existencial. Su vida, todo lo que es y será, no es más que un invento al que un hombre llamado Arnold Schwarzenegger da vida, y todas sus tragedias, como la muerte de un hijo y su primo segundo, son recursos narrativos para el entretenimiento del público. Afortunadamente, Slater llega a buenos términos con su existencia y acepta el papel de héroe en un universo donde todo está escrito para que triunfe.

Esta película genera interrogantes entre los espectadores analíticos, a partir de entender que el universo de Danny, llamado The Last Action Hero, contiene películas con universos paralelos, uno de ellos es Jack Slater IV, donde también hay filmes. Surge la duda: ¿será posible que estas cintas sean universos paralelos? De ser así, significaría que hay un agujero de conejo por el cual se puede descender, atravesando infinidad de universos alternativos, donde las leyes físicas, psicológicas y sociales sean impensablemente extrañas, un universo dentro de un universo.

En esta escalera de realidades también se puede ascender. Danny descubre que las películas son universos propios, visita uno de ellos y también lleva a un personaje hasta su propio mundo. Jamás se cuestiona la realidad o ficción, aunque nosotros, como espectadores, sabemos perfectamente que Danny es ficticio. Una decisión narrativa que da pie a una última propuesta para la metarrealidad multiversal.

¿Si Danny averiguara que aquello que considera la realidad no es más que otro nivel de multiversos ficticios/reales del que puede escapar?, ¿si nosotros desconociéramos, como Jack Slater y Danny Madigan, sobre nuestro mundo y éste no fuera más que la ficción de un escritor paralelo? ¿Qué pasaría si nuestras vidas no estuvieran regidas por la libertad o los designios de una divinidad, sino por la mente de un guionista de Hollywood?

 

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CineAdictos, publicación periódica de la Coordinación de Difusión Cultural, nació en noviembre de 2000. Incluye reseñas de películas, trayectorias de actores, directores, críticas, comentarios sobre los principales festivales, entrevistas, avances técnicos y aspectos de los distintos géneros cinematográficos. El material impreso se distribuye entre la comunidad de la FES Acatlán; a partir del semestre 2015-II extiende sus alcances con el blog de CineAdictos. Espacio abierto a los interesados en la divulgación del séptimo arte.

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